La descabellada y nunca antes contada historia de A-Rod y sus hábitos de dopaje

Y por qué la organización de las Grandes Ligas de Béisbol (MLB por sus iniciales en inglés) discretamente prohibió la EPO, la droga predilecta de los ciclistas

Vanessa Wilbat
14 min readSep 18, 2014

Por Tim Elfrink y Gus García-Roberts
Ilustración de Trenton Duerksen

Excéntrico, exigente y autodestructivo: Alex Rodríguez es el Howard Hughes del béisbol. No se limitó simplemente a inyectarse esteroides o frotarse cremas al igual que sus predecesores: ingirió sustancias prohibidas por vía intravenosa mientras respiraba por un tanque de oxígeno o mientras yacía en una cámara hiperbárica en el sótano de su residencia en Manhattan, rodeado de perritos que emitían ladridos agudos. Intercambió drogas por dinero en el baño de un Starbucks en Miami, y permitió que un bioquímico, nervioso e inculto, llamado Anthony Bosch, extrajera su sangre en el cuarto de baño de hombres de un club nocturno de moda. (Bosch, a quien Rodríguez pagaba anticipos anuales en los cientos de miles de dólares, en seguida perdió el vial de sangre en la pista de baile del club).

Hicimos un reportaje sobre gran parte de su extraño comportamiento en nuestro libro nuevo Blood Sport: Alex Rodriguez, Biogenesis, and the Quest to End Baseball’s Steroid Era. Pero hay un montón de detalles —incluyendo alegatos sobre la estrechez de la relación entre Rodríguez y un seudocientífico llamado Victor Conte— que salieron a la luz demasiado tarde para cumplir con la fecha de publicación del libro. Esta nueva información fue proporcionada por el propio Bosch, quien se convirtió en el testigo principal de la MLB en contra de su exempleador. Su testimonio jurado era confidencial, pero una persona cercana al proceso judicial nos facilitó un relato detallado del testimonio de Bosch. Su recuento es revelador y devastador a la vez, y, aún sin ser comunicado, llevó a la MLB a prohibir finalmente un agente dopante notorio. Es necesario mencionar, también, que pinta un retrato muy extraño de la estrella más grande del béisbol.

Por ejemplo, su reunión con Conte. El verano pasado, el New York Daily News informó que Rodríguez se reunió con Conte en 2012, mientras que A-Rod se hallaba en el Área de la Bahía (de San Francisco) para jugar una serie contra los Atléticos de Oakland. Conte fue, como cualquier fanático de los deportes diría, el Pablo Escobar de las sustancias dopantes. Antes de declararse culpable de cargos federales en 2005, él atiborraba a atletas internacionales de la élite como la velocista que batió marcas, Marion Jones, con drogas diseñadas en su laboratorio BALCO. El «asalto» (imposible de realizar por un humano) a las plusmarcas registradas por el rey de los jonrones, Barry Bonds, fue impelido por la química de Conte.

Cuando The Daily News lo contactó, Conte reconoció haberse reunido con Rodríguez, pero dijo que el negocio «era sobre cómo mejorar el rendimiento de manera lícita solamente».

El testimonio de Bosch sugiere algo más nefasto. Tras la visita con Conte, dice él que junto con Rodríguez, empezaron a incorporar lo que llamaron el «protocolo de Conte» en los tratamientos de A-Rod. Era un régimen de dopaje, según Bosch, diseñado para aumentar el oxígeno a través de los glóbulos rojos, lo cual está prohibido en los más altos niveles del deporte internacional.

«Antes de entrar al inmenso departamento, le pidieron a Bosch quitarse los zapatos; estando adentro se enteró del motivo: la decoración y los muebles, todo era color blanco brillante».

En concreto, Bosch sugirió qu él pudo haberle proporcionado Epogen a Rodríguez con el protocolo de Conte. Epogen es un nombre comercial para EPO, un agente de dopaje sanguíneo infamemente conocido por ser la preferida del deshonrado ciclista Lance Armstrong, cuyo legado fue destruido al igual que la integridad del deporte en sí.

La EPO aumenta el recuento de glóbulos rojos en la sangre, incrementando el transporte de oxígeno a los músculos y la resistencia. Es una técnica sofisticada y arriesgada de dopaje que por un decenio estuvo a la vanguardia del rendimiento deportivo. También le causó la muerte a 18 ciclistas durante su apogeo a causa de un efecto secundario desafortunado que ocurre cuando no se dosifica adecuadamente: pueden producirse trombos en la sangre con riesgo posterior de paro cardiaco o accidente cerebrovascular.

Según fuentes de la Liga, en entrevistas con oficiales del béisbol, tanto Conte como Rodríguez negaron lo que Bosch había insinuado sobre el uso de EPO en su protocolo. Inicialmente, Conte ignoró muchos de nuestros intentos de contactarlo incluyendo el de dejar una nota en su oficina. Pero después de la publicación de esta historia Conte lo desmintió con tuit:

«Nunca le di EPO a A-Rod. Esta acusación es 100 % falsa. Yo apoyo las normas antidopaje». https://twitter.com/VictorConte/status/494598875110711296

El propio Bosch titubeó al ser interrogado por funcionarios; no parecía estar seguro de si la sustancia prescrita era Epogen o Neupogen. Hay una diferencia enorme entre las dos: Neupogen, diseñada para crear más células blancas, podría ayudar con la recuperación y no es considerada un agente dopante. Sin embargo, según la fuente que nos relató su testimonio, Bosch repitió varias veces que el régimen de Conte era un protocolo de dopaje.

Cuando trabajaba con BALCO, Conte distribuyó EPO entre clientes de la Liga Nacional de Fútbol (NFL por sus iniciales en inglés), del boxeo y de varios deportes de resistencia, pero no fue vinculado públicamente a los supuestos tratamientos de Bonds. Generalmente, la EPO no se considera adecuada para el béisbol puesto que el principal énfasis de las drogas para mejorar el rendimiento está en aumentar la corpulencia, no el aguante. Pasaba tan desapercibida que, de hecho, la MLB nunca había añadido EPO a su lista de sustancias prohibidas. El testimonio de Bosch causó barullo entre los funcionarios del béisbol.

Existe una lógica apremiante para el consumo de drogas que ha llegado a definir la increíble carrera de Rodríguez; durante su trayectoria como beisbolista firmó contratos por más o menos 450 millones de dólares. Sus mayores éxitos como jugador —incluyendo al menos dos de sus tres temporadas como jugador más valioso (MVP por sus iniciales en inglés)— están inextricablemente ligados al uso de sustancias prohibidas.

Rodríguez es un experimento. Unas veces, como en el caso de su arreglo con Bosch, la necesidad de Rodríguez de encontrar una ventaja química era trampa, sin más ni menos. Otras veces —según el testimonio de Bosch y nuevas revelaciones respecto a Conte— Rodríguez vivía al borde, siempre cambiante, de lo que separa la avanzada ciencia legal del deporte y los procedimientos ilícitos para mejorar el rendimiento. Él descubrió protocolos que estaban en el límite para oficiales de control de dopaje, pero no contaban con suficiente información para prohibirlos, o fueron prohibidos en otros deportes, pero habían pasado desapercibidos por los agentes de la policía de drogas del béisbol.

(Photo credits, from top: AP Photo/Miami-Dade Police Department; AP Photo/Paul Sakuma; AP Photo/Dan Cappellazzo)

El testimonio de Bosch también detalló la relación de Rodríguez con un médico controvertido llamado Dr. Anthony Galea. El excéntrico canadiense tenía una larga lista de atletas estadounidenses entre sus pacientes (incluyendo a Rodríguez), y en 2009, al golfista Tiger Woods, quien se recuperaba de una lesión grave.

Galea ha afirmado que los tratamientos de Woods y Rodríguez eran legales en lo que concierne al deporte, incluido el procedimiento de «plasma rico en plaquetas» (PRP) en el que la sangre de un paciente es girada en una centrífuga y reintroducida al cuerpo. Aunque inicialmente el PRP llamó la atención de la Agencia Mundial Antidopaje, (AMA) y fue prohibido, el organismo de control ha permitido su uso a raíz de estudios que mostraron que entre sus efectos no se hallaba el de mejorar el rendimiento. (Galea fue acusado por una sustancia ilícita, no obstante, después de pedirle a un subordinado que trajera drogas con etiquetadas alteradas a los Estados Unidos, incluyendo la hormona del crecimiento humano).

El testimonio de Bosch sobre Galea se refería a un elixir poco conocido y misterioso llamado Actovegin. Funcionarios de MLB descubrieron una mención de este en uno de los cuadernos manuscritos que Bosch mantuvo por años para cada uno de sus pacientes; en últimas, los registros contenidos en los cuadernos fueron utilizados por la Liga como evidencia contra Rodríguez.

Al ser interrogado, Bosch le dijo al abogado que había escrito la nota después de visitar el apartamento de Rodríguez con vistas al río Hudson. Antes de entrar al departamento inmenso, le pidieron a Bosch quitarse los zapatos; estando adentro se enteró de por qué: la decoración y los muebles, todo era color blanco brillante.

En esa reunión Bosch afirmó que Rodríguez le había dicho que se enfocara en la adquisición de una determinada sustancia como parte del protocolo administrado por Galea. En sus notas Bosch escribió exactamente «Activagen», una pasta extraña de huesos de caballo sin beneficio alguno para los atletas. Pero incluso A-Rod no es tan raro: cuando Bosch les explicó a los oficiales del béisbol que la sustancia contenía el factor de crecimiento 1 que se asemeja a la insulina, entendieron perfectamente de que sustancia se trataba en realidad.

Actovegin es esencialmente un extracto de sangre de ternera. Está a años luz del conocimiento general que cabezas de chorlito como Mark McGwire y José Canseco tenían en la era de los esteroides, cuando se inyectaban unos a otros el «jugo» Venice Beach en los baños de los estadios. La venta de la sustancia, que acelera la recuperación de los tejidos, fue prohibida en los Estados Unidos y Canadá.

«Cuando Rodríguez finalmente llegó en horas de la madrugada, la superestrella se sentó en la sala común en la que sus vecinos, Sting o Denzel Washington, podrían haberse tropezado con una escena grotesca: Bosch extrayéndole sangre. Bosch, siempre muy profesional, insistía en hacerle pruebas a las muestras de sangre de sus clientes antes de escoger el protocolo de dopaje».

Aunque el AMA ha dicho que «monitorizaría de cerca» la sustancia, esta no está prohibida en el deporte ya que, por sí solo, su uso no se considera dopaje. Usain Bolt, el hombre más veloz del mundo, no ha ocultado el hecho de visitar regularmente a un médico en Alemania conocido por administrar dicha sustancia. Pero también se dice que Actovegin aumenta los nutrientes, tales como el hierro, que tanto anhelan quienes se dopan. Los expertos han dicho que podría ser usado en conjunto con EPO. El propio Conte le dijo al Daily News en 2009, que creía que los elementos de la recuperación como resultado de la insulina de Actovegin lo hacían un agente de dopaje, calificándolo de «droga poderosa para mejorar el rendimiento».

Actovegin le atinó el centro del diagrama de Venn de Rodríguez: potente, pero lo suficientemente confuso para permanecer legal.

Bosch expresó que Rodríguez le dijo que Galea prescribió un cóctel de Actovegin, L-carnitina (un suplemento de uso frecuente tanto para la pérdida de peso como por hombres con niveles bajos de testosterona) y vitaminas del complejo B. Aunque lo garabateó en sus notas, Bosch afirma que nunca incorporó Actovegin en los protocolos para A-Rod.

Enterado del testimonio de Bosch, el abogado canadiense de Galea, Brian Greenspan, se rehusó a discutir si era certero o no. «No voy a comentar sobre eso», señaló Greenspan. «Él dijo lo que dijo».

En los años justo antes de la reunión con Galea, Rodríguez fue el pionero —con el consentimiento de la policía antidroga de la MLB— de otra especie de experimento. Una de las grandes noticias que difundimos en nuestro libro es la revelación de que a Rodríguez se le concedió una exención médica que le permitía utilizar testosterona y la droga femenina para la infertilidad, citrato de clomifeno, a menudo prescritas para aumentar los niveles en los pacientes que sufren de la temida baja testosterona.

El testimonio de Bosch ayuda a esclarecer una obvia pregunta complementaria: ¿Por qué Rodríguez —un atleta joven, aparentemente saludable— tendría tan bajos niveles de testosterona?

Bosch dijo que comenzó a trabajar con Rodríguez en agosto de 2010. Bosch, quien abandonó sus estudios de Medicina, trató a su cliente estrella por primera vez en un lugar insólito: la sala de estar pública adyacente al vestíbulo de 15 Central Park West donde vivía Rodríguez. Bosch había sido escoltado allí por Yuri Sucart, el primo mimador y alcahuete de asuntos ilícitos. Cuando Rodríguez finalmente llego en horas de la madrugada, la superestrella se sentó en la sala común en la que sus vecinos, Sting o Denzel Washington, podrían haberse tropezado con una escena grotesca: Bosch extrayéndole sangre. Bosch, siempre muy profesional, insistía en hacerle pruebas a las muestras de sangre de sus clientes antes de escoger el protocolo de dopaje.

Bosch luego tomó un vuelo de regreso a Miami y llevó la sangre de Rodríguez a un laboratorio en la Pequeña Habana. Sucart se refería a su primo más joven como «Cacique», un término indígena en el Caribe para el jefe de un feudo. Más tarde, Bosch le pasó las muestras a unos químicos quienes le añadieron un nombre aparentemente al azar: «Cacique, Belloy», el nuevo seudónimo médico de Rodríguez.

Bosch declaró que los resultados de los exámenes indicaron bajos niveles de testosterona, y que cuando le preguntó a Sucart sobre la deficiencia, el primo de A-Rod ya tenía una respuesta preparada: Rodríguez había estado utilizando sustancias estimulantes —suministradas por el propio Sucart— desde hacía muchos años. Sucart añadió que Rodríguez se sentía agotado después de los partidos y los entrenamientos.

En el juicio de arbitraje Bosch confesó que había lidiado con dopados desde años atrás. Declaró abiertamente que él había tratado al bateador Manny Ramírez en 2009, proporcionándole sus grageas «especiales» —básicamente gomitas repletas de testosterona, las cuales, según Bosch, podrían pasar la prueba antidopaje de la MLB, incluso si se mastican solo unas horas antes de dar una muestra de orina—, cremas e inyecciones. Al igual que Rodríguez, Ramírez había utilizado drogas estimulantes hacía años, razón por la que no pasó el primer lote de pruebas de orina de la Liga en 2003. A los pacientes con bajo nivel de testosterona, Bosch les administraba aún más de lo que normalmente recomendaría con la seguridad de que los niveles no superarían el umbral que da lugar a una prueba de drogas fallida. (Ramírez falló una prueba de dopaje en 2009, pero Bosch culpa a un primo suyo quien lo inyectó inoportunamente).

Rodríguez encontró una manera de sacarle provecho al bajo nivel de testosterona; con el fin de obtener una «exención por uso terapéutico», lo único que tenía que hacer era demostrarle a un médico, nombrado tanto por la Liga como por el sindicato, que tenía la necesidad médica de acrecentar la testosterona. El doctor, un médico de Carolina del Norte llamado Dr. Bryan Smith, estuvo de acuerdo con la lectura de baja testosterona, y para toda la temporada de 2007, A-Rod tenía autorización de usar la hormona. Rodríguez ganó su tercer MVP ese año —anotó 54 jonrones, completó 156 carreras y robó 24 bases—, y los Yankees lo recompensaron con un contrato a diez años de 275 millones de dólares. El año siguiente, le concedieron otra exención similar para Clomid: un medicamento para la fertilidad que también puede estimular la testosterona en los hombres.

«¿Es necesario que me tome la sangre mañana o la tienes lista para V?» Rodríguez le envió un mensaje Bosch el 30 de mayo de 2012, el mismo mes en que se reunieron en el Área de la Bahía A-Rod y Conte de acuerdo con unos mensajes muy valiosos que la Liga presentó como evidencia en contra de la superestrella.

V era el «código» para Victor Conte. Para ese entonces, tanto Rodríguez como Bosch sabían que las autoridades se les estaban acercando. En algún momento de 2012, según el testimonio de Bosch, Rodríguez lo había llamado para advertirle que un periódico de Nueva York —Bosch no confirmó cuál— estaba próximo a publicar la historia exponiendo su relación. Al cabo de una hora, Rodríguez había vuelto a llamar y dijo que sus abogados lograron suprimir la historia.

Rodríguez le confesó a Bosch que ahora quería traer asesores externos durante una reunión en su casa ubicada en la calle Bank en Manhattan: la que tiene la cámara hiperbárica arrendada. (Bosch sugirió, basado en supuestos científicos dudosos, que el dopaje funciona mejor cuando el contenido de oxígeno es del 100 por ciento). Rodríguez le dijo a Bosch que hablara con Conte por teléfono y escuchara las ideas del autoproclamado farmacéutico deportivo rival.

«Es importante mencionar, sin embargo, que la Oficina de la Presidencia y la Asociación de Jugadores de la Liga forjaron un acuerdo que prohíbe la EPO, como resultado directo del testimonio de Bosch».

Era la reunión entre los científicos del dopaje —probablemente llenos de celos profesionales—, y un paciente ansioso y preparado. Ahora sabemos lo que, según Bosch, vino después: un protocolo de dopaje, posiblemente sin precedentes en el béisbol, más mentiras y, por último, otra lección aprendida por la MLB.

El pasado marzo, tras la crisis por el escándalo de Biogenesis, la Liga y el sindicato acordaron reformar significativamente la política antidroga del juego. No obstante, las reformas distan mucho de ser comprensivas. Pese a las afirmaciones de Bosch de haber dopado a Rodríguez por vía intravenosa (IV), por ejemplo, las inyecciones IV aún no han sido prohibidas en el béisbol (aunque actualmente están prohibidas por AMA).

Es importante mencionar, sin embargo, que la Oficina de la Presidencia y la Asociación de Jugadores de MLB forjaron un acuerdo que prohíbe la EPO, como resultado directo del testimonio de Bosch. La droga fue vedada oficialmente este verano, aunque no está claro cuando (o si) la Liga comenzará a realizar las pruebas para detectarla. Hasta que no se instaure esa prueba será imposible saber si Rodríguez pudo haber sido el único de los peloteros que experimentó con el agente de dopaje o si su uso es generalizado.

Asimismo ha habido otros cambios: por primera vez todos los jugadores deberán hacerse una prueba de espectrometría de masa, un procedimiento costoso que puede descubrir moléculas sintéticas en la sangre. La prueba, utilizada en casos particulares en el pasado, delató a varios clientes de Biogenesis que habían consumido testosterona pero que consiguieron eludir la prueba más básica de las Grandes Ligas. Las pruebas de orina al azar serán dos veces más comunes en el futuro, los análisis de sangre para detectar la hormona de crecimiento humano se han incrementado y las multas son ahora más severas para los que infrinjan las reglas.

Pero qué tan severas es cuestión de opinión.

Después de la turbulencia pos-Biogenesis, A-Rod solo perdió 22 de los 275 millones de dólares de su contrato récord con los Yankees: apenas siete millones más de lo que ganó al vender una mansión en Miami Beach el año pasado. Los tramposos de Biogenesis Ryan Braun (quien firmó una extensión a su contrato por 105 millones en la misma temporada en que la prueba de drogas resultó positiva), Johnny Peralta (contrato por 53 millones a su regreso luego de una suspensión de 50 partidos) y Bartolo Colón (firmó un contrato de 20 millones por dos años cuando regresó de la suspensión, a la edad de 40) son solo algunos de los jugadores que se beneficiaron económicamente al usar sustancias estimulantes.

La esencia del dopaje permite que, incluso con la EPO entre la lista de sustancias prohibidas, los A-Rods del juego siempre encuentren algo más. Los incentivos financieros de hacer trampa, para quienes están dispuestos a asumir los riesgos, son, en términos simples, muy tentadores. Es como cualquier otro negocio de alto riesgo: los banqueros encontrarán formas de evadir la regulación, los políticos se aprovecharán de los tecnicismos, los traficantes de drogas transportarán su producto en submarinos y túneles más profundos.

Los atletas continúan experimentando. No hay escasez de sujetos dispuestos a hacerlo.

Esta historia amplía el reportaje de los autores del libro Blood Sport: Alex Rodriguez, Biogenesis, and the Quest to End Baseball’s Steroid Era (Dutton, Penguin Random House).

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Vanessa Wilbat

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