Crimen de odio/discurso de odio

Sobre el discurso homofóbico en México

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10 min readSep 9, 2016

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(AP Photo/Rebecca Blackwell)

México no es un lugar exento de odio. Según un informe de la Comisión Ciudadana contra los Crímenes de Odio por Homofobia (CCCOH), realizado por la organización civil Letra S Sida, Cultura y Vida Cotidiana, nuestro país está en el segundo lugar mundial en delitos y ataques por homofobia. Así es: a pesar de nuestros intentos por gestar políticas públicas y cambios culturales que lleven a un ambiente más tolerante, lo cierto es que no hemos abandonado el terreno de abierta –y violenta– discriminación. Esta es una situación grave, pues habla de una perspectiva que aún nos habita: lo otro, lo que se aleja de la norma –sexual, en este caso–, debe ser destruido.

Lo que revelan los datos: el crimen de odio

Para empezar, debemos recordar qué es un crimen de odio y por qué es tan delicado. Se trata, en términos llanos, de un ataque perpetuado sobre una persona en razón de su pertenencia a un grupo social. En este sentido, el atacante escoge a su víctima con base en su afiliación política, religión, etnia, edad, estatus socio-económico y, por supuesto, su sexo, su identidad de género o su orientación sexual. Entonces, si el agresor elige a su presa por ser negra, judía, de izquierda u homosexual, es muy probable que esté cometiendo un crimen de odio. Ello es un agravante en términos éticos y jurídicos, porque toda la comunidad a la que pertenecía la víctima termina sintiéndose vulnerable, victimizada, temerosa y desprotegida por parte de la ley. Vale la pena mencionar que, en sí mismo, el discurso de odio no constituye un crimen. Éste, para ser considerado un delito, debe plantearse como un pasaje al acto, a la concreta agresión física.

(AP Photo/David Goldman)

Ahora bien, debemos enterarnos de qué está sucediendo en México. Lo sabemos gracias a Letra S, una organización civil que se dedica a difundir información sobre temas relacionados con sexualidad, género, salud y sociedad. Su fundación, en 1994, corrió a cargo de un grupo multidisciplinario –abogados, médicos, activistas, comunicadores, periodistas, intelectuales– que pretendían desactivar la discriminación y los crímenes de odio contra miembros de la comunidad LGBTTTI. Así, desde 1998, publican su Informe Anual de Crímenes de Odio por Homofobia. El documento informa, año con año, las cifras de delitos cometidos contra personas homosexuales, bisexuales, travestis, transgénero y transexuales.

La situación es esta: durante los últimos 20 años, entre 1995 y 2015, el informe registra mil 310 asesinatos por homofobia en 29 estados de la República. Ese número implica 65 casos al año, 5 al mes y por lo menos uno a la semana. Los datos señalan que México está en el segundo lugar mundial en este tipo de crímenes. La primera posición la ocupa Brasil. La mayor parte de los homicidios registrados por Letra S, mil 21 de ellos fueron efectuados sobre hombres; 265 se ejercieron contra personas trans; además, en 24 casos, las víctimas fueron mujeres.

(AP Photo/Alexander Zemlianichenko)

Desde hace años, el Gobierno de la Ciudad de México ha promovido políticas públicas para propiciar un mayor clima de igualdad y tolerancia entre sus ciudadanos. Matrimonio y adopción legal para parejas homosexuales es la medida que más ha llamado la atención en este sentido. Sin embargo, de acuerdo con los datos del informe en cuestión, la CDMX es el lugar en el que más se perpetraron estos homicidios, con 193. Le sigue el Estado de México, con 123. A la lista se suman Veracruz, con 85; Nuevo León, con 81; Chihuahua, con 72; Michoacán, con 71 y Jalisco, con 67.

Vale la pena poner atención a la forma en que se han cometido estos asesinatos, pues ninguno de ellos está exento de saña y crueldad. La mayor parte de ellos, 510 casos, se han perpetuado con armas blancas; por otra parte, 258 de ellos se llevaron a cabo mediante golpizas brutales; 219 de los homicidios se hicieron por asfixia; en 175 de ellos se intervino con armas de fuego. Una menor parte de los crímenes se concretaron a través de atropellamientos intencionales, tortura, descuartizamientos e intoxicación. Por lo demás, es preciso señalar que en el 95% de los casos hubo dos tipos de ataques, es decir, los agresores estaban plenamente decididos a matar.

(AP Photo/Arnulfo Franco)

El panorama no es alentador, se estima que por cada caso registrado existen tres o cuatro que no se denuncian. En México, además, existe un problema estructural de violencia, corrupción e impunidad que podría invisibilizar la situación. La solución exige, por principio, identificar la fuente, el núcleo del odio: ¿qué lleva a alguien a asesinar a una persona sólo en razón de su sexo, su identidad o su preferencia sexual? La respuesta no es sencilla. Sin embargo, es posible ubicar la circulación clara de discursos de odio. En efecto, la sola propagación de una idea violenta no constituye un crimen, sin embargo, es posible que dicha idea alimente la ejecución concreta de un ataque.

Iglesia, familias y el discurso de odio

Hace relativamente poco tiempo, el Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (SIAME) publicó un texto titulado “¿Por qué la Iglesia se opone al ‘matrimonio gay’?”. El artículo provocó polémica y fue criticado por periodistas, intelectuales, sexólogos y usuarios de la red. ¿La razón? Dejemos que algunos pasajes en el texto hablen por sí mismos. Primero:

La mujer tiene una cavidad especialmente preparada para la relación sexual, que se lubrica para facilitar la penetración, resiste la fricción, segrega sustancias que protegen al cuerpo femenino de posibles infecciones presentes en el semen.

En cambio, el ano del hombre no está diseñado para recibir, sólo para expeler. Su membrana es delicada, se desgarra con facilidad y carece de protección contra agentes externos que pudieran infectarlo. El miembro que penetra el ano lo lastima severamente: causando sangrados, infecciones, y eventualmente incontinencia, pues con el continuo agrandamiento, el orificio pierde fuerza para cerrarse.

A ello, súmese:

Además, el miembro que penetra el ano entra en contacto con materia fecal, fuente de incontables bacterias y microbios, y esta es ingerida si después se practica sexo oral. Ello no puede ser considerado una ‘alternativa normal’, y mucho menos saludable.

(AP Photo/Marco Ugarte)

Así es: la Arquidiócesis de México se valió de recursos pseudocientíficos para disfrazar lo que a todas luces es un prejuicio de orden moral. Basta observar el contenido de su retórica: tras la máscara de una supuesta protección higiénica, se argumenta que la homosexualidad es inadecuada por razones puramente escatológicas (y asume que las relaciones heterosexuales no recurren a los mismos actos sexuales que realizan las personas homosexuales). No desconsideremos otro juicio presente en el texto que, en sí mismo, es alarmante:

Más del 50 por ciento de los homosexuales que sostienen relaciones sexuales contraerán algún tipo de enfermedad de transmisión sexual: VIH, herpes, papiloma humano, sífilis, gonorrea, etc. Es un grave problema de salud pública porque la mayoría de los homosexuales reconoce tener adicción al sexo, e inclinación hacia un estilo de vida promiscuo.

Aunque no dice que las relaciones heterosexuales también tienen riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual por lo que el problema de salud pública no es la homosexualidad, sino el sexo sin protección practicado tanto por homosexuales como por heterosexuales. ¿No sería la respuesta a esto una Educación Sexual Integral en vez de la restricción de derechos a un sector de la población?

Aquí ponemos cómo estaba repartida la población con SIDA en México hasta 2012 y podemos observar que la población heterosexual no es una minoría:

Por otro lado, a raíz de la tentativa de legalizar el matrimonio y la adopción de parejas homosexuales en varias regiones del país, algunos grupos conservadores–casi todos católicos– se han movilizado para manifestar su descontento. Hace unos meses, Guadalajara fue el escenario de una de estas manifestaciones. Fue llevada a cabo por la asociación civil Jalisco es Uno por los Niños. De corte conservador, el grupo advierte una serie de supuestos riesgos para los niños en caso de ser adoptados por parejas homoparentales: trastornos mentales, promiscuidad y, más alertador aún, incremento en los intentos de suicidio infantil. El motivo para oponerse a esto es, básicamente, el temor al daño psicológico.

Esto es extraño ya que contradice varios estudios de asociaciones científicas internacionales. Por ejemplo, la Asociación Americana de Psicología publicó, en pluma del doctor Donald N. Bersoff:

No hay base científica que concluya que los padres gay o lesbianas son menos capacitados o menos apropiados que los heterosexuales o que sus hijos sean menos saludables psicológicamente o menos adaptados que los hijos de las parejas heterosexuales.

Incluso la Asociación Psicológica Canadiense afirma dentro de sus pronunciamientos que están en contra de cualquier discriminación hacia los homosexuales tanto en sus derechos como en sus relaciones maritales y de familia.

(AP Photo/Alexandre Meneghini)

Por otro lado, hace unos días, la Arquidiócesis se deslindó oficialmente de las marchas convocadas por el Frente Nacional por la Familia, que se realizarán los próximos 10 y 24 de septiembre. Aclaró a sus seguidores que son libres de asistir a las manifestaciones, pero que la Iglesia no se encuentra entre los organizadores de los eventos. Sin embargo, es inevitable establecer puntos de confluencia entre ambos sectores. El más sobresaliente es esconder argumentos morales tras la máscara de la ciencia, o bien, de una supuesta psicología infantil: es un hecho que la asociación homosexual, llámese matrimonio u adopción homoparental, es inevitablemente perjudicial para el cuerpo y para el alma de los involucrados. He allí un primer paso hacia la comprensión del discurso de odio y su propagación: para diseminarse, para convencer, debe respaldarse en disfraces que, aunque absurdos, se plantean como argumentos irrefutables.

Aun así, la Iglesia y ciertas asociaciones católicas no son las únicas fuentes de ‘autoridad’ que propagan el discurso homofóbico.

Los políticos

Vale la pena hacer un pequeño recuento de los funcionarios públicos que han arrojado comentarios homofóbicos a los oídos de todos. No han sido pocos. Recordemos el caso del ex gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, quien dijo en la Cumbre Iberoamericana de la Familia que el matrimonio homosexual le daba ‘asquito’. Por otra parte, en 2011, el diputado queretano Salvador Martínez Ortiz mencionó que los homosexuales que aspiraran a cargos públicos no podrían ser congruentes con la promoción de valores, pues su preferencia constituía, según él, un atentado contra la naturaleza humana. También hay que recordar a Candelaria Pérez Jiménez, coordinadora de diputados locales tabasqueños por Morena, que dijo que le gustaría que no existieran los gays.

Emilio González Márquez (AP Photo/Eugene Hoshiko)

Lo anteriores sólo la punta del iceberg. Los decires de estos funcionarios no son un hecho aislado de las posturas de la Arquidiócesis y de asociaciones como Jalisco es Uno por los Niños. Todo forma parte de un mismo circuito: la aversión polimorfa hacia las sexualidades y orientaciones fuera del binomio ortodoxo hombre/mujer. Allí donde estas asociaciones religiosas defienden su postura mediante argumentos pseudocientíficos, algunos políticos mexicanos opinan sin el menor cuidado de los posibles efectos de sus palabras.

Representantes de la Iglesia y del Estado dan cuenta inequívoca del terreno discursivo en que nos encontramos: por abiertos que pretendamos ser, aún cargamos a cuestas una tremenda carga de homofobia, de desprecio sin sentido.

Cuando el discurso de odio termina en asesinatos: La Madame

En mayo de este año, un grupo de cuatro hombres armados irrumpió en el bar gay La Madame, ubicado en Xalapa, Veracruz. Abrieron fuego contra los asistentes, dejando un saldo de siete muertos y 12 heridos, aproximadamente. De principio, las autoridades dijeron que la balacera había sido un ajuste de cuentas entre bandas del crimen organizado. No obstante, aún persiste la duda de si el ataque fue, en realidad, un crimen de odio. Lo cierto es que el suceso cobró visibilidad hasta que ocurrieron hechos similares en Orlando, cuando un hombre abrió fuego contra los asistentes del bar gay Pulse.

(AP Photo/Jorge Saenz)

La indefinición de los verdaderos móviles del ataque debería alertarnos: mientras no los comprobemos, debemos tener en cuenta los resultados arrojados por el Informe de Letra S. La homofobia existe en México y su manifestación es aberrante: el asesinato de personas LGBTTTI se hace con saña y, además, es muy frecuente. Nuestra responsabilidad comienza en una escucha crítica del discurso homofóbico, esos que pretenden pasar por ciencia, psicología o verdad irrefutable.

Que no se nos olvide: si la aversión tramposa proviene de figuras de autoridad, entonces son estas las que deben ser cuestionadas, las que debemos poner en crisis.

La historia de la aniquilación nos ha dejado claro que el odio, como la matanza de grupos sociales específicos, requieren de un discurso para lograrse. Aborrecer al otro no es un fenómeno que se da por generación espontánea, sino que se produce mediante nociones falaces, pero infecciosas. Para que haya asesinatos masivos, se requiere propagar la idea de que el grupo a matar contradice la supuesta ley natural, la ley de Dios, la ley del bien. El genocidio, el maltrato masivo y la desaparición forzada exigen, para realizarse, un proceso de legitimación.

Por Armando Navarro.

(AP Photo/Rick Rycroft)

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