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La crisis de Brasil: ¿deben llevarse a cabo los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016?

Olimpiadas en un país que sufre política, sanitaria y económicamente

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9 min readMay 27, 2016

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El domingo 15 de mayo de 2016, el exfutbolista brasileño Rivaldo hizo una declaración contundente y delicada a través de su cuenta de Instagram:

“Hoy por la mañana, en Río de Janeiro, los bandidos mataron a esta chica de 17 años. La cosa está cada vez más fea en Brasil. Aconsejo a todos los que tengan la intención de visitar el país, o venir a las olimpiadas de Río, que se queden en su lugar de origen. Aquí estarán arriesgando la vida.” El asesinato tuvo lugar durante la mañana del sábado, durante un asalto en una vialidad que conecta el aeropuerto internacional de Río con muchas de las sedes que serán escenario de los Juegos Olímpicos de 2016. Esta no es la primera vez que alguien recomienda no acudir al evento. Desde hace meses, la promesa brasileña de los JJOO parece cada vez más vaga y, sobre todo, cada vez más difícil de cumplir. Los motivos son diversos y, aun así, interdependientes: una economía en recesión, una crisis política que ha dividido a la población y una preocupante alarma de salud pública. Michel Temer, presidente interino de este país, garantizó hace unos días al Comité Olímpico Internacional (COI) que los Juegos se llevarán a cabo con éxito, sin embargo, hay quienes afirman que la ejecución de las olimpiadas en Brasil sería un acto de irresponsabilidad ciega. A menos de tres meses de que inicien los Juegos Olímpicos, ¿qué sucede en ese país que hace que parezca tan riesgoso realizarlos?, ¿existe una posibilidad real de que sean cancelados?

Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 –la XXXI Olimpiada–, serán inaugurados el 5 de agosto de este año y concluirán el 21 del mismo mes. El evento constituye un acontecimiento muy importante para Brasil y para América del Sur, pues es la primera ocasión en que las competencias se gestan en ese lado del continente. Fue el 2 de octubre de 2009 que el COI determinó que Río de Janeiro sería la sede de los juegos a celebrarse durante el año en curso. En esta edición se espera la presencia de 10,500 competidores y 500,000 espectadores de todo el mundo. Sin embargo, el clima actual en Brasil es tenso, volátil e inestable. Desde que Brasil aceptó albergar los Juegos Olímpicos de 2016, su compromiso de hospitalidad es cada vez más endeble y, por si fuese poco, su clima interno dificulta la aceptación legítima del evento por parte de sus pobladores. Un indicio de esto puede observarse en el porcentaje de boletos vendidos para las competencias: hasta hace apenas un mes, sólo un 55% de las entradas había sido comprado por interesados en acudir a los juegos. ¿Por qué? Partamos de un hecho simple: un clima de incertidumbre financiera dificulta el acceso a eventos de alto costo.

Economía, recesión, crisis

(AP Photo/Felipe Dana)

Si el país sufre una crisis económica que se traduce en una grave situación de desempleo, ¿quién querría comprar un boleto cuyo precio mínimo es de 30 dólares? A septiembre de 2015, el gasto en la infraestructura olímpica ya había rebasado en más de 70 millones de dólares los 11,000 millones estipulados por el COI. Esta cifra no dice mucho si no considera que actualmente Brasil sufre su peor recesión económica en décadas. Hasta hace dos meses, el Producto Interno Bruto del país había disminuido en un 7.8% desde su nivel más alto. Además, su nivel de deuda pública subió a 70% del P.I.B. durante 2015 y podría llegar al 90% en 2025.

La situación desemboca en una inflación grave y en una crisis laboral que parece arruinar un proyecto que, hace apenas algunos años, hacía de Brasil una promesa en materia económica. En este sentido, cabe la pregunta de cómo repercutirían los Juegos Olímpicos en las finanzas de este país. A raíz del incremento en el gasto realizado en la planeación del evento, Mario Andrada, director de comunicación del Comité Organizador Río 2015, sostuvo el pasado 6 de octubre que era preciso organizar los juegos para que fuesen económicamente viables. Podría suponerse que la gestación de las olimpiadas significaría una buena fuente de ingreso para las finanzas del país. El turismo, lo sabemos, es una vía que puede reactivar capitales indispensables. Sin embargo, la agencia Moody’s Investors Service no se muestra tan optimista al respecto. En efecto, los Juegos Olímpicos significan recaudación de ingresos y mejoras de infraestructura en la ciudad. No obstante, una vez que el evento haya terminado, la recesión volverá a hacerse notar. Según sus estudios, la inversión en las olimpiadas es de alrededor de 7 mil 100 millones de dólares en la zona metropolitana de Río de Janeiro. Después de los juegos, sus habitantes podrán gozar de ciertas mejoras relevantes y duraderas en cuanto a su transporte público, pero los efectos positivos en sus ingresos serán solamente temporales. El efecto general de la olimpiada será mínimo para casi todos los corporativos y el incremento financiero durará poco.

Este horizonte clarifica el pésimo estado de venta de boletos para las competencias. Además, al problema financiero se suma una crisis de corrupción que posee tintes políticos y que funge como un agravante del marco económico brasileño.

(AP Photo/Eraldo Peres, File)

La destitución de Rousseff, la escisión brasileña

Según un análisis de Capital Economics, la situación política de Brasil es una causa secundaria de la recesión. Los hechos son aún muy recientes y han gestado una ola de críticas y reflexiones entre especialistas y usuarios en redes sociales. La presidenta Dilma Rousseff fue destituida temporalmente de su cargo el pasado 12 de mayo. El Senado de Brasil abrió un proceso de impeachment contra ella, esto significa que quedará suspendida de la presidencia durante 180 días. En este período, el Senado llevará a cabo un juicio en que determinará si Rousseff será desplazada permanentemente. ¿Cuál es la razón de todo esto? A estas alturas, la situación no es cabalmente clara, pues hay muchos intereses políticos involucrados en ella. En abril, una comisión especial de la Cámara de Diputados aprobó el proceso de investigación porque, según ellos, la presidenta había cometido crímenes “de responsabilidad”. Gerardo Lissardy, columnista de BBC Mundo, hace una recopilación de las acusaciones en contra de la mandataria.

  1. Se le acusa, por principio, de haberse beneficiado de actos de corrupción en Petrobras: los grandes contratos celebrados por esta empresa se caracterizaban por el pago de sobornos a sus directivos y a funcionarios públicos que, por cierto, eran casi todos aliados de la presidenta. Estas operaciones significaron pérdidas por 2,059 millones de dólares.
  2. Por otra parte, también se señala que su campaña de reelección, llevada a cabo en 2014, se financió parcialmente de los fondos de la petrolera y de dinero destinado a obras públicas.
  3. Sin embargo, Lissardy localiza como acusación central que “violó normas fiscales, maquillando el déficit presupuestal”.
(AP Photo/Eraldo Peres)

Más allá de los detalles técnicos de las acusaciones, es preciso observar los efectos que la situación ha desencadenado entre la población brasileña. En palabras de Carlos Pereira, especialista de la Fundación Getulio Vargas, lo que se juega aquí no es solamente una acusación legal, sino también una estratagema política. La destitución de Rousseff ha dividido profundamente las opiniones de los brasileños y, vale la pena decirlo, ha diluido notablemente su cohesión. Hay quienes celebran abiertamente la salida de Dilma y, por otro lado, hay quienes han calificado el asunto como un golpe de Estado. Brasil es un pueblo en tensión.

Leonardo Picciani, nuevo ministro de Deportes, informó que Michel Temer –presidente interino– sostuvo una conversación con Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional. En ella, Temer aclaró que el repentino cambio de administración no interrumpirá los preparativos ni la ejecución de los juegos. Según Picciani, la seguridad en el evento está garantizada. No obstante, llama la atención la declaración de Raul Jungmann, nuevo ministro de Defensa, quien dijo al diario Estado de S. Paulo estar preocupado por las disposiciones de seguridad para los dignatarios extranjeros y por la falta de cooperación entre las agencias de inteligencia de otros países y la de su país. Al parecer, le inquieta la posibilidad de ataques terroristas. Para prevenir lo anterior, Brasil desplegará 38,000 soldados para apoyar a los 47,000 policías que vigilarán el evento. Sin embargo, en un contexto político tan delicado y con una situación de protesta frecuente, cabe preguntarse cuál será la verdadera función de esta fuerza pública: ¿estará allí para proteger a la gente o para sofocar brotes de inconformidad? No sería extraño: Brasil se está jugando su imagen frente a todo el mundo, que pronto tendrá los ojos sobre su territorio y, claro, sobre su situación.

(AP Photo/Felipe Dana)

Zika, epidemia, responsabilidad social

Brasil es uno de los países más afectados por la epidemia de zika que recientemente ha llegado al mundo. El virus entró al país en mayo de 2014 y el estimado actual de infectados allí rebasa el millón de personas. Esto no es banal, algunos especialistas han recomendado terminantemente que los Juegos Olímpicos se aplacen o se suspendan. Sin embargo, ninguna de estas recomendaciones ha alterado la planeación de las competencias. El Comité Olímpico Internacional se basa, para preservar el ánimo, en ciertas declaraciones y consejos emitidos por la Organización Mundial de la Salud. La directora general de la OMS, Margaret Chan, dice que cada individuo, atleta o espectador, debe decidir si acudirá o no a los juegos. Sin embargo, ni la OMS ni la Organización Panamericana de la Salud (OPS) han sugerido la suspensión de las olimpiadas. Por su parte, el doctor Richard Budgett, director médico del COI, dijo que “la declaración de la OMS de que no debe haber restricción a los viajes o el comercio significa que no hay motivo para cancelar o retrasar o posponer o mudar los juegos de Río”.

(AP Photo/Andre Penner)

No obstante, la declaración de la OMS también reconoce que “existe un consenso científico de que el virus de Zika es una de las causas de la microcefalia (niños que nacen con cabezas inusualmente pequeñas) y otras malformaciones cerebrales y trastornos en los bebés nacidos de mujeres que fueron infectadas con el virus de Zika durante el embarazo y del síndrome Guillain-Barré, un trastorno neurológico poco frecuente pero grave que puede conducir a la parálisis y la muerte.” Esta es la razón por la que varias voces se han levantado contra los juegos en Brasil. Amir Attaran, canadiense experto en salud pública, dijo en entrevista que lo mejor sería posponer el evento. Finalmente, el arribo de miles de visitantes a Brasil podría provocar un aumento significativo de nacimiento de bebés con microcefalia. Por otro lado, Lee Igel, de la Universidad de Nueva York, escribió una columna titulada Zika outbreak means it is now time to cancel Rio olympics (El brote de Zika significa que es tiempo de cancelar las olimpiadas en Río). Igel es muy claro: para los atletas, la oportunidad de viajar a los Juegos Olímpicos es insustituible y, tal vez, única en sus vidas. Sin embargo, ello no justifica la grave irresponsabilidad del Comité Olímpico Internacional, que de ninguna manera debería permitir que los juegos se desarrollaran en esas condiciones.

Un triángulo peligroso

Un exfutbolista mítico solicitó a la gente no acudir a los Juegos Olímpicos de su país: en medio de un clima político delicado, una joven fue asesinada. En efecto, no es posible atender ese crimen como una consecuencia directa de la grave situación que hoy atraviesa Brasil. Sin embargo, podemos ver ese asesinato –y la petición de Rivaldo– como un síntoma de malestar social. El dilema brasileño tiene tres cabezas: una económica, otra política y, la última, de salud pública. La situación ameritaría que sus funcionarios se detuvieran a evaluar la plausibilidad de los juegos en el país. Sin embargo, las inversiones millonarias que se han hecho en estas olimpiadas parecen avisar que no van a cancelar nada. No sólo son esos flujos financieros los que anuncian que las competencias se llevarán a cabo, sino también la imagen pública de un gobierno cuya legitimidad, ante los ojos del mundo, comienza a ser cuestionable. El Estado brasileño no puede arriesgarse a cancelar las olimpiadas, aun cuando éstas pudiesen representar un problema para sus pobladores.

Por @Armando Navarro.

(AP Photo/David J. Phillip)

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