Dictadura Mental (II)

David Riveros García
Paraguay en Transición
6 min readNov 25, 2014

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El Proceso de la Herencia Autoritaria y la Necesidad de Impedirla

La generación que hoy lidera al Paraguay es aquella que creció durante la dictadura. Es la que ocupa la mayoría de los cargos de poder público y privado. También es la misma generación que inició la transición a la democracia. Pero es notable que, aunque no se den cuenta, su forma de trabajar, coordinar, cooperar y liderar es muy semejante al verticalismo y autoritarismo de la dictadura. La dictadura sobrevive en la mentalidad de esa generación. Debemos impedir que hereden su cultura autoritaria a nuestra juventud.

Los eventos históricos moldean generaciones. Es un hecho que la generación de jóvenes pre-Segunda Guerra Mundial creció viendo cómo líderes europeos trataron de negociar armonía con Hitler para evitar la guerra. También presenciaron cómo Hitler pisó sobre los acuerdos negociados permitiendo que casi acabara con Europa. Esa generación “aprendió” (i.e. internalizó) que “negociar no lleva a nada”. Cuando mencionada generación de jóvenes llegó a la edad de gobernar, podría decirse que el no negociar los caracterizó. Que la Guerra Fría sea notable por la ausencia de negociaciones reales o la falta de voluntad para negociar es, en retrospectiva, algo casi lógico.

Por el mismo principio no nos debería sorprender que crecer durante la dictadura haya dejado huellas imborrables en la mentalidad y carácter de quienes hoy gobiernan nuestro Paraguay. Lo reconozcan o no, haber crecido durante la dictadura los llevó a internalizar ciertos valores y tradiciones que no desaparecen sólo porque el régimen en el que crecieron haya sido derrocado. La dictadura les era opresiva; la democracia representaba mayor libertad. Pero mayor libertad es un término relativo a cada generación. Así, varias formas de opresión no tan evidentes se mantuvieron vivas.

La transición democrática en Paraguay fue un cambio en el tipo de gobierno, no en la forma de gobernar.

Porque de haber cambiado la forma de gobernar, la gran mayoría de quienes iniciaron la transición se habría encontrado en un mundo nuevo y desconocido (y en peligro de no poder adaptarse).

Imagen: “Herencia de la Dictadura Militar”. Ilustración: Alberto Costa.

Nada novedoso hasta este punto. Una de las características inherentes al proceso de cambio de sistemas políticos es que quienes lo crearon y moldearon se vuelven, con el tiempo, dependientes y tenaces defensores contra modificaciones. La razón es simple: su utilidad dentro de ese sistema depende de que las cosas sigan como están. Adaptaciones podrían convertirlos en inútiles desechables. Es entonces cuando se debería iniciar el sano proceso de discusión inter-generacional que permite el desarrollo, cambio y actualización del sistema. Pero en Paraguay hay poquísima discusión inter-generacional. Más bien se trata de adaptación, pero no de los antiguos, sino de los nuevos. La nueva generación es forzada a adaptarse al sistema antiguo para poder (ob)tener espacios. Por consiguiente, tampoco nos debería sorprender que la reacción de la nueva generación es alejarse del sistema. Esas son algunas consecuencias parciales de la dictadura mental. Y debería preocuparnos de sobremanera.

Es cierto, quienes no vivimos el período 1954–1989 difícilmente podamos hacer comparaciones propias. Aún así, ¿qué razonamiento y análisis balanceado negaría que la “forma de hacer las cosas” ha cambiado poco o nada?

Pausa.

Si ya te pareció que soy un anti-tradicionalista que pierde foco, que no es “agradecido” por las libertades que tiene, y que no sabe de lo que habla, te pregunto: ¿cuántos años tenés?

Bien. Continuemos.

A 25 años de la caída del régimen Stronista, ¿acaso no ves mucho de la dictadura en las siguientes reglas o tradiciones básicas de nuestra sociedad?

  • Los padres y profesores no le deben explicaciones ni justificaciones lógicas a cuestionamientos o críticas de hijos/as y estudiantes. Se los debe respetar porque sí.

A largo plazo eso contribuye a la formación del pensamiento de que las autoridades no necesitan justificar a nadie sus acciones y menos transparentarlas. Si padres y profesores se tomaran la molestia de justificar sus acciones y pedir que sus hijos/as hicieran lo mismo, desde muy temprano se aprendería a argumentar con evidencia y a analizar los fundamentos de los argumentos. Imagínense los beneficios a largo plazo en la vida cívica del país.

  • Hacer las cosas exactamente como digan los padres y profesores sin discutir.

Eso influencia la cultura de la pasividad por hacer lo que diga la autoridad sin analizar si es correcta o errónea. Es muy cierto que la experiencia aconseja con hechos. Pero sería incluso mejor que la experiencia sumara a la percepción de la juventud, y no que actuara como su limitante.

  • Lo que dicen y hacen los padres y profesores no debe ser criticado. No se les debe “responder”.

Eso moldea una cultura con falta de capacidad analítica. Esto último repercute en la capacidad de innovar y proveer propuestas alternativas. Caso contrario, se aprende solamente a criticarlo todo sin saber encontrar soluciones para las críticas. (Sucede mucho en nuestro país, ¿no?)

  • El respeto se debe a los mayores, a la autoridad o al poder (económico, político o social).

Esto crea una sociedad que no aprecia ni el conocimiento ni el mérito. En otras palabras, una sociedad que pone en primer lugar el estatus económico, político o social de quien habla antes que su preparación. Uno puede ser erudito en varios temas y además honesto, pero si no ostenta un cargo, si no posee bienes materiales que dan “estatus”, uno no es respetado u oído.

Al ignorante y mediocre que “tiene más” estatus, poder o recursos se le respeta y escucha más que al educado, preparado y sacrificado.

Y recuérdese que el sacrificio, la preparación y el conocimiento no respetan edades.

De nuevo, pausa.

No, no estoy fomentando rebeldías tontas ni la falta de respeto ante los mayores o ante las autoridades establecidas. Más bien lo que intento que se comprenda es que el respeto que se basa simplemente en la autoridad, los recursos o el poder, es un respeto vacío y superficial. Todo respeto debería merecerse por la coherencia fundamentada, el ejemplo moral y las acciones concretas. Traducimos eso a la sociedad, a nuestras autoridades públicas y del sector privado, y de seguro nos irá mejor el camino hacia la democracia.

¿Nos damos cuenta del impacto a largo plazo de ciertas tradiciones características de la generación anterior, sea en la educación de la casa o en la escuela?¿nos damos cuenta cómo estas “tradiciones”, con el paso del tiempo, se traducen en pobreza cívica? Por lo tanto, ¿nos conviene seguir heredándolas?¿en serio podemos decir que la cultura de la dictadura ha muerto?

No lo creo. Me parece que se perpetúa como dictadura mental. Y apunto a la generación que me precede, a la que vivió la dictadura. Pero repito, no hay nada extraño en que quieran mantener el status quo al que se han adaptado, porque en el sistema que la nueva generación podría desarrollar la mayoría de los “antiguos” se sentiría en otro mundo. Inadaptados. Fuera del sistema. Sin voz. Es decir, sentirían algo muy similar a lo que la juventud actual siente.

La mayor revolución de quienes iniciaron la transición a la democracia sería darnos la oportunidad de culminarla. Me parece que eso no está sucediendo. Una mentalidad de dictadura vestida de democracia es sólo un maquillaje de transición. Mantener viva esa mentalidad nos perpetuará en transición, o quizás ponga en peligro a la democracia ya que la transición podría retroceder a su sistema previo si no se afianza una verdadera cultura democrática.

Si no obstruimos la herencia de la dictadura mental, no estamos lejos de volver a un gobierno autoritario.

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David Riveros García
Paraguay en Transición

Fundador y Dir. Ejecutivo @reAccionpy | Añeha’ãmbaite | MSc in Development Studies — London School of Economics | Mentis vita pro vita mundi | Subrisio saltat