Mapa de evasión

Diego Agudelo Gómez
Pasajes
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3 min readSep 7, 2023
Zwei sich umarmende Frauen (Two women embracing) 1911

Del lugar de donde vengo ya sé lo que te espera porque no existe el tiempo y entonces se nos concede la cualidad de verlo todo de forma simultánea. Así que conozco lo que te espera y estoy aquí para apurarte. Despierta, pero no abras los ojos. Primero mira esta madeja que soy en este mundo de luces y sombras en el que aún no tengo forma, desenreda del caos las líneas que hacen falta para darle contorno a mi cuerpo. Ayúdame a despertar contigo. Traza sobre el papel una ruta sinuosa como las vías ferroviarias que recorrías en tu infancia. Poco a poco, verás que emerge entre las estrías paralelas la forma inacabada de mi brazo y harás nacer en la curva pronunciada de mi axila una cascada de vellos. Dibújalos móviles, oscuros, como si quisieras hacer visible el almizcle que desprenden. Continúa descendiendo a través de mi cintura con un trazo nervioso que sugiera la convulsión de la carne y, al llegar a mis caderas, interrumpe tu trayecto con el trazo de otro cuerpo. Entrégame el regalo de una amante sin rostro que, prendida de mí, me proteja del frío y me ayude a sobrellevar la cruda desnudez con la que nazco. Que sus brazos me cubran la boca pero no los ojos, quiero mirarte. Que sus pechos se aprieten contra los míos sin ocultar del todo el núbil ardor de mis pezones. Debes dejar constancia de la redondez perfecta que gozamos en juventud, así ayudarás a borrar su ineludible fugacidad, a estar un paso por delante de la muerte que desde temprano afila para ti su guadaña. Piensa que, juntas, somos un mapa que te ayudará a esquivar sus ataques. Convierte nuestro cabello en un territorio frondoso e inexplorado, donde puedas ocultarte, ganar tiempo, preparar la contraofensiva de los próximos años, aunque sean pocos. Permite por favor que la viscosidad de la acuarela simule ser un revoltijo de hebras negras muy finas que se precipitan hacia mi rostro y rompen en la base del cuello, contra mi hombro, fluyendo a través del abrazo de mi amante, sin cortarlo. El cabello de ella píntalo borrascoso, como los rápidos de un río de aguas rojizas que se diluyen al desembocar en el océano minúsculo e impreciso que debe ser nuestro lecho. De la espalda de mi amante, haz una playa extensa, donde las olas jamás osen arribar con violencia. Y en las dunas que serán sus caderas, dibuja un cruce de caminos que sin duda te ofrecerá valiosas oportunidades para ensayar maniobras de evasión. Vuelve a la pelvis de la muchacha desconocida que me abraza y deja que entre las pieles reunidas se asome la insinuación de un torbellino: filamentos idénticos a los que nacen sin orden ni control sobre mis cejas, coronando esta mirada donde se consuma nuestra complicidad. Ahora, con cuidado, convierte mis párpados en la evocación de una orquídea que se erija como el centro de gravedad de tu cartografía epidérmica y cumpla la función de un pedernal que enciende con su chispa el rubor de mis mejillas. No me molesta si decides escindir la mirada que te dedico en un gesto resueltamente estrábico. En algo nos ayudará que uno de mis ojos apunte certero hacia ti, mientras el otro se desorbita y espía ese mundo de sombras donde conspiran para hacerte caer en un homicidio en masa. Si algo hay que reconocerle a la muerte es su falta de soberbia, su plan para llevarte a su lado es asesinar a millones, no vaya a ser que las malas lenguas empiecen a decir que eras uno de sus hijos favoritos.

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Diego Agudelo Gómez
Pasajes

Periodista. Acumulador de libros. Yonki de películas y series. Buzo. Alguna vez fui capaz de contener la respiración debajo del agua dos minutos y medio.