¿Por qué ríe el soldado?

Instrucciones para escribir un libro

Diego Agudelo Gómez
Pasajes
4 min readSep 7, 2023

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Primero debes reconocer que, últimamente, los libros que más disfrutas son aquellos de naturaleza incierta y fronteras difusas. No podrías etiquetarlos en ninguno de los géneros literarios tradicionales.

Son libros que no contienen cuentos aunque en su horizonte se vislumbran los esqueletos de varios relatos y tampoco componen una novela sus capítulos y secciones, aunque indudablemente contienen en su interior un mundo o varios mundos cuyas lógicas y reglas revelan un sentido nuevo o distinto al mundo de siempre.

Toma de ejemplo ese tipo de obras pero a la hora de sentarte a escribir apártalas también para que no tropieces con ellas en el sendero que intentarás recorrer. Si así lo deseas, acompaña la escritura rodeado con algunos volúmenes hallados en la sección de cocina de una librería o entre los anaqueles destinados a las enciclopedias y diccionarios. Aquél catálogo que todavía conservas de una exhibición de civilizaciones de Mesoamérica también puede servir como carta de navegación. En últimas, lo que deberás lograr es la composición de un texto fragmentario en el que reluzca la intensidad de la narrativa y al mismo tiempo se saboree la consistencia del ensayo. Intensidad y consistencia construidas con modesta y secreta complejidad. En este punto ya deberías saber, a costa de innumerables lecturas y relecturas, la forma en la que tus autores de cabecera han sabido encontrar esa modestia y ese secreto.

Las palabras no deberán tener la apariencia de lo inasible ni la forma de lo indescifrable sino que deberán ofrecerse a los ojos del lector con la fluidez de un líquido. De hecho, si tuvieras que relacionar tu libro con un estado de la materia sería ese. No el gaseoso ni el sólido, sino ese estado de densidad constante conformado por partículas vibrantes y capaz de tomar la forma del recipiente que lo contiene, pues si realmente tu texto gozara de alguna de sus propiedades como la cohesión, entendida como una fuerza de atracción entre iguales; la adhesión, entendida como la fuerza de atracción entre distintos; y la capilaridad, su facilidad para ascender por túneles estrechos, podría irrigar con facilidad la mente del lector a través de su mirada porque, en el fondo, lo que buscarías es permitirle navegar a través del lenguaje como si fuera un tripulante más del libro.

Tu lector deberá participar de la historia tanto como los personajes. Le exigirás un rol activo, su función será tan creativa como la tuya. Deberás visualizarlo como un personaje más, tan representado por las palabras como inmerso en ellas. El lector de tu libro, en consecuencia, deberá sentirse a la deriva en un mundo que siente cercano y familiar pero que lentamente se irá tornando en algo desconocido porque el argumento y las ideas le irán inoculando duda y desconfianza.

Es importante olvidar la linealidad que impone el objeto libro. Quizás debas pensar en un comienzo que no se encuentre en las primeras páginas sino más allá de la mitad. Recuerda que un caminante solo puede entrar hasta la mitad de un bosque porque después estaría saliendo.

En tu libro ocurrirá lo contrario. Cuando el lector crea que está saliendo de él, realmente encontrará su inicio verdadero y que aquello que estaba camuflado como comienzo era en realidad una trampa o un laberinto de los que acaba de salvarse. Este descubrimiento transformará por obligación el libro que el lector tendrá entre las manos. Se convertirá en un archipiélago cuya exploración depende de los antojos que se le provoquen al lector y, por lo tanto, como ya adivinaste, será un libro distinto por cada nuevo lector que llegue a él. De tu libro nadie podrá decir que acaba de empezarlo, que va por la mitad, que lo terminó o que simplemente abandonó su lectura. La manera de lograr tal singularidad quizás sea acudir a los géneros marginales que te ayuden a contornear de manera distinta cada isla. Los escolios y aforismos pueden estar en tu caja de herramientas. Las notas al pie, seguro. Uno de sus fragmentos puede estar escrito como la lista de compras de alguien que prepara una cacería, otro podría ser como el obituario de una especie que recién se extingue.

Busca formatos que dependan del texto escrito para dar información pero nunca para contener literatura. El volante que promociona una casa de apuestas. El mapa plegable de un parque de diversiones. Un calendario lunar. Para servirte de este tipo de publicaciones y formatos te convendría ser un lector desmesurado de almanaques mundiales, mientras más antiguos, mejor; o de horóscopos chinos y libros oraculares, excepto el I Ching, que ya fue utilizado para el mismo propósito por alguien que comprendió muy bien el funcionamiento de su lógica combinatoria para expandir los brazos de una literatura que se desplaza en espiral.

El tema de tu libro dependerá, por supuesto, del momento en que te decidas escribirlo. Hoy estás interesado en la entropía y la monstruosidad pero a lo mejor en cinco años encuentres una próspera cantera en el estudio de las relaciones parasitarias.

Lo fundamental, en todo caso, es que te empeñes en ser divertido y oscuro, sórdido y apasionado. La cúspide de tu obra será provocar en el lector una risa nerviosa de la que no pueda desembarazarse. Piensa siempre en ese soldado de Vietnam que dijo: «Te diré por qué sonrío pero te hará volverte loco». Tu libro no será más que el arrojo kamikaze de averiguar por qué ríe el soldado.

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Diego Agudelo Gómez
Pasajes

Periodista. Acumulador de libros. Yonki de películas y series. Buzo. Alguna vez fui capaz de contener la respiración debajo del agua dos minutos y medio.