Espuma de mar, agua del corazon.

Mancha de raza en mi bata

Las memorias y la sangre no se limpian fácilmente.

Published in
3 min readFeb 12, 2019

--

Fue cuando vi morir a un pequeño inocente que conocí la verdadera muerte. Los poetas suelen describir la muerte de un niño como hermosa. Existen cuentos de cómo la muerte de un inocente lo libera del sufrimiento carnal y hasta cierta perspectiva mística se libera del dolor de existir. La verdad no lo es. Dicen que la muerte de un adulto es natural, suelen llamarla algo inevitable; y no lo niego. Pero para mí todo cambio una noche lluviosa en Zapopan.

Se sentía la humedad en los pasillos de la clínica, y el radio balbuceaba sobre una balacera. Resonaban los datos de una posible fatalidad… “comentan que recibió 18 balazos”.
“Comentan que viene para acá”.

Cuando escuchas algo como eso tu vocación te pone a prueba. Habían pasado horas de trabajo y una llamada como esta sonaba absurda. Cansado y hambriento te preguntas si realmente vale la pena salvar esa vida.
Juzguen o no, el cansancio es una mierda. Llegas a pensar en todo tipo de cosas; hasta el punto de creerte digno de juzgar si vale la pena ensuciarse la ropa blanca por alguien que ya esta muerto.
Entre chismes y renegadas llego “el”.

Se escucho como apagaban la sirena. Azotaron la puerta de la entrada y corrían tres paramédicos y dos policías. Era una escena fría con sabor a tierra. En ese momento sentí el dolor trascendental de mi raza. En la camilla ruidosa se veía una imagen angelical. Era la encarnación de un ángel herido.
Mis manos se sentían empoderadas de adrenalina, pero inútiles en fin.
El se postraba pequeño esbelto ensangrentado con su cráneo destazado.

Ahí te das cuenta de cómo la vida se burla cruelmente de nuestras esperanzas. Un medico no nace curando catarros en un hospital, sino sosteniéndole la vida a un inocente que segundo a segundo se desvanece en tus manos.

La presencia de su cerebro sobre el borde de la camilla era evidencia de que no había vuelta atrás. Pero hay mucho mas haya de la muerte. Su vida podía trascender.
Donador de órganos? Quizás.

Lamentablemente la historia es más sombría que la imagen cruda de un pequeño sin cráneo. La vida es más dura que la mejor novela de ciencia ficción.

En la camilla descubierta no solo se veían los restos de un cerebro en desarrollo; se veían las lagrimas de una patria fallida. La vida del niño estaba rodeada de pobreza, desigualdad, y de separación familiar. Aquel innombrable era un producto del esquema fallido de nuestra sociedad. Hijo de divorciados, alcohólicos, narcos, y obreros. Sus ojos divagaban. Era un cuerpo ya sin vida. Su manita fría me recordó que el cansancio y la vanidad son solo efectos secundarios de estar vivo.

El no solo merecía mi mas grande esfuerzo sino también mi humildad.
Yo le falle. Nosotros le fallamos.
Ningún niño merece morir por su propia mano. Nadie merece morir por un arma de fuego. Ahí me pregunte, entonces quién lucha por ellos. La desigualdad es una realidad.

Pero como toda triste historia. Las cosas pueden terminar peor. El divorcio de los padres no permitió la donación de órganos. A pesar de que los cirujanos habían confirmado la viabilidad aparente para donación; sus padres no llegaron a un acuerdo.

Sé escuchaban llantos, reclamos y amenazas de muerte a las afueras de la sala. Aparentemente el pequeño había utilizado una escopeta para tratar de pararse; detonando el arma en su cabeza. El estruendo del arma causo que los “tiradores” dispararan por pánico… lo que previno que los rescatistas llegaran a la escena. Así se fue el adiós de aquel niño. Su ultimo latido, su ultimo atracón de aire fue a las 22:16.

Cerramos nuestros ojos con dolor, y recordamos su corta vida en honor al que pudo ser. Años después de vivir experiencias como esta te das cuenta porqué muchos médicos son tan exigentes con los estudiantes. La verdad somos un reflejo de la estupidez que tiene todo amateur en un mundo como él de nosotros. Soy el reflejo viviente de los demonios pasados de mis maestros. Los médicos somos humanos. Así de igual manera algun dia mi estudiante será el reflejo de esta pesadilla.

--

--

Marco Noriega
Pasión Maciza

Excéntrico lingüístico, y pepenador de idiomas. Creador de palabras con lógica singular.