Carta a mis amigas

Antonia Giraldo Betancur
Pensamiento
Published in
9 min readAug 17, 2022

Este ensayo es un regalo, una forma de devolverles un poco de todo lo que han hecho por mi a las mujeres tan valiosas que tengo alrededor, que cuento con la fortuna de llamar amigas y que se han convertido en luz en mi camino, que han hecho las veces de faro para guiarme en este mundo que a veces se torna tan complejo y me han permitido caminar con ellas mientras juntas aprendemos todos los trucos, estratagemas y códigos para ser mujeres en este sistema y no morir en el intento. También aquí pretendo conversar con sus versiones del pasado, con esas niñas que estaban conociendo las reglas y estaban intentando acoplarse a lo establecido; con sus versiones del presente que aunque llenas de miedos luchan todos los días y hacen todo lo que está a su alcance y más para sobrevivir y para ser mujeres poderosas; y con sus versiones futuras, esas en las que ellas sueñan convertirse, las que aún no llegan pero están en construcción. Y pretendo también conversar con todas esas versiones que en mí habitan, para lograr un proceso tal vez catártico que me permita reconciliarme con muchas de las ideas que existen alrededor de ser mujer.

Carta a esas niñas

Cada que cierro los ojos y pienso en mi infancia recuerdo momentos muy específicos de ella pero sobre todo me recuerdo soñadora e imparable, recuerdo los juegos que me inventaba sentada debajo de la mesita de una máquina de coser antigua que mi abuela conservaba en su taller y mientras ella trabajaba, yo me sentaba frente a un volante que en el pasado ayudó a mi abuela a dar vida a hermosos vestidos y yo lo convertía en el timón de un barco, en el mando de una nave espacial, en el volante de una gran mula de carga que atravesaba mil carreteras. Recuerdo también que en la finca jugaba cada fin de semana con mi abuela mientras ella disfrutaba de sus días de descanso, intentaba ayudarle con labores básicas como llevar las vacas a ser ordeñadas, alimentarlas y alimentar las gallinas, recoger frutas en cosecha, cocinar arepitas y amasijos para toda la familia…

Estoy segura que cada una de ustedes alberga en su mente una cantidad increíble de memorias similares, de sus juegos en casa, de los momentos con sus primos y/o hermanos y también estoy segura que esos recuerdos tienen adscritas líneas de diálogo de diferentes adultos que nos rodeaban y nos explicaban cómo debía ser el comportamiento de una niña, que no podía ser tan brusca, que no podía gritar tanto, que las niñas no se tiraban a jugar en el piso porque se veían muy mal sucias. Es que ser niña era algo que ya estaba preconcebido en el mundo, no era una decisión de nosotras, ya todos los adultos entendían cuáles eran los comportamientos correctos de las niñas, cómo debían jugar e incluso te explicaban normas para verte más linda y juiciosa porque así debían ser las niñas.

El primer contacto con el mundo lo hacemos con nuestras familias, son ellos quienes forman nuestras primeras experiencias y nos explican los códigos básicos de supervivencia y las normas que existen en la sociedad externa, donde nos relacionamos con otros. Es nuestra familia el lugar donde entendemos que las niñas deben ser delicadas, no deben ser ruidosas,les gusta el color rosado, se dedican a juegos que no requieran tirarse al piso y sus juegos son imitaciones de los roles que deben cumplir las mujeres adultas a su alrededor: cuidar el bebé, preparar comida, barrer la casita… Y desde que somos pequeñas nos crean brechas gigantes con los niños (hombres) que nos rodean porque sus juegos no son para nosotras.

Mientras nuestra familia nos explicaba esas series de comportamientos básicos de las niñas, estábamos conociendo un nuevo espacio que contenía más normas, el colegio. Las normas del colegio no eran ajenas a las normas que ya nos habían explicado en casa, pero las poníamos a prueba con desconocidos y fue así como comenzamos a entendernos niñas frente a los demás y frente a la sociedad.

Cuando pienso en los primeros años del colegio recuerdo con mucho cariño a Natalia, una niña supremamente inteligente y disciplinada, tenía un corazón noble y era muy enérgica. A Natalia no le gustaba jugar a las muñecas con nosotras (las niñas del curso) y tampoco disfrutaba de jugar en la casita que había en el parquecito del colegio, ella prefería jugar fútbol con los niños y usar el balón en todos los recesos. Nunca voy a olvidar que la profesora de primero de primaria nos reunió a todas las niñas para pedirnos que invitaramos a Natalia a nuestros juegos para que ella dejara de jugar “tan brusco” con los niños y al ver que su estrategia de alejarla de los balones no funcionó, se la montó todos los días diciéndole que con el uniforme de falda no se podía jugar al balón y que la camiseta del uniforme de sudadera la debía mantener limpia como el resto de las niñas. Natalia al final del curso pasaba los recesos con nosotras pero no los disfrutaba. En este momento de la vida no sé qué será de la vida de Natalia pero ella es la representación de cómo a las niñas desde muy pequeñas nos toca adaptarnos a las dinámicas sociales y como esas estructuras nos van encasillando para cumplir roles específicos dentro de nuestro entorno, imponiendonos una idea de feminidad delicada, pura y abnegada desde que tenemos 6 años de edad sin permitirnos ni siquiera explorar otras formas de la feminidad y diferentes versiones nuestras.

Cuando con ustedes, mis amigas, conversamos sobre esas dinámicas y lineamientos que se nos han impuesto, concluimos normalmente que el patriarcado hace parte de nuestro entorno desde el primer momento en el que tenemos relación con los otros, es la forma primera de ser sometidas a un poder en nuestra existencia y a partir de este se desprenden un montón de normas y situaciones de las que solo por nuestra condición de mujeres, no nos podremos desprender.

Si bien el patriarcado funciona como una institución normativa, se queda bastante corto en su nulidad de seguridad, pues Bell Hooks afirma que: “El patriarcado es un sistema político-social que insiste en que los machos son inherentemente dominantes, superiores a todos los seres y a todas las personas consideradas débiles (especialmente las hembras), y dotados del derecho a dominar y reinar sobre los débiles y a mantener esa dominación a través de distintas formas de terrorismo y violencia psicológicos.” (Hooks)

Entonces es así como nos vemos sometidas a un sistema que a parte de reducirnos a seres débiles nos domina por medio de violencia y nos hace crecer temerosas del mundo real, estos miedos aparecen en diferentes instancias pero nosotras hemos creado estrategias de resistencia a la violencia y a los miedos. Estoy infinitamente agradecida con ustedes por compartir esas estrategias conmigo con el fin de juntas luchar contra todo eso que todos los días nos hace preguntarnos si vale la pena ser mujer.

Petunio y sus múltiples formas.

En una de nuestras tantas y largas conversaciones donde cada una de nosotras comparte con las demás una situación de la vida comprendimos que muchos de los problemas que tenemos las mujeres de la sociedad actual están basados en miedos que nos limitan muchísimo, entonces decidimos empezar a minimizar esos miedos con diferentes acciones que aunque parecen simples, funcionan porque consiguen el efecto de restarle grandeza a los miedos y convertirlos en un personaje con el que se puede mediar. Petunio, ese nombre que parece ser el que designe a alguien bastante amigable, es el nombre que decidimos ponerle al miedo con la intención de convertirlo en un personaje de fábula con el que podemos hablar y que de alguna forma se convierte en maestro y aliado para crear esas estrategias de supervivencia de las que tanto he hablado. Petunio está y ha estado en nuestras vidas en múltiples ocasiones, se presenta con cuerpos y mensajes diferentes, esto suele ser doloroso aunque nos haga fuertes, pues nos recuerda la inseguridad a la que nos somete el patriarcado con sus dinámicas de poder violentas.

Nosotras hemos crecido en un país con cifras de violencia en general bastante altas, en un país donde los asesinatos están normalizados y donde las disputas sociales se han dado de formas machistas, siendo las mujeres quienes han sufrido más las dinámicas crueles y violentas de un conflicto armado; quienes, aunque los lineamientos machistas son el “sexo débil”, han sostenido con sus manos y con todas sus entrañas a sus familias, a sus comunidades y con ellas un país entero para que no se desmorone. En el periodo comprendido entre 1958 y 2021, según el Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica 51.919 mujeres fueron víctimas del conflicto armado en Colombia, 18.048 murieron en consecuencia a este suceso y otras de ellas sufrieron situaciones como violencia sexual, desaparición forzada, secuestro. (CNMH)

Además de estas cifras, nuestro miedo de ser mujeres en este país se extiende a las calles, se representa en miedo a salir a disfrutar de otros espacios, todos los días salimos con miedo de no regresar porque en las calles ni siquiera respetan nuestro espacio personal, nuestra autonomía se ve eclipsada por hombres que nos hacen comentarios o acercamientos sin nuestro consentimiento y muchas veces esas situaciones se convierten en historias de mujeres violentadas, de mujeres desaparecidas que como nosotras, también tuvieron miedo de no regresar. Es así como aprendemos a lidiar con situaciones como el acoso callejero y de esta forma comenzamos a implementar estrategias para estar pendientes de todas desde nuestros dispositivos móviles, creando redes de cercanía y seguridad.

Petunio no solo aparece como un miedo referente a la supervivencia, sino que también se manifiesta con miedos referentes a la realización laboral, en el sistema capitalista las brechas que teníamos cuando éramos niñas con respecto a los niños, crecen con nosotros y se convierte en una brecha salarial. No basta con tener el conocimiento y la capacitación requerida para un empleo, existen altas posibilidades de que nuestros pagos sean más bajos por el simple hecho de ser mujeres. Según la Federación Colombiana de Gestión Humana, las mujeres ganan el 36% menos que los hombres en sus salarios y beneficios laborales (Portafolio). Esta brecha pretende hacernos sentir inferiores e insuficientes frente a nuestras capacidades.

Hacernos sentir insuficientes es la actividad favorita del patriarcado y esto se ve reflejado en cómo constantemente las mujeres nos incomodamos a nosotras mismas, dejamos de hacer cosas que amamos y comenzamos a asumir roles y situaciones que no son del todo de nuestro agrado por no incomodar a los demás, por sentirnos validadas ante ese discurso de poder que nos vienen calando desde el principio de nuestra existencia. Es en esta debilidad donde entra a jugar un papel importante el capitalismo y se aprovecha de ello convirtiendo a La Mujer en un objeto mercantilizable en todos los aspectos posibles y nos convierte en mujeres inseguras que necesitamos de los productos y servicios más absurdos para estar completas y ser felices.

Existen muchos otros miedos y situaciones a las que nos enfrentamos y enfrentaremos día a día como mujeres y que no mencionaré en este espacio por cuestiones de tiempo, pero tener este pequeño panorama abierto y ponerlo hoy sobre la mesa me hace pensar que es injusto ir por la vida con el modo alerta encendido porque sabes que en cualquier momento puedes ser la siguiente, pero estoy segura que todos esos miedos que sentimos también son la excusa para convertirnos en mujeres más críticas y empoderadas de nosotras mismas y nuestras compañeras. A mí la esperanza se me enciende cuando conversamos juntas y veo que con toda esa inconformidad y criticidad frente a la realidad que vivimos, también vienen esas ideas de cambio, de cuidado y autocuidado, de crear redes sanas de apoyo y vienen propuestas que nos retan como mujeres y como profesionales de las comunicaciones.

La valentía

Este último apartado es un recordatorio para el futuro, después de recordarnos pequeñas y de dar un pequeño recuento por los miedos actuales me parece apenas necesario alimentar la esperanza y nuestra valentía, recordarles que gracias a todas esas vivencias son las mujeres fuertes, inteligentes y críticas que son ahora; que si no fuera por todos esos momentos que han atravesado, no estarían creando espacios de reflexión desde la cotidianidad y no estarían entregando a todas las mujeres que las rodean herramientas para que ellas mismas busquen su valor como mujeres. Dentro de todos esos casos de mujeres exitosas a lo largo de la historia, todas ellas han tenido algo en común y ha sido su inconformismo y su capacidad de creer en ellas mismas y en otras mujeres, es así como se crean comunidades que resisten y que cuando nadie lo espera, insurgen y arrasan con todo.

No olviden la ternura, esa cualidad que el patriarcado decidió relegar porque era para mujeres, pero que ha sido lo que ha sostenido el andamiaje de la sociedad. Sean siempre sus propias amigas, tratense como las tratarían a ellas y no olviden que todas esas versiones que son ustedes son la fórmula exacta para ser mujeres, no es más, no es menos. Las etiquetas que nos han impuesto son solo el vestigio de un sistema violento que le teme a la ternura.

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