De cómo las plataformas han cambiado el mundo

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Pensamiento
Published in
7 min readJun 1, 2022

Editora: Susana Marín

Autoras: Laura Katerin Agudelo Álvarez, Clara Peláez, Alisson Garzón, Nicole Cárdenas, Cristian Ramírez, List Martínez, Daniela Tous, Sofía Bedoya, Daniela Loaiza, Angela Henao, Miyei Parias

Infografía: Isabel Bacca

Texto basado en la lectura del libro Capitalismo de Plataformas de Nick Srnicek

Digital: Un mundo codificado

Inmersos en el mundo de las codificaciones y algoritmos, el cuerpo se vuelve etéreo, víctima de una despersonalización que comienza a encarnarse dentro de las pantallas. Cada vez nos sentimos más presos de un mundo digital, en el que cada dato ayuda a entramar una historia de vida: constituye los gustos, las pasiones, los desacuerdos; vida que se vuelve ajena, manipulable, que a pesar de intentar representar una realidad, no termina siendo completamente fiel a la misma, sino más a su idealización. Si bien las plataformas otorgan poder y permiten al individuo relacionarse en un mundo lejano, eliminando fronteras y barreras espaciales, no se debe olvidar que el fácil acceso a dichas plataformas puede condicionar nuestra percepción del mundo, dándonos una falsa sensación de ubicuidad, haciéndonos caer en el consumismo y la dependencia hacia el entorno digital.

Las plataformas y nuestras sociedades

Las plataformas son desarrollos tecnológicos que gracias a su masificación han proporcionado herramientas para el crecimiento de la industria, pero a la par ha generado un cambio social que se refleja en las nuevas formas de contratación, de producción, de consumo de productos y servicios necesarios y a veces no tanto para la subsistencia humana, y en muchas oportunidades se ve afectada la compensación económica ya que esas mismas dinámicas minimizan el valor que se le daba a la labor desempeñada.

Desde su aparición, las plataformas han significado una transformación. Seguimos viviendo en una sociedad capitalista, pero que con la aparición del internet y las plataformas generó una interrupción del sistema tradicional y la apertura a un nuevo sistema, es decir, un capitalismo avanzado donde lo que se monetiza son los datos, y a partir de esa información se han creado plataformas publicitarias, industriales, de producto y austeras, con el objetivo de satisfacer las necesidades de un público segmentado que se ha generado a partir del rastreo y vigilancia constante al que estamos expuestos.

Esta nueva forma de capitalismo ha traído cambios, por ejemplo, en las políticas laborales que muchas veces terminan afectando la salud mental de los trabajadores; surgió también el trabajo neoliberal ideal (youtubers), que evidentemente ha configurado unas formas de interacción y relacionamiento con las redes sociales, que actualmente son vistas como una herramienta de trabajo. Claramente con las plataformas y el manejo que se les da ha cambiado la forma en que se concibe el funcionamiento de la sociedad.

Así, es posible mencionar que las sociedades se han transformado en gran medida con las plataformas, y estas, mediante la aparición constante de nuevas tecnologías que son un instrumento político, cultural y social, buscan ser mediadoras en la sociedad de consumo, en la que las personas se ven influenciadas a adquirir nuevas conductas por medio de sensaciones, emociones, experiencias, y diversos estímulos de información que se muestran en dichas plataformas; de esta manera, se crean y/o satisfacen determinadas necesidades, se genera mayor cercanía, y por medio de los algoritmos se muestra a la persona elementos afines a ella, fomentando así el consumismo desmedido. Sin embargo, en su economía, cada cultura tiene diversas formas de apropiación frente a lo nuevo en la medida que puedan o no acceder a estas plataformas.

¿Y lo social?

En el intento por avanzar y ofrecer nuevas posibilidades de trabajo en las plataformas a personas que buscan una oportunidad en estas, es posible caer en la explotación de estos trabajadores. Si bien algunas plataformas,como Rappi o Uber, ofrecen alternativas para quienes carecen de acceso a contratos laborales, y permiten solventar crisis durante algún tiempo, es posible que surjan problemas de ello, que hasta ahora ha sido una solución. Esto se ve reflejado, por ejemplo, en la remuneración de quienes trabajan, puesto que no alcanza para cubrir ciertas necesidades, y el pago de una pensión y salud queda en veremos. Además, también genera una problemática social la situación legal de ciertas plataformas ante el Estado, como es el caso de Uber y relacionadas, han ocurrido cantidad de sucesos en que los trabajadores de estas tienen que pagar más de lo que ganan para cubrir multas generadas por la misma plataforma.

Con el acceso que las plataformas digitales tienen a los datos, estas han ido alimentando las dinámicas neoliberales que mueven al mundo moderno capitalista. Este acceso desbordado a la información personal se adquiere mediante algoritmos que cada vez son más sofisticados, permitiendo a los dueños de las plataformas el poder sobre los datos de sus usuarios, y haciendo uso de este para el diseño de herramientas, que resultan útiles para las empresas y para mecanismos de producción pero que para los usuarios implica que su comportamiento sea medido y clasificado, no para su bienestar sino para la satisfacción del mercado. Esto se vuelve aún más problemático cuando se rompe la delgada línea entre el uso del algoritmo para dar recomendaciones y el uso de este para modificar las prácticas humanas de consumo, e influenciar en sus elecciones y maneras de pensar socio-políticamente, hundiendo a las personas en lógicas de comportamiento, evidenciando una forma de poder que se da más sutil y mediada por la tecnología, pero con los mismos efectos de control destructivo disimulado sobre los cuerpos y las culturas.

Por ello es esencial hacer énfasis en aquella línea entre lo privado y lo público que se desdibuja, pues muchas de estas plataformas tienen a su disposición nuestra información como materia prima para generar sus ingresos. Sus algoritmos son capaces de descifrar nuestros gustos e intereses, a tal punto que pueden “bombardearnos” con anuncios publicitarios de muchas empresas sin ni siquiera pedirlo. Esto es invasivo, pero ya estamos tan acostumbrados a ello que muy poco lo cuestionamos, pues de alguna u otra forma también nos beneficia. Pero me pregunto, ¿qué sigue?, ¿qué más pueden hacer con nuestros datos?, ¿cuáles son los límites?…

De hecho, uno de los primeros usos de las plataformas digitales fue convertir los datos extraídos en una forma de ingresos a través de la publicidad, y aunque a simple vista esto parezca una nueva posibilidad, su problema radica en un concepto que el texto define como “trabajo gratis”, es decir, los usuarios nos convertimos entonces en trabajadores no asalariados que producimos datos y contenidos que son tomados por compañías como Facebook o Google, y vendidos a los anunciantes. De este modo, cada interacción en las plataformas se vuelve trabajo gratis para el capitalismo, y sin quererlo contribuimos a la sociedad del consumo.

Nuevas posibilidades

Ahora, observando desde la otra cara de los problemas que representan estos desarrollos tecnológicos asociados al capitalismo avanzado que se deriva en el consumo desbordado, la posición legal de las plataformas frente al Estado, el desvanecimiento entre la línea de lo privado y lo público, entre otros, se presenta ante nosotros una esfera existencial que expande cada día más un abanico de posibilidades que no es particular, pues representa, más allá de una herramienta de biocontrol, la expansión antinatura del cerebro humano. Estos espacios virtuales a los que llamamos en este texto como “plataformas” están constituidos por hipervínculos interconectados que en conjunto comprenden una red de datos e información que fácilmente podríamos asociar con las redes neuronales del cerebro humano. El intento entonces es ese: desafiar las leyes de la física con el propósito de posibilitar y habilitar para el ser humano una dimensión existencial superior que no depende del espacio y el tiempo, que no lo obliga, por ejemplo, a caminar ni siquiera un metro hacia adelante para saber que queda al frente de la torre eiffel. Ese desvínculo de las plataformas virtuales con el mundo material es quizá una de las razones de su éxito: la posibilidad de pensarnos omnipotentes y omnipresentes desde la comodidad del sofá, un lunes a las 6:13 pm.

El ejercicio de las comunicaciones

Las plataformas han transformado el ejercicio de la comunicación gracias a las nuevas formas de interacción que se crearon para el funcionamiento de las mismas, pues estas hacen que la distancia no se convierta en una barrera comunicativa y que cualquier persona tenga la capacidad de acceder a la información de interés. Sin embargo, esto ha significado un gran reto comunicativo en términos de disminuir la ambigüedad, pues debido al fácil acceso es posible que esta información sea tergiversada en términos de interés de cada individuo. La comunicación por medio de las plataformas también se ha transformado mediante el análisis y el procesamiento de la información de los usuarios, es decir, se ha transformado gracias al algoritmo, ya que este también determina de qué manera o qué tipo de información o de plataformas puede suplir las necesidades del usuario.

Las plataformas digitales se convierten en fuertes estructuras de poder en cuanto a las prácticas comunicacionales que se conforman en las dinámicas sociales actuales, sin duda, su poder se alimenta de la configuración y sistematización de los datos, que tras ser abstraídos conforman una red estructurada que constituye lo que se puede denominar en el mundo físico y real. En otras palabras, la efectuabilidad de uno de sus modus operandi “el algoritmo” configura la estrategia comunicativa inmovilizadora que pertenece a la monopolización de la información. Es allí donde las plataformas digitales se convierten en grande cúpulas de la información que envuelven a los sujetos en una oleada que los convence de la plena consciencia en cuanto a sus decisiones, y, de la misma manera los induce hacía la engañosa brevedad de lo que conforma la realidad colectiva. Así, el algoritmo no solo logra la monopolización de la información, sino que también perpetúa la indiferencia de lo que corresponde al mundo físico y tangible de las realidades colectivas, a través de unas convenciones ilusorias otorgadas al criterio del individuo. Entre tanto, las plataformas digitales han llevado a la instrumentalización de la comunicación, reduciéndola a procesos carentes de interacción social-crítica, y convirtiéndola en funciones liberadas sin ningún fundamento analítico que se comprenden a través de la aparatización y sistematización de la comunicación.

infografía: Isabel Bacca

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