Cuerpos sometidos: una crítica a las presiones sociales sobre la imagen femenina

PAULA ANDREA GOMEZ NIETO
Pensamiento
Published in
7 min readDec 14, 2023

A lo largo de la historia, las mujeres hemos sido consideradas como objetos de placer y lujuria que deben estar a disposición de los hombres. Se nos ha relegado a un ideal predefinido que abarca diversos aspectos: desde la personalidad hasta la forma de nuestro cuerpo, pasando incluso por la utilidad que nos quieran imponer. Esta cosificación se manifiesta de manera especialmente cruda en la objetivación y moldeamiento de nuestros cuerpos según los deseos masculinos. Desde épocas antiguas hasta la actualidad, hemos sido sometidas a estándares inalcanzables de belleza y perfección física, obligadas a conformarnos a una imagen idealizada que en muchos casos va en detrimento de nuestra salud y bienestar emocional.

“En el siglo XIX se afianzó esta idea de la feminidad ligada a la belleza, la fragilidad y la delicadeza del cuerpo de las mujeres” (Muñiz 2017) y con esto modelos estandarizados de lo que es o no un cuerpo femenino, o lo que debería aspirar a ser, imponiendo discursos homogeneizantes con los que buscan estandarizar las formas de los cuerpos para convertirlos en ese ideal de belleza. Un ejemplo claro de esto, son las dinámicas que forman alrededor de las mujeres en nuestras casas.

En muchos hogares, observamos cómo a la mujer se le trata como un mero objeto que debe ajustarse y comportarse de acuerdo con su rol predefinido en la sociedad. Desde una perspectiva foucaultiana, podemos identificar estos procesos como formas de sujeción, donde se les impone a los individuos cómo deben concebirse a sí mismos, cómo deben identificarse con esos roles asignados y de qué manera deben actuar para mantener y perpetuar ese pensamiento o dogma impuesto. Estas dinámicas de sujeción operan a través de diversas instituciones y prácticas sociales, que actúan como mecanismos de control y regulación sobre la identidad y el comportamiento de las mujeres, limitando su autonomía y reforzando los estereotipos de género arraigados en la sociedad.

El dilema de la identidad para las mujeres.

A partir de ese momento, se inicia una compleja relación entre la identidad y el deber ser que se manifiesta, especialmente en el caso de las mujeres, lo que desencadena formas de resistencia que pueden ser tan simples como el acto de no depilarse las piernas o elegir un estilo de vida y vestimenta que, según aquellos que perpetúan este sistema, se considera inadecuado para una mujer. Estas acciones aparentemente triviales adquieren un significado profundo en el contexto de la lucha contra las normas y expectativas impuestas por la sociedad. Al rechazar o subvertir las convenciones de género establecidas, las mujeres desafían activamente las estructuras de poder dominantes y reivindican su autonomía y libertad para definir sus propias identidades y formas de expresión. Cada elección individual se convierte así en un acto de resistencia, contribuyendo a la transformación gradual de las nociones tradicionales de feminidad y al empoderamiento colectivo de las mujeres en la sociedad.

Pero no solo es esto lo que sucede, en muchos casos esa sujeción crea ideales a conseguir para lograr ser aquello que denominan mujer, y si el cuerpo que se posee no encaja en esa definición, lo que se busca es cambiarlo. Es aquí donde las cirugías estéticas toman fuerza y se convierten en la columna principal para conseguir aquello que, desde las construcciones sociales, se le hace desear. Y estas necesidades pueden nacer de factores tan pequeños como comentarios que se reciben en cenas familiares donde se busca crear ese rechazo inicial por aquello que es socialmente inaceptable para empezar a tejer una relación de disgusto que desencadene en la transformación de dicha problemática.

El problema aquí radica en que nuestra sociedad está inmersa en dispositivos de control, una noción que, vista desde la perspectiva del pensamiento de Foucault, se refiere a la relación compleja que se establece entre el discurso, la cosa y el sujeto como objeto de regulación y poder. Esto conduce a la creación y consolidación de instituciones que ejercen o se apropian de discursos específicos que impactan de diversas formas en el sujeto. Estas instituciones no solo moldean las percepciones y comportamientos individuales, sino que también determinan qué es aceptable o deseable dentro de la sociedad en un momento dado. Así, los discursos que surgen de estas instituciones actúan como mecanismos de control que influyen en la construcción de identidades y en la reproducción de relaciones de poder. En este contexto, la resistencia a estos discursos se convierte en un acto político y subversivo, destinado a cuestionar y desafiar las estructuras de dominación que perpetúan estos dispositivos de control.

Dichos establecimientos pueden ser la iglesia, la escuela, el estado o la familia, que limitan las formas de vida en las que debe vivir un sujeto y que lo condiciona de manera tan fuerte que resulta por convertirse en esa verdad colectiva; por lo que no se establece una relación crítica frente a esto, solo se sigue un modelo prediseñado y lo único que nos pensamos es ver que debemos hacer para encajar allí.

Las cirugías plásticas y lo ellas implican.

Teniendo esto en cuenta, quiero aclarar que no tengo una posición negativa radical frente al uso de cirugías estéticas, pero sí de la manera en que estas se venden a una sociedad que cada vez está más inmersa en una idea de consumo, sin detenerse a pensar que tan destructivo es aquello que quiero aplicar en mi cuerpo con el mero fin de pertenecer a un grupo específico.

Es por esto que, discursos tan fuertes como los de la familia delimitan parámetros para ser aquello para lo que nacimos, la familia conforma un dispositivo de control muy fuerte a la hora de pensarse el cuerpo femenino y lo que debe ser de este, por eso este puede ser un lugar de origen del deseo de hacerse una cirugía estética.

Con estas intervenciones se presentan varias situaciones, una de ellas es el prejuicio que reciben aquellas mujeres que deciden no hacer ningún tipo de operación en su cuerpo, argumentando que una mujer que “le faltan atributos para serlo realmente” debe optar por añadirlos, para buscar la perfección femenina. Por otro lado, tenemos aquellas mujeres que deciden intervenir su cuerpo de alguna manera, siendo altamente criticadas por no ser “naturales”.

Entonces ¿qué es lo que quieren de un cuerpo femenino? Buscan una perfección inexistente a costa de la salud, tanto mental, como física de las mujeres, generando miedos e inseguridades a la hora de salir o vestirnos de una u otra manera. Dicha perfección lo que busca es moldear a cada mujer bajo esos estándares, donde se debe tener la cadera amplia, pero no de manera exagerada, tener pechos, pero no muchos o te verás vulgar, entre otros.

El hecho de que estos discursos estén tan normalizados en instituciones como la familia, hace que cada vez más mujeres crezcan con ideas equivocadas de lo que debe ser su cuerpo, por lo que terminan sometiéndolo a cirugías que, en muchos casos, se realizan en locales clandestinos, a partir de la desesperación con la que buscan cambiar aquello que creen imperfecto o desagradable.

¿Cuántas mujeres no mueren cada día en estos espacios? Al día, según El Colombiano, cada vez más personas fallecen luego de una cirugía estética, aumentando las cifras en un 130%, debido a malos procedimientos durante la cirugía, entonces ¿qué es lo que nos venden? El ideal a alcanzar, pero ¿de qué manera? Simple, a costa de nuestra vida, nos venden modelos inalcanzables para luego hacernos responsables en caso tal de que el procedimiento no termine bien.

No podemos seguir perpetuando estos patrones en nuestras vidas, debemos comenzar a romper ciclos y el lugar inicial es nuestra casa, allí es donde se acunan el principio de esta gran problemática, lo que debemos infundir en las jóvenes y niñas es el amor, pero sobre todo el amor propio, aceptarse tal cual son y entender que su cuerpo les va a pertenecer toda su vida, es lo único con lo que contamos siempre, por lo que debemos apoderarnos de ellos y quererlos con cada una de sus formas, con cada una de sus estrías y marcas.

No debemos someter nuestros cuerpos a ideas que solo quieren transformarlos bajo un modelo estandarizado, luchar por nuestros cuerpos naturales, con cada una de sus “imperfecciones” sin dejar someternos por un sistema que busca oprimir las formas diferentes a las consideras normales, nuestros cuerpos son arte y deben vivir como tal, expresándose y mostrándose sin temor a ideas prefabricadas que no representan lo que es un cuerpo en su totalidad.

En conclusión, el cuerpo femenino es el espacio inicial con el que cuenta cada mujer, este mismo no debe ser encasillado o buscar encasillarse bajo ideas que no respetan la diversidad corporal que habita en el mundo, querer volver los cuerpos iguales, solo limita esa diversidad, sin contar, lo letal que puede llegar a ser el querer transformar de forma constante el cuerpo, en ideales o modelos que no son estáticos, cada día salen nuevas tendencias o modas y tratar de estar a la par con estas a largo plazo, solo será contraproducente.

Hay que amarnos y recordarnos cada día que ser mujer una experiencia única y que la misma debe disfrutarse, dejar de buscar aquello que nos perjudica y empezar a ser cada vez más auténticas frente a un mundo que necesita cambios, seamos esa transformación que el mundo requiere.

Amar nuestros cuerpos implica sentirlos en su totalidad.

Referencias.

Muñiz, E.. (2014). Pensar el cuerpo de las mujeres: cuerpo, belleza y feminidad. Una necesaria mirada feminista. Sociedade E Estado, 29(2), 415–432. https://doi.org/10.1590/S0102-69922014000200006

Colprensa. (2020, 6 marzo). Muertes tras cirugías estéticas aumentaron 130 %: Medicina Legal | El Colombiano. www.elcolombiano.com. https://www.elcolombiano.com/colombia/por-cirugias-esteticas-muertes-aumentaron-130-medicina-legal-BA12566766

Vega, G (2017). Edu.ar. Recuperado el 28 de enero de 2024, de https://hum.unne.edu.ar/revistas/itinerario/revista12/articulo08.pdf

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