El malestar en los cánones del género y el cuerpo, ¿lo trans como condena?

Luisa Arboleda
Pensamiento
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9 min readOct 6, 2023

Cuando era pequeño me gustaba jugar a las escondidas con mis amigues de la cuadra, también coleccionar canicas y apostar cartas. Cuando era pequeño me gustaba correr, aunque no tuviera la mejor destreza motriz, o bueno, en simples palabras era un poco torpe, las cicatrices en mis rodillas dan cuenta de ello. Cuando era pequeño no pensaba mucho en las diferencias de mi cuerpo con el de los otros niños y niñas. No nos limitábamos, todes jugábamos a la cocinita y habitábamos la mejor acera para un partido de fútbol. Cuando era pequeño no me preocupaba por esconder mis pechos o dejar de hacer cosas por tenerlos. Pues cuando ya no era tan pequeño mi madre no me dejaba salir a correr sin primero colocarme un sostén y me preguntaba ingenuamente por qué mi pecho crecía y el de mis amigos no. Sabía lo que pasaba por la información de la televisión y por las primeras conversaciones incómodas con mi madre. Ya no podía salir a correr sin sentirme incómodo y esto me obligó a entrar en el sistema de la binariedad y la cuestión del desarrollo hormonal. La misma sociedad se encargó de transmitirme los llamados “dispositivos del género” y con ello la pregunta: ¿cómo ser una buena mujer?

Mi nombre es Lu, soy una persona no binaria bajo la sombrilla de la trans masculinidad y tengo preguntas.

La sociedad y la cultura por consiguiente se han encargado de establecer los límites en las experiencias de vida de que cada ser, esto respecto a la manera en la que puede expresar su identidad de género, una que debe de ir ligada de acuerdo a su sexo. Blas Radi (2020), filósofo con enfoque en Estudios Trans, ha definido el fenómeno de “la cisnormatividad” como una norma social que organiza y jerarquiza a las personas dentro un sistema de poder, estableciendo oportunidades, recompensas y castigos a nivel individual e institucional. Por lo tanto, la cisnormatividad establece ciertos cuerpos, deseos, actividades sexuales e identidades como estándar, considerándose un sistema político según Preciado (2012). Teniendo en cuenta lo anterior, nosotres las personas trans, travestis y no binaries (TTNB), estamos marginadas al no coincidir con el canon de lo hegemónico, al no entrar dentro de lo cisgénero y quizá heterosexual, resistimos ante la imposición de aquella trayectoria vivencial. Sin embargo, se ha generado una paradoja y posible confusión social, ya que cuando se habla de experiencia de vida trans para algunos grupos puede asociarse a los estereotipos de género perpetuados, ¿y es esto cierto?

Entre estereotipos y cánones

Hechos cruciales al respecto se han dado desde el Feminismo Radical Transexcluyente, mujeres cisgénero desde posturas esencialistas que promueven en su discurso que identificarse y autorreconocerse como mujer trans es leído como una amenaza a los derechos obtenidos por quienes se nominan como “mujeres biológicas”. En la construcción de una investigación participativa, crítica y colectiva Bienvenida la libertad: Refutando posiciones esencialistas (2023), se realiza un análisis de argumentos TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminist) y con ello, ponen a discusión lo manifestados por la Alianza Contra el Borrado de las Mujeres, las cuales fomentan aquella materialidad del sexo, por tanto, “la identidad de género es presentada como elemento que hace de la categoría mujer algo subjetivo, lo que es entendido como un riesgo en materia de derechos para las mujeres. El género como identidad aparece, entonces, como una definición problemática que busca sustituir a la categoría de sexo”. Y teniendo esto como contexto y ejemplo, existen múltiples discursos hegemónicos frente al género que mitifican las experiencias de vida trans*.

Ver el tema de la identidad como algo problemático limita y sesga muchas de la realidades trans* existentes, ¿cómo es entonces vista una mujer trans ante quien realiza un juicio? Quizá como alguien que tiene la necesidad de afirmar y demostrar su género cotidianamente sobre el arquetipo de mujer tradicional, cumpliendo con un estigma errado y desinformado. La masculinidad y la feminidad poseen un espectro amplio, lamentablemente algunas personas deben recurrir a los extremos de la perfecta conducta de roles para ser respetades. Resulta irónico el hecho de que las personas que se apropian del discurso acerca de los juicios sobre perpetuar patrones (tales como adoptar unas tetas, lucir un vestido o relacionarse con el maquillaje), son las primeras en tachar de atroz a un ser disidente que no cumple con el estereotipo adecuado al género con el que se identifica.

Aun así cada persona, bien sea trans, travesti, no binarie o cisgénero tiene derecho de construir y deconstruir su cuerpo como le parezca. Las expresiones de género son diversas y aunque realmente no todos los seres están en obligación de entender nuestra realidad, no se tendría por qué explicar o justificar constantemente la existencia misma. Desde allí parto para hablar sobre la validez que se le ha dado a nuestros cuerpos y cuerpas por no caber en el marco de lo “normal”, entendiéndolo como el deber ser de un cuerpo masculino o femenino. De ello se derivan los males de la disforia de género, la cual describe el malestar continuo y la incomodidad que experimenta una persona debido a la discrepancia entre el género con el que se identifica y el género que la sociedad le asigna al nacer. Esta discrepancia puede generar una ansiedad considerable en las interacciones diarias, así como en el ajuste social y emocional de cada persona. La sociedad plantea nuestros cuerpos como imposibles y nos obliga a encasillarnos: la violencia que ejerce una sociedad cisnormada también se manifiesta con prácticas que simplemente invisibilizan la existencia de personas que están fuera del binarismo de género. (Sato et al., 2023)

Los males de la disforia de género

El permitirnos reconciliarnos con el miedo, reconciliarnos con nuestro ser, reconciliarnos con nuestros cuerpos y cuerpas no hegemónicos ante lo sexuado, es una resistencia. La revolución TTNB inicia en la contrapropuesta de lo “normal”, ya que como lo plantea Manuel R. Escobar (2013) “Tal lucha por la pluralidad dentro de los órdenes imperantes encarna la posibilidad de creación de múltiples sentidos para la existencia” (p. 146) y a su vez en el espectro del género ha contribuido que

El género no tiene aquí un carácter ni natural, ni fijo, y aparece como posibilidad permanente de reconfiguración. Resulta una noción estratégica en tanto redefinición y flexibilidad. Más que posición alude a una práctica de sí. Sin embargo, en esta historia hay continuidades e incluso anclajes que impiden una interpretación de la identidad como plenamente nómada. (p.140)

Debemos tener en cuenta que se busca “representar más allá del binario, más allá del género, más allá del sexo; todo es una construcción social y nuestro deber será deconstruir cotidianamente los formatos canónicos de sexo/género porque no hay una sola forma de significar hombre o mujer” (Espinosa, P. 2011), y que se ve el género no como un destino, sino como camino. Visibilizar las formas disidentes del cuerpo resulta fundamental, partiendo de la incomodidad que genera, como lo expresa la activista travesti Lohana Berkins (2008), cuando se expone “la representación anatómica del cuerpo desnudo de la travesti es subversivo, totalmente peligroso. Es intolerable.” y que deberíamos pensar el cuerpo TTNB como un cuerpo en rebeldía, es a su vez una invitación a cuestionarse lo siguiente:

Cuando ustedes están construyendo ese cuerpo ¿qué pasa con el pensamiento, con el alma, con el lenguaje? ¿Va en conjunto con la transformación del cuerpo, o primero va el cuerpo, y después el pensarse, mirarse, decirse?

A partir de la incomodidad entender también que la identidad no es solo la forma de un cuerpo o un canon, desde las ideas de Berkins (2008) muchas cosas hacen a una persona y no sólo la circunstancial realidad de sus genitales, pues se trata de las maneras de sentir, de pensar, de relacionarnos y de ver las cosas. Sin pensar en un sentido dicotómico o binario, es posible pensar en la construcción propia y única del cuerpo, reiterando en que “los seres humanos somos un punto de partida más que un punto de llegada; más que un ser, somos un proceso” (p. 67).

Trascender del cuerpo

Ser trans, travesti o no binerie es asumir que se afronta una marginalidad, una que lleva a su vez una carga reivindicatoria para la constitución de la subjetividad política. Manuel Escobar, investigador con énfasis en trabajos sobre la intersección entre género, generación y racialización, reafirma aquella politización del cuerpo plantea que el hecho de que ser disidente tiene por consecuencia un cuestionamiento constante en las personas que nos rodean y permean nuestra realidad. La corporalidad y representación tiene un impacto en nuestro contexto y, por tanto, afectaciones en diversos aspectos sociales. Aun así, prima la sustancia de sí, del sentir el cuerpo propio y no ajeno ante los sometimientos culturales.

Los seres con identidad de género no conforme se disputan con una realidad desafiante y marcada por una serie de discriminaciones estructurales arraigadas en distintos ámbitos de la sociedad. En el terreno laboral, se enfrentan a obstáculos significativos que van desde la exclusión directa hasta la dificultad para acceder a empleos justos y equitativos. A menudo, se (nos) ven forzades a confrontar un sistema de salud que no les reconoce ni les brinda la atención médica adecuada, ya sea por la falta de profesionales capacitados en temas trans o por exclusiones en la cobertura de procedimientos esenciales para su transición de género.

Por otro lado, la violencia y el acoso son una realidad cotidiana que se vivencia tanto en espacios públicos como en el entorno privado, lo que contribuye a un clima de inseguridad y vulnerabilidad constante. La exclusión en el acceso a la vivienda también es una preocupación significativa, con muchas de ellas enfrentando rechazos y desalojos injustificados debido a vivir con un cuerpo disidente, ya que solo su presencia representa un acto político contrario a lo que se espera. Estas injusticias estructurales no sólo perpetúan la marginalización, sino que también profundizan la vulnerabilidad en la que se dice llamar sociedad, así, es necesario dimensionar de forma urgente acciones para garantizar aquellos derechos fundamentales.

Esa cultura, en especial la nuestra, tradicional y “ejemplar”, me ha hecho considerar mi corporalidad disidente como algo monstruoso tal como la del mismísimo Frankenstein. Analogía también planteada por Susan Stryker (2005) dentro de las experiencias corporales trans, abordando la idea de la ausencia de naturalidad y del deber ser que tanto es admirado por una mayoría hegemónica, pues quitarse o ponerse las tetas, hormonarse o habitar el género sin asumir patrones resulta tan conflictivo como las carnes e hilos de aquel sujeto enorme y poco agraciado. Sin embargo, se aprecia lo monstruoso como en el mito algo divino, aquella corporalidad transexual, como la corporalidad del monstruo, ubica a su sujeto en una relación inasimilable, antagónica, queer, con la Naturaleza en la que, no obstante, debe existir.

Algo que siempre logró capturar mi atención fue la afirmación de “nacer en el cuerpo equivocado”, ¿por qué mi cuerpo tendría que denominarse como impreciso, falso e incorrecto? Quizá los atributos genéticos y sexuados que se me asignaron no sean los que quisiese, pero allí se encuentra la revolución, en las transformaciones y adaptaciones mismas. Al día de hoy puedo decir que ya no tengo pechos, las cicatrices en mi tórax me acompañan y me agradan. Amarse trans es resistencia, es rebelión y es libertad.

Créditos a @transpoesia

Lu Arboleda Zapata

Referencias:

Berkins, L. (2003). Un itinerario político del travestismo. Sexualidades migrantes. Género y transgénero, 127–137.

Berkins, L. (2008). Anatomía política del cuerpo travesti. Buenos Aires:“Mu. El periódico de lavaca”, edición de verano.

Escobar, M. R. (2013). La politización del cuerpo: subjetividades trans en resistencia. Nómadas, (38), 133–149.

Por la Disidencia Sexual, C. U. (2011). Por un feminismo sin mujeres. Santiago: Territorios Sexuales Ediciones.

Preciado, P. B. (2012). Teoría Queer: Notas para una política de lo anormal o contra-historia de la sexualidad. Observaciones filosóficas, (15), 4.

Radi, B. (2020). Notas (al pie) sobre cisnormatividad y feminismo. Revista de Filosofía Moderna y Contemporánea # 11, 23–36.

Sato, Andrea & Barriga, Francisca & Reyes, Josefina & Azócar, José & Riquelme, Michel & Rosselot, Santiago & Cienfuegos, Shane & María, Josefina & azocar, Maria. (2023). Calidad del Empleo de la Población Trans, Travesti y No Binarie en Chile TRABAJO DESDE LA RESISTENCIA Y REBELDÍA. 10.13140/RG.2.2.27803.54566

Stryker, S. (2005). Mis palabras a Víctor Frankenstein desde el pueblo de Chamonix: escenificando la ira transgénero. Nombres, (19).

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