Los horizontes fuera del encuadre

Sebastian G. Neuto
Pensamiento
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9 min readOct 24, 2022

Nací en Bogotá y pero desde los primeros 41 días de nacido hasta los nueve años viví en Soacha, municipio vecino de la capital en el que lo más cercano que experimenté a lo “paisa” fue el día que interpreté la canción “La Tierra” de Ekhymosis, cuando Juanes aún era el vocalista del grupo. Para entonces cursaba segundo o tercero de primaria, tenía siete años y Juanes era uno de los pocos paisas que conocía… sin conocer.

A partir de ahí, y a medida que fui creciendo, vi en televisión a Natalia París y escuchaba a la gente imitar su acento, a veces en tono burlesco. En el salón de clase veía a Ana Sofía Henao en mis cuadernos y en los de mis compañeros; en ese mismo salón de clase y en otros de Soacha y Bogotá, me enseñaron y empecé a entender qué era el narcotráfico y quién era Pablo Escobar. Los fines de semana en televisión abierta transmitían partidos de fútbol del equipo verde de Antioquia y los noticieros se llenaban de flores en épocas de feria. Supe quién era Fernando Botero y sus obras; escuché sobre el Metro, comediantes paisas, las trovas, los y las influenciadores paisas, las cirugías plásticas, y a medida que sigue la vida, la lista aumenta.

Por distintas vías me llegaron variedad de imágenes que construyeron mis imaginarios sobre Medellín y sobre lo paisa, sobre su fiesta, su fútbol, las mujeres y las drogas, pero fue apenas hasta agosto de 2017 que visité por primera vez Medellín. Vine a presentar el examen de admisión a la Universidad de Antioquia y a conocer parte de la ciudad. Algunos de los estereotipos de lo que parecía ser una novela rosa que se veía con lentes de turista, se diluyeron entre Belén y La Candelaria.

Una de las cosas que más recuerdo de ese primer viaje fue mi visita al Museo de Antioquia en donde había una colección nutrida de obras del artista Fernando Botero; esa tarde lo que más me llamó la atención allí fue un cuadro colgado en una pared azul, ninguna otra obra lo acompañaba, estaba allí para que quien estuviera en la sala dirigiera su mirada hacia él, se trataba de Horizontes, la pintura más representativa de Francisco Antonio Cano y una de las más importantes de Antioquia, que se pintó cuando se cumplían cien años de la independencia del departamento en 1913, aunque los historiadores no han sabido con precisión si esta fue la razón principal por la cual Cano pintó el cuadro.

Imagen tomada de museodeantioquia.com

“Ese cuadro se ha mantenido como una esencia de lo que significa la antioqueñidad, de esas cosas que llamamos raza, de la exploración del territorio y la colonización campesina, de migración, es un cuadro símbolo, se supone que es la obra política más importante de hace un siglo”, explicó en 2013 para el periódico El Mundo, Alberto Sierra, quien en ese momento era el curador de una exposición que se realizó en la Universidad Eafit sobre la vida y obra del artista, oriundo de Yarumal, Antioquia.

La pintura de óleo sobre tela que muestra a una pareja junto a su bebé, en la que el hombre señala el horizonte del paisaje mientras la mujer dirige su vista a ese punto, esconde detrás los efectos de la colonización antioqueña y la posterior civilización de las tierras en las cuales se asentó Medellín, actual capital de Antioquia. “La colonización antioqueña […] lejos de haber sido una novela rosa, fue una compleja y, muchas veces, violenta confrontación entre los campesinos sin tierra y los poseedores de títulos de propiedad adjudicados desde la época de la Colonia o en los primeros años de la República” (Mejía, 2014).

“Nadie es profeta en su tierra”

En el año 2018 me mudé a Medellín, tras más de un año en Bogotá hundido en la inestabilidad económica y emocional, sin poder estudiar y luego de atravesar la explotación en el único empleo fijo que conseguí. En plena Feria de las Flores llegué a esos horizontes poblados de montañas, tal vez las mismas que son señaladas por el hombre en la pintura de Cano, que algunos interpretan como las tierras que representan la actual ubicación de Medellín, o en suma, la Antioquia modernizada a pasos agigantados que hoy tantos políticos y dirigentes venden como “la más innovadora”.

Al mudarme a Medellín, lo hice sin los prejuicios con los que llegué de visita la primera vez. Con la maleta repleta de metas me ubiqué en medio del Valle de Aburrá y me estrellé de frente con una ciudad diferente a la de los cuadernos.

En 2022, en el conversatorio Colombia contada desde la incertidumbre, el docente y curador Juan Camilo Escobar, con doctorado en Historia y Civilizaciones, propuso que al momento de interpretar la obra de Cano se tenga en cuenta la historia agraria de Colombia y el desplazamiento campesino en el cual el hombre de la pintura, contrario a la mayoría de las interpretaciones, “no señala el futuro o el progreso sino el pasado, la tierra de donde vienen y a la cual quieren, pero no pueden volver” (Escobar, 2022) y llama además a contemplar que los tres personajes de la pintura pudieran ser “vecinos del campo”, no necesariamente padre, madre e hijo como se ha venido interpretando. He experimentado al vivir en Medellín durante los últimos cuatro años y medio, justo eso, querer y no poder regresar a mis propios horizontes, aquellos en los que me crié en Bogotá. Por otro lado, frente a mí se han desvanecido algunos imaginarios que había construido sobre la identidad de Antioquia o sobre lo paisa y otros cada vez parecen ser más sólidos.

Encuadre

El encuadre o frame es un concepto tomado de la Teoría del Encuadre, con la que se pretende que la gente centre su atención hacía ciertos aspectos de la realidad para omitir otros, esta se ha aplicado a medios tradicionales. Sin saber la visión con la que Francisco Antonio Cano pintó el paisaje de Horizontes muchos han interpretado e introducido allí los relatos de lo paisa como desarrollo y progreso, pero es justo en ese encuadre en el que solo vemos a quienes aparentan ser una familia tradicional donde nacen esas interpretaciones asociadas a los relatos de progreso, que el profesor Escobar cuenta que surgieron precisamente de parte de las élites antiqueñas quienes para la época en la que se pintó el cuadro soportaban económicamente a artistas como Cano; así se saca del cuadro otros escenarios o relatos alejados de ese progreso y que se acercan más a la interpretación de Escobar.

El solo hecho de que sea considerada la pintura más representativa de lo antioqueño pareciera ser razón suficiente para que las interpretaciones sean consecuencia de las narrativas que hablan solamente de avance, modernismo, cambio, desarrollo social, político y económico ¿Entonces por qué interpretar la pintura como si hablara del desplazamiento campesino? ¿acaso lo paisa no es también todas esas problemáticas que desde la colonia se han presentado hasta el día de hoy?

Esos relatos, interpretaciones y la obra configuran una imagen sobre lo paisa que se ha expandido a otras ciudades a través de medios tradicionales durante años y ahora también por redes sociales. Ese encuadre es lo que parece venderse sobre lo paisa dejando a un lado las problemáticas que rodean las montañas señaladas por el hombre de sombrero y bigote, si es lo que en verdad está señalando; por otro lado, tal vez la mujer ve otro horizonte y a medida que escribo interpreto y cuestiono más la imagen, y me pregunto ¿qué tal si los protagonistas no son paisas? ¿y si lo que señala el hombre no son las montañas sino cultivos de algún fruto o tubérculo de otra región?

No tuvo que pasar mucho tiempo cuando al fin dejé de ser un visitante y fui consciente de que ya vivía aquí. Como bogotano experimenté durante los primeros meses una cantidad de situaciones comprometedoras trazadas por el regionalismo y la violencia. Empecé a ver que algunos imaginarios con los que llegué a la ciudad en realidad eran problemas sociales que de manera ensimismada el paisa parece no querer ver, ni querer confrontar. Algunos imaginarios que habían desaparecido con esos lentes de turista volvieron a aparecer cuando me los quité.

Lo paisa no es solo lo que veía desde afuera a través de la televisión, las redes sociales o cualquier otra pantalla; lo paisa también son esos habitantes de calle en el centro; también lo es Manrique o Prado, casas pequeñas en lomas color ladrillo que ni siquiera el grafiti ha logrado esconder; también es eso que no se ve en las zonas más céntricas de la ciudad, sino en zonas rurales en las que solo se puede llegar a pie o en caballo, o en las periferias donde hay barrios como el Pablo Escobar o El Faro, que ni siquiera aparecen en Google Maps; también son esos bares en los que se oyen a bajo volumen los tangos de Gardel, mientras a todo taco suena Karol G por Provenza o La 70; lo paisa también es el ojo de poeta la flor invasora que cubre los caminos de Santa Elena. Y paisa también es la gentrificación, así como todo eso que acá no nombro y lo que aún no conozco. Los medios digitales han abierto la posibilidad de conocer justamente esas otras caras de Medellín y de Antioquia, estos territorios de un país con pasado negro, indígena y mestizo que algunos han querido “blanquear” a punta de discursos políticos, de desarrollo, de modernismo, de tecnología y reguetón, género musical del que dicen ser capital pero que ni siquiera nació en Colombia.

Gabriel Kaplún (2019) cuestionó el concepto de desarrollo como modelo de civilización, que supone ser el horizonte señalado en la pintura según diferentes interpretaciones:

El cuestionamiento ahora es al propio concepto de desarrollo, en tanto supone un modelo civilizatorio que debe ser discutido por insustentable a nivel planetario y no deseable a nivel local: años de esfuerzo de “desarrollo” no han hecho mejor la vida de la gente, sino peor en muchos sentidos. Como sostiene Arturo Escobar (1998) la idea de que el capital, la ciencia y la tecnología solucionarán todos los problemas de la sociedad es un mito que debe ser cuestionado a fondo, entre otras cosas porque parte de la desvalorización radical de los saberes originarios de los países “subdesarrollados. (p. 78)

Estos cuestionamientos cada vez resultan más necesarios porque pareciera que en nombre del desarrollo se vale todo, no solo en Antioquia, sino en Colombia, lo que ha hecho que discriminemos la otredad. Kaplún también habla sobre la colonialidad del poder y la define como «esa que hace que los diferentes sean considerados inferiores -mujeres, indios, negros, pobres- relega también sus saberes a un lugar secundario en tanto “no científico”» (Kaplún, 2019) y considero que esa colonialidad tiene que ver mucho con los imaginarios que se construyeron alrededor de lo paisa trazado por el machismo y el regionalismo, y de paso, por el hambre de poder y desarrollo con la cual vemos al paisa desde afuera de Antioquia: como el hombre o la mujer que no se vara, pujante, que sale adelante, que sabe de negocios y que en muchas ocasiones saca ventaja.

Estoy seguro de que esto lo estoy escribiendo desde la misma posición desde la cual estoy criticando, incluso pecando en nombrar lo que es paisa sin mencionar todo lo que parece esconderse en territorios donde muchos antioqueños se consideran costeños saliendo hacía el Caribe, así se ubique a Necoclí, Turbo o Urabá dentro del croquis antioqueño. Algunos de estos imaginarios se replican en otras zonas del país, y también en Bogotá, mi ciudad de origen. Sobre ella podría hacer un escrito semejante o aún más extenso. Solo que esta vez en estos horizontes de Antioquía, soy el otro, el que según la interpretación del profesor Escobar podría estar allí sentado señalando las tierras que abandoné y a las que quisiera regresar a ver si algún día me dejan de preguntar qué hace un rolo estudiando en Medellín.

Referencias:

Agudelo, J. (8 de mayo de 2013) Francisco Antonio Cano visto desde el arte actual. El Mundo. http://www.elmundo.com/portal/cultura/cultural/francisco_antonio_cano_visto_desde_el_arte_actual.php#.Y496LahBy01

Comfama. (6 de agosto de 2022) Trazando “Horizontes” para reconocernos inciertos. https://www.comfama.com/cultura-y-ocio/obra-horizontes-desde-la-incertidumbre/

Kaplún, G. (2019). La comunicación alternativa entre lo digital y lo decolonial. Chasqui. Revista Latinoamericana de Comunicación, volumen 141, 75–94. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7320757

Mejía, J. (2 de enero de 2014) Horizontes, Francisco Antonio Cano. Revista Semana. https://www.semana.com/impresa/especial-arcadia-100/articulo/horizontes-francisco-antonio-cano/35014/

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