Mallerly Montoya
Pensamiento
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11 min readJul 31, 2022

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Que drama: los jóvenes y sus crisis

Introducción

Hola, a todas las personas que me están leyendo. Soy Llely, tengo 20 años y debido a esto hago parte de lo que se denomina como jóvenes, mi grupo de amigos y conocidos también se encuentran en esta denominación y por ello he sido testigo de cómo muchos de nosotros estamos cansados, presionados y deprimidos.

Los jóvenes estamos recibiendo desde niños comentarios sobre lo que debemos lograr en un futuro para convertirnos en personas exitosas. Estamos rodeados de familiares que nos cuentan lo duro que les tocó trabajar para conseguir la casa, lo poco que comían en el día a día, lo difícil que era estudiar en esas épocas sin tecnología, lo complicado que era transportarse de un lugar a otro y la violencia que los rodeaba; sin embargo ellos lograron construir una familia y salir adelante, por lo que deberíamos agradecer todas las posibilidades que tenemos y seguir el ejemplo de vida estándar.

Además, todos estamos pasando por una época de incertidumbre: el empleo, el dinero, los estudios, la sociedad, los problemas ambientales, la política, la muerte. Estamos rodeados de tanta incertidumbre que los jóvenes le tememos al futuro, al poder del futuro, a lo que va ser de nosotros, de nuestras vidas y de la familia.

Todos estos factores han generado en los adolescentes una preocupación constante sobre sus vidas por lo que es necesario crear una mirada holística de la salud mental en jóvenes, enfocándonos en la depresión y la ansiedad general acerca del futuro y sus consecuencias, porque lo que les pasa a ellos no es pereza, “bobada” o algo pasajero que se soluciona “metiéndole moral a lo que hacemos”.

Es muy común escuchar a los adultos expresar que a los jóvenes de ahora no les gusta trabajar, no les interesa estudiar, viven con pereza, solo quieren llamar la atención o que sus problemas son solo bobadas pasajeras. Pero esto no es así, hay que tener en cuenta que todo lo que nos rodea afecta nuestro crecimiento y forma de pensar. Así como nuestros padres o abuelos también tuvieron que luchar por acoplarse a cambios y salir adelante, lo que nos pasa a los jóvenes ahora no se debe pasar por alto y tampoco verse como una rebeldía pasajera.

Es bien sabido que en el cambio del milenio se incrementó drásticamente el desarrollo económico de tal forma que revolucionó la forma de vida del mundo, pero también hubo una evolución de muchos de los problemas globales. Gracias a esto a la generación millenial o Y (nacidos entre 1981 y 1995) y la generación Z (nacidos entre 1995 y 2010) son denominados entonces como la “generación deprimida”. Begoña Albat (2022) comenta que “lo cierto es que hay cada vez más uso de antidepresivos, más asistencia a terapia psicológica y más expresión auto informada de ansiedad y tristeza en estas generaciones

¿Cuáles son las causas de estos factores que nos rodean y nos hacen una generación deprimida?

La presión nos hunde

Desde que entré a sexto de secundaria conocí lo que es la presión académica por parte de nuestros familiares. Conozco la historia de varios compañeros, y me incluyo, donde nos exigían perfección académica disfrazada con meritocracia: “si te esfuerzas consigues lo que quieres”. Nos decían que para lograr algo debíamos estudiar duro, para luego pasar a una buena universidad, ser un excelente profesional y luego conseguir trabajo, ganar dinero e independizarnos. No solo la familia utilizaba esa dinámica, los colegios también lo hacían, y se esforzaban por recalcar la importancia de ser bueno académicamente para ganar premios, izadas de bandera y variedad de reconocimientos.

Sin embargo, no era necesario ser de los mejores del grupo para enterarse de algunas historias que rodeaban a los más “inteligentes”. Recuerdo claramente la historia de un compañero al que castigaban severamente si le iba un poco mal en cualquier actividad o examen, él sufrió de tanta presión que dejó de hacer ciertas cosas extraescolares por no bajar el nivel en el colegio. Incluso llegué a presenciar como una compañera, vecina mía, se quería cortar los brazos en medio de una clase porque perdió un examen.

También recuerdo las palabras de mis abuelos, de mis padres y de tíos, que nos decían que era muy difícil estudiar en esos tiempos por lo que hay que agradecer y aprovechar infinitamente la posibilidad que tenemos de educarnos para así conseguir un buen trabajo. Sin embargo, decir estas frases típicas de comparación de generaciones lograron varios efectos: sentimiento de culpa al no ser suficientemente aplicados o buenos en cierta actividad; espíritu de insana competitividad entre pares donde creemos que si no obtenemos cierto logro a cierta edad es porque vamos perdiendo contra el resto; y baja tolerancia al fracaso.

Sobre estos efectos, Rosa Chávez (2022) afirma:

Los jóvenes de hoy son el opuesto de los de la generación de la postguerra, los baby-boomers, en lo que se refiere a fortaleza. Carecen de tolerancia a la frustración, viven la inmediatez, quieren todo al momento, son hijos de la cultura de la permisividad, el hedonismo y el consumismo. Las empresas se quejan de la rotación de personal ya que los obreros y empleados por cualquier llamada de atención renuncian. Le temen al compromiso, en todos sus aspectos… Son muy vulnerables comparados con la generación de sus abuelos

Pero nuestros padres, abuelos y tíos crecieron en contextos muy diferentes a los nuestros. A cada generación le afectaron eventualidades muy diversas, ellos vivieron épocas de violencia muy difíciles en Colombia que cambiaron varias de las dinámicas sociales, también se les crio con una moralidad y unos valores machistas. Sin embargo, en la actualidad tenemos un movimiento que nos ha abierto los ojos. Amaia Pérez (2014) afirma que “Desde el feminismo somos conscientes de que el sistema socioeconómico que habitamos viene definido no solo por ser capitalista, sino también por ser heteropatriarcal y por estar racialmente estructurado y por ser (neo)colonialista y por ser antropocéntrico”.

Nuestros familiares entonces crecieron en un sistema que les imponía crecer para trabajar, ganar dinero, aportar a la sociedad, no hay espacio para la debilidad, para reflexionar en el daño que hacemos al ambiente y a nosotros mismos. Son aspectos que han cambiado con el tiempo y cuyos pensamientos en la actualidad hacen más daño que bien. Por ello es que repensamos, reflexionamos y criticamos tanto el hecho de tener que seguir esta cadena.

¿En qué mundo nos tocará vivir?

El hecho de realizar comparaciones entre generaciones BB (baby boomers), X, Y y Z, con el fin de que los jóvenes tengamos inspiración y ganas de hacer las cosas no implica solamente comparar para alentar, sino que hay que tener muy en cuenta los cambios que se han dado en el mundo alrededor de los últimos años para poder determinar una mejor manera de educar alrededor de estos acontecimientos.

El surgimiento y toma de poder de las redes sociales en la vida cotidiana, el crecimiento del feminismo y la emergencia de las luchas sociales, los graves problemas ambientales, el movimiento LGBTQ+, los cambios de gobierno y sus decisiones, la crisis económica y laboral, la violencia que sobrevive a través de los años, las guerras, la migración, y una de las más recientes: la pandemia por el COVID, que cambió drásticamente las dinámicas mundiales. Es importante considerar todo el anterior contexto ya que de este dependen las dinámicas de educación tanto en la familia como en las instituciones de educación, porque siempre nos han dicho que la educación es necesaria para defendernos afuera en el mundo real. Pero para sobrevivir no solo necesitamos matemáticas, ciencias, historia y lengua, también es indispensable que se empiecen aplicar la educación emocional, financiera, de emprendimiento, de solución de conflictos, de sexualidad, etc.

Al llegar a la juventud, nosotros empezamos a ser más conscientes de los problemas que nos rodean, algunos quizá tienen más conocimientos sobre estos, otros tal vez en menor medida. Pero eso no demerita el hecho de que nos preocupamos más por el futuro gracias a problemas que las generaciones pasadas nos dejaron como herencia. Además, la reflexividad sobre estos aspectos nos genera tristeza, decepción, miedo, ira, rebeldía y resignación ante la vida.

No puedo contar con las manos la cantidad de amigos y conocidos que he escuchado preocupados por su rendimiento académico y lo agotados que se sienten, esto conlleva a preocuparse por su incierto futuro laboral ya que en el país hay alto desempleo en las carreras que estudian, la preocupación por el trabajo también implica pensar en la economía: en los ingresos que tendrán para mantenerse, en ser independiente, endeudarse para seguir estudiando, para comprar un carro, una casa o para viajar y mudarse.

Toda esta cadena de preocupaciones derivadas del contexto se vuelven un círculo vicioso del que la mayoría de padres, familiares o profesionales opinan que es simplemente inmadurez, drama, pereza o debilidad. Pero es necesario repensar varias cosas como sociedad para mejorar la salud mental y de esta manera frenar ese circulo.

La escritora La Rubia Inmoral publicó en su Instagram una lista de cosas para repensar en una sociedad donde necesitamos ayuda sobre la salud mental. Algunos de sus puntos clave son los siguientes:

  • Repensar “repensar la idea de que si no vas de primero o no eres el que tiene más, no vas ganando en esta vida”.
  • Repensar el “creer que tenemos que aprender a vivir y a gestionar todo solos”.
  • Repensar “la idea de éxito que es básicamente solo la capacidad de producir, de tener y no de poder disfrutar”.
  • Repensar “la academia y sus instituciones”.
  • Repensar “la idea de normalidad, de productividad y de funcionalidad”.

A esta lista me gustaría agregar también el repensar lo que hacemos para agradarle a terceros y lo que hacemos para agradarnos a nosotros mismos.

¿Actualmente qué está en tendencia?

Está claro que la generación Z es la última que recuerda lo que es vivir sin redes sociales y virtualidad, somos quienes presenciaron el posicionamiento y globalización de estas transformaciones. Reconocemos entonces la infinidad de posibilidades que tenemos gracias al internet, lo positivo de ello y también lo negativo, aunque de esto último muchas veces nos hacemos de la vista gorda.

La virtualidad nos ha brindado la posibilidad de tener toda la información que queramos en la palma de las manos, con nuestros celulares podemos hacer una consulta en cuestión de segundos, hacer trámites de cualquier tipo, saber lo que pasa en todo el mundo y contactarnos con gente en lugares distantes. Sin embargo, todo esto también tiene su lado negativo. Gran cantidad de información que hay en internet es falsa o de poco fiar, las personas con malas intenciones pueden hacer daño gracias a las redes sociales, y al aceptar términos y condiciones de las diversas aplicaciones y páginas a las que ingresamos entregamos información personal que alimenta el algoritmo y nos quita privacidad.

De esta manera los jóvenes somos vulnerables principalmente en un sentido clave. Las redes sociales nos permiten conocer a muchas personas globalmente y del mismo modo podemos tener una visualización de sus vidas gracias a las publicaciones que realizan a diario. Es común entonces, escuchar comentarios de nosotros comparando nuestras vidas con la cantidad de personas que encontramos en la red. Así ponemos en juicio la ropa que usamos, como nos alimentamos, nuestro cuerpo y el dinero que ganamos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las redes sociales también son un negocio, nuestra imagen es el producto y por ende hay muchas herramientas que se utilizan para poder mostrar la perfección en lugar de la realidad con el objetivo de obtener el visto bueno de los demás.

Como dice Amador Fernández (2022) “las redes sociales son máquinas de fabricar pasión colectiva, o de unanimidad. Es lo que llamamos ‘viralidad’: la imitación, la copia, la réplica…Las redes ejercen presión uniformizadora sobre todos y cada uno de sus perfiles a través del chantaje del ‘reconocimiento’. Si no gustas, quedas relegado y borrado”. De este modo los jóvenes llegamos a compararnos negativamente con otros que tienen o son como quisiéramos ser y esto solo conlleva a la frustración, depresión y ansiedad.

He podido observar y experimentar cómo los mismos jóvenes normalizamos el sentirnos mal, ansiosos, depresivos, con crisis económicas, y con baja autoestima. Las redes sociales nos dan muchas evidencias sobre esto, se vuelven virales memes, gifts o imágenes de lo mal que estamos emocionalmente y nosotros simplemente afirmamos: “sisoy”, para seguir consumiendo contenido que casi siempre es para distraernos de la vida real o para hundirnos más en la decepción por los problemas globales transmitidos por las redes.

Un mensaje para nuestros padres y familiares: el hecho de que nosotros mismos hagamos chistes y bromas sobre nuestras emociones y sentimientos no significa que sean bobadas o drama. Es una clara “red flag”, señal de que necesitamos apoyo de ustedes para pedir ayuda profesional.

Es complicado sintetizar

Sinceramente no creo que esta generación tenga completamente un “arreglo”, se dice por ahí que uno no vive bueno cuando sabe muchas cosas. Pues eso es lo que nos está pasando a los jóvenes, estamos diariamente recibiendo tanta información del mundo gracias al internet que el intento de asimilarlo todo es abrumador. Datos y estadísticas sobre la infinidad de problemas existentes que estamos aterrados.

Me atrevo a decir que nosotros tenemos miedo, y ¿cómo no tenerlo? El mundo es un caos y el tiempo se nos va. Es hora de aceptar que el proyecto de vida naturalizado y transmitido hace 50 o 30 años ha sufrido una deconstrucción, ahora no queremos, ni sentimos, ni pensamos lo mismo que las generaciones pasadas, porque no estamos viviendo en el mismo mundo que ellos.

Es necesario entonces que los adultos a cargo de niños, pubertos, adolescentes y jóvenes tomen un papel más empático a la hora de transmitir las metas a futuro de sus hijos o familiares. También hay que ser realistas y firmes con el tema de la salud mental, porque no es un juego y tampoco es algo que se deba ver de lejos como algo extraño, la orientación psicológica ahora es tan importante como ir al médico general cuando sentimos algún tipo de dolor.

De igual forma es comprensible entonces que estemos constantemente en búsqueda de una salida de la realidad, de un escape, de algo que nos distraiga de tener que pensar en el futuro y en las responsabilidades que tenemos para sacar adelante la humanidad, más que todo, al sistema.

Como dice Gabriel Careaga (1990) “Los jóvenes son los que muestran más trastornos de personalidad y se sienten hastiados, sumergidos en un constante aburrimiento, yendo de un lugar a otro, sin la menor reflexión, embotándose con la música disco, con el ruido de la televisión o de sus motocicletas, tratando de buscar algo que no saben qué es”

Culminaré entonces con la siguiente frase: la personalidad de los humanos es un espejo de la capacidad que tenemos para absorber lo que tenemos en nuestro contexto.

Referencias

Albat, B. (9 de febrero de 2022). Milenial y generación Z: ¿por qué son la generación deprimida? The Conversation. https://theconversation.com/milenial-y-generacion-z-por-que-son-la-generacion-deprimida-178431

Perez Orozco, A. (2014). Subversión feminista de la economía. Traficantes de sueños.

Chávez Cárdenas, R. (2022). MILLENNIALS Y LOS Z LA GENERACIÓN DEPRIMIDA. Viceversa Magazine. https://www.viceversa-mag.com/millennials-y-los-z-la-generacion-deprimida/

Fernandez, A. (19 de febrero de 2022).Nota sobre la supresión general de las redes sociales. Contexto y Acción. https://ctxt.es/es/20220201/Firmas/38750/filosofia-Amador-Fernandez-Savater-redes-sociales-Simone-Weil-partidos.htm

Careaga, G. (1990). Crisis de la Modernidad: un asalto a la razón[Archivo PDF]. file:///C:/Users/USUARIO/Downloads/Dialnet-CrisisDeLaModernidad-5185188.pdf

Larubiainmoral [@larubiainmoral].(15 de agosto de 2022). Algunas cosas para repensar [Fotografía]. Instagram. https://www.instagram.com/p/ChSQvNiLDyM/?utm_source=ig_web_copy_link

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