Los vegetarianos no deberían usar iPhone ni ropa.

Ácrata y Banquero
Pequeños Detalles de lo Cotidiano
2 min readMar 28, 2016

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Hoy lunes abrí mi cuenta de Facebook como todos los oficinistas perezosos después de un fin de semana escapista. Me encontré con banderitas de indignación a favor de Bélgica y Francia. Pero no vi sólo una de las que están involucradas en historias igual o más desgarradoras, a saber Palestina, Afganistán, Irak, Siria, India…

¿Porqué la indignación es selectiva?

¿Además, porqué este tipo de indignación no sólo es selectiva sino además contradictoria?

Con “este tipo” quiero decir aquella que se deriva de una directriz externa, entiéndase la indignación de moda, pasajera, efímera, ligera; play. Porque es play indignarse siguiendo un discurso que no se comprende si no que llega de arriba, como caído del cielo televisivo. Discurso que si se creyera -o entendiera- fielmente en otro contexto también debería generar indignación otras tipo de acciones, pero no existe indignación alguna cuando lo indignante no es mediático. ¿Qué quiero decir con eso? Un ejemplo rápido. Muchos de los vegetarianos que conozco dejaron de comer productos de origen animal por considerar que la cadena de producción era horrendamente cruel; se indignaron por el maltrato al que someten a los animales hasta el punto de evitar la ingesta de carnes. Sin embargo, llevan en sus bolsillos un iPhone o Samsung o de la marca que sea a sabiendas de que la mano de obra involucrada en la producción de los telefonos -smartphones- es por decir lo menos, mano de obra esclava. Así mismo la mano de obra involucrada en la consecusión de los minerales utilizados para su elaboración. El fenómeno iPhone pasa también en la ropa y en los autos, pasando por las computadoras y las joyas. Básicamente el mundo sobre el que nos basamos es tan cruel como el de la vaca que va al matadero asustada. Sólo que curiosamente los abanderados de la ignominia se hacen los rudos en un caso y horrendamente blandos en otros. Eso es extraño.

Pero más extraño me resulta que un colombiano cuando se entera de que un belga inocente que estaba en el lugar equivocado, fue asesinado por que un obtuso decidió acabar con su vida por interés profundamente egoísta, se indigne y ofenda. Pero cuando le hablan de los falsos positivos levante los hombros, se haga el desentendido y diga: algo habrán hecho.

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