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Toc-toc, ¿quién es?

Ácrata y Banquero
Pequeños Detalles de lo Cotidiano
4 min readJul 8, 2013

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La vida no es tan difícil siendo un obsesivo compulsivo. Se trata de aprender a manejar situaciones particulares, de entender la naturaleza de los momentos específicos del día. De no ceder ante la ansiedad.

Yo por ejemplo, soy muy rubio y tengo ojos claros. Cuando me miro al espejo en la mañana lo primero que pienso es que si no toco madera los ojos, la piel y el cabello se me van a oscurecer. Y no es que tenga nada en contra de los morochos ni más faltaba. Sólo que me asusta la idea de verme al espejo y ver a otra persona en mi lugar, como si dejara de ser yo. Sería como ver el mismísimo demonio en lugar de mi reflejo diciendo “Che, córrete que no hay espacio para los dos”. Toco madera dos veces, toc-toc y por lo menos me visualizo con mi blancura, pero no es que esté tranquilo del todo, porque en ese momento mientras me pierdo en el celeste de mis pupilas empiezo a ver como se pigmentan mis manos, como si fueran pequeños puntos, semejantes a manchas sobre fruta madura. Van creciendo, se unen y avanzan sobre mis antebrazos, cuando han subido del todo mis pupilas son ónix negro, mis labios se hacen pronunciados y reconozco ese rostro. Soy el mismísimo Barack Obama. Nunca alcanzo a ver si tengo todas sus “bondades” porque me asusto tanto que en seguida, toc-toc.

Estoy en la ducha. Muy blanco afortunadamente. Recuerdo usar el shampoo, pienso en lo que hay en la cabeza, pienso en esas costras que se le hacen a la gente cuando tiene caspa, me acuerdo de Quintanilla en el colegio. Me da pavor pensar que seré Quintanilla cuando salga de casa. Shampoo hasta que se agota, toc-toc. Se hace tarde y debo salir. Llevo todo, los documentos, la billetera, el teléfono, ¿llaves? busco con desespero en todos mis bolsillos. ¡¿Olvidé las llaves?! Por suerte no, están en el bolsillito de siempre. Que alivio. ¡¿Alivio?! ¡¿Estoy seguro de que son las de la casa?! Sí, el relieve de pony que tengo por llavero indica que sí. ¡¿Mmm y si simplemente es una coincidencia?! Verifico. ¿Cerré el gas?¡¿Explotará casa ante mi negligencia?. Todo está en orden, toc-toc. De tanto ajetreo termino transpirando, me doy cuenta de que es un sudor frío. ¿Será posible que esté empezando a sufrir de Leucemia linfoide crónica o una versión criolla de la enfermedad de Hodgkin, quizá pleuresía, pielonefritis, tuberculosis, hipotiroidismo o sida? Tranquilo, tranquilo, todo por lo general está bien. Toc-toc.

Camino hacia la oficina, doy 534 pasos. La verdad es que alargo unos y achico otros para que la cifra se mantenga exacta. ¡Como odio la incertidumbre! Me preocupa que si son más o menos — si son más quiere decir que caminé más; si son menos quiere decir que me esforcé más — , me sobre ejercite y al día siguiente esté inhabilitado para ir caminando, sea preciso tomar el metro, con su calor vaporoso en que seguramente nadan miles de bacterias que terminarán jugando en mi boca, mi nariz, mis ojos y contraiga una versión mutante de ébola a la cual, por coincidencia soy particularmente sensible. Amo que la cifra se mantenga. Quizá viva un día más.

Perez me desespera. Siempre sin tomar decisiones, siempre a la deriva. Me enferma no tener ninguna certeza. Sea lo que sea necesito que tome una endemoniada decisión. Paso el día entero mirando al techo contemplando todo tipo de escenario, los tendría todos resueltos para cuando supiera que hacer. Pero no sé que hacer. Odio esperar la infantil indecisión de Perez. Cualquier cosa sería mejor que esperar esta eternidad a ver qué hacemos. Odio a Perez. Odio este trabajo. El estrés generado en la oficina me enloquece, creo que eso me acortará la vida. Tanto yogurt prebiótico y tanto pan integral para morirme de sucio y miserable estrés, como si fuera un roedor, muriéndose porque su corazón late demasiado rápido para sus angustias. Miro por la ventana y me veo de niño recorriendo una pradera. Llega la hora de la salida.

534 pasos de vuelta. Ni uno más ni uno menos. Preparo una taza de café, limpio un poco la cocina que está sucia con el polvo que deja el viento a semejanza de bombas infectadas con el sucio mundo externo, toc-toc. Me dejo caer en el sillón antes de comer algo. Voy al baño a lavarme las manos, toc-toc. Me miro las yemas de los dedos, veo punticos. Suben. Toc-toc. Me miro al espejo. ¿Quíen soy? El negro Obama.

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