Una experiencia de Machu Picchu

Perú para viajeros, parte 1 de quiensabecuántas

Pablo Flores
Perú para viajeros

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Hace pocos días que volví de Perú junto con mi esposa. El tema de este texto es nuestra visita a Machu Picchu. A su tiempo escribiré sobre otros lugares y experiencias del viaje. Ésta no es una guía para turistas sino apenas un relato con experiencias personales que espero puedan servir a quien quiera emprender el mismo viaje. Hay muchos relatos de este tipo pululando por internet pero muchos no son suficientemente claros.

Llegamos a la ciudad de Cusco desde Arequipa el día 13 de abril de 2017, y fuimos a Machu Picchu el día lunes 17. Vamos a ampliar un poco esto porque cada punto es importante.

Vinimos desde Arequipa, habiendo pasado antes por Lima, porque más allá de la conveniencia del transporte aéreo, entendimos que era necesario aclimatarse. Arequipa, segunda ciudad del país, está a una altura promedio de 2335 msnm. Es además muy hermosa y amerita varios días de estadía para conocerla. La ciudadela de Machu Picchu está a 2438 msnm, es decir, no mucho más alto, pero el turista común no puede llegar a Machu Picchu sino pasando antes por Cusco, que está a 3400 msnm, es decir, unos mil metros más arriba.

El mal de altura se manifiesta, o no, de manera diferente en distintas personas. No conozco a nadie que se haya apunado a 2400 metros de altura, pero en Cusco esto es definitivamente posible. Más allá de eso, uno no va a Machu Picchu a observar tranquilamente, sino que se ve obligado a subir y bajar extenuantes tramos de escaleras y pendientes, por lo cual unos días en altura son muy útiles para que el cuerpo se acostumbre a contar con menor cantidad de oxígeno.

En Cusco pasamos tres días antes de emprender el camino a Machu Picchu, que pasa casi indefectiblemente por uno o más puntos intermedios. Nosotros elegimos pasar el día anterior visitando Ollantaytambo, un pueblo que cuenta con unas impresionantes ruinas incaicas. Se llega a Ollantaytambo (a 2792 msnm) en poco más de hora y media, desde Cusco, en unas vans que cobran monedas (diez soles nos costó a nosotros), o en un taxi que cobra algo más. Desde Ollantaytambo se puede tomar el tren que va hasta Aguas Calientes, el pueblo más cercano a Machu Picchu, y que tarda también poco más de una hora y media. Nosotros hicimos eso, dormimos en Aguas Calientes y poco antes de las seis de la mañana tomamos allí el ómnibus que va hasta Machu Picchu.

En Cusco hay agencias que venden, para el turista apurado, un “Machu Picchu en el día” por (si mal no recuerdo) unos 90 dólares. Esto no es barato, implica casi cuatro horas metido en un vehículo privado subiendo y bajando curvas y luego otras cuatro horas para volver, y no exime del ómnibus de Aguas Calientes hasta la ciudadela. Más allá de eso, también implica ir de Cusco a Machu Picchu sin apreciar lo que hay en el medio, como Ollantaytambo y el resto de las localidades del Valle Sagrado.

Para recapitular, entonces, el itinerario sería:

  1. Van o taxi desde Cusco hasta Ollantaytambo;
  2. Visita a Ollantaytambo;
  3. Tren desde Ollantaytambo hasta Aguas Calientes;
  4. Noche en Aguas Calientes;
  5. Bus desde Aguas Calientes hasta la entrada de Machu Picchu.

Los horarios de todas estas etapas de viaje pueden variar bastante. Nosotros tomamos la van en Cusco antes de las 9 de la mañana, demasiado temprano, y aunque recorrimos las ruinas y el pueblo con mucha parsimonia, nos encontramos con casi una tarde entera desocupada. Por un error de previsión no habíamos conseguido pasaje de tren más temprano y tuvimos que aguantarnos hasta las 19:30. Esto también hizo que pasáramos frío, ya que en abril se pone el sol antes de las 18:00 en esas latitudes.

El tren se toma en una estación que está a poco menos de un kilómetro de la plaza principal de Ollantaytambo. Hay dos empresas de ferrocarril, PeruRail e IncaRail. Los precios que cobran son similares e igualmente abusivos (entre 65 y 120 dólares por cada tramo en un tren cómodo pero no lujoso, dependiendo del horario y otros factores). No hay otra manera sencilla de llegar a Aguas Calientes. Es importante comprar los pasajes con anticipación (por lo menos un mes, dicen) para poder elegir. Los pasajes se compran por internet, se pagan con tarjeta de crédito, y se pueden retirar luego en las oficinas de las empresas, que están en lugares bien accesibles de Cusco (en el caso de IncaRail, en la calle Portal de Panes, que forma la galería de la vereda opuesta a la Plaza de Armas por el lado noroeste). Los pasajes están en dólares. El sitio web de IncaRail dio un error en cada intento de compra y tuve que pedir que me enviaran los comprobantes por e-mail.

El recorrido a pie desde la plaza principal de Ollantaytambo hasta la estación

En Aguas Calientes no hacía frío como en Ollantaytambo; quizá fue suerte, pero es probable que tenga que ver con que está más abajo, junto a un río y encajonada por sierras verdes y húmedas. El pueblo representa lo peor que puede ocurrirle a un lugar pequeño que existe por y para el turismo. Afortunadamente nuestro hostal estaba cerca de la estación de trenes. Costaba 22 dólares la noche y era absolutamente básico pero se podía dormir, bañarse uno con agua bien caliente y desayunar (pan, manteca, mermelada y café instantáneo) a partir de las 4:40 de la mañana siguiente.

Desde una calle en Aguas Calientes salen constantemente pequeños buses que llevan visitantes a Machu Picchu. El primero sale a las 5:30 de la mañana. Uno puede ir cuando quiera, pero mucha gente agrega a su visita un acceso a la montaña Huayna Picchu (o Waynapicchu; es la famosa montaña que aparece detrás de la ciudadela en las fotos) o a la montaña Machu Picchu (la otra montaña, que es a lo que realmente corresponde el nombre), y ahí sí hay que fijar horarios. La montaña Machu Picchu es más alta y difícil que el Huayna Picchu y por tanto la gente suele elegir este último; desde los miradores de su cima se pueden tomar las mejores y más icónicas fotos de la ciudadela. Para ingresar a la senda que sube al Huayna Picchu hay que adquirir el ingreso junto al boleto, y éste tiene una cuota de doscientas personas por turno. Hay un turno de 7 a 10 de la mañana y otro de 10 a 13; en cada caso uno puede entrar desde la hora de inicio hasta una hora después. Este ingreso debe comprarse con mucha anticipación porque la cuota se llena rápidamente.

El boleto de ingreso a Machu Picchu se compra a través de internet; para la temporada 2017 el ingreso con subida al Huayna Picchu costaba 200 nuevos soles más impuesto, que al cambio eran poco más de 60 dólares (sin el Huayna Picchu cuesta “sólo” 152 soles). El boleto es fechado y personalizado. El cargo en la tarjeta de crédito es en nuevos soles, lo cual puede alarmar a la empresa de la tarjeta. Al comprar los boletos el sistema web rechazó la compra la primera vez y tuve que llamar a mi proveedor (VISA) para constatar lo ocurrido y pedirle que se autorizara un crédito en moneda peruana; hecho esto repetí la operación y no tuve mayores problemas. (Hay que tener en cuenta también que el sitio web donde se compran los boletos utiliza Flash, que es inseguro y obsoleto y que muchos navegadores están dejando de soportar.)

En la apenas fresca madrugada de Aguas Calientes, munidos de nuestros boletos de ingreso a Machu Picchu y de acceso a la senda del Huayna Picchu para el turno de las 7, fuimos entonces a la parada de los buses, para encontrarnos con el espectáculo de unos trescientos metros de turistas en fila. Luego de unas rápidas averiguaciones resultó que había que comprar el pasaje en una cabinita a pocos pasos y luego hacer la fila para embarcar. El pasaje cuesta 24 dólares y sólo se puede comprar en ese lugar, en el momento, y pagando en efectivo, sea en dólares o en nuevos soles peruanos al cambio del día. Hay que presentar el pasaporte y no se puede reservar antes.

Cabina de compra de pasajes del bus Aguas Calientes — Machu Picchu

Recapitulando entonces nuevamente, hay que comprar:

  1. El pasaje del tren de ida y vuelta a Aguas Calientes, con un mes o más de anticipación en lo posible, que cuesta más de 60 dólares por persona en horarios razonables;
  2. El ingreso a Machu Picchu, con cierta anticipación, y con bastante mayor anticipación si se desea subir al Huayna Picchu, con un costo de 200 soles por persona (otros 60 y pico de dólares);
  3. La noche de estadía en Aguas Calientes, con una anticipación prudencial, pero no tanta porque hay decenas de hoteles, hotelitos y hoteluchos disponibles;
  4. El pasaje de bus de ida y vuelta entre Aguas Calientes y el complejo Machu Picchu, por 24 dólares pagaderos en efectivo (en dólares o soles).

La fila del bus se desagota enseguida ya que los buses no paran de llegar. Una o dos personas van escaneando los códigos QR de los pasajes; es posible que pidan ver los boletos de entrada a Machu Picchu para evitar sorpresas. El recorrido toma unos veinte minutos. Una vez ahí hay que esperar que se abran las puertas, donde otra vez habrá que presentar boleto y pasaporte. Después uno va donde quiera o deba ir.

En nuestro caso, como teníamos que ascender al Huayna Picchu, tomamos por el camino que lleva a su control de ingreso. La senda de ascenso al Huayna Picchu es considerada una de las más peligrosas del mundo; su seguridad es escasa y su señalización bastante deficiente (adivinen si sabíamos de esto antes). Hay que registrarse de puño y letra al entrar y al salir.

Espera frente a la entrada del sendero del Huayna Picchu (en el fondo)

Esperamos (eran las 6:30) hasta las 7 de la mañana. El sol sale poco antes de las 6:00 en abril; no hacía más que un leve fresco. Tras el control, comenzamos a subir. Las escaleras del Huayna Picchu están hechas de piedras redondeadas, resbalosas, de diferentes formas y con alturas variables, y eso cuando hay escalones propiamente dichos. En algunos de los tramos hay tirantes metálicos de seguridad, afincados en la pared de la montaña; en algunos de los más peligrosos no hay nada. Casi no hay barandas de contención. Tampoco hay casi ningún lugar de descanso. El día estaba nublado pero con nubes altas y lejanas, sin niebla; en internet se pueden leer muchas historias de horror de personas que debieron subir con llovizna o literalmente dentro de una nube y que luego de una resbalosa travesía se encontraron con que no podían ver absolutamente nada desde el mirador. Tuvimos suerte, aunque los días previos la presagiaban. Durante la bajada el sol salió del todo y el calor se hizo opresivo.

En internet uno se encuentra con consejos terminantes como, por ejemplo, no subir al Huayna Picchu en el primer turno porque temprano “siempre” hay niebla y no puede verse nada, y llevar mucho abrigo debido a lo “impredecible” del clima de la montaña. La verdad es que nada es totalmente impredecible y que Machu Picchu se encuentra en un valle relativamente bajo, no en alta montaña. El horario, una vez reservado, no puede cambiarse, pero el abrigo puede evaluarse sobre la marcha. Hay hoteles en Aguas Calientes que ofrecen un servicio de lockers, y también hay lockers disponibles en el complejo mismo, junto a la entrada, de manera que el turista puede llegar con su equipaje, ir/entrar a Machu Picchu con una mochila pequeña y un mínimo de abrigo de reserva, y luego pasar a recoger el resto antes de irse; no fue ése nuestro caso (ni siquiera sabíamos de los lockers), y llevamos una mochila pesada y abrigo de más que luego arrastramos inútilmente toda la excursión.

Si hubiésemos elegido el segundo turno, habríamos que tenido que subir al Huayna Picchu después de recorrer la ciudadela, y con el sol ya alto y pegando fuerte. Dado lo difícil que fue subir frescos y descansados, no quiero ni imaginar cómo habría sido de esta otra manera.

Bajar del Huayna Picchu puede ser tan agotador como subir. La diferencia está en dónde pega el cansancio: en la subida uno se queda sin aliento y el corazón se acelera; en la bajada, las piernas (pantorrillas y rodillas especialmente) reciben un castigo impiadoso. Aquéllos que tengan miedo a las alturas la pasarán mal. Yo tengo una especie de vértigo que se manifiesta no tanto por la altura en sí, sino sobre todo por temor a la falta de apoyo; casi no lo sufrí durante la subida, pero sí en la bajada. He leído de personas que han tenido que bajar la montaña sentándose en los escalones, y otras que la han bajado de espaldas y a cuatro patas.

El tiempo estipulado para bajar y subir del Huayna Picchu es de dos horas; nosotros, descansando con frecuencia y remoloneando en la cima, tardamos unos diez minutos más, por lo cual no debe temerse quedarse sin tiempo. Hecho esto, y considerando que uno debe haberse tomado un café en el desayuno y debería haber tomado además medio litro de agua en el camino, es probable que ya esté queriendo usar el baño. Aquí surge el problema de que en la ciudadela no hay baños de ninguna clase; hay que salir del complejo, ir a los servicios higiénicos (SS.HH., como los señalizan en Perú) que están justo afuera, y volver a entrar, cosa que se puede hacer hasta tres veces. Desde la base del Huayna Picchu hasta la salida habrá unos diez o quince minutos de caminata, buena parte en subida o bajada.

Junto a la entrada/salida, además de los baños, hay un barcito y una máquina expendedora de bebidas. Los precios son, naturalmente, exorbitantes (una botella de agua que en Cusco cuesta dos soles aquí cuesta ocho). Machu Picchu es una belleza pero todo su entorno está diseñado para exprimir dinero del turista.

Después de volver a entrar, nos pusimos a recorrer la ciudadela. El nombre habitual es engañoso, ya que una ciudadela es una plaza fortificada, y las investigaciones indican que Machu Picchu no fue un puesto militar sino una residencia de verano del inca Pachacútec y posiblemente un centro ceremonial. Se trata de un lugar muy grande construido en diferentes niveles, por lo cual el castigo a las piernas y los pulmones del visitante no ha terminado, aunque por supuesto es mucho menor que el de subir al Huayna Picchu. En todo momento hay mucha gente en el complejo, pero su inmensidad hace que no se molesten demasiado entre sí; hay muchos lugares donde una persona o dos o tres pueden incluso sentarse o acostarse sobre el pasto a descansar. No hay vendedores de ninguna clase; los guías ofrecen sus servicios en la entrada, y dentro del complejo, además de los turistas, sólo hay guardias estratégicamente localizados que recorren el lugar para asegurarse de que nadie vaya por donde no debe o haga cosas prohibidas.

Gente descansando y disfrutando el panorama

Al respecto de esto último quiero decir que es una falsedad total que en Machu Picchu no se pueda entrar con bebidas. Tal cosa sería un atentado a la salud. Sí está prohibido explícitamente (aunque en letra muy pequeña en el boleto de ingreso) consumir alimentos. Se recomienda, pero no es obligatorio, llevar el agua en cantimploras. Nosotros llevamos un par de botellitas de plástico comunes, que por supuesto trajimos de vuelta vacías.

Fragmento del boleto de ingreso a Machu Picchu

Terminada la visita, uno puede salir por donde entró, visitar los servicios, y sentarse allí cerca a esperar el bus de vuelta. Las filas son más pequeñas, porque la gente no se agolpa en un mismo horario. Veinte minutos después se llega a Aguas Calientes, donde dependiendo del pasaje del tren es posible que haya que esperar un poco o bastante. En nuestro caso, la visita a Machu Picchu fue totalmente satisfactoria; a mí me pareció que habíamos estado poco tiempo, pero la realidad fue que entramos antes de las siete de la mañana y salimos casi a las dos de la tarde. Aprovechamos para almorzar; en la avenida principal de Aguas Calientes hay un sinfín de cafés, bares y restaurantes de diferentes categorías, con personas que salen al paso de uno para venderles un menú. La rapidez con la que se abalanzan sobre el turista para captarlo antes de que siga su camino hacia un competidor no se refleja en el servicio una vez que uno se ha sentado a la mesa.

Después de almorzar o merendar, si acaso, uno puede ir tranquilamente a pie hasta la estación de trenes. Hay una sala de espera grande que se llena fácilmente; en una esquina de la misma, alta sobre la pared, hay una pantalla que con minúscula tipografía muestra los próximos trenes. Hay anuncios por altoparlante pero éstos no se corresponden necesariamente con lo que muestra la pantalla. En nuestro caso particular estuvimos a punto de perder el tren porque la plataforma se veía ocupada por dos trenes diferentes, ambos de PeruRail, y no hubo anuncio de ninguna clase sobre el tren de IncaRail que esperábamos hasta que el altoparlante, débilmente sobre el griterío ambiente, anunció “última llamada”. Resultó que el tren, que creíamos atrasado o a la espera de que se desocupara la plataforma, estaba de hecho en la plataforma, unos veinte metros más atrás, más allá de la vista de los que estábamos en la sala de espera; nadie de IncaRail se molestó en venir a ver por qué faltaban abordar pasajeros.

El tren en sí era bastante confortable. Se trataba de uno de precio intermedio; estaba limpio y los asientos eran bastante amplios, dispuestos en grupos de cuatro, dos mirando hacia adelante y dos hacia atrás, a cada lado del pasillo, con una tabla que se hacía angosta mesa entre las parejas. Sobre la mesa nos sirvieron, al poco rato de arrancar, unas galletitas y una bebida caliente o fría a elección. En el viaje de ida tomé el único café bien hecho de toda mi estadía en Perú (café instantáneo, pero fuerte, bien caliente, con una cantidad correcta de leche evaporada).

Los trenes hacen sólo el tramo Ollantaytambo-Aguas Calientes y la vuelta; entre Cusco y Ollantaytambo las mismas empresas operan con buses (a esto le llaman boleto bimodal; tren y bus se compran como parte de la misma reserva). Como expliqué antes, a la ida fuimos por nuestra cuenta a Ollantaytambo y allí tomamos el tren hasta Aguas Calientes; a la vuelta, temerosos de no conseguir transporte en Ollantaytambo, donde llegaríamos bastante tarde, preferimos comprar el pasaje bimodal, de manera que al bajar del tren seguimos a la azafata del tren por las calles hasta la pequeña terminal de ómnibus y allí abordamos. Entrar o salir de Cusco es lento sin importar la hora o la vía, de manera que esta segunda etapa se demoró un poco. El bus nos dejó pasadas las 21:00 frente a la Estación de San Pedro, una zona concurrida a pocas cuadras del centro histórico, al cual se puede llegar caminando recto por calle Santa Clara.

El camino desde la Estación de San Pedro hasta la Plaza de Armas de Cusco

En total la experiencia duró unas 36 horas desde la salida de Cusco para Ollantaytambo hasta la vuelta a Cusco en el bus de IncaRail. Se puede decir que fueron 36 horas de pura acción. Las complicaciones valieron la pena; espero que haberlas relatado y puesto en orden le sirva a alguien más. En otro post ya comentaré sobre el resto del viaje.

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Pablo Flores
Perú para viajeros

Escritor en progreso, ex bloguero viajero, tuitero malo, abogado del diablo. Pienso, narro y lo ofrezco. Mis libros → https://leanpub.com/u/pablodf76