La gestión de la seguridad

El incremento en el malestar emocional que produce la constante vulnerabilidad, no solo genera un mercado ávido de responder las nuevas necesidades de las personas, sino que también es parte del mismo mecanismo que la produce en un primer lugar, que la refuerza e incrementa.

La oferta de alarmas, cámaras de seguridad y la serie de novedosas formas de protegerse del crimen, ha crecido substancialmente en los últimos años. Estos dispositivos ya tienen un presencia permanente en la vida de las personas, acostumbradas a la constante vigilancia y alerta.

El sentimiento de inseguridad es un hecho social distinto al del crimen, los sectores más seguros de las ciudades, protegidos por cámaras, guardias y otras estructuras no dejan de ser percibidos como inseguros, a pesar de toda la parafernalia instalada.

La paradoja de la protección

El antropólogo francés Bruno Latour, entiende los objetos a partir de su función como estabilizadores de un orden social. Orden que no sale de la nada, es el resultado de la interacción entre diversos actores, que materializan sus actitudes en objetos, elementos fundamentales en el mantenimiento del equilibrio de la realidad creada.

Los distintos objetos con los que se ha intentado sortear el riesgo, desde guardias a sistemas cerrados de vigilancia, que si bien disminuyen la probabilidad del delito, no logran hacer lo mismo con la inseguridad, más que terminar con el miedo, lo refuerzan, son la presencia constante que recuerda todas las amenazas que tratan de evadir.

Tolerancia Cero

La respuesta clásica al problema de la delincuencia es la del castigo, encerrar a los sujetos desviados, para así terminar con el crimen. Esta es una lógica fundada en la violencia, que autores como Bourdieu señalan se devuelve más tarde en forma de crimen y miedo.

Cárcel El Manzano | Fotografia Extraida de La tercera

No se puede jugar con la ley de la conservación de la violencia: toda violencia se paga y, por ejemplo, la violencia estructural ejercida por los mercados financieros, en la forma de despidos, pérdida de seguridad, etc., se ve equiparada, más tarde o más temprano, en forma de suicidios, crimen y delincuencia, adicción a drogas, alcoholismo, un sinnúmero de pequeños y grandes actos de violencia cotidiana | Pierre Bourdieu

Es en la lógica de la tolerancia cero, donde comienza la estigmatización. Se crea una otredad que amenaza la seguridad y debe ser controlada. Es hacia este “extraño” sobre el que se vuelca la producción de objetos destinados a vigilarlo.

El 2006 Chile fue el país con la tasa de población penal por habitante más grande de latinoamérica. A pesar de la opinión popular, que critica la ineficiencia del sistema judicial chileno, acusándolo de ser una puerta giratoria para la delincuencia, lo cierto es que las condenas y la cantidad de encarcelados ha aumentado con cada gobierno que pasa.

En la urbe, la definición de extraño se amplia tanto, que de pronto se encuentran imaginarios de ciudades llenas de otros peligrosos, desconocidos hacia los cuales las personas sienten necesidad de alejarse y protegerse. Resulta entonces, una urbe llena sujetos amenazantes, del miedo y la urgencia de protegerse. Aislando a los ciudadanos, que pierden el capital social en el que podrían encontrar la verdadera respuesta a la inseguridad.

Florece el mercado de las policías privadas y las cárceles privadas, mientras todos, quien más, quién menos, nos vamos volviendo vigilantes del prójimo y prisioneros del miedo | Eduardo Galeano, La industria del miedo.

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