El “pequeño malestar”: apuntes sobre 2084, de Boualem Sansal

Fany S. Vasconcellos
Periodismo y otras plagas
5 min readOct 31, 2016
Foto: Institut Française.

El escritor argelino Boualem Sansal presentó hace unas semanas su última novela, 2084, en el Instituto Francés de Madrid. Me enteré por casualidad, por una newsletter de esas que te llegan al correo y envías directamente a la papelera. Pero la referencia obvia a la obra de George Orwell, 1984, que hace diez años me regaló un gran amigo, hizo que me fijase en la invitación. Reservé una plaza para la presentación y me planté allí sin conocer mucho al autor. El teatro estaba lleno y había varios guardias civiles en la puerta. Después me enteré de que vive amenazado por los islamistas de su país, especialmente desde que publicó El juramento de los bárbaros (1999), pero ha decidido quedarse en Argelia en lugar de emigrar a París, como hicieron muchos intelectuales en los años noventa, durante la guerra civil.

Su última novela es una distopía sobre la expansión islamista, en la línea de Houellebecq en Sumisión (2015), pero planteada como una revisión de la obra de Orwell. La sinopsis es esta: “2084. El mundo que conocemos ya no existe. En el Abistán, un inmenso imperio, se impone un régimen totalitario donde reinan la sumisión a un dios único y la amnesia colectiva [se refiere al Islam, aunque no lo mencione]. Ati, el personaje central, siente nacer en él el demonio de la duda y decide emprender un viaje que pone en cuestión la sociedad en la que vive”.

Durante la presentación apunté varias ideas. Las comparto a continuación:

LIBROS QUE GRITAN

  • La novela tiene un subtítulo innecesario, El fin del mundo, pero los latiguillos apocalípticos quedan bien en las portadas de los libros. La edición francesa (Gallimard) es minimalista, con el número pequeño, centrado y en rojo; la española (Seix Barral) es alarmista, la cifra ocupa la mitad del espacio, la tipografía es negra, gruesa y futurista. A veces menos es más, como en esta magnífica portada de 1984, pero un instinto primitivo nos dice que cuanto más grandes sean las letras de las tapas más urgente será la verdad que el autor grita desde sus páginas.
  • Me gusta más la edición francesa porque, como dijo Sansal en la charla, “muchas dictaduras se instalan poco a poco, de forma silenciosa”. Los libros que las combaten deberían ser igual de discretos, sin alaridos gráficos. Discretos en apariencia, turbadores en contenido. Me vienen a la mente esas ediciones compactas de la Biblia, el Corán o el Libro Rojo de Mao. Ese tamaño tan personal (por la cercanía con la que hay que leerlo), ese texto apretado y ese papel frágil como un suspiro que contiene algo vital y peligroso. La Verdad en edición de bolsillo.
De izquierda a derecha: portada francesa y española de ‘2084’; cubierta de ‘1984' en una edición de Penguin.

MALESTAR, RESISTENCIA Y REVOLUCIÓN

  • La resistencia a cualquier dictadura (y a los libros que las respaldan) empieza con un gesto mínimo: una portada que pasa inadvertida, unos archivos pdf con obras de Rousseau y Descartes escondidos entre cientos de vídeos porno (como hacían los universitarios sirios para sortear la censura de Al Asad). Después, con suerte, llegará la acción, un manifiesto con letras negras y rojas y una revolución. Pero todo comienza con “un pequeño malestar” como el de Ati, el protagonista de la novela. “¿Qué es lo que nos molesta? Primero hay que poner nombre a las cosas para saber qué queremos cambiar”, dice Sansal.
  • El siguiente paso es la “revuelta”, que puede ser personal, como emigrar, o colectiva, que requiere de una acción coordinada en pos de una revolución. “Para que esto ocurra hay que generar una ideología con conceptos como la libertad”, señala el escritor. El problema es que los pilares teóricos de la democracia moderna –libertad, igualdad ante la ley, derechos fundamentales, laicidad o al menos tolerancia religiosa– se han “reformulado” en el mundo islámico: “Mi libertad en Argelia es no salir a la calle durante el Ramadán para poder comer y fumar sin ser castigado”, explica Sansal. A veces la conciencia colectiva no despierta y el disidente debe elegir entre soportar el malestar o salvarse por su cuenta. “¿Tengo que ocuparme yo de la felicidad de los demás?”, pregunta.

ISLAMISMO INTERNACIONAL Y LAVADO DE CEREBRO

  • En 1991, el Frente Islámico de Salvación (FIS) ganó la primera vuelta de las elecciones generales. El gobierno suspendió los comicios y estalló una guerra civil entre las fuerzas del Estado y un ejército formado por varios grupos islamistas. Durante el conflicto, miles de escritores, periodistas y profesores huyeron a Francia o fueron asesinados. Los intelectuales argelinos perdieron su “valor estratégico” a partir de 2001, cuando la ambición islamista se internacionalizó, señala Sansal. “Ya no basta con atentar contra el gobierno ‘impío’ de un país concreto, sino contra todo Occidente”, y contra Francia como símbolo de esto último.
  • Al final del encuentro, el escritor compartió una anécdota. Hace años, uno de sus hijos “desapareció” a la salida del colegio. Los profesores decían que no sabían dónde estaba y Sansal estuvo buscándolo durante horas. Desesperado, cogió el coche y se fue con su mujer a la comisaría más cercana, a varios kilómetros de su casa. De camino vio a un “joven barbudo” que llevaba a su hijo de la mano hacia una mezquita. Sansal bajó del coche, se enfrentó a él y pidió hablar con el imán. Lo habían llevado para adoctrinarle. El escritor interrogó al niño y este le dijo que llevaba un mes yendo al templo dos veces por semana. Al día siguiente, Sansal volvió al colegio para pedir explicaciones. La dirección del centro –oh, sorpresa– estaba al tanto: “Es un programa nacional para hijos de matrimonios mixtos. Como la madre es extranjera y cristiana [la mujer de Sansal era polaca], cabe la posibilidad de que no le ofrezca la educación religiosa adecuada”, le respondieron. ¿Qué hizo el escritor? “Enviar al niño a Cracovia a terminar los estudios”.

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