Sofía Perez Casanova, la corresponsal de guerra que entrevistó a Trotsky

La primera cronista española enviada a una guerra fue Carmen de Burgos, pero Sofía permaneció mucho más tiempo como reportera de conflictos. Escribió sobre las dos guerras mundiales y la Revolución Rusa para el diario ABC. Y lo hizo acercándose a las víctimas y transmitiendo el drama humano desde su puesto de enfermera cerca del campo de batalla. Fue honesta, valiente y con ideales muy profundos. Merece un lugar destacado en nuestra serie #PeriodistasOlvidadas.

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#PeriodistasOlvidadas
5 min readJul 9, 2018

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Sofía Pérez Casanova, Almeiras, La Coruña, 1861-Poznan, Polonia, 1958

Por Carolina Pecharromán @carolpecha

¿Qué hacía en Polonia esta mujer, nacida hacía más de cincuenta años en una familia gallega? Con 26 años se había casado con un noble polaco, el profesor y diplomático Wincenty Lutoslaswki. Sofía ya era reconocida en España como poeta, había publicado su obra y frecuentaba tertulias literarias. Tras su traslado a Polonia con su marido, comenzó a enviar cartas viajeras, que se publicaron en diarios como El Imparcial y La Iberia.

La situación de Sofía como observadora era privilegiada. Nadie desconfiaba de la esposa del diplomático polaco y ella tenía acceso a ambientes y contactos en los centros del poder político y militar vedados a otras muchas mujeres. En sus crónicas, quiso en un principio difundir la cultura polaca y describir el ambiente de los países que iba visitando, principalmente Rusia, con la creciente tensión entre bolcheviques y zaristas. Pero, por tratarse de una mujer, los editores le pedían más relatos de costumbres que análisis políticos.

Una de las crónicas de Sofía Pérez Casanova sobre la Revolución Rusa y que publicaba el ABC

Pero llegó la guerra. Sofía aprovechó la oportunidad que le brindó ABC. Ella no se había quedado en la comodidad cálida de los salones, sino que bregaba como enfermera voluntaria de Cruz Roja en hospitales de campaña. Transmitió en sus crónicas el drama humano de la masacre de una generación entera de jóvenes europeos; el horror de las nuevas armas químicas, esos gases letales que llegaban también a afectar al personal médico:

En esto, una de mis compañeras se sintió mal; otras dos en la sala de los leves se desvanecían, y un sanitario se desplomó. Todos sentíamos malestar creciente y opresión en la garganta. Era que el aliento de los enfermos y sus uniformes, saturados del gas, lo esparcían en el ambiente, haciéndonos daño. Pero lo remediamos saliendo al aire u oliendo éter. ¡Qué son esas molestias comparadas con los sufrimientos de los envenenados!”.

También, con una fina ironía, transmitía el espíritu de juego de guerra basado en ansias de poder, de rapiña, que impulsaba a los generales y estos a su vez transmitían a sus pueblos y que causó tanto dolor innecesario.

Aterrada ante el dolor del mundo, no entiendo esa ciencia horrenda de ganar un pedazo de tierra, una hegemonía comercial, exterminando la fuerza primordial de los pueblos, su vida misma: el hombre”.

Pero no vivió en esos años sólo la guerra, sino también la Revolución Rusa. Desde San Petersburgo narró la muerte de Rasputín y entrevistó a Trotski. Consiguió volver a España en 1919. La recibieron como una heroína y le organizaron homenajes en Galicia y Madrid.

Hacía ya mucho tiempo que su matrimonio no funcionaba y ella viajaba sola con sus hijas. Católica practicante, no quería romper su matrimonio definitivamente, pero terminó haciéndolo. Los años posteriores vivió a caballo entre Polonia y España y siguió colaborando con ABC y otros periódicos, como Blanco y Negro, La Nación de Buenos Aires, Gaceta Polska y The New York Times.

En sus escritos, Sofía Casanova intentó visibilizar a las mujeres, a las españolas y a las polacas, sus sentimientos y sus problemas. También siguió de cerca las reivindicaciones de las sufragistas inglesas. Tras la Primera Guerra Mundial, celebraba así el cambio en las mentalidades que había conllevado la participación de las mujeres en el esfuerzo de guerra:

De las ruinas candentes de la guerra, del desconcierto que persiste en el actual periodo mal denominado de paz, ha surgido una fuerza motriz incalculable en sus efectos: es la mujer, políticamente nivelada al hombre en las sociedades nuevas. Las sufragistas han vencido”.

La experiencia de la Primera Guerra Mundial la hizo antibelicista y la que vivió en Rusia la hizo antibolchevique. Se volvió más conservadora en sus análisis y durante la guerra civil apoyó desde Polonia al bando franquista, algo que fue utilizado por los nacionales. Pero después estalló la Segunda Guerra Mundial y Sofía, a sus 80 años, fue testigo de nuevo del horror: la persecución nazi a los judíos y la tragedia del gueto de Varsovia. Pese a su avanzada edad y sus problemas de salud, no dudó en denunciar de nuevo la barbarie y, esta vez, sus opiniones no gustaron en la España de Franco.

Sofía Casanova falleció en Polonia en 1958 a los 96 años. Fue amiga de grandes intelectuales de su época desde Ramón de Campoamor hasta Emilia Pardo Bazán. Publicó miles de artículos, además de libros sobre los acontecimientos vividos. Nunca firmó con seudónimo ni añadió el apellido de su marido al suyo propio, dos prácticas habituales en su época. Sólo desde hace unos años se está recuperando su memoria, principalmente en Galicia.La memoria de una mujer que fue testigo y corresponsal de la Historia.

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