¡Luz, Cámara, Code! (o de cómo pasar del cine a programar)
Algo que tal vez muchos no saben es que en realidad comencé mi carrera profesional de muy joven, y no precisamente en tecnología, sino delante de las cámaras y las luces.
Sí, sí. Cuando era chico tuve la oportunidad de participar de varias películas, series, doblajes. Me encantaba. Lo vivía con mucha pasión y tenía el sueño, de “cuando fuera grande” convertirme en un director de cine. Y, siendo honesto, ese proyecto iba genial, hasta que un día…
(PD: el de la cabeza roja efectivamente soy yo)
Un amigo, Pablo, cayó en casa con algo que había aprendido. Me enseñó cómo, con unas 20 líneas de algo que se llamaba “Pascal”, podías hacer que la computadora — en un hermoso DoS — te calculara tu fecha de nacimiento. Ese día me cambió todo, me di cuenta que leyendo un poco, resolviendo muchos errores de compilación y debuggeando mucho, podía hacer que una computadora hiciera lo que yo quisiera.
Y, lo más importante, con el correr del tiempo me di cuenta que no había límites. Todo lo que estaba en mi mente se podía hacer.
Ahí descubrí que eso era realmente lo que me apasionaba — y sigue apasionando todos los días: tener la capacidad de construir lo que yo quiera, de poder innovar, de poder pensar y, sobre todo, de hacer algo que nadie haya hecho hasta ahora. Hay mucha imaginación puesta en juego en cada código y, de alguna manera, pude convertirme en “director de cine” y crear lo que quiero (hasta donde mi imaginación llegue).
Esto es algo que todavía hoy compartimos con el equipo. Seguimos discutiendo largas horas sobre tecnología, sobre cómo lograr que las cosas escalen, sobre cómo encarar nuevos desafíos e ideas. Y siempre concluimos lo mismo: no importa tanto lo que hoy conocés o dónde estudiaste sino la pasión que tengas por querer comerte la cancha, las ganas de colaborar y jugar en equipo y la perseverancia que tengas para lograrlo.
Concebir a la tecnología como una gran herramienta para inventar el futuro, como medio de creación sin límites, es algo hermoso. Y no hablo de crear un botón, de cambiar un color, sino de crear algo grande, duradero que impacte a millones. Por esto, para todos los que comparten este profundo sentimiento les deseo un ¡feliz día!.
PD: Y feliz día, sobre todo, a todo el gran equipo de PeYa.