Tango — Sobrio — Elegante — Lavalle y Florida

alexwh
Photographs, Photography & Words
5 min readJan 13, 2020
Hotel Claridge — Buenos Aires — 2019 — Fotografías — Alex Waterhouse-Hayward

Mis primeros contactos con la Calle Florida en Buenos Aires sucedieron en 1950 cuando tenía 8 años. Mi mamá me llevó a la Lincoln Library (en la primera o segunda cuadra de Florida cerca de la Plaza San Martín). Fue allí donde saqué mi primer libro con la novedad que me lo podía llevar a casa. Me acuerdo que afuera de la biblioteca (íntimamente relacionada con la United States Information Service, un frente amable de la CIA) en una pared decía, “Yanquis, ¡fuera!”

Ese primer libro, uno con fotografías de la guerra civil estadounidense, quizá me preparó para que en muchos años después me dedicara a la fotografía.

Mi papá me llevaba en el tren desde nuestro barrio en Coghlan a Retiro y de allí tomábamos el subte para bajarnos en la estacíon de Lavalle para irnos a ver una película de conboys. A veces volvíamos por Lavalle y en la esquina de Florida caminábamos al Richmond para comer unas medias lunas.

En 1966 me enamoré de Susana en un concierto de Astor Piazzolla en Florida donde antiguamente había un teatro llamado Teatro Florida. Piazzolla estaba tocando La Milonga del Ángel cuando Susana se sentó a mi lado.

Ahora tengo memorias más modernas de esta linda calle. Son memorias que comparto con mi Rosemary. Cuando vamos a Buenos Aires nos quedamos a media cuadra de Florida en Suipacha en el Hotel Claridge.

En nuestras caminatas ha sido imposible no darnos cuenta del grupo de tango en la esquina de Lavalle y Florida, encabezado por José Carlos Romero Vedía y Guillermina Van Der Linden.

Tango en carmesí
Tango y melancolía
Tango — Experiencia
Tango — Nostalgia
Voleos
Diós apenas toca el arpa
Mariela Franganillo

Es difícil opinar que es el tango argentino auténtico. Fue en 1997 cuando aquí en Vancouver un cordobés, Carlos Loyola me dijo, “Voy a enseñarte a bailar el tango como lo hacía tu papá.”

Loyola falló en su promesa. Pero me quité la espina de no poder bailarlo. Mi mamá me decía como en los años 40 ella y mi papá iban a Leandro N. Alem a bailar, y la gente en los clubes paraba para verlos.

Llegué a bailar eficientemente al punto que mi prima hermana/madrina Inecita O’Reilly Kuker me llevó a un club de banco en San Isidro a bailar con su amiga setentona Dolly con la intención de reírse de mí. No lo hizo. En la pista muy llena, era imposible hacer firuletes. Bailé toda la noche desapercibido. Esto hace unos 10 años fue la última vez. Ahora me dedico a escuchar el tango y ver lo que para mí es el tango auténtico.

Es un tango sobrio bailado con calma, con pocos firuletes donde la elegancia compite con el hecho de que este baile tan argentino (aunque lo hayan inventado los orientales) tiene una picardía y calor sexual.

Es un tango, donde yo como el hombre que aún soy con mis 77 años, puedo notar, fijarme en un cuerpo de mujer hermosa, y como ese cuerpo está pegado al del hombre (no tan importante que no sea apuesto) y los dos son una unidad inseparable en esos momentos del baile.

El tango tiene que ser el último refugio del hombre en este siglo. El otro podría ser la pesca con mosca. El que aprende a bailar el tango (aunque mal como yo) sabe que la mujer tiene que estar en una constante inestabilidad. Tiene que anticipar (no del todo) lo que el hombre le va a señalar con ese leve toque de los dedos de la mano en la espalda. Pero si se anticipa ántes del hombre, se puede caer.

El hombre manda.

En el Buenos Aires de este siglo el tango es una industria no menor al de los lugares para comer bifes o comprar bolsos de piel. Los tango shows atraen a los turistas que pagan muchos pesos para ver bailarines que demuestran todo tipo de adornos.

Mi mamá en los 50s escribió esta poesía sobre su Buenos Aires desde Nueva Rosita,Coahuila, México. Es de un Buenos Aires de su pasado y del mío también. Escribe de los colores sobrios de la vestimenta de los porteños en los colectivos.

Para mí ese Buenos Aires aún existe. Y el tango, sobrio, elegante, erótico que no es un show de extravagancia existe con toda excelencia en esa Calle Florida de mi pasado que no ha cambiado en la esquina con Lavalle. Es allí donde baila Guillermina Van Der Linden y José Carlos Romero Vedía y Compañía.

Homenaje a Carlos Gavito
Carlos Gavito, 2006, Vancouver, Fotografía Alex Waterhouse-Hayward

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Into Bunny Watson. I am a Vancouver-based magazine photographer/writer. I have a popular daily blog which can be found at:http://t.co/yf6BbOIQ alexwh@telus.net