Un Azul Para Marte — José Saramago
Andrea en azul
Me encanta poder encontrar algo escrito para acompañar mis fotos. Me gustan las poesias de Jorge Luís Borges, Julio Cortázar, Emily Dickinson y Homero Aridjis. Aunque algo sé de escribir no tengo el talento necesario para idear algo que sea al menos comparable con mi fotos. He agotado el azul con los poetas ya mencionados. Hoy encontré en un rincón inesperado, un cuentito de ciencia ficción de José Saramago sobre la falta del azul y otros colores en Marte.
Un Azul para Marte
José Saramago
Anoche hice un viaje a Marte. Pasé allí diez años (
si la noche dura en los polos seis meses,
no sé por qué no han de caber diez años en una noch
e marciana) y tomé muchas notas
sobre la vida que allí llevan. Me comprometí a no d
ivulgar los secretos de los marcianos,
pero voy a faltar a mi palabra. Soy hombre y deseo
contribuir, en la medida de mis escasas
fuerzas, al progreso de la humanidad a la que enorg
ullece pertenecer. Este punto es muy,
muy importante. Y espero, si algún día los marciano
s me vienen a pedir cuentas de mis
actos, es decir, del perjuicio cometido, que los no
sé cuantos billones de hombres y mujeres
que hay en la tierra se apresten, todos, a mi defen
sa. En Marte, por ejemplo, cada marciano
es responsable de todos los marcianos. No estoy seg
uro de haber entendido bien qué
quiere decir esto, pero mientras estuve allí (y fue
ron diez años, repito), nunca vi que un
marciano se encogiera de hombros. (He de aclarar qu
e los marcianos no tiene hombros,
pero seguro que el lector me entiende.) Otra cosa q
ue me gustó en Marte es que no hay
guerras. Nunca las hubo. No sé como se las arreglan
y tampoco ellos supieron
explicármelo; quizá porque yo no fui capaz de aclar
arles qué es una guerra, según los
patrones de la tierra. Hasta cuando les mostré dos
animales salvajes luchando (también los
hay en Marte), con grandes rugidos y dentelladas si
guieron sin entenderlo. A todas mis
tentativas de explicación por analogía, respondían
que los animales son animales y los
marcianos son marcianos. Y desistí. Fue la única ve
z que casi dudé de la inteligencia de
aquella gente. Con todo, lo que más me desorientó e
n Marte fue el no saber qué era campo
y qué era ciudad. Para un terrestre eso es una expe
riencia muy desagradable, os lo aseguro.
Acaba uno por habituarse, pero se tarda. Al fin, ya
no me causaba extrañeza alguna ver un
gran hospital o un gran museo o una gran universida
d (los marcianos tienen esto, como
nosotros) en lugares para mí inesperados. Al princi
pio, cuando yo pedía explicaciones, la
respuesta era siempre la misma: el hospital, la uni
versidad, el museo estaban allí porque
eran precisos. Tantas veces me dieron esta respuest
a que pensé que mejor sería aceptar con
naturalidad, por ejemplo, la existencia de una escu
ela, con diez profesores marcianos, en un
sitio donde solo había un niño, también marciano, c
laro. No pude callar, desde luego, que
me parecía un desperdicio que hubiera diez profesor
es para un alumno, pero ni así los
convencí. Me respondieron que cada profesor enseñab
a una asignatura diferente, y que la
cosa era lógica. En Marte les impresionó saber que
en la tierra hay siete colores
fundamentales de los que se pueden sacar millones d
e tonos. Allí sólo hay dos: blanco y
negro (con todas las gradaciones intermedias), y el
los sospecharon siempre que habría más.
Me aseguraron que era lo único que les faltaba para
ser completamente felices. Y aunque
me hicieron jurar que no hablaría de lo que por all
á vi, estoy seguro de que cambiarían
todos los secretos de Marte por el proceso de obten
er un azul. Cuando salí de Marte, nadie
vino a acompañarme a la puerta. Creo que, en el fon
do, no nos hacen caso. Ven de lejos
nuestro planeta, pero están muy ocupados con sus pr
opios asuntos. Me dijeron que no
pensarán en viajes espaciales hasta que no conozcan
todos los colores. Es extraño ¿no? Por
mi parte, ahora tengo dudas. Podría llevarles un pe
dazo de azul (un jirón de cielo o un
pedazo de mar), pero ¿y después? Seguro que se nos
vienen aquí, y tengo la impresión de
que esto no les va a gustar.
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