Un Azul Para Marte — José Saramago

alexwh
Photographs, Photography & Words
4 min readJul 23, 2018
Andrea en azul-fotografía — Alex Waterhouse-Hayward

Andrea en azul

Me encanta poder encontrar algo escrito para acompañar mis fotos. Me gustan las poesias de Jorge Luís Borges, Julio Cortázar, Emily Dickinson y Homero Aridjis. Aunque algo sé de escribir no tengo el talento necesario para idear algo que sea al menos comparable con mi fotos. He agotado el azul con los poetas ya mencionados. Hoy encontré en un rincón inesperado, un cuentito de ciencia ficción de José Saramago sobre la falta del azul y otros colores en Marte.

Un Azul para Marte

José Saramago

Anoche hice un viaje a Marte. Pasé allí diez años (

si la noche dura en los polos seis meses,

no sé por qué no han de caber diez años en una noch

e marciana) y tomé muchas notas

sobre la vida que allí llevan. Me comprometí a no d

ivulgar los secretos de los marcianos,

pero voy a faltar a mi palabra. Soy hombre y deseo

contribuir, en la medida de mis escasas

fuerzas, al progreso de la humanidad a la que enorg

ullece pertenecer. Este punto es muy,

muy importante. Y espero, si algún día los marciano

s me vienen a pedir cuentas de mis

actos, es decir, del perjuicio cometido, que los no

sé cuantos billones de hombres y mujeres

que hay en la tierra se apresten, todos, a mi defen

sa. En Marte, por ejemplo, cada marciano

es responsable de todos los marcianos. No estoy seg

uro de haber entendido bien qué

quiere decir esto, pero mientras estuve allí (y fue

ron diez años, repito), nunca vi que un

marciano se encogiera de hombros. (He de aclarar qu

e los marcianos no tiene hombros,

pero seguro que el lector me entiende.) Otra cosa q

ue me gustó en Marte es que no hay

guerras. Nunca las hubo. No sé como se las arreglan

y tampoco ellos supieron

explicármelo; quizá porque yo no fui capaz de aclar

arles qué es una guerra, según los

patrones de la tierra. Hasta cuando les mostré dos

animales salvajes luchando (también los

hay en Marte), con grandes rugidos y dentelladas si

guieron sin entenderlo. A todas mis

tentativas de explicación por analogía, respondían

que los animales son animales y los

marcianos son marcianos. Y desistí. Fue la única ve

z que casi dudé de la inteligencia de

aquella gente. Con todo, lo que más me desorientó e

n Marte fue el no saber qué era campo

y qué era ciudad. Para un terrestre eso es una expe

riencia muy desagradable, os lo aseguro.

Acaba uno por habituarse, pero se tarda. Al fin, ya

no me causaba extrañeza alguna ver un

gran hospital o un gran museo o una gran universida

d (los marcianos tienen esto, como

nosotros) en lugares para mí inesperados. Al princi

pio, cuando yo pedía explicaciones, la

respuesta era siempre la misma: el hospital, la uni

versidad, el museo estaban allí porque

eran precisos. Tantas veces me dieron esta respuest

a que pensé que mejor sería aceptar con

naturalidad, por ejemplo, la existencia de una escu

ela, con diez profesores marcianos, en un

sitio donde solo había un niño, también marciano, c

laro. No pude callar, desde luego, que

me parecía un desperdicio que hubiera diez profesor

es para un alumno, pero ni así los

convencí. Me respondieron que cada profesor enseñab

a una asignatura diferente, y que la

cosa era lógica. En Marte les impresionó saber que

en la tierra hay siete colores

fundamentales de los que se pueden sacar millones d

e tonos. Allí sólo hay dos: blanco y

negro (con todas las gradaciones intermedias), y el

los sospecharon siempre que habría más.

Me aseguraron que era lo único que les faltaba para

ser completamente felices. Y aunque

me hicieron jurar que no hablaría de lo que por all

á vi, estoy seguro de que cambiarían

todos los secretos de Marte por el proceso de obten

er un azul. Cuando salí de Marte, nadie

vino a acompañarme a la puerta. Creo que, en el fon

do, no nos hacen caso. Ven de lejos

nuestro planeta, pero están muy ocupados con sus pr

opios asuntos. Me dijeron que no

pensarán en viajes espaciales hasta que no conozcan

todos los colores. Es extraño ¿no? Por

mi parte, ahora tengo dudas. Podría llevarles un pe

dazo de azul (un jirón de cielo o un

pedazo de mar), pero ¿y después? Seguro que se nos

vienen aquí, y tengo la impresión de

que esto no les va a gustar.

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Originally published at blog.alexwaterhousehayward.com.

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Into Bunny Watson. I am a Vancouver-based magazine photographer/writer. I have a popular daily blog which can be found at:http://t.co/yf6BbOIQ alexwh@telus.net