Hogar, radiactivo hogar: la estremecedora realidad en Ucrania

Camila Gdb
PIES EN LA TIERRA
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2 min readNov 19, 2018

Un experimento que pretendía comprobar la seguridad de la central eléctrica en Chernóbil cambió su destino para siempre. El 26 de abril de 1986, se registró un fatal desastre nuclear provocado por un incendio incontrolable. En consecuencia, hubo radiación durante diez días y una terrible lluvia tóxica que amenazó a Europa en su totalidad. Procedieron las evacuaciones y la delimitación de una zona de exclusión de 30 kilómetros alrededor del reactor causante. A pesar de las advertencias legales sobre permanecer en el perímetro afectado, hubo quienes nunca se fueron. Alrededor de 150 personas tomaron riesgo de quedarse en sus hogares. No obstante, actualmente sucede algo irracional: ha crecido el número de habitantes que radica cerca de la zona afectada.

Se sabe urbi et orbe: está prohibido habitar en Chernóbil, y es altamente peligroso hacerlo a las afueras. Pero algunos ucranianos no tienen mucha opción, padecen una realidad inmersa en violencia que los obliga a salir para salvaguardar lo más preciado que les queda: su vida. En ciertas ciudades de Ucrania, la rutina matutina es aterradora: bombardeos y un conflicto que no cesa con el histórico enemigo ruso. A partir de la anexión de Crimea en 2014, han muerto cerca de diez mil personas y aproximadamente dos millones han sido desplazadas. ¿El objetivo? La expansión territorial rusa y el acaparamiento de los recursos de la región. ¿El mecanismo? Invasiones nacionalistas llenas de odio.

El epicentro de la industria del carbón en Ucrania, el Donbass, sufre repercusiones directas. La imposición de dos enclaves separatistas cercando las ciudades Donetsk y Luhansk, que como mínimo pretenden expulsar hasta al último ucraniano. En respuesta miles de familias emprendieron la búsqueda que los alejaría para siempre de las amenazas mortíferas. O eso creyeron.

Con pocos recursos económicos, paulatinamente comenzaron a desplazarse al lugar más barato para vivir en el territorio ucraniano: la periferia de Chernóbil. Elevados niveles de radiación en el suelo y en el ambiente les dieron la cálida bienvenida. Si bien las partículas radioactivas ya no flotan el entorno, la contaminación presente en el terreno y en los alimentos es suficiente para causar enfermedades letales como el cáncer. Lamentablemente se trata de un riesgo que los nuevos inquilinos están dispuestos a asumir. Uno de ellos, Maryna Kovalenko, asegura: “la radiación puede matarnos lentamente, pero no nos dispara ni nos bombardea”.

La estrangulación ucraniana en manos rusas es inadmisible. Es inhumano el alcance que ha tenido la ambición de Moscú en pleno siglo XXI. Asimismo, resulta intolerable el conflicto que ha desatado, quitándole la vida a miles y obligando a millones a desplazarse a la mejor alternativa: un hogar, radiactivo hogar.

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Camila Gdb
PIES EN LA TIERRA

Mis letras y yo te damos la mejor de las bienvenidas.