Feuerbach y la religión.

Sergio Muñoz Roncero
Piezas
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4 min readAug 24, 2017

La crítica de la religión de Ludwig Feuerbach (28 de julio de 1804, Landschut, Baviera — 13 de septiembre de 1872, Nürenberg) representa el paradigma de concepción de la religión como proyección del hombre. Sus ideas originales influirán en el posterior desarrollo de la crítica de la religión como ideología de Marx, así como en la caracterización antropológica del cristianismo contemporáneo. Recoge Feuerbach, no obstante, la tradición ilustrada de la crítica de la religión, ya que desde el siglo XVIII pensadores como D’Holbach, Helvetius o Meslier ya proponían cierta ideología — “idología” — religiosa participada en los resortes del Estado y la política contribuyendo a la infelicidad del hombre, mas su preocupación no estaba tanto en el sistema de creencias como en el mecanismo interno de la religión.

Ludwig Andreas Feuerbach

Feuerbach inicia su camino intelectual en la teología, pero, en coincidencia con su presencia como estudiante en las clases de Hegel y Schleiermacher en 1830, abandona estos estudios para comenzar a estudiar filosofía, interesado en profundizar en la razón, camino de lo que sería su máxima preocupación intelectual: la antropología, el estudio del hombre. Esta trayectoria vital resume la evolución de su crítica de la religión, ya que de una preocupación inicial por Dios, pasará a la razón, y de ahí al hombre. De esta manera presenta una crítica a la religión en su obra de 1841 “La esencia del cristianismo” como una reducción antropológica. El hombre se proyecta en la religión, de forma que pone en manos de instancias superiores, trascendentes, todo aquello que no se ve capaz de manejar, buscando en estas exterioridades, en la absoluta alteridad, el consuelo de su finitud, de su mundanidad.

Habría que señalar que el estudio que Feuerbach hace de la religión presta especial atención a la práctica religiosa (el mecanismo interno de la ilustración), de forma que su crítica entronca con una psicología del hombre que encuentra en la religión respuestas a grandes preguntas. Caracteriza Feuerbach la religión desde el sentimiento, en un punto de vista personal influenciado por su preferencia por autores como Espinosa, Nicolás de Cusa o Giordano Bruno, quienes entendían la experiencia religiosa de manera panteista y de comunión con la naturaleza. Entiende Feuerbach que el panteismo es el estado intermedio necesario para transitar desde el teísmo hasta el ateísmo. Efectivamente, si entendemos el teísmo como cosmogonía, de forma que no haya nada en la naturaleza que esté fuera de Dios, tampoco es necesario un Dios externo a la naturaleza. El teísmo lleva al panteísmo, y el panteísmo al ateísmo.

Esta religiosidad del sentimiento le llevará a acercarse a los postulados pietistas de autores como Böhme o Silesius, a la vez que tomará partido por Schleiermacher y su “sensación de dependencia” frente a la absolutización de la razón de Hegel. Pero Feuerbach aprovechará esta adhesión a Schleiermacher para una radicalización de su idea de sentimiento religioso, subjetivándolo. No hay lugar para la objetivación religiosa, y la subjetividad aparece como única condición de posibilidad de la religión entendida como proyección de los anhelos humanos.

No obstante, Feuerbach pronto cae en la cuenta de que su sistematización del subjetivismo no es suficiente para justificar la proyección, de modo que recurre en cierto modo de nuevo al panteísmo en su obra de 1846 “La esencia de la religión”, e incluye a la naturaleza como referencia externa y superior al hombre en la que imbricar esta traslación psicológica. Podríamos decir que la naturaleza es ese polo al que agarrarse cuando nos preguntamos dónde están las potencialidades tremendas que el hombre “define” en su Dios; se hace una identificación de aquellas fuerzas que el hombre no es capaz de manejar y también, de algún modo, cumple Feuerbach con los requerimientos metafísicos con los que enlazar la finitud humana con la infinitud del mundo natural.

A la pregunta por el surgimiento, por la necesidad de esta proyección, intenta responder Feuerbach en su “Teogonía” de 1857, en donde introduce el concepto del deseo como catalizador de la necesidad del hombre de la religión. El deseo entendido como una carencia, casi como una necesidad infantil, sirve a Feuerbach para apoyar su ateísmo: si Dios existe, no tenemos ninguna necesidad de el; es el deseo de Dios la prueba fundamental de su inexistencia. De esta manera, arguye Feuerbach que la grandeza del hombre es inversamente proporcional a la de su Dios: si tenemos un Dios grande, el hombre será más pequeño y mayor su anhelo.

Lo que subyace a toda la crítica de Feuerbach es su pretensión de reivindicación del hombre, una apuesta por una antropologización de la religión, por una religión del hombre, en donde incluso su comunión con la naturaleza hace surgir a Dios, y no a la naturaleza de Dios. Es, como se ha convenido en decir alguna vez, un “ateo cristiano”, con una preocupación por la ética por delante de la religión (“la ética es la esencia de la religión”), que anticipa la visión de pensadores posteriores como Bloch o Horkheimer.

Se ha querido ver también en Feuerbach a un precursor de la crítica de la religión como ideología de corte marxista, aunque pronto Engels se desmarcaría del filósofo de Baviera por la permanente preocupación de éste por la esencia del hecho religioso. Para Feuerbach es innegable la presencia de un auténtico sentimiento religioso no ideológico, aunque lo defina como procedente del propio hombre y no trascendente. La proyección propuesta por Feuerbach, no obstante, no sirve para negar de forma absoluta el infinito, esta mencionada trascendencia, algo de lo que parece que era plenamente consciente.

Referencias:

  • M. Cabada Castro, “La autorrealización o liberación humana como crítica de la religión en Feuerbach”, en M. Fraijó, “Filosofía de la religión. Estudios y textos.” Trotta.
  • Hans Küng, “¿Existe Dios?”. Cristiandad.

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