Esperanza se escribe con Z

Hablemos hoy de la esperanza, la que se escribe con z, de zombie.

Alberto Pedro LHR
Plano Detalle
8 min readApr 21, 2017

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Al respecto quisiera dar 3 ideas para la discusión:

(1) La tradición clásica ha considerado a la esperanza como un status viatoris, es decir, como un estado en tránsito, en camino, que se contrapone al status comprehensoris, estado propio de quien se encuentra en un estado de entendimiento y con un logro absoluto.

El status viatoris resulta interesante, entre otras cosas, porque tiene un aspecto, por decirlo de algún modo, negativo, en cuanto no es plenitud, y otro positivo, ya que implícitamente refiere a un “hacia adelante”, un avance hacia algo.

Para la filosofía clásica y toda aquella que crea que hay “algo después de la muerte”, el término de este estado se sitúa no en la muerte, sino en la plenitud de un logro alcanzado o, lisa y llanamente, en la condena o un enfrentamiento a la nada.

Para la filosofía existencialista en tanto, el ser mismo es “hacia la muerte” y todo adelanto en el camino se acaba en el momento preciso en el que se deja de estar en el tiempo.

Con este antecedente, se puede intuir que la existencia de un zombie en este escenario es desconcertante — y por lo mismo desesperanzador — tanto para el creyente de un más allá, como para el existencialista: en ambos casos, el muerto/viviente es visto como una corporeidad atrapada en el aquí y ahora, incapaz de consumar su plenitud o sencillamente dar un salto fuera del tiempo.

(2) En la misma línea clásica anterior, un bien deseado puede ser visto por la persona como algo posible de alcanzar (por difícil que sea) y eso es lo que en definitiva gatilla la esperanza o, por el contrario, como un bien imposible de lograr que es la antesala de una desesperanza.

Frente al mal, como puede ser la aparición de nuestro día a día de los zombies, hay dos alternativas: verlo como un mal futuro o como un mal presente.

Por lo general, la ficción zombie tradicional — la de Romero — suele enfocar la presencia de los muertos vivientes como algo originado en un foco concreto de infección y la trama suele centrarse en el intento de un grupo de protagonistas por no ser contagiados: es decir, el enfrentamiento a un mal futuro en un escenario amenazante concreto y actual. Dicho enfrentamiento de la amenaza al contagio puede enfrentarse de dos modos: como algo posible de vencer, lo que lleva a la audacia y al surgimiento del clásico héroe de la película; o como algo imposible de vencer, lo que conduce al amenazado a ser presa del temor y víctima de la desesperación.

Por otro lado, existe la amenaza ya no de un mal futuro, sino de un mal presente, que en lectura zombie suele reflejarse en la época moderna de ese tipo de ficción, donde el escenario infectado es global, pandémico y para nadie es una amenaza la existencia de los zombies propiamente tal, pues con ellos ya se convive o, a la fuerza, habrá que aprender a hacerlo. No hay vuelta atrás. En ese escenario hay también dos actitudes: quien lo ve como un mal presente posible de vencer, lo que lleva a una actitud propia de quien siente una ira heroica. Por otro lado, este mal presente imposible de vencer, como pasa en muchas historias del género donde todos estamos infectados, conduce al protagonista a ser presa de la desesperación y, en un escenario zombie, en alguien muchas veces peor que un muerto/viviente.

(3) Por último, un tercer punto que me gustaría mencionar respecto a la esperanza con z de zombie es que la esperanza es un concepto que, como ha quedado insinuado, suele ir de la mano del “temor”, pues precisamente ante un mal presente o futuro es una emoción que lógicamente florece.

En una sociedad actual en la que quien siente temor parece ser sin más un cobarde, es clave entender que el temor es más bien una oportunidad, que se puede aprovechar hacia la valentía y heroicidad o desaprovechar; y es, precisamente al ser esclavo del temor, cuando llega la cobardía y, lo que aquí nos interesa, la desesperación.

La existencia de zombies ya es un gatillante de temor en cualquier escenario, por mucho que una producción audiovisual quiera abrazar géneros como el de la comedia o el drama romántico: el entorno, sí o sí, es terrorífico en cuanto existe una amenaza real a los vivos.

Resulta interesante como en un escenario repleto de muertos/caminantes — como en cualquier otro escenario amenazante — el temor podría ser prácticamente un regalo que termina por alentar a la esperanza cuando ésta flaquea.

George Romero y la esperanza

Vistos ya tres aspectos muy precisos de cómo la esperanza se puede desenvolver en un escenario repleto de muertos caminantes, me vuelco a exponer brevemente un aspecto de la esperanza en la filmografía de George Romero.

Como se ha dicho, este director americano-canadiense es el padre del cine zombie, principalmente por fijar ciertos cánones de lo que tiene que ser un zombie para todo quien quiera abordarlo.

Mucho se ha escrito de él, pero respecto a la esperanza en sus cintas hay un detalle que vale la pena exponer. Lo que hago ahora, es sólo una insinuación. (*) Sus tres primeras películas — Night of the Living Dead (1968), Dawn of the Dead (1978) y Day of the Dead (1985) — tuvieron sus respectivos remakes en 1990, 2004 y 2008.

Sin embargo, esta última, Day of the Dead, dirigida por Steve Miner en 2008, difícilmente puede ser considerada como un remake, pues la trama se distancia bastante de la original y se violan sistemáticamente los cánones fijados por el propio Romero. Además, la conversión hacia el estado zombie en algunos personajes no siempre ocurre tras la muerte, lo que confunde respecto a si se está frente a muertos vivientes y vivos infectados. Por lo mismo, me centraré sólo en las tres primeras cintas de Romero pero sólo el remake de las dos primeras.

La exquisita capacidad de Romero de hacer crítica social por medio de su creación zombie es uno de sus puntos más fuertes. La elección de los escenarios donde se desarrollan estas tres cintas — una granja tradicional del medio oeste norteamericano, un gigantesco centro comercial y un búnker subterráneo y secreto del ejército — ya dice mucho del momento en el que cada película fue hecha; pero además las tres concuerdan en una crítica al trato a las minorías (en especial los negros y las mujeres), los conflictos permanentes entre arriba y abajo (ricos y pobres, cultos y lelos, poderosos y débiles) y el consumismo desenfrenado reflejado no sólo en un mall, sino también en el consumo de drogas, el derroche y uso desenfrenado de armas e incluso el aborto y las relaciones homosexuales como fruto del desenfreno moderno.

Los tres filmes de Romero abordan la situación zombie de similar manera en lo que a esperanza respecta: un mal futuro, aparentemente posible de vencer, que hace brotar la heroicidad de sus protagonistas, aunque sea éste un afroamericano que una vez restablecida la normalidad es asesinado por la policía por representar una amenaza o una mujer que logra escapar porque su novio, ya sin entretención posible, decide enseñarle a conducir el helicóptero en el que finalmente ella escapa o una guapa científica (cosa rara para el resto de los protagonistas) que logra escapar porque cansada del acoso de poderosos militares entabla amistad con una pareja homosexual desterrada dentro de un bunker y, por lo mismo, alejada de la amenaza zombie. Cada circunstancia tiene, como dije antes, exquisitos detalles en los que no alcanzo a profundizar en esta ocasión.

Ahora bien, sus tres remakes — aunque como dije no profundizaré en el tercero –, se enmarcan en los mismos escenarios — granja, mall y bunker –, incluso repiten los diálogos más reconocidos de cada película, pero éstas fueron filmadas en una época distinta y, por lo mismo, ambientadas en un universo diferente, un entorno de apocalipsis global en el que el mal parece presente e imposible de vencer.

Por ejemplo, es un hecho de la causa que, a diferencia de las originales, los tres remakes tienen como protagonista a mujeres empoderadas, seguras de sí mismas y que están muy lejos de sus originales, que solían tener escenas en las que se les veía catatónicas y hasta como un elemento de riesgo ante la amenaza.

Volviendo a la esperanza — nombre que llevan mujeres de habla hispana e inglesa, por cierto — en Night of the Living Dead dirigida por Tom Sabini en 1990, por ejemplo, el mal al que se ven enfrentados es tan fuerte, próximo e invensible, que Barbara, la protagonista que en esta versión sí sobrevive, sentencia mientras ve cómo los vivos terminan por divertirse matando de diversos modos a los muertos, que “ellos son nosotros y nosotros somos ellos”, para terminar asesinando ella misma a sangre fría a Harry, quien por su cobardía había sobrevivido. “Ahí tienen a uno más para quemar en el fuego”, dice ella a sus acompañantes.

En Dawn of the Dead, dirigida por Zack Snyder en 2004 los zombies responden a la época moderna y son rápidos y feroces. A diferencia de la original, además de dicha voracidad vertiginosa, en esta cinta el protagonista, mordido, decide suicidarse y las escenas finales muestran tomas de una cinta regrabada en la que se combina las escenas de las orgías del dueño del lujoso yate en el que escapan unos pocos y los ataques de los zombies que deambulaban en la isla a la que llegan. Un registro póstumo desesperanzador.

Vemos así como estos remakes, desde un punto de vista temporal, son adaptaciones en cuanto se respeta el escenario, los cánones zombie fijados por Romero, pero se modifica el modo de enfrentarse a la desesperanza, principalmente porque la amenaza es vista ya no como algo futuro posible de vencer, sino como algo presente e imposible de superar. Eso lleva a que películas que en su versión original acaban en una suerte de status viatoris hacia una solución desconocida pero esperanzadora; en sus remakes dejan con una sensación de desesperanza absoluta y entrega a la condena. En las versiones originales, los sobrevivientes siguen siendo humanos esperanzados. En los remakes, la desesperanza convierte a los sobrevivientes en zombies o incluso en algo peor.

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Alberto Pedro LHR
Plano Detalle

Periodista. Doctor en Comunicación Pública. Profesor en @uandes. Amante del Cine Z, de lo que escribo en planodetalle