Los sueños son construcciones más allá del inconsciente colectivo

(cuento)

El Sr. Escritor
Poesía, Cuentos y Relatos…

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Abrió los ojos, olió su pelo, repasó su espalda: ya no la amaba.

Era una mañana de sábado, tenía hambre. La noche anterior había sido intensa: festejaron su cumpleaños en un pequeño restaurante italiano. Barato, muy barato. Se acabaron las botellas de vino y al regresar a casa el sexo fue divertido.

La observó recostada a su lado. No sentía el usual arrebato de deseo, ni el cariño sincero que generalmente lo abordaba. El vacío que se asomó en su estómago le indicaba que todo había terminado.

Salió de la casa para andar en bicicleta. Ahora que esto había sucedido pensaba con claridad: podría embarcarse en la aventura que siempre quiso, llamaría a M… y saldría con ella como lo había imaginado desde hace meses. Podría afeitarse (a ella le gustaba su barba) y le sobraría dinero el siguiente mes para comprar juegos de video y cambiarle la suspensión a la bicicleta. Llamaría a sus amigos y les diría que claro que iría a ese viaje de tres meses, e incluso podría comprar un perro regresando.

El camino se le hacía bello a medida que se alejaba, en su rostro se dibujaba una sonrisa que se enfriaba con la brisa matutina. Los árboles proyectaban una sombra suave y lateral, la gente se le hacía correcta y feliz abordando sus carros hacia el viaje de fin de semana, la reunión de los sábados o quizá camino al desayuno y luego al cine.

Disfrutó de los pocos pájaros que cantaban, el ronroneo de los autos que lo rodeaban, los vendedores ambulantes descargando cajas, el olor del puesto de flores, e incluso disfrutó las imperfecciones del asfalto que generalmente odiaba, los ladridos de los perros que siempre lo perseguían, la distracción de algún conductor que casi lo atropella.

Al regresar a casa notó que ella tenía los cubiertos listos sobre la mesa, una flor adornaba el centro. El olor era maravilloso. La escuchó cantar desde la cocina y salir en piyama con los platos en la mano listos para comer. Lo besó y en la intensidad del beso lo hizo recordar una tarde azul, una noche de lágrimas. Pareciera que ese beso contenía los besos, las caricias y el amor del mundo entero.

¿Cómo no abandonar sus aventuras a cambio de tanto amor?

Se sentó a comer.

Al volver a entrar a la cocina, ella suspiró aliviada, olvidando el inquietante sueño de la noche anterior donde él dejaba de amarla, alejándola de su vida definitivamente.

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El Sr. Escritor
Poesía, Cuentos y Relatos…

Según los doctores de la ley este libro no debiera publicarse.