El trabajo hermoso de los años

A ti Wendy, mi persona querida. Mi warmigu.

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El gran rumor de agua, de escarcha
que asesina de un tajo a los geranios ancianos;
ellos, allá afuera, no se ven morir, están sobre
las rocas vivas, sobre los acantilados de los números.
Ese gran rumor cubrió la piel de los vencedores,
se adelgazó en las pupilas y en torno a ellas
cubrió a las calles de granizo y de céfiros.
Oh amiga mía ¿qué ruinas has hecho?
Porque ahora padeces de tantos lunares,
de tantos lugares tremendamente blancos.

Eres tú, geranio del patio de mi casa,
geranio anciano, piel del viento y boca de semilla,
taciturna
elevada al cielo
de tu carne tan blanca, tan blanca,
tan de ceniza y lana,
tu piel anclada a las migajas, al pan molido,
tu carne de nácar nacida en la arena
junto al río
ahora te sueño como en el principio de los tiempos,
estoy con una margarita que se chorrea desde mi costado,
me sueña,
me grita,
me saca del vientre materno y me
da medallas, me da espasmos de oro y
sueño; ya sueño de nuevo con tus dientes,
tu boca húmeda,
tu boca de oca.
Geranio anciano, del patio de mi casa
me retrato en la vida y a ella le devuelvo
mi esqueleto.

Consigo ahora que tu lengua y tus órganos
floten alrededor mío, me cubran, me vistan,
sean ángeles de madera; pedacitos cortantes
de un asesino que mata con el frío y la ilusión.

Compañera mía,
ya hicimos ese viaje mágico, cabalgamos
por sobre la madera y las auroras,
despertamos al alba en camas diferentes
pero con la mitad de nuestras almas colgadas al sol.
¡Bridemos por fin!
Se alegran los maíces y las tachuelas por vernos libres.

Las voces de mariposa,
los cuerpos de arullo,
el crujir de semilla
y ese rumor de huesos gritan ¡aleluya!
Hoy por fin, hemos despertado de la vida
somos danzantes que se adelgazan con la soledad y,
en nuestros cuerpos jamás entra la espuma,
somos un cúmulo de arupos,
tenemos nuestra manía de hacernos daño, de pintar…
de ser corceles en el sueño,
de apagar la luz eléctrica en las velas perfumadas.
He sentido, ¡no sabes cuánto!, el deseo de abrazarte
de acogerte con mis misas y campanarios,
de hacerte dormir con mi voz de aguja y bebé,
de dormitar en alguna colina por entre tus besos
/ tu ruido de besos /

Abrazarte compañera hasta hacernos arte,
ese arte dormido, absuelto, amarillo.

Qué hermosa te vez ahí adornada de escritura y de sal,
con tu alma purificada como el agua,
con tu cuerpo de minerales,
con tu chalina que genera envidia al sol.

Compañera mía, ¡compañera mía!
las piedras nos lanzan sus manos en dirección al horizonte,
el silencio crece en nosotros y nos da su galope,
nazcamos en el vientre del potro y de la noche,
seamos la crin del viento
y el suave andar de un caracol a su roca luego de la tormenta;
compañera, la sal nos mira,
nos hace seres de cuerpos profundos y un tanto muertos.

Te invito a descubrir la vida
debajo de los poetas.

Hoy un ronco cerezo cuenta nuestras lágrimas y
las medallas se apresuran a envolvernos en el fuego seco,
seamos hoy, por los siglos de los siglos
la fiesta de las flores y
el terrible palpitar de las sillas al verse solas, destruidas
sin personas que se atrevan a sentarse en ellas.

Seamos las tardes de trigo:
algo oscuras, pero con un legado del humo.

Nuestra piel ahora está llena de túneles por donde
siempre, siempre vamos a transitar, al menos yo
viajaré con mi palabra
hasta la orilla de tu cuerpo, hasta la orilla de tu boca.

Permíteme compañera
reconocer mis venas de pájaro y anidar por siempre
entre tus cabellos desnudos.

Permíteme solo ser un pétalo en tu piel de uva.

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Isaac Freire. Pseudónimo: Alexander Silva
Poesía en español

Ganador del II Certamen de literatura Manuel Fernández Mota: Bahía de papel. España 2022 con mi poemario “Alguien a quien he olvidado”.