Granos de arena
Me aferro a las promesas como una niña pequeña
a su oso de peluche
antes de entrar a su primer día de escuela.
A tus promesas.
Pero es que nadie me enseñó que las palabras son sólo granos de arena.
Que por más fuerte que apriete los puños
se cuelan entre los dedos y huyen.
Huyen y no regresan.
Pareciera que huyen de mí.
Como si mis manos estuvieran hechas de fuego
y ardieran.
En cambio yo sólo busco un par de gotas de agua,
agua que solidifique aquella arena.
Que congele esas palabras
y las escriba en papel
donde todo es más seguro.
Y entonces tomen sentido
y ya no sean palabras,
pero nuevamente promesas.
Granos de arena
que ni siquiera con las palmas extendidas
escapan
tampoco vuelan
porque tan sólo bastaron un par de lágrimas para compactarlas
para resguardarlas
encerrarlas
para permitir aferrarme a ellas.