De regreso

Me duelen los huesos.
Llevame el peso de existencia
y ya no siento
si el cuerpo que tengo es mío.

Miro al cielo con mis ojos pálidos,
cenizas y llenos de nada.
Todo que veo son formas
y un mundo que me oprime a mi.
Aún así, tengo fuerte la sangre
que llama y que llama sin cesar
como un teléfono insistente.

Un muelle que jamás he conocido
sollozos salados del puerto de Vigo,
amores renunciados
manos y voluntades extraviadas
por un gran navío.

Estas memorias de mis antepasados
me toman de asalto
como si hubiera yo
vivido en otros tiempos
de guerras de fuga de humanidad
para vivir como un animal
herido en el tierno sentimiento nacional

No hay hogar en el mundo
ni tampoco naciones y territorios sin descobrir.
Hay solamente la sangre hirviente
que clama por existir
por entre tantas estrellas
ya viejas conocidas
de navegaciones antiguas.

Ahora solo resta el regreso.
No en el tiempo o espacio,
esto dejemos para los físicos
de la ciencia ficción.

De regreso estoy
al origen de la perturbadora verdad
de que no existo sino cuando
en eterno movimiento

aunque me duelen los huesos
y los ojos miran directo en la luz,
y que algunas veces igual me duele
el corazón que traigo en las manos,
sigo impasible para los fines territorriales,
límites impuestos por un tratado cualquiera
por historiadores y políticos de tantas y otras eras.

Cuelgo ya la llamada del teléfono.
Basta de tecnologías de acortar distancias!
Como mis antepasados una vez han hecho
sigo pues con mis pies cansados
por los caminos de navíos y aviones
por rutas despedazadas de los corazones
y, de una vez por todas,
ahora que lo sé,
no hay firmeza en la Tierra,
hay por lo menos los papeles de libros
las filosofías, y las fronteras del cuerpo.

Espérame, tierra nai,
que yo estoy
de regreso.