Mis 40 centavos (Moneda Nacional)

tuQmano
Política&Elecciones
7 min readNov 11, 2016
President Elect, Donald Trump (Simpsons mode)

[Mis 40 ctvos (MN) es el resultado de multiplicar my two cents por el nuevo tipo de cambio en la plaza mexicana tras el triunfo de Donald Trump en la carrera a la presidencia de Estados Unidos de América].

Pasada la elección tuve el impulso de escribir algo que funcionó, como puse en Facebook, como un ejercicio catártico ante el asombro. Los análisis que se vienen haciendo (y supongo seguirán) son muchísimos. Tanto más profundos e interesantes que lo expuesto antes en TuQmano.com y lo que sigue a continuación. Como muestra voy a destacar acá dos, de gente que leo seguido, que salieron publicados ayer en Bastión Digital :

(I) Ernesto Calvo hace en “El comienzo de un nuevo realineamiento” un breve pero agudo resumen de la situación política al interior de Estados Unidos: por qué los demócratas perdieron; dónde lo hicieron; y cuáles son las perspectivas a futuro.

Pensaron un país para el 2050, cuando las minorías se espera que sean mayoría en Estados Unidos, y perdieron la elección contra un electorado de 1950.

(II) Julio Burdman, por su lado, piensa a “El mundo con Trump como presidente”. Luego de proponer una explicación de por qué ganó la contienda electoral, se detiene en dos pasos esperables de la relación del nuevo POTUS con el mundo. Uno primero que describe un posible nuevo orden mundial. El presidente en EE.UU., nos dice, es quien define (sin demasiadas restricciones institucionales) cómo se relaciona su país. El apoyo de Trump al Brexit yla cercanía con Rusia, entre otros, apuntan a un cambio geopolítico relevante. En segundo lugar plantea un zoom in regional:

El Brexit y Trump suceden justo cuando los países del sur de América buscan acercarse a ese orden liberal de posguerra. Más concretamente, a los dólares que este orden produce. La agenda de libre comercio con Europa y Estados Unidos que nuestros líderes avizoraban ya no estará disponible. No, al menos, en esa forma.

Burdman dedica sus últimas lineas a seguir “escalando hacia abajo” y pensar la Argentina: “para el gobierno de Mauricio Macri, la relación con “el mundo” fue un activo importante durante 2016, y mucho tiene que ver con su legitimidad interna. Algo deberá empezar otra vez”.

Anotadas estas recomendaciones paso ahora sí a “mis 2 centavos” (de dólar). El punto que quiero resaltar acá no tiene que ver ni con “las fallas de encuestas y predicciones”, ni con algunas demostraciones de violencia post resultados (muy desagradables, por cierto).

Mi interés era poner en palabras algo que se discutió un poco a partir de estos resultados, al igual que pasó luego de la victoria de Bush en 2000: el voto popular vs Colegio Electoral.

Parte de la reacción luego de la victoria de Trump fue poner en cuestión la histórica institución del sistema democrático estadounidense. Una que está contenida en el Paper 68 de los Federalist Papers *Hamilton.

¿Pero, cuál es el conflicto?

Se argumenta que el sistema, tal como está diseñado, genera como un posible resultado que quien resulta electo como POTUS no sea el que haya obtenido mayoría en el voto popular. El sistema de elección indirecto determina que quien gana por un voto en un estado (en casi todos los casos) se lleva la totalidad de los electores. De esa manera uno puede ganar por muchos votos en muchos estados y perder por un voto en muchos otros y el resultados será que la suma de electores (miembros del Colegio Electoral) es favorable al candidato que menos votos sacó.

Un segundo elemento es la no obligatoriedad del voto. Esto se repitió (lo repetimos) bastante los últimos días. Hay un sentido común bastante extendido sobre cuál es la dinámica del comportamiento electoral, basado en las reglas (que administra cada uno de los estados miembros de la unión): muchas de estas reglas no marcan incentivos a la participación electoral.

Dicho esto, también están quienes nos hacen pensar y revisar algunas de estas seguridades que solemos tener. Y las redes sociales muchas veces también ayudan. Entre los millones de posts de Facebook que se deben haber publicado a raíz de la elección yo leí éste en mi timeline:

Noam Lupu llama a pensar lo siguiente: no hay que tomar el voto popular como una medida de quién hubiera ganado si no existiese el Colegio Electoral. La lógica del argumento tiene mucho sentido: cuando una contienda particular en un estado no es competitiva (las chances de que gane uno u otro partido son bastante claras) los electores “se quedan en sus casas” y las campañas de los partidos no destinan recursos en esos distritos.

Mapa al final del día de la elección en www.politico.com

En el mapa hay dos que están marcados con un color verde (¿agua?): Michigan y New Hampshire. Son los estados en los que no se había determinado ganador, dada la virtual paridad entre los dos principales candidatos.

Siguiendo el argumento de Lupu, lo que deberíamos esperar es que en esos distritos el nivel de participación sea más grande (los votantes no “se quedan en sus casas” porque el nivel de competitividad es mayor).

Lo inverso deberíamos esperar de casos como el de California y Hawaii, por ejemplo, donde la diferencia entre el primero y el segundo es cercana al 30% de los votos.

Para analizar esto accedí a los datos de participación de la elección de 2016 del United States Elections Project . En base a esos datos (la cantidad de electores elegibles de cada distritos sobre los votos contados el día de la elección) calculé la distancia en la tasa de participación de cada uno de los estados respecto del promedio nacional.

Esta tabla parece confirmar esa idea, tan simple como potente. En verde están los estados donde la participación fuer superior a la del promedio nacional; en rojo donde esta fue menor. Los 4 estados antes nombrados corresponden (de a pares) a estos dos grupos: Michigan y New Hampshire (dos de los estados más competitivos de la elección) tuvieron tasas de participación superiores al promedio: 7 y 13 puntos porcentuales, respectivamente. En tanto, en California y Hawaii los incentivos a ir a votar, dado lo poco competitiva que se presentaba la carrera presidencial, eran menores. Sus tasas de participación fueron menores al promedio del país en 11 y 22 puntos porcentuales.

  • El Colegio Electoral, el órgano que elige al presidente, le costó cuatro presidencias a los demócratas: dos en este siglo, y en 1876 y 1888. Al Gore ganó el voto popular en las elecciones de 2000, pero el triunfo fue de George W. Bush. Hillary Clinton cosechó más votos que Trump, pero tampoco pisará la Casa Blanca.

Estas cuentas básicas y rápidas tenían como intención poner en palabras con algunos datos esa intuición planteada por Lupu. Una que puede ayudar a pensar argumentos como los de Michael Moore, recogidos en esta nota en La Nación:

“La mayoría de los norteamericanos votó por Hillary Clinton. La mayoría de los norteamericanos la quiso a ella, no a él. Pero tenemos un sistema arcaico e inadecuado, llamado Colegio Electoral, que lo hizo presidente”, fustigó Moore.

Podríamos preguntarnos otras cosas también: ¿No importa a los electores de los estados poco competitivos en la elección presidencial otras decisiones que se realizan de manera concurrente? Pienso que un análisis más completo debería incluir muchísimas variables omitidas para responder a algunas preguntas como estas.

Nada de esto quiere decir, sin embargo, que el sistema que impone el Colegio Electoral no deba ser modificado o eliminado. El punto que quería hacer es sobre la interpretación sustantiva del voto popular y su relación con la tasa de participación en las elecciones. Es posible que el sistema sea más democrático si elimina esa institución; también es posible que imponer la obligación del voto genere mecanismos e incentivos que mejoren la calidad de la democracia estadounidense. Como también es plausible que estas modificaciones no sean fáciles de conseguir. Quien gana con determinadas reglas querrán conservarlas, a menos que su cálculo sea que éstas no funcionarán de nuevo sobre aquello que estaban operando.

Lupu añadió luego que quizás lo que hay que pensar es el proceso de las primarias para seleccionar los candidatos. Y ciertamente puede que acá haya más espacio para reformas que en los casos anteriores. Imagino (basado en simples intuiciones) que el proceso y los resultados de las primarias de 2016, que determinaron que la elección se definiera entre Trump (contra gran parte de la dirigencia del partido por el que competía) y Clinton (quien ganó con el apoyo de todo el aparato partidario contra un Sanders que recibía apoyos de los “enojados con el sistema”), abren una ventana de oportunidad .

Como sostiene Ernesto Semán, un dato por demás relevante fue el surgimiento explosivo de Trump y Sanders, “cuyos 25 millones de votos representaron, de formas opuestas, una reacción al abuso de poder de las elites partidarias”. Creo que puede haber allí una posible vía para pensar posibles reformas a la forma de votar en EE.UU.

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tuQmano
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Politólogo. Nacido en Freiburg im Breisgaü. Criado como tuQmano. Educado como porteño. 4 años de chilango. De regreso. www.tuqmano.com