Diluvio de Sinceridades:
Un nuevo Mercosur es posible
Por Gretel Ledo
Entre el fin del mundo y la ausencia de un nuevo amanecer estaban atrapados Noé y toda su familia. El ultimátum de Dios a través de un diluvio arrasador ya había sido pronunciado y era necesario un comienzo radical desde las mismas bases genéticas de toda una generación.
Noé cargó sobre sus espaldas en primer lugar con el dolor de la decisión tomada por Dios: poner fin a toda la humanidad y, en segundo lugar, una vez que se aferró a ese destino divino, tuvo que lidiar con el yugo del sojuzgamiento social, con esa vara tan severa que penetra hasta los tuétanos llamada prejuicio, demencia, estereotipo social.
Caminar o correr contra la corriente implica de por sí llevar a cuestas un peso magnánimo. Decidimos a cada instante de nuestras vidas aún en las cosas más rutinarias y cotidianas.
Nuestras acciones determinan decisiones tomadas en el campo de la mente y las emociones. El precio a pagar es sublime pero el resultado sin duda lo vale.
Así Noé decidió creerle a Dios. Decidió escuchar su voz y caminar a pesar del qué dirán. En este plan pueden existir altibajos mentales, estadios de duda pero jamás de incredulidad. Se trata simplemente de una batalla entre creer o no creer. La decisión es nuestra. Una vez que nos aferramos a ella, que la abrazamos de todo corazón, nada ni nadie nos impide perseguirla hasta alcanzarla.
Argentina está transitando una senda en el proceso de integración regional signada por avances lentos pero firmes. A pesar de ello y en el mismo andar, aún brillan los destellos intergubernamentales. Los distintos porcentuales de aportes destinados al Fondo para la Convergencia Estructural del MERCOSUR (FOCEM) denotan puertas afuera una integración pari passu aunque las desigualdades en el tratamiento del arancel externo común (AEC) claramente reflejan la fragilidad de un andamiaje normativo no sustentable.
La decisión 22/15 adoptada por el Consejo del Mercado Común establece un monto anual de contribuciones de los Estados Partes al FOCEM de 127 millones de dólares de los cuales Argentina aporta 27 millones, Brasil 70, Paraguay 1 millón, Uruguay 2 millones y Venezuela 27.
La distribución se realiza bajo los criterios de promoción de convergencia estructural, desarrollo de competitividad y fortalecimiento de la cohesión social en particular en lo atinente a economías menores. Así Paraguay recibe el 43.65 %, Uruguay 29.05 %, Argentina, Brasil y Venezuela 9.1 % respectivamente.
El punto álgido está dado por la gran cantidad de excepciones al AEC, lo que nos lleva a calificar al Mercosur como una unión aduanera imperfecta. Para el sector azucarero y automotriz aún no existe una política comunitaria sino que se encuentran sujetos a un régimen tributario propio conforme a lo estipulado en cada Estado Parte.
Entre la espada y la pared, entre los deseos de los máximos Jefes de Gobierno y los reales intereses económicos en juego, pende de un hilo una estructura que pide a gritos SINCERIDAD.
Es tiempo de dejar a un lado los discursos y las nuevas expresiones de deseos. ¿Por qué no resaltar las singularidades productivas de cada Nación en el Mercosur bajo el paraguas de la complementariedad, en vez de la competitividad entre los Estados en pos de consolidar un genuino bloque regional?
La inflación creciente en el Brasil está afectando al Mercosur mientras que Bolivia aún estudia condiciones para entrar en la Unión luego de haber suscripto el pasado 17 de julio el Protocolo de Adhesión como miembro pleno. Priman los intereses individuales. No se piensa como bloque a nivel estratégico, más bien bajo un proteccionismo a ultranza en cómo no perjudicarse a sí mismos cuando la mayor potencialidad opera en la unidad.
Pese a los avances, el proceso de integración regional actual adolece de democratización en su misma esencia considerando el tinte intergubernamental del proyecto de integración del Mercosur. Es decir, en última instancia, son siempre los Estados Partes quienes conservan la última ratio en materia de decisiones soberanas en todos los campos centrales de las políticas de Estado. Existe un desequilibrio estructural en la construcción del bloque entre los mismos países. Asimismo prima el criterio del decisionismo, no contribuyendo a la construcción de institucionalidad común. Observamos ausencia de SUPRANACIONALIDAD en el trazado de políticas comunes de Estado a nivel regional.
La voluntad política de cada uno de los Estados Partes resulta esencial para dar avance efectivo a la integración regional. La ausencia de una agenda unificada que trace políticas aplicables a la región, sumada a la inexistencia de una ciudadanía mercosureña, dan cuenta de una identidad regional aún no construida.
Los diluvios identitarios se sobrepasan con decisiones firmes bajo única creencia de validez denominada comunidad de valores regionales cimentados en la supranacionalidad.
Por Gretel Ledo
Es Magister RRII Europa — América Latina (Università di Bologna). Abogada, Politóloga y Socióloga. Analista Internacional y Asesora Parlamentaria en Relaciones Exteriores y Parlamento del Mercosur. Twitter: @GretelLedo