La esquizofrenia iraní y la respuesta sunita
Por George Chaya
Días después del ataque contra le embajada saudíta en Teherán, la embajada de Irán ha sido atacada con misiles en Saná, Yemen. El gobierno iraní acusa a Arabia Saudita de ser el autor material del atentado en el que varios guardias de la delegación diplomática resultaron heridos, según Press TV, una televisión local iranio-yemenita y la televisión libanesa Al Manar, órgano de prensa de Hezbollah, aliado directo de Teherán.
Arabia Saudita y sus socios de la coalición militar del Golfo están combatiendo a los rebeldes hutis por los últimos 2 años en Yemen y acusaron en diversas ocasiones al régimen iraní de apoyar a los sublevados que forman parte de una comunidad chiíta, que tomó el control de Saná en septiembre de 2014. Desde el miércoles, los residentes de la ciudad han informado a la televisión local de por lo menos 30 bombardeos aéreos nocturnos contra objetivos rebeldes, un raid de los más violentos desde el inicio del conflicto.
El 2 de enero pasado Arabia Saudita decidió poner fin a la tregua declarada el 15 de diciembre con motivo del inicio de conversaciones de paz con la mediación de la ONU. El alto el fuego había sido violado de forma reiterada por ambas partes involucradas en el conflicto. La escalada entre Teherán y Riad trepa a niveles peligrosos en las últimos días, alcanzando así un nivel que profundiza la posibilidad de enfrentamientos militares.
Cualquiera que haya seguido los medios de comunicación internacionales ya conoce la decisión saudita de romper relaciones diplomáticas con Teherán. Días pasados, esta decisión también fue acompañada por sus aliados del Golfo.
Si bien casi todos los medios de comunicación saudíes culpan de la crisis a Irán, hay diferencias significativas en la explicación de los acontecimientos y en la evaluación de su impacto e implicancias.
La manera en que expresa sus puntos de vista el “Guía Supremo”, Ali Khamenei, a través de la agencia de noticias oficial Fars, controlada por la Guardia Revolucionaria, muestra satisfacción ante la decisión de Arabia Saudita, pues tiene una excusa perfecta para ir contra el Reino con toda su fuerza.
Otras posiciones del liderazgo iraní, particularmente la facción del ex presidente, ayatollah Hashemi Rafsanjani, expresó su pesar por la ruptura de relaciones diplomáticas y han estado a punto de criticar a la turba que atacó la embajada saudita en Teherán y al consulado en Mashad. Sin embargo, el presidente Hassan Rouhani, y sus funcionarios de la Cancillería efectúan declaraciones similares a los comandantes militares que están aprovechando la ocasión para redoblar y profundizar los ataques verbales contra el Reino y los otros cinco países musulmanes, que han roto lazos diplomáticos con Teherán. Lo concreto es que el incidente pone de relieve la esquizofrenia que padece Irán desde que los khomeinistas tomaron el poder en 1979.
No cabe duda de que “hay dos Irán: uno que encarna en extremo la revolución de Khomeini, y el otro, el que espera regresar a la comunidad internacional como un estado-nación”, según las declaraciones de John Kerry al New York Times.
El Irán que ataca a una embajada extranjera considera el incidente como un acto heroico que fortalece a las “masas revolucionarias”. De hecho, los khomeinistas realmente tomaron el control de la revolución el 4 de noviembre 1979, cuando sus activistas ocuparon la embajada estadounidense en Teherán y mantuvieron como rehenes a los diplomáticos norteamericanos durante 444 días. Aquel 4 de noviembre se convirtió en una fecha emblemática en la historia del régimen y quedó marcado por la organización de grandes fiestas anuales por parte del gobierno, donde miles de adherentes asisten a ceremonias de quemas de banderas norteamericanas e israelíes y de fotos de presidentes de Estados Unidos.
Atacar las misiones diplomáticas se convirtió en la táctica favorita del régimen desde que el presidente Jimmy Carter aceptó tragarse la humillación y calmar a los khomeinistas enviando mensajes escritos de puño y letra para apaciguar a Khomeini.
Así fue como Irán concluyó que “Estados Unidos no podía hacer nada”. Esa conducta de Carter envió una señal a los khomeinistas que podían violar el derecho internacional, incluyendo la convención de Viena sobre las misiones diplomáticas; atacar, saquear y ocupar cualquier embajada o consulado a su antojo. Según lo declarado en su tiempo por el fallecido Rey Hussein de Jordania: “en ese momento Estados Unidos se entregó a la revolucion iraní”.
A partir de allí, la República Islámica generó un récord mundial en el número de disputas diplomáticas. Desde 1979 no ha pasado un día sin que los mullah’s no generen un incidente internacional. En la actualidad, mantienen a seis periodistas estadounidenses como rehenes.
En las tres primeras décadas gobernadas por el régimen islámico experimentó la ruptura de relaciones diplomáticas con diecisiete países, incluyendo países musulmanes como Egipto, Libia, Túnez, Marruecos y Nigeria. Sus militantes atacaron numerosas embajadas y consulados, incluidos los del Reino Unido, Alemania Occidental (como se llamaba entonces), Francia, Italia y Corea del Sur. Tomaron numerosas delegaciones y a sus diplomáticos como rehenes durante largos períodos de tiempo, entre ellas la francesa y su embajador, Guy Georgy. En un momento, todos los miembros de la Unión Europea, excepto Grecia, retiraron sus embajadores de Teherán.
De acuerdo con el derecho internacional, atacar una embajada extranjera es un casus belli (acto de guerra) y esto es lo que ha denunciado el gobierno saudita.
Según el Código Penal iraní, en su reforma de 1963, atacar una misión diplomática es un delito punible con hasta tres años de prisión. Bajo el mismo Código, la captura de rehenes también es un delito, penado con hasta 15 años de cárcel, y si se causara la muerte de algún diplomático está contemplada la pena capital. Sin embargo, en este esquizofrénico Irán, atacar embajadas extranjeras y tomar rehenes es recompensado con honor y altos cargos.
Hoy, varios miembros de la administración del presidente Rouhani son ex atacantes que participaron en la toma de rehenes de la embajada estadounidense en la era del presidente Carter, entre ellos el ministro de Defensa, el jefe de asesores políticos de la Cancillería y el asistente especial para el Medio Ambiente, quienes en lugar de haber pasado por la cárcel como el código penal iraní indica, se encuentran en altas posiciones de gobierno.
En las sucesivas campañas electorales, incluida la actual, se ha visto candidatos que estimulan los ataques a embajadas y la toma de rehenes como grandes logros en sus antecedentes revolucionarios. Tal vez sin saberlo, al ignorar el estado de derecho, ya sea nacional o internacional, Khomeini y sus sucesores estaban imitando a Vladimir Lenin. En su libro“El Estado y la Revolución”, Lenin insistía en que una revolución no puede cumplir con las leyes promulgadas por un estado o grupo de estados: “La Revolución hace sus propias leyes”, escribió.
Sin embargo, cuando se trataba de las misiones diplomáticas extranjeras, ni Lenin no fue tan lejos como los khomeinistas. León Trotsky, como comisario soviético de Asuntos Exteriores, publicó los documentos secretos de la cancillería zarista, pero no permitió a los militantes bolcheviques atacar las embajadas extranjeras y mucho menos saquearlas y tomar a sus diplomáticos como rehenes.
En una entrevista con la BBC el ex secretario de Relaciones Exteriores británico, William Hague, arrojó algo de luz sobre la esquizofrenia de Irán. Hague dice “que en 2011, después que las turbas khomeinista atacaron y saquearon la embajada británica en Teherán, el entonces ministro de Relaciones Exteriores iraní, Ali-Akbar Salehi lo llamó por teléfono para expresarle sus profundas disculpas”. Salehi pudo ser honesto en cuanto a desconocer la identidad de los atacantes individualmente, pero sin duda sabía quien los envió. Así se manejo el régimen khomeinista siempre en ese tipo de crisis. Atacar las embajadas en la República Islámica ha sido y sigue siendo una vía rápida para la promoción personal dentro del establishment.
Durante las últimas cuatro décadas, nadie ha sido procesado, y mucho menos castigado por atacar misiones diplomáticas y tomar diplomáticos extranjeros de rehenes.
Las países extranjeros que fueron víctimas de este comportamiento también son culpables porque nunca insistieron en que los autores sean llevados ante la justicia. Jimmy Carter simplemente ocultó el asunto bajo la alfombra y otros líderes, tanto de Europa como del mundo musulmán, lo imitaron. De esta manera, perpetuaron la idea de los khomeinistas que sintieron que podían hacer lo que quisieran con impunidad.
La reacción a la crisis actual muestra que las dos versiones de Irán están presentes en el régimen khomeinista. Los que persiguen la profundización de la revolución esperan que el ataque a las misiones saudíes y la crisis subsiguiente, les ayudará a ganar en las próximas elecciones internas de febrero. De hecho, es posible que planearon los ataques con ese propósito, como lo ya lo han hecho en elecciones anteriores.
Lo concreto es que mientras la esquizofrenia no le permita a Irán estar en paz consigo mismo, nunca podrá estar en paz con nadie en la comunicad internacional. Y esto es demasiado peligroso tanto para Irán como para el mundo.
Teherán esta jugando una ficha que esta vez puede resultarle no ganadora, que pudiera abrir días devastadores en la región. Arabia Saudita y los países del Golfo le están enviando un mensaje de ello con la voladura de su embajada en Yemén.