Gris, Atlas y Firo

Santiago Sotoca
Popstumbrismo
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2 min readFeb 10, 2020

Cuando quiero descubrir nuevos personajes, vengo a «El Oso de Cipango». Por ejemplo, en mi última visita coincidí con tres compañeros de viaje: Gris, Atlas y Firo.

Gris, Atlas y Firo son tres coleccionistas especializados en encontrar objetos mágicos.

Gris es un hombre alto, corpulento y, a juzgar por las risas de sus dos acompañantes después de verle servir el té, diría que bastante torpe.

Atlas es menudo y flaco, aunque lo que más destaca de su apariencia es su piel azul: brillante, casi escamosa, rematada por figuras geométricas esculpidas por toda la superficie de su cuerpo -o al menos la parte no cubierta por su atuendo-.

Firo también es de corta estatura, sin embargo su mirada es desafiante y su carácter, a priori, violento. Cuando Gris derramó su caldo sobre la mesa, Firo se encendió. Y digo «se encendió», literalmente, porque su cuerpo está envuelto en una llama perpetua, contenida por el único traje capaz de resistir tamaña temperatura.

¿De qué hablaban Gris, Atlas y Firo?

Cada uno de ellos buscaba un objeto diferente y, como suele suceder en estos casos, ninguno sabía qué debía encontrar exactamente.

Si entendí bien, Gris perseguía algo capaz de revertir su mutación. Esto me dejó ciertamente intrigado, pues a primera vista su aspecto era el menos singular de los tres camaradas.

Atlas, por su parte, estaba fascinado con la posibilidad de hacerse con una espada legendaria, de esas que, antes de sostenerlas, uno debe primero sacarlas de la roca mitológica en la que están clavadas.

Firo repetía sin descanso que era un buen tipo, y que la razón por la que su cuerpo ardía era que un demonio lo había poseído. Para poder librarse de él tenía que encontrar el recipiente adecuado y, mientras tanto, se aprovecharía de sus habilidades todo lo que pudiera.

La misión de Gris, Atlas y Firo

A pesar de que cada uno vestía ropas bien distintas -indicativo de sus dispares procedencias-, los tres formaban parte del mismo grupo de coleccionistas, o, al menos, de la misma expedición. Todos disfrutaban de las últimas cucharadas de su «Caldo Secreto» antes de separarse y continuar su camino.

Gris seguía la pista de un relojero misterioso, del que le habían advertido que podría ser la causa de su estado actual, y a la vez la solución a su problema. Su siguiente paso era visitar el distrito Arcade Nikkei, lleno de premios suculentos para jugadores experimentados.

Atlas no sabía por dónde empezar a buscar, así que simplemente caminaría sin rumbo fijo esperando que algo o alguien se apiadase de su deriva. Si era cierto que las espadas más poderosas yacían clavadas en rocas, el Mirador de Ota, en lo más profundo del Bosque de Piedra, era el mejor lugar para intentarlo. Firo había decidido acompañarle y beneficiarse de cualquier oráculo que se cruzase con ellos.

La compañía se deshizo con el último sorbo de té. Pagaron al oso panda y salieron despavoridos hacia la tormenta.

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Santiago Sotoca
Popstumbrismo

Ilustrador de vocación, amante de Japón, los cómics, los videojuegos y la cultura pop.