VIII

Santiago Sotoca
Popstumbrismo
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3 min readOct 28, 2018

«Apreciado R.,

Lo diré sin ambages: necesito tu ayuda. Mi sueño es diseñar el quiosco del futuro, pero sé que no puedo hacerlo solo.»

He lanzado este mensaje al infinito, envuelto en mil grullas de origami. Recuerdo que mi hermano tenía dos libros de papiroflexia con un sinfín de modelos: ranas, elefantes, cigarras, sombreros, etc. Un pavo real de papel charol coronó durante varios años uno de los estantes del salón. Las personas hemos mitificado el papel, aunque admito que aspirar el olor ahumado de la tinta impregnada en la página de un tebeo sacude mi hipotálamo. Los hogares están repletos de ángulos pensados para encajar bibliotecas, como un niño que inserta una pieza de madera en un orificio con la misma forma. Existe un lector romántico, idólatra del cuadernillo cosido a mano. No obstante, rechazo el romanticismo como la única respuesta a mi inquietud. Mi hipótesis apunta a que la hoja impresa es solo un soporte para géneros análogos: periódicos, revistas, libros, cómics, fanzines, etc. Entonces, ¿cuál es el «papel» del medio digital en mi fantasía? Uso la palabra aquí con un doble sentido. Primero, el soporte. El aire actúa como un tinte vivo en los dedos de un aerógrafo. De sus yemas emergen colores etéreos que irradian el espacio, algo semejante a los dibujos de los aviones en las fiestas nacionales, o los hologramas. La próxima innovación en el campo de la escritura mezcla electricidad y pirotecnia. Segundo, el cometido. Dos o tres meses atrás decidí que algún día me ganaría la vida trabajando en la industria editorial. En el largo plazo, proyecto mi profesión hacia la de un narrador omnisciente. En el corto, procuro entender lo suficiente del oficio para que un cronista digital como yo navegue a contracorriente por el río de tinta china. Ojalá el sector de la edición arríe las defensas de su bastión de imprentas, y logre horadar una abertura con la que cumplir aquella promesa: transformarme en un cronista híbrido que se sirve del formato más oportuno para transmitir su mensaje.

Quizás esta serie de ideas deban escapar de su prisión gráfica y mudarse a un refugio sonoro. Quienes me conocen siempre me animan a sacar partido a mi voz —cuando no me piden que me calle—. La radio nunca ha sido mi canal de entretenimiento favorito, pero reconozco que destila tanto o más nobleza que su homólogo textual. Mi hermano y un amigo grabaron varios programas en una radio escuela, a la edad de dieciséis o diecisiete años. Casi dos décadas después, este amigo me pidió que repitiésemos el programa y se lo regalásemos a mi hermano el día de su boda. Todavía recuerdo la calidez de la voz de aquel, mientras brotaba una sonrisa de ilusión e impaciencia por ver la reacción de su compañero. En ese instante noté la magia, el chispazo que el micrófono absorbió y multiplicó por todo el clima del estudio. Le agradezco de corazón haberme dejado participar en tamaña muestra de afecto. Dicho esto, me encantará insuflar aliento y ritmo a mis pensamientos en un próximo experimento.

No me olvido de los protagonistas de mi metáfora creciente. Pienso en reunir un grupo de aventureros con los que enfrentarme al reto de ejecutar mi visión. Con el tiempo, he mantenido una relación distante con los videojuegos de rol. Me siento profundamente atraído por cada historia y cada épica, pero me aburre sobremanera la complejidad del sistema de juego. Digamos que, para este género concreto, me he vuelto perezoso a conciencia. Así y todo, sueño con que mis gremios se tornen personajes de un juego de mesa, claro está, si antes doy con un objetivo común que los motive. En definitiva, imagino escenarios en los que colocar a los actores, a la vez que mi universo se expande.

Caigo de la nube en la que estaba absorto y entro con mi madre y mi hermana en casa. Miro en la nevera esperando que haya algo con lo que preparar una buena cena.

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Santiago Sotoca
Popstumbrismo

Ilustrador de vocación, amante de Japón, los cómics, los videojuegos y la cultura pop.