Espejitos de colores

Nicolás J. Engler
Postales de la tormenta
3 min readMay 11, 2019

Abro la aplicación de notas. Últimamente estuve escribiendo todo ahí, puedo hacerlo desde el teléfono si estoy arriba del auto mientras alguien maneja o desde el colectivo viajando esos 40 kilómetros que en cierta forma marcan mi vida como ajeno a la capital. El auto casi nunca me sirve, pero el colectivo a veces funciona. Por ejemplo: encontré, entre las notas etiquetadas, un poema horrible que escribí mientras volvía de una experiencia religiosa tocada por un atardecer naranja digno de un film de Sean Baker. El poema no sirvió en sí mismo, pero logró inmortalizar la experiencia.

Ya no escribo en papel. Para ser honesto nunca lo hice, por lo menos no de manera extensa. Creo que esto está marcado por diferentes cuestiones pero la principal es que soy de la generación millennial, esa que se ve dictada por la absoluta digitalización. Más allá de eso, odio mi caligrafía y el tren de pensamiento fluye mucho mejor cuando puedo escribir aceleradamente, dejando atrás errores ortográficos que luego tengo la posibilidad de volver a corregir sin que quede un rastro de ellos, no hay tachones ni huellas de gomas de borrar. Un poco así me manejé en la vida hasta mis 22, intentando borrar cualquier rastro pasado que no se condiga con lo que soy en la actualidad. Como si todo lo que hiciera debiese encajar perfectamente dentro del cuadro cohesivo que intento armar en cada etapa.

Qué falta de dimensión intentar borrar el crecimiento de uno mismo ¿no? Quiero decir, nos encontramos en una suerte de mutación constante hasta que somos una construcción de experiencias y marcas corporales que funcionan como una especie de vehículo vital. Ojalá hubiese podido considerar esto en mi adolescencia, que a su vez es un pastiche de flashes en diferentes tonos de colores (bah, creo que todas nuestras adolescencias se desenvuelven de esa forma, en una colorida sucesión de confusiones). Esta experiencia colectiva se siente, irónicamente, suficientemente individual a lo largo de todas las generaciones que conozco como para que creamos que estamos solos y solas atravesando la etapa más bizarre de nuestras vidas. Que adelantando a años posteriores algunos elijan marcarla como los mejores o peores años que pasaron amerita un texto propio. Jamás conocí a alguien que me diga que sus años de entropía hormonal fueron algo neutro, todos caen dentro de un binomio mejor/peor.

Siguiendo esta línea de conversación* (más abajo aclaro un poco sobre esto) de vivencias personales, me parece pertinente decir que estoy bastante decepcionado con el último trabajo de una de mis artistas favoritas. Ella sacó un disco que intenta generalizar una serie de pericias que yo, honestamente, considero demasiado básicas como para ameritar un trabajo completo; pero heme aquí volcando algo extremadamente similar. Nos encanta creernos especiales.

* ¿Puede esto considerarse una conversación si lo único que hago es dejar esta verborragia correr sin posibilidad de retruque? Sepan que pueden contestarme respondiendo a este mensaje. Su respuesta me llega via mail.

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Nicolás J. Engler
Postales de la tormenta

Digital product manager that also happens to do a bunch of other stuff on the side. Jack of all trades.