Yasunari Kawabata

Sobre Un brazo. De Yasunari Kawabata

Élian Cabrera
Fuga e incendios

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Una joven mujer se arranca el brazo para entregarlo a un hombre por una noche, con la condición de cuidarlo. El brazo desprendido del cuerpo de la mujer movía las articulaciones de los dedos después de que ella los besara. El hombre recibe el brazo casi con devoción y pregunta si le hablará, ella le responde que hará lo que los brazos hacen.

Durante el trayecto hacia su departamento, el pánico lo obnubilaba al imaginarse cómo reaccionarían los demás si supieran que llevaba consigo y oculto el brazo de otra persona; su paranoia y cavilaciones aumentaron cuando creyó ver que una mujer, en un auto con luces violeta, le saludaba. Sin embargo, no podía dejar de maravillarse por las formas del brazo, por el tacto, por la redondez del hombro que le recordaba los senos de la mujer.

Al llegar a su hogar, sintió un nerviosismo tal que le parecía que su propia soledad le podía estar esperando para reclamar la compañía que traía consigo. Cuando el brazo se sintió cómodo en la casa, entablaron conversación. Cuidó de no asustarlo de ninguna manera y así paso toda la noche, acariciándolo, recordando a la muchacha en cada sensación que el brazo le trasmitía. Hasta que con un poco de miedo y curiosidad, se arrancó su propio brazo, colocándose en su lugar el de la mujer. Esa noche tuvo el sueño ligero, pero nunca había sentido uno tan cálido.

Despertó dando un grito y encontró que el brazo de la muchacha yacía tirado en el suelo y su propio brazo puesto en su sitio original; el brazo de la mujer estaba inmóvil y el hombre sintió una terrible tristeza, mientras lo apretaba contra su pecho.

El cuento “Un brazo” de Yasunari Kawabata, publicado en 1964, posee características del realismo mágico, el cual es defino por presentar hechos insólitos dentro de un contexto cotidiano; en este caso la narración se centra en el relacionamiento apasionado entre un hombre con un brazo separado del cuerpo de una mujer.

¿Y por qué un brazo? Pues en el brazo, en las manos radica la capacidad del tacto, las emociones que nos transmiten las personas con sus actos y con ellas las expresiones que la acompañan.

Sorprende y deleita la manera en que Kawabata describe con detalle minucioso las reflexiones del hombre quien, a través de las calles cubiertas de niebla, detalla con sensualidad cada sombra y luz proyectada sobre el brazo, la manera en que las curvas y articulaciones le recuerda a otras partes del cuerpo de la mujer e incluso rasgos de su personalidad y costumbres oníricas. Todo a partir del desmembramiento que, paradójicamente, muestra la incisión como forma de vínculo entre dos personas, al punto de que, en un determinado momento, la sangre de ambos fluye en un solo cuerpo.

Por otro lado, el cuento relata un escenario donde se refleja la soledad y el sufrimiento; la empatía que se siente al obtener ese pedazo de felicidad en las manos y no saber cómo usarla, no saber si es compatible con uno o es sólo prestado por un día. Kawabata nos expone un sentimiento de angustia, de temor, la inquietud del ser humano en su fase más excitante, el hecho de poseer en las manos, literalmente en las manos, el amor, el deseo y el miedo de no ser correspondidos.

Al final, todo vuelve a su cruel normalidad: el brazo del hombre que fue separado regresa a su correspondiente lugar de manera voluntaria, incluso lo describe como el escenario de un asesinato, siente repulsión hacia su propia extremidad y un dolor profundo lo invade cuando observa la agonía del brazo femenino. Trágico fin de un breve idilio.

Extra antojadizo: En una encuesta sobre acrotomofilia, las amputaciones de piernas resultaron más atractivas que las amputaciones de brazos; las amputaciones de una sola extremidad más que amputaciones de ambos miembros y las amputaciones con muñón antes que amputaciones sin muñón.

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