Mi intercambio a Japón.

Prentige
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5 min readJan 2, 2017

María Fernanda Márquez Cervantes 7mo Semestre (LRI)

Este semestre agosto-diciembre, tuve la oportunidad de hacer mi intercambio en Japón. Sin saber nada de japonés, mas que Konnichiwa (hola) y Arigatou Gozaimasu (gracias) me aventuré a la tierra del sol naciente. No es broma que hasta que llegué al aeropuerto de Osaka, mientras esperaba a que me recogiera el colectivo de la universidad, me enteré que el idioma japonés se compone de tres alfabetos (hiragana, katakana y kanji). Yo de ilusa pensé que con el inglés me bastaría, pero no. Mi Universidad, Kansai Gaidai, se ubica en Hirakata, una pequeña ciudad dentro de Osaka, en la cual pocos japoneses hablan inglés.

Tenía la expectativa de que la cultura japonesa sería muy diferente, pero nunca esperé que lo fuera tanto. El primer día que llegué a mi Seminar House (la casa en donde viví) me recibió mi rommie japonesa, Kanako. Estaba muy emocionada por conocer a mi compañera de cuarto por lo siguientes meses, pero para mi sorpresa, no nos podíamos comunicar, ella esperaba que yo hablara japonés y yo esperaba que ella hablara inglés. Entre señas y risas hacíamos el intento.

Kanako me llevó al cuarto y me sorprendió ver lo que sería mi cama: un futón, típica cama tradicional japonesa que se compone de dos colchones, uno delgado y uno grueso. Después de que me ayudó a desdoblar el futón, me dió un recorrido por la casa. Por los siguientes meses se acababa la privacidad, pues compartiría cocina y baño con otras veinte mujeres provenientes de diferentes partes del mundo. Todo eso era muy nuevo para mí y el que estuviera en un país tan diferente lo hacía aún más difícil.

La siguiente cosa que me tocó hacer fue caminar al supermercado. Otra vez, yo de ilusa supuse que habría descripciones en inglés, pero nada, todo estaba en japonés. Entré en shock, veía productos coloridos, pero no tenía idea de lo que estaba comprando. (en una ocasión compré aceite para limpiar planchas de cocina creyendo que era aceite de cocina). Esa noche acabé comprando una charola de sushi que fue lo único que reconocí en ese momento y que resultó ser muy diferente al sushi al que estaba acostumbrada, me la pasé preguntándole a otra compañera de residencia japonesa qué estaba comiendo.

Todo era tan diferente que me resultaba abrumador, estaba totalmente fuera de mi zona de comfort, cosas que se me hacían tan simples como: agarrar mi carro e ir a la escuela, ir al súper y saber lo que compraba, simplemente el poder comunicarme con las personas en las tiendas ya no serían parte de mi vida por los siguientes meses. Esa primera noche, sin poder dormir del nervio y el shock, me dije a mi misma: tengo dos opciones, cerrarme y pasar el resto del intercambio comparando mi vida en México con mi vida en Japón o abrirme a esta nueva vida e intentar entender la cultura. Decidí enfrentarme al reto de adaptarme a la cultura.

Ahora miro hacia atrás y me alegra mucho haber optado por eso porque amé mi intercambio. Aprendí tanto de la cultura japonesa, de la situación en el continente asíatico en general, pero más importante, aprendí mucho de mí misma, de todos los límites que me había estado poniendo y de todas las cosas de las que ahora me siento capaz. De igual manera, me di cuenta que si uno quiere se adapta a todo, lo que antes me parecía un mundo extraño y confuso, se convirtió en mi hogar.

No fue fácil, pues tuve que enfrentar muchas situaciones inesperadas y diferencias culturales. Por ejemplo, en una semana perdí mi celular, se llevaron mi bicicleta al corralón porque la estacioné en un lugar prohibido (no leí la seña porque estaba en japonés) y perdí mi tarjeta de metro, sí todo en la misma semana. Al final, recuperé mi celular cinco días después (apareció en un Seven Eleven), un japonés me acompañó por mi bicicleta y una amiga japonesa me regaló otra tarjeta de metro. Estoy muy agradecida con todas las personas que me ayudaron.

A pesar de las diferencias culturales y de idioma, Kanako y yo nos hicimos inseparables y su inglés mejoró notoriamente, mi japonés, pues… chotto(poquito), ahí va. Me terminó gustando dormir en mi futón. Me encanta la comida japonesa, conozco mil cosas más que el sushi y hasta aprendí a cocinar varios platillos (antes de mi intercambio sabía hacer cereal). Me encanta el idioma japonés y planeo seguir estudiándolo cuando regrese a México. Al principio no me llamaba la atención para nada porque me decían que era muy difícil, pero si le dedicas tiempo no es imposible y a mí me divierte. Me gustó tanto mi experiencia que me voy a quedar otro semestre.

De todo lo que viví, les dejo estas recomendaciones que podrían serles útiles sobre todo si van a un país con una cultura tan diferente:

1) No compares tu cultura ni tu estilo de vida con la del nuevo país, eso sólo te limita a explorar y entender la cultura.

2) No te dejes llevar por los estereotipos, intenta mantener una mente en blanco y deja que la experiencia hable por sí misma.

3) Sal de tu zona de comfort, prueba comida y actividades nuevas. Tenía diez años de no andar en bicicleta y una noche me invitaron a ir a Kioto en bicicleta, me aventé dos horas en llegar, pero lo logré.

4) No solo te juntes con personas que hablen tu idioma o que tengan una cultura parecida a la tuya, socializando con los locales es como uno aprende más y conocer a personas de diferentes partes del mundo es una experiencia única.

5) No te cierres a comer cosas que ya conoces. Sí, sí busqué restaurantes mexicanos en Japón, pero siempre intenté probar la comida local.

6) Pregunta y cuestiónate todo, sé como un niño.

7) Si tienes la oportunidad viaja dentro del país o a otros países. Originalmente, solo planeaba ir a Japón, terminé visitando Seul y Shanghai.

8) No te estreses si al principio las cosas no van bien en la escuela, es completamente normal porque tu dieta, el horario y el sistema es diferente.

En fin, no tengas miedo a dejarte sacudir las neuronas por una nueva experiencia o una nueva cultura. No es fácil, no todo fue perfecto, pero créeme, vale mucho la pena. Todo lo que pensé que sabía de mí y del mundo se desmoronó, ahora puedo forjar una visión más objetiva de la realidad porque todo lo que pensé que sabía, Japón, lo desafió.

Maria-san

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