A PESAR DE LAS ESPINAS

Cactáceas mexicanas bajo amenaza

SalvaCactus México
Preservemos las cactáceas

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Por Gabriel Millán

Hace décadas que los saqueadores no descansan. Día a día, estos personajes siguen entrando a las zonas desérticas del país para hacerse de plantas. Mexicanos y extranjeros, ellos extraen cactáceas de los hábitats naturales, motivados por las ganancias o la satisfacción que obtienen con ellas.

Esta es una problemática vieja con ejemplos que sobran: en un boletín de octubre de 2011, la Procuraduría General de la República (PGR) declaró que policías federales habían detenido a dos alemanes, de 51 y 71 años, en el aeropuerto de la ciudad de México a punto de abordar un vuelo hacía Madrid. En cuatro maletas, cuyo destino final era Frankfurt, transportaban 543 ejemplares de cactus extraídos de sus hábitats, algunos en peligro de extinción y otros sujetos a protección especial.

En diciembre del mismo año fui testigo de la comercialización de especies silvestres en un mercado de Puebla. Dos cactáceas esféricas grandes, de feroces espinas rojas y raíz al aire, estaban en venta, además de varias decenas de pequeños cactos globosos de espinas blancas. Las cactáceas grandes eran Ferocactus latispinus y las pequeñas Mammillaria haggeana. Meses más tarde, en Morelos encontré Coryphantha elephantidens en un mercado sobre ruedas, a la venta junto con escobas de varas, frijol y maíz. Esas tres especies se encuentran protegidas por las leyes mexicanas y por la legislación internacional para el tráfico de especies silvestres. Sin embargo, todas fueron cortadas, extraídas de sus hábitats y puestas en venta.

Ferocactus latispinus. Ejemplar silvestre en venta en el mercado municipal de San Luis Potosí

La extracción y venta de especies silvestres es una realidad documentada nacional e internacionalmente. Según una publicación del 2003 de la iniciativa TRAFFIC de la Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), el tráfico de cactáceas deja grandes ganancias. De acuerdo con el documento, durante las décadas de los ochenta y noventa, cerca de 42 mil plantas de Ferocactus sp. fueron colectadas y comercializadas ilegalmente para usarse en la preparación de acitrón, un dulce tradicional mexicano.

Además de la extracción, las cactáceas enfrentan amenazas más devastadoras, producto de la urbanización y el cambio de uso de suelo. A primera vista no hay consenso: para las organizaciones gubernamentales y algunas sociales, la extracción y el comercio ilegales se presentan como los mayores riesgos, mientras que para investigadores y coleccionistas, parece que el cambio de uso de suelo y la destrucción de los hábitats son los principales peligros.

Mammillaria sp. creciendo entre escombros. SLP, México

Las características de estas plantas parecen no contribuir a su permanencia. En primer lugar, crecen exclusivamente en el continente americano y en muchos aspectos son tan diferentes que se consideran exóticas. La familia Cactaceae cuenta con cerca de 2000 especies, algunas restringidas a pequeñas zonas geográficas, localidades aisladas o condiciones ambientales muy específicas (hay especies que sólo crecen dentro de grietas de montes de yeso). La mayor concentración de especies (40%) se encuentra en México, con cerca de 850. De ese número, 70% son endémicas del país. Como son originarias de ambientes áridos y semiáridos, las cactáceas han desarrollado adaptaciones inusuales, como la carencia de hojas, la producción de espinas o la capacidad para almacenar agua en sus tejidos y vivir largos periodos sin lluvia. Poseen un metabolismo que aprovecha al máximo la poca humedad que pueden capturar pero limita su crecimiento. Algunos géneros, como los Ariocarpus, Strombocactus, Aztekium y Turbinicarpus, pueden tardar entre dos y tres años en alcanzar un centímetro de diámetro. Estos mismos géneros son muy populares entre los coleccionistas y, por lo tanto, son más vulnerables y resienten en un grado mayor la colecta ilegal, ya que pasarán muchos años para que una planta tenga el tamaño de los especímenes que generalmente son extraídos.

De acuerdo con la Comisión Nacional para el uso de la Biodiversidad (CONABIO), gran parte de “las especies que se encuentran amenazadas pertenecen a poblaciones pequeñas, de distribución restringida, o son especies recientemente descubiertas por la ciencia, por lo que se conoce muy poco de su biología”.

Parte de las cactáceas encontradas por la PGR en las maletas de dos alemanes en 2011.

Converso con un alemán, coleccionista y experto en cactáceas mexicanas. Él, me cuenta, ama a México: su cocina, su gente y, sobre todo, sus cactus. Ha viajado 37 veces al país y en cada ocasión visita las zonas desérticas en busca de cactáceas silvestres para llevárselas consigo a Alemania, no físicamente, sino en imágenes. En una página de internet, creada para compartir las fotografías de sus viajes, tiene alojadas más de 5 mil imágenes, la mayoría de cactus. Para él, la colecta ilegal y el tráfico no son las verdaderas amenazas:

―Pienso que sólo unos pocos cactófilos estúpidos se arriesgan a traer cactus de México a Alemania. Es muy caro si la policía se da cuenta en la frontera. Además, tenemos suficientes tiendas para comprar plantas y semillas del 99% de los cactus mexicanos, de manera legal.

―¿Crees que el tráfico ilegal no es un problema tan grande, si se compara con la destrucción de los hábitats?, pregunto.

―Me parece que la destrucción de los hábitats viene de construir nuevas carreteras, viviendas y quizá de hacer campos de cultivo. Por ejemplo, hace 10 años conocí un lugar con cientos de Ariocarpus kotschoubeyanus, desde hace dos años es un enorme campo de frutas, y todos los Ariocarpus desaparecieron. Creo que menos del 1% de los cactus mexicanos llegan de forma ilegal a los cactófilos. Ellos sólo quieren plantas de Ariocarpus, Turbinicarpus y Astrophytum, que son de los que crecen más lentamente.

Por otra parte, Ricardo García Rubio, profesor de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), asegura que el modificar una zona natural para convertirla en un asentamiento, en una zona industrial, agrícola o pecuaria, es lo que tiene mayor repercusión en la pérdida de las especies, a pesar de que en muchas ocasiones se afirme que la extracción ilegal es lo que más afecta.

—Tradicionalmente se habla de la colecta como lo que más daña, y es cierto, pero sólo cuando la población de una especie determinada es muy pequeña. Si, por ejemplo, la población fuera de sólo 100 ejemplares, que alguien se lleve 20 plantas representa una disminución muy significativa. Una variación de esta práctica que hemos visto en nuestro trabajo de campo es la colecta de semillas. Hemos encontrado coleccionistas, principalmente europeos, que buscan las plantas, las marcan con un GPS [geo posicionador satelital] y se van. Luego, cuando es la época de producción de semillas vuelven y las recogen, así no corren el riesgo de ser detenidos por tráfico de vida silvestre.

Localidad tipo de Ariocarpus bravoanus altamente afectada por la colecta. Pueden observarse los agujeros dejados por la extracción de al menos dos plantas.

Al recoger los frutos, los colectores anulan la posibilidad de que las semillas caigan a la tierra y germinen, dando origen a un nuevo individuo. Lo que parece inofensivo, en realidad no lo es. Uno de los estudios de García Rubio encontró que se necesitan miles de semillas para que una sola planta pueda crecer.

—En el caso de la Mammillaria mathildae, un pequeño cactus originario de Querétaro, se necesitan cerca de 4 mil 500 semillas para que una sola planta se establezca. Cada fruto produce aproximadamente 26 semillas, así que se requieren casi 180 frutos para preservar una sola cactácea.

Mientras la discusión sobre qué actividad es más dañina para la biodiversidad continúa y el panorama se vuelve más desolador, diversos actores suman esfuerzos en el país a favor de la conservación de cactáceas. A nivel gubernamental, se han fomentado estrategias que repercuten en la conservación biológica, como la inclusión de México en la Convención sobre el Comercio Internacional de especies amenazadas de la Fauna y Flora Silvestre (CITES por sus siglas en inglés) a partir de 1991, la posterior elaboración en 2010 de la NOM-059-SEMARNAT-2010 para la protección ambiental de especies nativas de México de flora y fauna silvestres en categorías de riesgo, y el establecimiento de nuevas Áreas Naturales Protegidas y la conservación de las ya existentes. Si bien se está trabajando al respecto, por sí solo, el gobierno está lejos de garantizar la subsistencia de especies vegetales y animales, lo que aumenta la necesidad de intensificar la estrategia para preservar los ecosistemas y la diversidad biológica, ya que todo desequilibrio ambiental tiene consecuencias directas en nuestras vidas.

Por su parte, la sociedad civil y la academia también realizan una importante labor en la conservación.

Digitostigma caput-medusae en hábitat. Foto tomada de http://www.cactusok.ru/

En 2001, cuando el entonces trabajador de Comisión Federal de Electricidad, Manuel Nevárez, tomaba fotografías de la flora que habitaba la zona donde posteriormente instalarían líneas de alta tensión en Nuevo León, descubrió en el suelo, entre arbustos, ramas y hojas, una casi imperceptible planta, extraña y un poco parecida algunas cactáceas pero sustancialmente diferente.

—Yo nunca había visto esa planta y sospechaba que era algo nuevo, pero no estaba seguro. Cuando la llevé con un botánico experto [Carlos Velazco], su reacción fue impresionante, de júbilo, muy efusiva. En cuanto la vio, él supo que había descubierto una nueva especie… no sólo una nueva especie, un nuevo género.

En esta época, descubrir una nueva especie no es un suceso común, al contrario, es algo que muy difícilmente ocurre. Luego de descubierta, debe notificarse y describirse, así, el nombre de la nueva especie será siempre citado con el apellido de quien la descubrió, en cualquier momento y lugar del mundo.

A raíz del suceso, Manuel Nevárez junto con Carlos Velazco fueron conocidos como los descubridores de Digitostigma caput-medusae, un género y especie de cactácea nunca antes vista que rápidamente captó la atención de los coleccionistas nacionales y extranjeros. Después de la publicación, el registro y una serie de trámites, Manuel fundó el Proyecto Digitostigma, una iniciativa hecha con el fin de reproducir artificialmente suficientes ejemplares de esta planta para un mercado demandante que amenazaba con obtener lo que deseaba, de forma legal, o no.

—Cuando publicamos el artículo y describimos la nueva especie, nosotros no hicimos pública la ubicación de las plantas para protegerla. Pero como la historia del descubrimiento daba datos, alguien ató cabos, unió los indicios que se mencionaban y finalmente encontraron el lugar y lo saquearon. Sí se mermó la cantidad de plantas, pero aún así, siguen existiendo en hábitat.

Manuel explica que a 10 años del descubrimiento, la demanda ha disminuido. Comenta también que la propia biología de Digitostigma la hace muy propicia a reproducirse de forma artificial, ya sea injertada, por esquejes o por semilla.

—En el inicio hubo muchas exportaciones de la planta, sobre todo a Europa y Estados Unidos. Eso ayudó a frenar el saqueo masivo que pudo haberse desencadenado. Ahora Digitostigma está muy comercializada, la puedes encontrar a través de internet en Italia, en Japón, en Estados Unidos… hay gente que me busca para pedirme ejemplares en otras ciudades, aun cuando en donde viven hay alguien que la tiene y la puede vender.

Figura del artículo Micropropagation and Reintroduction
of the Endemic Mammillaria mathildae
(Cactaceae) to Its Natural Habitat
; HORTSCIENCE 45(6):934–938. 2010

En otro frente, Oscar Ricardo García Rubio, investigador de la UAQ realizó un exitoso proyecto para reproducir y reintroducir Mammillaria mathiladae. En una labor conjunta con otros sectores, el proyecto garantizó primero la existencia de un área natural protegida, donde una vez reproducidas, las plantas podrían reintroducirse. A través de métodos sumamente novedosos para reproducción in vitro, como cultivo de tejidos, micorrización y aeroponia, en 10 meses el laboratorio de Ricardo García logró obtener ejemplares equiparables a plantas de tres años de edad en vida silvestre. Luego de someterlas a un proceso de estrés, las plantas se reintrodujeron en el área natural protegida, logrando que en promedio, 9 de cada 10 Mammillaria reintroducidas subsistiera y entrara en fase reproductiva. Por el momento, aplican el mismo método para tres especies más Turbinicarpus alonsoi, Strombocactus diciformis var. esperanzae y Turbinicarpus pseudomacrochele. Este protocolo, que para el investigador puede ser replicable para otras plantas, incluso no cactáceas, brinda una fuerte esperanza en los trabajos de conservación de especies vegetales.

A pesar de sus espinas, las cactáceas mexicanas continúan en una constante amenaza. Se encuentran en una carrera que parecen ir perdiendo y que finalmente sólo sus principales destructores, nosotros, haremos que la ganen o la pierdan. Mientras tanto, organizaciones gubernamentales, sociales, coleccionistas e investigadores, hacen estrategias desde sus terrenos para fomentar la conciencia sobre la importancia de preservar la riqueza de esta familia con la que cuenta el país, inmersa en nuestra cultura desde épocas prehispánicas.

La primera versión de este reportaje fue publicada en la revista Xerophilia (Volume 3, No. 1 (8) — March 2014)

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SalvaCactus es grupo de personas interesadas en la conservación de las cactáceas mexicanas, a través de la intervención de actores diversos