Miedo al mar.

“Yo soy el mar triste y violento que escapará hacia adentro. Con su inmensidad, agua y sal, triste es remar en este cuerpo etéreo.” (El Gran Silencio — Libres y Locos)

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Y dije tal vez ya no habrá una musa en aquel lugar
Miro al cielo y no veo estrellas, la mía ya quedó atrás

Tal vez encontraré una nueva
Y brillará con toda intensidad en el cielo de alguien más

“Puerto Partida (Soy un cobarde) - José Madero — Carmesí 2016

Nunca me sentí cobarde al explorar el mar, siempre fue mi más grande obsesión en mi etapa pueril, era el mar tan inmenso, impetuoso y profundo, como un piélago de muchas conciencias que se escapan de la luz por miedo o timidez a mostrarse, era el cielo siempre encima, con similares colores, con una tempestuosa familiaridad, que solía confundirlos al verlos unidos en una misma fotografía.

Pero yo sólo era un infante, explorador de la fascinación de lo que entonces era para mí, inalcanzable, incomprensible e incierto, alguna vez, estuve fascinado en la misma proporción por el cielo, aunque terminé arrastrado por el oleaje hacia su centro de atracción que me condujo como un navegante, a perderme sin encontrar puerto.

Siempre me consideré curioso, fortalecí mi curiosidad con mi enfermedad manteniéndome en una ficción fascinante que me alejaba de mi realidad terrible. Porque nunca he sido valiente para enfrentar mi realidad.

Durante mi enfermedad, me encontraba postrado, mirando al cielo y flotando sobre un mar de dimensiones, sólo miraba el cielo a través de la ventana, nunca hubo mar, siempre era cielo solamente. Y era conforme ante esa mentira.

Exploraba el mar en mi ideario imaginario, aunque estaba inerte en un camastro, siempre fui el explorador de los descubrimientos, de cada isla, de bahías o ensenadas, ese idealismo me llevó a confrontarme con la idea del mar desde la literatura, encontré que mi fascinación, era también obsesión de otros como Melville y su “Moby Dick”, o Hemmingway con “El Viejo y el Mar”, “El rumor del Oleaje” de Yukio Mishima, “Mar al Fondo” de Luis Sampedrio, por mencionar los primeros que recuerdo.

Y luego llegaron las proyecciones.

Una desproporción de imágenes que cancelaron mi ficción por una realidad que yo desconocía. En mi ingenuidad, el mar era agua solamente agua, y yo era el hombre de arena, que quería abrazarla y esperar que el agua no me destruyera siendo solo arena en un abismo de agua y sal.

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