Antonia Martínez Soler | Concejal de UCD del primer Ayuntamiento democrático

“En la Transición los políticos hablaban. Estaban interesados en que la democracia saliera adelante”

Para la ex edil el problema catalán se origina en “los pactos de los gobiernos centrales con los nacionalistas, olvidando al centro”

Veronica M. Richarte
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Antonia Martínez. Foto: Verónica Maciá

Antonia Martínez Soler (Elche 1948) sigue teniendo el mismo aspecto afable de su época política. Concejal de UCD durante la primera corporación democrática en el Consistorio de Elche al que llegó “muy verde, como una virgen política”. Formar parte de una lista electoral en plena Transición, fue “algo inesperado. Tan joven y mujer no había imaginado nunca participar en un hecho histórico de ese calado”. Su historia, es la historia de la democracia española y opina, con voz autorizada, sobre la situación política actual y nos deja claro que hay vida, y mucha, después de la política.

Su experiencia es realmente enriquecedora y aporta mucha luz sobre la ahora tan denostada época de los inicios democráticos. “Lo único que sabíamos sobre el funcionamiento de las instituciones lo aprendíamos en los libros de los partidos. Teníamos que estudiar”. Compara su situación con la de los políticos actuales que “ahora participan con una preparación impresionante, pero porque lo han vivido mucho tiempo”. El PSOE ganó las elecciones, y UCD entró con fuerza en la corporación: “Éramos ocho concejales, de los cuales tres eran tenientes de alcalde”. Llama la atención que, sin ser parte del gobierno local, se participara activamente en las decisiones que afectaban a la ciudad. “La corporación enviaba a todo acto o reivindicación que se realizaba a un miembro de cada partido”.

Hoy eso sería imposible, pero “debemos situarnos: No existía la Ley de Bases de Régimen Local que es de 1985, y la legislación del momento permitía que pudiéramos estar en la comisión de Gobierno proporcionalmente al número de concejales”. El ambiente de colaboración se reflejaba en las actuaciones conjuntas de todos los partidos políticos y “aunque nos matábamos en los plenos, luego nos íbamos a tomar un café. Éramos adversarios, no enemigos”.

“Aun así, nuestras responsabilidades no eran muchas. Fui concejal de Estadística y no es un área que influya en la política”

Durante la legislatura, nuestra joven democracia se puso a prueba con el golpe de estado del 23F en 1981, “que nos cogió trabajando. Solo el departamento de estadística estaba esa tarde en el ayuntamiento, ya que estábamos preparándonos para realizar el censo de Elche. Manuel Rodríguez, el después alcalde y en ese momento director de la UNED, llamó para avisar y no sabíamos que hacer. Al poco tiempo nos disolvimos ya que se declaró el estado de excepción”. Cuenta la leyenda que mucha gente de izquierdas ese día realmente se asustó por si triunfaba. “En UCD no destruimos nada, pero sí me consta que compañeros de otros partidos con un pasado de lucha contra el régimen de Franco, se escondieron”. Es un hecho que la población civil siguió los acontecimientos por la radio con gran preocupación y “cuando llegué a casa, bajé a comprar a una tienda del barrio en la que no quedaba nada”. Recuerda con desasosiego cómo tuvo que decidir si mantener la convocatoria de los cursos de agente censal, previstos para la mañana del 24 o suspenderlos. “No se podía desconvocar a tanta gente en un plazo tan breve y venían a propósito los encargados de impartirlos, así que se decidió continuar con los planes sabiendo que podríamos tener que disolvernos”. Afortunadamente todo salió bien y el golpe se abortó.

Otro hito importante en esos años fue el triunfo arrollador de Felipe González que “para nosotros, políticamente, fue un desastre, pero supuso la revalidación de la democracia en España. Si aguantábamos que un partido de izquierdas gobernara el país, significaba que la democracia se había consolidado”. Tras esto vino la debacle. UCD se disolvió y Antonia dejó la política y retomo su vida anterior.

En 1987, en Elche, el CDS volvió a aglutinar a la gente de centro que quedó huérfana y no se había integrado en ningún otro partido. Este segundo periodo como concejal transcurrió de forma diferente. “Viví la política desde la Diputación donde fui portavoz de mi grupo”. En esos años vio la luz el que fue, quizá, el primer caso de corrupción con gran trascendencia en los medios. “Denunciamos en los tribunales al presidente Fernández Valenzuela al entender que había recibido un trato de favor por parte de la CAM, y el ambiente se tornó irrespirable”.

“Me llegaron a acusar de poco inteligente: Esas cosas se saben y se utilizan para negociar”

En el CDS “la gente era muy noble. Trabajábamos para nuestros electores”. Me cuenta cómo la subvención para el Puente de la Generalitat la consiguió un compañero de legislatura, Paco Vives, que “insistió muchísimo hasta que la obtuvo, aun sabiendo que el beneficio político era para los socialistas que gobernaban”. Tras el hundimiento electoral en 1991, no se fue a otro partido a pesar de tener ofertas. “Muchos compañeros se pasaron al PP, además de malas formas, con ruedas de prensa en las que básicamente se decía lo malos que éramos y lo maravillosos que eran aquellos que les acogían”. Continuó muy cerca la vida municipal, ya que estuvo trabajando de funcionaria de confianza del partido hasta que en 1995 “empecé a preparar oposiciones al ayuntamiento, ya que debía garantizar mi futuro laboral”. Tras aprobar y pasar un año en San Vicente, volvió a Elche y “me incorporé a la OMAC desde su creación, atendiendo al público y allí estuve hasta mi jubilación”.

Actualmente disfruta de sus nietas, pero sigue con interés los acontecimientos tan importantes que suceden en este momento. Para Antonia “parte de culpa de lo que está pasando en Cataluña se debe al hecho de que todos los gobiernos hayan pactado siempre con nacionalistas. El centro, tan importante en países vecinos, aquí siempre ha sido considerado como el traidor que igual llegaba a acuerdos con la derecha que con la izquierda”. Hablamos de cómo Suárez no transmitió su mensaje comparándolo con los partidos autonómicos que “no solo han sabido vender su mensaje, sino que su electorado siempre les ha perdonado cualquier pacto”. Está al día de todo lo que pasa, pero confiesa que “cada vez soporto menos los debates, no me creo ya a ningún tertuliano. Oigo la radio por la mañana y veo el telediario de la noche para no perder el hilo, pero nada más. Me he vuelto bastante insensible a la política televisada”.

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