Un disparo con los brazos en alto

Proyecto A.M.A
Proyecto A.M.A.
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3 min readDec 7, 2019
Rosa Pérez

Cuando me llamaron para decirme que mi nieto había sido baleado con un arma de fuego dejé todo tirado. Mi nombre es Rosa Pérez y trabajo de forma independiente en una florería en el sector norte de Antofagasta. Vivo en la poblacón Bonilla y ese día 21 de noviembre mis nietos estaban en la casa viendo televisión, cuando el humo de las bombas lacrimógenas lanzadas desde la Subcomisaría Norte de Carabineros, que queda a dos cuadras de la población, comenzó a entrar a la casa.

Vivo en un área donde hay colegios, jardínes e incluso está el Hogar de Cristo, pero eso no les importó. Estando en nuestra propia casa, mis nietos no podían respirar. Fue entonces que salieron hacia el antejardín y Alejandro, que tiene 14 años, corrió en dirección a la comisaría. Al doblar en la esquina se encontró de frente con un carabinero que le disparó, aun cuando él estaba con sus manos arriba.

Cuando llegué al Centro Asistencial Norte (CAN) vi que a mi nieto le habían disparado perdigones en su ojo derecho, en la cara, el hombro y la ingle. Luego fue trasladado al Hospital Regional, donde intentaron sacarle el balín del ojo, pero no pudieron y por eso lo derivaron a Santiago en avión ambulancia. Y acá, en el Hospital Calvo Mackenna, le salvaron su vista.

Yo hice la denuncia en la fiscalía, pero de la persona que disparó no sabemos nada, porque los uniformados estaban sin sus nombres y tenían cascos que le cubrían la cara. Yo tengo sobrinos que son carabineros. Ellos tienen familia, aman a sus hijos y no serían capaces de dispararle a un niño. Por eso no condeno a toda la institución, sino que me expreso directamente contra esa persona que le disparó a mi nieto, a quien dejó marcado para toda la vida.

Yo estoy de acuerdo con las manifestaciones sociales. Se está luchando por la dignidad del ser humano, por eliminar la pobreza, por un sueldo y una salud digna, por no tener a personas como mi hija -la mamá de Alejandro- que tiene una pensión de 105 mil pesos por enfermedad, pero que no le alcanza para nada. Hace cuatro años ella fue diagnosticada con hipertensión pulmonar y muchas veces estuvo a punto de morir esperando por sus remedios, por no tener dinero para comprarlos. Hasta que fue aprobada la Ley Ricarte Soto y gracias a eso ella viene todos los meses a Santiago a recibir su tratamiento.

De no ser así, no sé qué habría pasado. En nuestra casa el sueldo promedio es de 500 mil pesos y muchas veces nos han cortado la luz y el agua. Como soy comerciante independiente, ahora mismo, por ejemplo, no estoy ganando nada, porque estamos acá en Santiago esperando que a mi nieto lo den de alta y mi hija termine su terapia mensual. Acá vivimos en una casa de acogida, donde nos aportan y nos dan gratuitamente todas nuestras necesidades básicas.

Nota de la redacción: Rosa Pérez realizó una denuncia en la Fiscalía de Antofagasta y el caso de su nieto fue tomado por Cristián Aguilar, fiscal preferente en delitos de derechos Humanos de la ciudad nortina.

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