¿Qué es el Reino de Dios y qué tiene que ver conmigo? (Por Michael F. Bird)

Esteban Treviño
Proyecto A21
Published in
6 min readApr 18, 2022

El “Reino de Dios” era el sistema que Jesús usaba para resumir su mensaje. En el Evangelio de San Marcos, leemos: «El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio» (Marcos 1:15). El reino de Dios, insinuado en el Antiguo Testamento, saturando los Evangelios, e incluso apareciendo en las cartas de Pablo, es un tema central en la enseñanza bíblica.

Sin embargo, el Reino de Dios es un tremendo problema con capas de complejidad que uno debe desmenuzar para comprender su significado en la Biblia, en los labios de Jesús, y en los diversos esquemas interpretativos se ha mantenido en la Iglesia a través de los tiempos. La pregunta siempre ha sido, ¿qué significa “reino”? y, aún más importante, ¿qué significa para mí?

La respuesta a tales preguntas siempre ha sido algo como una prueba de fuego para determinar a que “tribu” se pertenece, ya sea de la alta iglesia, progresista o evangélico, ya que cada lado tiene una gama ligeramente diferente de ideas y actividades que tienden a asociar al reino.

Uno puede imaginar el reino en términos idealistas, una utopía futura, una república redentora donde los seres humanos en su vida interior y estructuras sociales reflejan la aceptación del amor del Padre. De ser así, nuestra tarea sería hacer que este reino sea una realidad por medios de la política, la protesta y la predicación. ¡Esfuércese para aprovechar cada día!

El reino puede ser equivalente a liberación, rescatar a los pobres y marginados de su calamidad, y haciendo justicia para todos. De ser así, nuestra tarea sería hacer realidad el reino imitando las acciones salvadoras de Jesús hacia los pobres y los desamparados, y luego realizar su visión de una sociedad verdaderamente justa. Póngase su uniforme revolucionario o salga a protestar a la calle para construir hoy un mundo más justo.

El reino puede ser identificado como el reino salvador de Dios, que se vuelve real cuando las personas experimentan la reconciliación con Dios a través de la declaración del evangelio de la gracia. De ser así, nuestra tarea es proclamar el evangelio del rey que perdona e invitar a las personas al reino de Dios, donde pueden ser justificadas, reconciliadas y redimidas. Haga el servicio de la iglesia más sensible para quienes lo buscan y lleve a sus amigos a Jesús.

El reino a veces es descrito como un pueblo regido por un rey: la iglesia, para ser exactos, que es la personificación terrenal del regio poder de Dios y su santo llamado. De ser así, el propósito de la Iglesia es extender este poder por medio de la persuasión, la política y la predicación, tal que hacer mucho de la Iglesia es hacer mucho de Dios. Así que, aférrese a la mitra del obispo y disfrute levantando el cáliz para ver el reino de Dios entre nosotros.

El reino de puede ser considerado como la creación restaurada, la que pone al mundo en orden; los humanos y la creación cohabitando en armonía, la redención y la renovación combinadas. De ser así, el propósito de la Iglesia es restaurar a los seres humanos a la integridad espiritual y relacional y atender al ecosistema antes de su resurrección al final de los tiempos. Renueve su suscripción de EFAC y Tearfund para ver el Reino de Dios echar raíces.

El problema es que cada una de estas perspectivas dicen algo que es, al menos, parcialmente cierto. El reino es un estado futuro identificado con la nueva creación. Jesús relaciona el reino con su propio ministerio de liberación de los poderes malignos, la enfermedad, la opresión y la injusticia. El reino, en efecto, implica el perdón y la reconciliación con Dios. El reino es impensable sin el pueblo sobre el que Dios reina. Nuestra esperanza futura no es la inmortalidad del alma, sino el paraíso restaurado en un cielo nuevo y tierra nueva. Así que, sí, definir el reino siempre ha sido un problema.

Siempre he apreciado la definición holística del Reino de Dios dada por el teólogo anglicano Graeme Goldsworthy, quien, escribiendo desde la tradición australiana de la teología bíblica, define el reino de esta manera:

«Toda la historia bíblica, a pesar de su gran diversidad de formas y enfoques, es consistente en su énfasis del reino de Dios sobre su gente en el ambiente que Él crea para ellos. El reino presentado en el Edén se pierde para la humanidad desde el principio del relato bíblico. La historia de redención inicia inmediatamente después de que el reino se pierde, y cuenta la manera en que el reino de Dios será finalmente establecido como un nuevo pueblo de Dios en comunión con Él en un nuevo Edén, una nueva Jerusalén, un nuevo cielo y una nueva tierra. El reino es el reinado de Dios sobre el pueblo de Dios en la presencia de Dios.»

Para aclarar esto, el reino de Dios es Cristo como rey de una nueva humanidad y una nueva creación: en poder, sobre personas y en un lugar. Donde uno encuentra el pueblo real y sacerdotal de Dios, donde el Espíritu opera entre ellos, donde el Evangelio de Cristo es proclamado, su enseñanza es enseñada, los signos de su presencia son dados (i.e., el bautismo y la eucaristía), donde la redención es una realidad, donde la justicia y la misericordia son perseguidas — ahí es donde se manifiesta el reino de Dios.

Es importante recalcar que la Iglesia de Cristo no es simplemente un receptor pasivo de su gobierno divino; sino que la Iglesia constituye una parte esencial del reino de Dios como la expresión física del cuerpo real de Cristo en la tierra. La Iglesia personifica el reino convocando a la gente a la lealtad a Jesús, invitándoles a su familia perdonada, y participando en actos de redención que destruyen el dominio de las tinieblas, liberando a los cautivos, mejorando la condición humana, y estableciendo la mayordomía humana sobre la creación. En cierto sentido, el reino se propaga como la Iglesia y su trabajo se propaga como tinta en el agua.

¿Podemos, entonces, construir el reino de Dios con nuestros ministerios y labores? ¿Construimos nosotros Jerusalén, cómo dice el himno antiguo? ¿No es toda labor cristiana una labor del reino? Entiendo la atracción, pero soy alérgico a la identificación de nuestros ministerios evangélicos y éticos, o nuestras políticas y mandatos sacerdotales con el reino.

El peligro es más que ser demasiado estrecho, que el reino es solo evangelismo, o solamente justicia social, o solamente la presencia visible de la Iglesia. Si el reino alcanza su clímax en nuestras obras, entonces nosotros nos volvemos el centro de la manifestación del reino en lugar de Dios. No debemos perder de vista el aspecto teocéntrico, es decir, que el reino de Dios no es otra cosa que el reinado de Dios y la venida de Dios como rey, específicamente, en y a través de Cristo.

Siguiendo el ejemplo de N.T. Wright, yo diría que lo que hacemos con nuestras obras, por muy santas y nobles que sean, no es construir el reino nosotros mismos, sino construir para el reino, preparar el camino al Señor, acercar una embajada a los tiranos y déspotas de lo que ha de venir, traer la sanidad que anticipa la totalidad de una creación renovada. Lo que hacemos es una anticipación del reino, no la limitación o reducción del reino a las propias labores de la lglesia. La Iglesia nunca ha sido totalmente idéntica al reino; es el signo de la promesa del reino, la precursora terrenal de la comunidad redimida de la nueva creación.

El Rev. Dr. Michael F. Bird es un Decano Académico y Conferencista en Ridley College, en Parkville, Australia.

Traducido por: Esteban Treviño, miembro de Proyecto A21.
Corregido por: Azael Contreras.

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