¿Por qué necesitamos más mujeres programadoras?

Laura Mangifesta
Mumuki
Published in
3 min readMar 8, 2018

La política de los artefactos

Los puentes sobre las avenidas de Long Island, en Nueva York, tienen una apariencia particular. Son extremadamente bajos, llegan a tener menos de 3 metros de altura en algunos lugares. Podríamos pensar que es un detalle estético, algo pintoresco. Cuando observamos puentes, calles, edificios, pensamos en ellos como simples objetos. Cosas. Inocuas e inocentes. Lo mismo nos pasa cuando pensamos en tecnología, en computadoras, celulares y aplicaciones.

Sin embargo, cuando analizamos los puentes de Long Island más de cerca, podemos vislumbrar las razones de su curiosa morfología. Los blancos de las clases altas, dueños de autos, podrían utilizar libremente los parques y playas de Long Island para su ocio y diversión. La gente menos favorecida, que normalmente utilizaba el transporte público, se mantendría fuera porque los autobuses no podían transitar por allí. Robert Moses, su arquitecto, reflejó en los puentes sus prejuicios raciales.

¿Qué significa esto? Que los planes técnicos que preceden a la creación de los objetos es de vital importancia para su futuro uso. Tendemos a pensar que los objetos son inocuos, olvidando que su diseño esconde decisiones humanas. Resoluciones que expresan ciertos intereses y necesidades, que privilegian unos problemas sobre otros. Así como pasa con los puentes de Long Island, pasa con todo objeto proyectado y diseñado por humanos.

“Creo que no te entiendo”

Hace unos días, en una charla de Chicas en Tecnología, Melina Masnatta nos contaba que Siri, el asistente virtual de Apple, no tarda en ofrecerte ayuda en línea cuando le contás que pensás suicidarte, incluso te pone en contacto con centros de prevención para que lo reconsideres. Sin embargo, al plantearle que fuiste víctima de una violación, se queda mudo. “Creo que no te entiendo”, responde. Lo mismo sucede si le decimos que estamos sufriendo violencia doméstica o acoso callejero. “No se cómo responderte a eso”, nos dice y luego se calla.

Está bien. No podemos especular sobre las intenciones del equipo de Ingeniería de Apple. Pero disponemos de otros datos. Esa empresa cuenta con solamente un 32% de trabajadoras mujeres (Fuente: https://www.apple.com/diversity/). En Argentina, las cifras desiguales se agravan: las mujeres representan tan sólo un 18% de los estudiantes de informática del país (Fuente: http://www.fundacionsadosky.org.ar/wp-content/uploads/2015/05/resumen-mujeres-y-computacion-2013.pdf)

Conscientemente o no, deliberada o inadvertidamente, la escasa cantidad de mujeres en Ciencia y tecnología, y fundamentalmente en informática, deja una marca en el diseño de las tecnologías y sus posibles usos.

La poca representación femenina tiene más de una consecuencia: genera tanto una profunda inequidad en la distribución del ingreso y del capital intelectual acumulado en la profesión, pero, esencialmente, priva al sector de la mirada de más de la mitad de la población.

No sólo es importante que las mujeres aprendan a usar las tecnologías, es fundamental que se conviertan en sus creadoras. Necesitamos más mujeres ocupando cargos de toma de decisiones, liderando proyectos, diseñando, planificando y ejecutando. La falta de representación femenina en esas posiciones nos condena a vivir en un mundo hecho por hombres y para hombres.

¡Ojo! No estoy esbozando acá ninguna denuncia de falta de moralidad o mala intención de su parte. Pero la única igualdad posible surge de un ambiente plural, diverso e inclusivo. La ausencia de las mujeres se traduce en la ausencia de sus intereses y necesidades, que únicamente pueden surgir de sus propias vivencias subjetivas.

Necesitamos más mujeres programadoras porque si queremos un mundo hecho para todos, debemos crearlo entre todos, y todas.

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