Pasar el testigo

Roman Reigns vs Daniel Bryan

Nacho Pena
PROYECTO SUPLEX
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5 min readFeb 11, 2016

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El pasado febrero se celebró un combate entre dos de los luchadores que se han consolidado como pilares de WWE en los últimos años: Daniel Bryan y Roman Reigns, luchando por el derecho a retar por el WWE World Heavyweight Championship de Brock Lesnar en WrestleMania 31. El combate entre Roman Reigns y Daniel Bryan no estabaen los planes de cara a WrestleMania pero tanto la reacción del público contra el push de Reigns como el deseo de seguir viendo a Daniel Bryan en lo más alto de las carteleras obligaron a que tuviese lugar.

Por un lado, Roman Reigns. Representa el ideal de la WWE para liderar un proyecto de futuro: guapo, alto, un físico envidiable, imagen de campeón. Y lo cierto es que podría, no ha hecho nada mas que mejorar desde que debutó hace cinco años. El problema: la misma empresa se precipitó al forzar una victoria en Royal Rumble que dañó terriblemente su imagen, además del flaco favor que le hace su presentación, desde promos anacrónicas (que hacen referencia a Silvestre de los Looney Toons o Jack y las judías mágicas) al errático rumbo de cara a su definitiva coronación como campeón mundial, debido al temor a que un sector del público lo abuchee. Olvidan el salto de calidad de Reigns desde principios de año, con el ha ganado ya a parte de sus detractores. Tardar demasiado en confiar en él puede pasarle factura o incluso impedir que se consolide. Lo cierto es que Roman ganaba mucho como aquel hombre más interesado en arrasar a cualquier que se cruzase en su camino que en hablar sobre ello. Su personaje actual parece un intento de hacer de él un segundo John Cena, pero Cena era Cena y Reigns es Reigns. Es necesario dejar que el modelo de héroe evolucione.

Por otro lado, Daniel Bryan. Físicamente alguien con quien cualquiera se puede cruzar por la calle, bajito, no excesivamente guapo. Muy normal, pero un trabajador modélico: alguien que se mata trabajando y gana un ascenso aunque la empresa no lo vea como la imagen adecuada para su marca. Bryan había vuelto solo un mes antes a los ring después de estar la mayor parte del 2014 de baja por lesión en su brazo después de lograr uno de los mayores triunfos de su carrera en WrestleMania 30. Y volvía para hacer lo que mejor sabe hacer: trabajar. Su trabajo lo había convertido en uno de los luchadores principales de su WWE, había hecho que el público se identificase con él, pero 2015 no era el año en el que repetiría sus victorias de 2014. Era el turno de Reigns. Y el papel de Bryan era ayudar a Reigns, sobre todo a legitimarse de cara a un público que lo rechazaba.

La clave no era que Reigns dominase, la clave era que Reigns pasase por el rito iniciático de la batalla épica con Bryan. Quizás el público seguiría abucheando, pero al menos lo respetarían. Y era obvio: nadie mejor que Daniel Bryan para acompañar a Roman Reigns, precisamente porque el futuro rival de Brock Lesnar debía ganarse ese derecho de forma simbólica contra el mismo hombre que había llegado al main event de Wrestlemania XXX sin la victoria en Royal Rumble, elevado por el apoyo del público.

El combate se celebró en la primera edición de Fastlane, el nuevo PPV alejado del modelo temático de otros del calendario de WWE. Tal como se esperaba, Bryan acompañó a Roman Reigns en un combate brutal marcado por el deseo de ambos de protagonizar el combate por el WWE World Heavyweight Championship en Wrestlemania. A pesar del respeto mutuo entre ambos, el enfrentamiento sacó a relucir las diferencias de estilo, pero también filosóficas, que representaban cada uno de ellos. Roman Reigns, por mucho que lo hubiese negado, estaba molesto porque el público prefiriese a Bryan por encima de él, que había ganado legalmente el Royal Rumble. A Daniel Bryan, como en 2013 con Cena, le molestaba que un luchador fuese elegido aparentemente a dedo mientras él, después de más de una década trabajando por todo el mundo, quedaba al margen. La tension estalló en el Raw anterior a Fastlane, cuando los dos se enfrentaron en un brawl que demostraba el resentimiento de ambos.

Bryan logró lo que se esperaba de él: tener un gran combate que presentase a Roman Reigns como un luchador merecedor del main event de Wrestlemania. Así, aunque en ciertos momentos las reacciones del público fueron contradictorias, el combate fue el mejor de Reigns hasta hoy y con el demostró sus capacidades en el ring. Realmente pocos podían creer que WWE iba a apostar por Bryan. El año pasado Randy Orton y Batista ya estaban consolidados como estrellas y no fueron perjudicados por el cambio de planes a última hora, pero Reigns es una estrella emergente. Dar media vuelta después de haberle dado una Royal Rumble lo habría hundido y haría que su imagen quedase dañada para siempre. Es cierto que sufrió un revés con una tibia acogida en WrestleMania pero su combate contra Brock Lesnar también estuvo entre los mejores del año y su rivalidad con los Wyatt le ha ayudado a mejorar y a reponer su imagen.

Si bien es cierto que pese a este combate Reigns seguía sin ser de cara al público una amenaza creíble para el reinado de Brock Lesnar, también supuso una mejora considerable de su imagen, una imagen que iría mejorándose con el paso de los meses. A día de hoy Roman Reigns ha sido dos veces campeón mundial. Su más que probable combate ante Triple H en WrestleMania 32 será la prueba para ver si tendrá un reinado digno y duradero para ser el rostro de la compañía junto a John Cena y si su combate contra Daniel Bryan en Fastlane queda en la memoria como la primera gran muestra de todo su potencial. Por el contrario puede que no volvamos a ver a Bryan sobre un ring de WWE por motivos relacionados con sus conmociones cerebrales pero lo importante es que que este combate quedará en la memoria de los aficionados al wrestling.

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Nacho Pena
PROYECTO SUPLEX

Sociólogo y culturofago. Mi voz en @podcastum y mis letras en @culturaencadena, @eldoblajecom y @doblajevjuegos y ambas en @ProyectoFW. Punk Parranda.