Tendrán que matarlo

Jorge Hernandez G.
PROYECTO SUPLEX
Published in
3 min readJul 29, 2015

Si algo sorprende sobre las últimas apariciones del Undertaker, es que la expectativa de ver al ‘Hombre Muerto’ en un cuadrilátero ya no es la misma para el público que ve el show a través de una pantalla. La experiencia en vivo, por otro lado, sigue siendo más que icónica.

Desde que encadenara en 2013 luchas consecutivas en Wrestlemania (vs. CM Punk), Raw (vs. Shield) y Smackdown (vs. Dean Ambrose) en menos de una semana, la sospecha comenzó a caer sobre su estado físico y su capacidad para cumplir con el alto listón que él mismo había establecido desde 2007: robarse el show en el evento más importante de la industria, año tras año. Sin tregua para un hombre que ya cursaba los 42 años cuando, junto a Batista, decidió tener la mejor pelea de la cartelera a fin de rebelarse y confirmar ante las oficinas su vigencia.

Lo que vino en 2014 fue menos ostentoso.

The Phenom vería interrumpida su racha de victorias en Wrestlemania XXX ante Brock Lesnar, en una pelea tan anticipada como mala era la sangre entre ambos. Lo que se perdió ese día no solo fue un invicto: el momento fue histórico, pero la pelea estuvo muy por debajo del nivel esperado. Una conmoción cerebral sufrida durante la misma disminuyó la prestación del veterano, ofreciendo una versión gris ante la monstruosa presencia del futuro Conqueror. Por primera vez en años, The Streak match no se robó el show, amén de un iluminado Daniel Bryan. Pero además, y aún peor, Undertaker avisó que sus mejores peleas ya habían ocurrido.

Un débil programa contra Bray Wyatt, y una potencial pelea contra Sting, hicieron poco para revivir el interés por el Undertaker.

Pero entonces, ¿cómo explicar lo que ocurrió el pasado lunes 20 de julio? ¿Cómo explicar que lo más resaltante de un Raw en 2015 fuera el segmento que apunta hacia una revancha contra Lesnar en Summerslam? La misma pelea que rompió el encanto ahora es la más esperada del Wrestlemania del Verano.

Convengamos algo, el Undertaker nunca va a no estar over. Por más de un año calendario, la pareja formada entre Brock Lesnar y su representante (y amigo personal) Paul Heyman ha sido el acto más popular en el Universo WWE. Han ejercido de favoritos del público durante cada segmento en el que han participado, a excepción de unos segundos: los momentos en el que el buen Paul menciona que su cliente conquistó The Streak. Tal es el apego, y tan grande es la herida aún. Quizás por eso es que los rumores y posterior aparición del Undertaker un día antes en Battleground, costándole a Lesnar el título, fueran recibidos con excepticismo y melancolía.

Pero después de un pull-apart brawl (un arte en el que la empresa se ha vuelto intocable) inolvidable, el interés por el inminente enfrentamiento entre ambos en Summerslam quizás haya llegado a su punto más alto. Quizás un interés, que encierra la esperanza de ver la pelea que debió ocurrir en New Orleans.

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