La familia autoritaria en la perspectiva de la economía sexual

Miguel Ran
Psicología de Masas del Fascismo
19 min readMar 1, 2019

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Cap.4 | Psicología de masas del Fascismo — Wilhelm REICH

La reacción política considera a la familia autoritaria el fundamento del Estado, de la cultura y de la civilización porque ella reproduce la sociedad autoritaria en la estructura psicológica de los individuos. No se basa solo en la dependencia económica con el padre/marido, debe anular a sus miembros como de seres sexuales. La idealización de la maternidad busca someter a la mujer a la represión sexual. Debemos abolir la identificación reaccionaria entre sexualidad y reproducción.
La política sexual revolucionaria debe partir del deseo humano de ser feliz en la vida y en el amor, no puede contentarse con denunciar a la familia.

¿Por que partidos como el de Hitler han podido apoyarse sobre todo en el voto de las mujeres? Por este mecanismo irracional que opone la mujer como madre a la mujer como ser sexual.

La idealización de la familia numerosa busca impedir que la satisfacción sexual estorbe el rol de “máquinas de parir”. Reconocer el derecho a la sexualidad de la mujer conduciría al hundimiento de la ideología autoritaria. La posición clave sobre la prohibición del aborto no tiene que ver con el ejército de reserva y la “carne” de cañón, es una necesidad en interés de la familia y del “orden moral”. La “familia autoritaria” y la “familia pudorosa” son fuerzas reaccionarias importantes.

Cuando el trabajador presta oídos al discurso reaccionario es por la educación autoritaria de su familia, en el pequeño campesinado y la pequeña burguesía se agrega que su situación familiar esta ligada con su situación económica de modo orgánico. Con la ruina en épocas de crisis se relajan los vínculos entre la familia y la economía, pero la tradición “familiar” es el contrapeso.

Hay una contradicción entre el pensamiento y la sensibilidad en materia de moralidad sexual de una parte y el modo de existencia sexual de la otra.
La reacción se ha dedicado a explotar la angustia sexual. A la moral sexual coactiva opone la anarquía sexual. El impulso sexual aparece como un enorme peligro, el hombre tiene miedo de su sexualidad y reclama que le dirijan y le frenen porque no ha aprendido a vivir su sexualidad naturalmente. La revolución modifica la vida sexual y destruye el antiguo orden coactivo. Todos aprobarían el orden sexual tal como surge de la economía sexual si se lo explica correctamente. Debemos desenmascarar las mentiras fascistas sobre el “libertinaje”.

El núcleo de la política cultural de la reacción política es el problema sexual, entonces es el problema sexual el que debe colocarse en el centro de toda política cultural revolucionaria. La economía sexual proporciona la respuesta a la confusión nacida de la oposición entre la moral impuesta y el libertinaje sexual.

Dado que la sociedad autoritaria se reproduce con ayuda de la familia autoritaria en las estructuras individuales de masas, la reacción política se halla obligada a considerar la familia autoritaria como el fundamento “del Estado, de la cultura y de la civilización”. Al hacer su propaganda en este sentido cuenta con los factores irracionales profundamente arraigados en la muchedumbre. El político reaccionario no puede confesar sus verdaderas intenciones. Las masas alemanas jamás hubieran dado su aprobación a un programa de “conquista del mundo”. La propaganda política, cuya eficacia se explica por la psicología de masas, no se refiere directamente a los procesos económicos, sino a las estructuras humanas. Este es el conocimiento que debe guiar ciertos modos de trabajo en materia de higiene mental. Si lo abandonamos, corremos el peligro de cometer graves errores psicológicos en el tratamiento de las masas. La política sexual revolucionaria no puede contentarse con denunciar las bases objetivas de la familia autoritaria, sino que, por el contrario, tiene que tomar en consideración los datos de la psicología de masas e invocar el profundo deseo del hombre de hallar la felicidad en la vida y en el amor.

la reacción política se halla obligada a considerar la familia autoritaria como el fundamento “del Estado, de la cultura y de la civilización” (…) La política sexual revolucionaria no puede contentarse con denunciar las bases objetivas de la familia autoritaria, sino que, por el contrario, tiene que tomar en consideración los datos de la psicología de masas e invocar el profundo deseo del hombre de hallar la felicidad en la vida y en el amor.

Vista desde la perspectiva de la evolución social, la familia no puede considerarse como la base del estado autoritario, sino como una de las instituciones más importantes que lo sostienen. En cambio, hay que considerar a la familia como la célula reaccionaria central, como la cuna de los hombres reaccionarios y conservadores. Aunque se sepa que ha surgido de un cierto número de procesos sociales y que está sometida a ciertos cambios, no deja de contribuir a conservar el sistema autoritario que la condiciona. En este campo, los descubrimientos de Morgan y Engels han conservado toda su validez. Pero lo que en este contexto nos interesa no es la historia de la familia, sino la cuestión de saber cómo debe actuar la economía sexual para oponerse con éxito a la política sexual y cultural reaccionarias, en el centro de la cual se sitúa, precisamente, la familia autoritaria. Un profundo examen de los efectos y los fundamentos de la familia autoritaria se hace tanto más necesario cuanto que la oscuridad reina sobre este punto, incluso en los medios revolucionarios.

… la familia no puede considerarse como la base del estado autoritario, sino como una de las instituciones más importantes que lo sostienen. En cambio, hay que considerar a la familia como la célula reaccionaria central

La familia autoritaria encierra en sí una contradicción cuyo conocimiento preciso es indispensable si se quieren tomar medidas de higiene de masas que sean eficaces.

La perdurabilidad de la familia autoritaria no está fundada exclusivamente sobre la dependencia económica de la mujer y los hijos con respecto al padre y marido respectivamente. Para que unos seres en tal grado de servidumbre sufran esta dependencia es preciso no olvidar nada a fin de reprimir en ellos la conciencia de seres sexuales. De este modo, la mujer no debe aparecer como un ser sexual, sino solamente como un ser generador. La idealización de la maternidad, su culto exaltado, que configura las antípodas del tratamiento grosero que se inflige a las madres de las clases trabajadoras están destinadas, en lo esencial, a asfixiar en la mujer la conciencia sexual, a someterla a la represión sexual artificial, a mantenerla a sabiendas en un estado de angustia y culpabilidad sexual. Reconocer oficial y públicamente a la mujer su derecho a la sexualidad conduciría al hundimiento de todo el edificio de la ideología autoritaria. La reforma sexual conservadora ha cometido siempre el error de no realizar concretamente “el derecho de la mujer sobre su propio cuerpo”, de no plantear y defender, de modo neto y claro a la mujer como ser sexual que es, al menos en tanto que madre. Ha contado demasiado por otra parte, en su política sexual, con la función de reproducción, en lugar de abolir de una vez por todas la identificación reaccionaria entre sexualidad y reproducción.
Por todas estas razones no ha sido capaz de batir en todo el frente al misticismo.

La perdurabilidad de la familia autoritaria no está fundada exclusivamente sobre la dependencia económica (…) La idealización de la maternidad, su culto exaltado, (…) están destinadas, en lo esencial, a asfixiar en la mujer la conciencia sexual, a mantenerla a sabiendas en un estado de angustia y culpabilidad sexual. Reconocer oficial y públicamente a la mujer su derecho a la sexualidad conduciría al hundimiento de todo el edificio de la ideología autoritaria.

Otro punto de apoyo de la familia autoritaria es la ideología de la “felicidad de la familia numerosa”; esta ideología no obedece solamente a los imperativos de un imperialismo belicoso, sino que tiene por objeto, sobre todo, minimizar la función sexual de la mujer en relación con su función generadora. La oposición entre la “madre” y la “mujer alegre”, tal como ha sido expuesta por la filosofía de Weininger, corresponde a la oposición entre el placer sexual y la reproducción, tan característica del hombre reaccionario. Según este punto de vista, el acto sexual realizado por placer deshonra a la mujer y a la madre y hace de ella una prostituta ávida de placeres. La idea según la cual la vida sexual no sería moral más que si se pone al servicio de la reproducción, de que más allá de la reproducción no hay nada, es uno de los rasgos característicos de la política sexual reaccionaria. Esta concepción no deja de ser reaccionaria aunque esté sostenida por comunistas como Salkind y Stoliarov.

La oposición entre la “madre” y la “mujer alegre”, tal como ha sido expuesta por la filosofía de Weininger, corresponde a la oposición entre el placer sexual y la reproducción, tan característica del hombre reaccionario.

El imperialismo belicista hace cualquier cosa por impedir que las mujeres se revelen contra el papel de “máquinas de parir” que se les ha impuesto. En consecuencia, hay que impedir que la función de la satisfacción sexual pueda impedir la de la reproducción. Además, una mujer consciente de su sexualidad no seguiría sin rechistar las consignas reaccionarias que intentan esclavizarla. La oposición entre la satisfacción sexual y la reproducción sólo existe en la sociedad autoritaria y no en la democracia del trabajo; la cuestión es saber en qué condiciones ha de traer al mundo la mujer a su progenie: en condiciones favorables, protegida por la sociedad, o sin la protección necesaria a la madre y a los hijos. Si lo que se quiere es que la mujer dé a luz sin la menor protección por parte de la sociedad, sin garantías ni seguridad para la educación de los hijos, sin que ella tenga, al menos, el derecho de determinar el número de éstos que quiere traer al mundo, entonces es indispensable idealizar la maternidad y oponerla a la función sexual de la mujer.

El imperialismo belicista hace cualquier cosa por impedir que las mujeres se revelen contra el papel de “máquinas de parir” que se les ha impuesto. En consecuencia, hay que impedir que la función de la satisfacción sexual pueda impedir la de la reproducción.

Es preciso comprender el fenómeno del irracionalismo si se quiere entender cómo fue posible que partidos como el de Hitler o el Partido del Centro hayan podido apoyarse, en estas condiciones, sobre todo en el voto de las mujeres. El mecanismo irracional radica precisamente en esa oposición entre la mujer como generadora y la mujer como ser sexual. Así se explican ciertas actitudes del nacionalsocialismo:
“La conservación de la familia numerosa existente es un problema de sentimiento social, el mantenimiento del tipo de la familia numerosa es una cuestión de concepción biológica y de convicción nacional. Es preciso sostener a la familia numerosa, no porque no tenga lo suficiente para sustentarse, sino porque constituye una célula preciosa e indispensable del pueblo alemán. Preciosa e indispensable no sólo porque es la única que garantiza la conservación numérica dé la nación(*), sino porque es el mejor apoyo de la moralidad y la cultura populares. .. La conservación de la familia numerosa existente está estrechamente ligada con la conservación del tipo de la familia numerosa porque son partes constitutivas de un mismo problema… La conservación del tipo de la familia numerosa es un postulado de la política nacional y cultural… Esta manera de concebir la cuestión está en oposición formal con la supresión del párrafo 218, ya que considera como intocable la vida concebida. La posibilidad de interrumpir el tiempo de embarazo estaría en contradicción con el sentido de la familia de educar a los jóvenes. Esta libertad equivaldría a la supresión definitiva de la familia numerosa como tal.”
(Volkísche Beobachter, 1931)
(* función imperialista objetiva, W. R.)

Es preciso comprender el fenómeno del irracionalismo si se quiere entender cómo fue posible que partidos como el de Hitler o el Partido del Centro hayan podido apoyarse, en estas condiciones, sobre todo en el voto de las mujeres. El mecanismo irracional radica precisamente en esa oposición entre la mujer como generadora y la mujer como ser sexual.

Esto lo escribía el Volkísche Beobachter, el 14 de octubre de 1931. Es evidente que, incluso en materia de interrupción del embarazo, la política familiar autoritaria mantiene una posición clave; este aspecto es tanto más importante cuanto que el factor que hasta ahora se había acentuado (el ejército de reserva y la “carne de cañón”) han perdido mucha importancia en los años de la crisis económica (en 1932, más de 40 millones de parados en el mundo y varios millones en Alemania). Dado que la reacción política no deja de repetir que la prohibición del aborto es una necesidad en interés de la familia y del “orden moral”, que el higienista socialdemócrata Grothjan(*) se pone al paso de los nacionalsocialistas en este terreno, es necesario empezar a pensar que la “familia autoritaria” y la “familia pudorosa” son fuerzas reaccionarias importantes.
Cometeríamos un error si viéramos en ellas solamente fenómenos accesorios. De lo que se trata en realidad es de encadenar a la mujer a la familia autoritaria, reprimiendo sus necesidades sexuales; y también de la influencia que aquélla ejerce sobre su marido; de garantizar la eficacia de la propaganda sexual reaccionaria sobre millones de reprimidos sexuales y sobre las mujeres que toleran esta represión sexual. Desde la perspectiva revolucionaria, es un error no destruir la reacción donde quiera que se manifieste. Es necesario combatirla allí donde defiende su sistema. Uno de los primeros objetivos de la política sexual reaccionaria es, pues, la conservación de la familia autoritaria en tanto que “apoyo del Estado”, lo que coincide con el interés convergente de todas las clases medias que explotan una pequeña empresa cuya unidad económica es la familia o, más exactamente, ha sido la familia. Este es el punto de vista bajo el cual la ideología fascista considera a la sociedad, la economía y la política. Es el punto de vista dominado por el antiguo modo de producción pequeño burgués que preside también la ciencia sexual reaccionaria que se obstina en ver en el Estado un “todo orgánico”. Para las masas trabajadoras de nuestra civilización moderna, familia y vida social no coinciden; la familia no está arraigada de modo orgánico en la economía; por esta razón están estas clases en situación de ver en el Estado una organización autoritaria de la sociedad. El punto de vista “biológico”, según el cual el Estado sería un “todo orgánico” carece de valor para su sexología y su economía sexual. El trabajador que presta oídos al concepto reaccionario es simplemente víctima de la influencia de la educación autoritaria a la que estuvo sometido en su familia. El pequeño campesinado y la pequeña burguesía serían más accesibles a la comprensión de sus responsabilidades sociales si su situación familiar no se hubiera ligado con su situación-económica de modo orgánico.
(* Alfred Grotjahn (1869–1931) — Higienista Social, En su obra “Soziale Pathologie” y manifestaba que los pobres tenían enfermedades que diferían de los problemas de salud de los ricos.)

…la “familia autoritaria” y la “familia pudorosa” son fuerzas reaccionarias importantes.(…) Para las masas trabajadoras de nuestra civilización moderna, familia y vida social no coinciden (…) El trabajador que presta oídos al concepto reaccionario es simplemente víctima de la influencia de la educación autoritaria a la que estuvo sometido en su familia. El pequeño campesinado y la pequeña burguesía serían más accesibles a la comprensión de sus responsabilidades sociales si su situación familiar no se hubiera ligado con su situación-económica de modo orgánico.

La crisis económica ha demostrado que, con la ruina de la pequeña explotación también se relajan los vínculos entre la familia y la economía. Pero la misma naturaleza de la tradición de la pequeña burguesía, citada frecuentemente, es decir, su apego a la familia autoritaria ha continuado haciendo sentir sus efectos. Por esta razón esta clase ha hecho un mejor recibimiento a la ideología fascista de la “familia numerosa” que a la ideología revolucionaria del control de nacimientos, hecho que se explica también por la ausencia de todo trabajo de información por parte del movimiento revolucionario que, en este campo, ha olvidado estar en la brecha.

A pesar de lo clara que es esta situación en realidad, cometeríamos un error si no la pusiéramos en relación con otros hechos contradictorios. Llegaríamos a una apreciación errónea si no tuviéramos en cuenta al mismo tiempo las contradicciones que determinan la vida del hombre y la sexualidad inhibida. En primer lugar, hay una contradicción entre el pensamiento y la sensibilidad en materia de moralidad sexual de una parte y el modo de existencia sexual de la otra. Ejemplo: en el oeste de Alemania había un gran número de asociaciones de inspiración “socialista” para el control de la natalidad. Cuando la campaña de Wolf-Kienle en 1931, las mismas mujeres que votaban al centro o a N.S.D.A.P.(*) se pronunciaron por la abolición del párrafo, mientras que sus partidos se oponían a ella violentamente. Estas mujeres votaban por el control económico sexual de los nacimientos porque aspiraban a la satisfacción de sus necesidades sexuales; al mismo tiempo, votaban por los susodichos partidos, no porque ignorasen el carácter reaccionario de aquellos, sino porque estaban impregnadas sin saberlo de la ideología reaccionaria de la “maternidad pura”, de la oposición entre maternidad y sexualidad y, sobre todo, del pensamiento autoritario. Estas mujeres ignoraban el lugar de la familia autoritaria en la dictadura, pero se encontraban expuestas a la influencia de la política sexual de la reacción política; aprobaban el control de nacimientos pero temían la responsabilidad que les imponía el mundo revolucionario.
(* N.S.D.A.P.: Partido Nacional Socialista Alemán)

Estas mujeres votaban por el control económico sexual de los nacimientos porque aspiraban a la satisfacción de sus necesidades sexuales; al mismo tiempo, votaban por los susodichos partidos, no porque ignorasen el carácter reaccionario de aquellos, sino porque estaban impregnadas sin saberlo de la ideología reaccionaria de la “maternidad pura”

La reacción sexual se ha dedicado a explotar la angustia sexual por todos los medios. La mujer de un obrero o de un pequeño burgués se encontraba tanto más expuesta a los efectos de la propaganda de este tipo (que veremos más adelante) cuanto que la propaganda revolucionaria de inspiración económico-sexual no existía en absoluto.

En 1918, la “Asociación para la lucha contra el bolchevismo” (Vereinigung zur
Bekámpfung des Bolschewismus) publicó un anuncio que llevaba el siguiente texto:

¡Mujeres alemanas!
¿Sabéis cuál es la amenaza del bolchevismo? El bolchevismo quiere la socialización de la mujer.

  1. El derecho de propiedad sobre las mujeres entre los 17 y los 32 años será
    suprimido.
  2. Todas las mujeres serán propiedad del pueblo. Los que eran propietarios
    conservarán, además, el derecho sobre sus mujeres.
  3. Toda persona que quiera servirse de un ejemplar de la propiedad popular, tiene la obligación de presentar un certificado del comité de trabajadores.
  4. Nadie tiene el derecho de acaparar a una mujer más de tres veces por semana y más de tres horas de cada vez.
  5. Todos están obligados a denunciar a las mujeres que se rehúsen.
  6. Todo el que no pertenezca a la clase obrera tiene que pagar cien rublos por mes para ejercitar este derecho de servirse del bien del pueblo.

La perfidia y el falso carácter de tal propaganda saltan a la vista, pero la primera reacción de cualquier mujer será de rechazo asustado. La reacción de una mujer más progresista será poco más o menos así:

Admito que la única salida de la miseria actual para nosotros los obreros, es el
socialismo. Pero éste debe respetar ciertos límites y no rechazar como malo e inútil todo aquello que ha sido realizado hasta ahora. Si no, conduciría a un relajamiento de las costumbres que sería mucho más atroz que la miseria actual. Desgraciadamente, el socialismo ataca a un ideal muy noble y muy importante: el matrimonio. En este campo se exige la libertad total, la absoluta licencia, algo así como un bolchevismo sexual. Todos tendrán el derecho de dejarse ir, sin ningún temor, sin ninguna moderación. Ya no habrá uniones entre el hombre y la mujer, y se vivirá hoy con uno mañana con el otro, según el capricho. Eso se llama libertad, amor libre, nueva moral sexual. Pero estas lindas palabras no pueden engañarnos acerca de los grandes peligros que esconden. De este modo se ensucian los sentimientos más sublimes, los más nobles, el amor, la felicidad, el desinterés. Es imposible y contrario a la naturaleza que un hombre o una mujer puedan amar al mismo tiempo a varias personas. La consecuencia sería el embrutecimiento general, la destrucción de la cultura. No sé qué sucede en Rusia, pero, o bien los rusos son personas especiales, o no han autorizado todas las libertades y tienen también ciertas prohibiciones… A pesar de lo atractivas que son las teorías socialistas, a pesar de lo convincente que me parecen vuestros puntos de vista en economía, no estoy de acuerdo con vosotros en materia de lo sexual y a veces me asaltan dudas acerca de la validez de todo el sistema:
(Carta de una corresponsal obrera)

Esta carta refleja claramente el conflicto interior con el que se halla confrontado el hombre medio: a la moral sexual coactiva se opone la anarquía sexual. Se ignora de propósito la regulación económico-sexual de la vida sexual, que está tan alejada de la moral coactiva como de la anarquía. Sometido a una presión considerable, el hombre reacciona por reflejos conjugados: rechaza la una y la otra. La moral es una carga y el impulso sexual aparece como un enorme peligro. El hombre educado y socializado en el autoritarismo ignora las leyes naturales de la autorregulación, carece de confianza en sí mismo. Tiene miedo de su sexualidad porque no ha aprendido a vivir naturalmente. Declina toda responsabilidad de sus actos y decisiones, y reclama que le dirijan y le frenen.

La moral es una carga y el impulso sexual aparece como un enorme peligro. El hombre educado y socializado en el autoritarismo (…) Tiene miedo de su sexualidad porque no ha aprendido a vivir naturalmente. Declina toda responsabilidad de sus actos y decisiones, y reclama que le dirijan y le frenen.

Si consideramos las numerosas posibilidades que se ofrecían a una política sexual revolucionaria consecuente, se puede decir que, hasta ahora, la política sexual del movimiento revolucionario ha sido un fracaso: este fracaso se debe al hecho de que no ha sabido oponer arma alguna eficaz a las tentativas de la reacción coronadas por el éxito para poner a su servicio las fuerzas de la represión sexual que actúan en el hombre. Si en su propaganda la reacción sexual no hubiera avanzado más que sus tesis sobre la política demográfica, hubiera predicado en el desierto. Pero sabe explotar también con astucia la angustia sexual de las mujeres y de la juventud femenina: crea un hábil vínculo entre sus objetivos demográficos y las inhibiciones morales de la población y esto en todos los medios. Los centenares de miles de trabajadores agrupados en las organizaciones cristianas nos proporcionan la prueba.

He aquí otro ejemplo de los métodos de propaganda de la reacción: (*)
“En su destructiva campaña contra el mundo burgués, los bolcheviques se habían orientado desde el principio contra la familia, «ese vestigio particularmente tenaz del maldito régimen». De este modo, ya la Asamblea Plenaria del Kominterm en 10 de junio de 1924, proclamaba: «La revolución es impotente mientras existan las nociones de familia y de vínculos familiares». Como consecuencia de esta actitud se desencadenó una violenta lucha contra la familia. No se prohibió la bigamia o la poligamia, lo que quiere decir que estaban permitidas. La actitud de los bolcheviques con respecto al matrimonio queda clara en la definición de la unión conyugal propuesta por el profesor Goibarg: «El matrimonio es una institución destinada a satisfacer las necesidades sexuales de un modo más cómodo y menos peligroso». El censo general de 1927 pone de manifiesto la decadencia del matrimonio y la familia en las condiciones de entonces. Izvestia escribe: «En Moscú, el censo de la población ha revelado numerosos casos de poligamia y poliandria. El hecho de que dos y hasta tres mujeres designen al mismo hombre como su marido se puede considerar parte de la rutina cotidiana.» No asombra la descripción que de la situación familiar en Rusia hace el profesor alemán Selheim: «Es la vuelta brutal al orden sexual de los tiempos más atrasados, a partir del cual se ha desarrollado, en el curso de milenios, el matrimonio y un orden sexual útil.»”

(* “Welt vor dem Abgrund — Der Einfluss des russischen Kulturbolchewismus auf die anderen Vólker” - El mundo al borde del abismo. La influencia del bolchevismo cultural ruso sobre los otros pueblos)

La moral conyugal y familiar obligatoria queda también en peligro igualmente por la proclamación de la absoluta libertad de relaciones sexuales. El conocido comunista Smidovitch escribió un código de la moral sexual(*) que regula las relaciones sexuales, sobre todo entre los jóvenes. He aquí lo esencial de él:

  1. Cada estudiante de la facultad obrera, aunque sea menor de edad, tiene el derecho y el deber de satisfacer sus necesidades sexuales.
  2. Si un hombre desea a una joven, ya sea estudiante, obrera o escolar, ésta está obligada de plegarse a su deseo, so pena de ser considerada como una joven burguesa y no como una comunista auténtica.

“El Pravda escribe sin rodeo: «Entre nuestros hombres y nuestras mujeres no hay más que relaciones sexuales. Nosotros no conocemos el amor, el amor es despreciable, como todo lo relacionado con el «psicologismo»; la única cosa que existe entre, nosotros es la fisiología.»
Según esta teoría comunista, cada mujer y cada joven están obligadas a satisfacer el instinto sexual del hombre. Como, a veces, no se da la buena voluntad por parte de las mujeres, la violación se ha convertido en un verdadero azote en la Unión Soviética.”
(* Las anotaciones de Smidowitch estaban, en realidad, concebidas irónicamente y pretendían criticar la vida sexual de los jóvenes)

No bastaría simplemente con desenmascarar todas estas mentiras como tales, pero tampoco afirmar que la revolución es tan “moral” como la burguesía, que no tiene intención de atacar la familia autoritaria y al moralismo, etc. El hecho es que la revolución modifica la vida sexual y destruye el antiguo orden coactivo. No hay que negar este hecho. Por otro lado, resulta imposible defender el punto de vista de la economía sexual si toleramos teorías o prácticas ascéticas en nuestras filas.

No bastaría simplemente con desenmascarar todas estas mentiras como tales (…) El hecho es que la revolución modifica la vida sexual y destruye el antiguo orden coactivo. No hay que negar este hecho.

La política sexual obrera se ha olvidado de explicar sistemáticamente el orden sexual, tal como se deriva de las leyes de la economía sexual y de motivarlo, de ayudar a las mujeres a comprender bien y a sobrepasar su miedo de la salud sexual y, aún más, de hacer la luz en las propias filas precisando la línea de demarcación que separa los puntos de vista reaccionarios de los de la economía sexual. La experiencia muestra que todo hombre normal aprueba el orden sexual tal como surge de la economía sexual, a condición de que se le explique bien.

La experiencia muestra que todo hombre normal aprueba el orden sexual tal como surge de la economía sexual, a condición de que se le explique bien.

El punto de partida del movimiento antirrevolucionario es la opinión mundial de la reacción política cuyo resorte económico es la forma de vida económica de la pequeña burguesía y cuya fuente ideológica es el misticismo. El núcleo de la política cultural de la reacción política es, pues, el problema sexual. De este modo, es el problema sexual el que debe colocarse en el centro de toda política cultural revolucionaria.

El núcleo de la política cultural de la reacción política es, pues, el problema sexual. De este modo, es el problema sexual el que debe colocarse en el centro de toda política cultural revolucionaria.

La economía sexual proporciona la respuesta a la confusión nacida de la oposición entre la moral impuesta y el libertinaje sexual.

FIN

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