La ideología como poder material

Miguel Ran
Psicología de Masas del Fascismo
10 min readMar 1, 2019

3. El problema desde la perspectiva de la psicología de masas

Cap.1, parte 3|Psicología de masas del Fascismo — Wilhelm REICH

Cuando los explotados hacen huelga su acción concuerda con su situación económica. La pregunta es ¿porque la mayoría de los explotados no hacen huelga?

El trabajador se encuentra simultáneamente atraído por dos tendencias antagónicas a la vez: reaccionaria y revolucionaria. Este antagonismo también se refleja en las clases medias. Comprender ese antagonismo nos debe llevar a una práctica revolucionaria.

El entusiasmo de la población por la guerra imperialista no podemos simplemente definirlo como psicosis de masas. Debemos comprender las relaciones entre la situación social y la formación de estructuras y, particularmente, las ideas irracionales.

Ya hemos visto que las situaciones económica e ideológica de las masas no tienen por qué coincidir y que incluso puede haber entre ellas una divergencia notable. La situación económica no se traslada inmediata y directamente a la conciencia política; si ello fuera así, la revolución social se habría realizado hace mucho tiempo. Partiendo de esta, divergencia entre conciencia social y situación social, habrá que estudiar la sociedad en dos planos distintos; aunque la estructura deriva del ser económico, es preciso estudiar la
situación económica con métodos distintos de los que se emplean para el estudio de la estructura caracterológica, el biopsicológico. Un ejemplo muy sencillo ilustrará lo que intentamos decir: si los obreros van a la huelga porque la presión sobre los salarios ya no les permite vivir, su acción deriva directamente de su situación económica. Lo mismo sucede con el hambriento que roba alimentos. Para explicar el robo de alimentos o la huelga
provocada por la explotación no hay necesidad de recurrir a la psicología. La ideología, al igual que los actos, corresponden entonces a la presión económica. En este caso, la psicología reaccionaria se dedica a descubrir motivaciones irracionales para explicar el robo o la huelga, recurriendo a una argumentación típicamente reaccionaria.
Para la psicología social, el problema se presenta de modo inverso: no se ocupa de las motivaciones que impulsan al hombre hambriento o explotado al robo o a la huelga, sino que intenta explicar por qué la mayoría de los hambrientos no roba y por qué la mayoría de los explotados no va a la huelga. La economía social explica, pues, por completo un hecho social cuando existen motivaciones racionales o utilitarias, es decir, cuando sirve a la satisfacción de una necesidad y refleja y prolonga directamente una situación económica; es inoperante, en cambio, cuando el pensamiento o la acción están en contradicción con la situación económica, cuando o la una o la otra no son racionales. Tanto el marxismo vulgar como el economicismo, que rechazan la psicología, se encuentran desarmados frente a este tipo de contradicción.

Para la psicología social, el problema se presenta de modo inverso: no se ocupa de las motivaciones que impulsan al hombre hambriento o explotado al robo o a la huelga, sino que intenta explicar por qué la mayoría de los hambrientos no roba y por qué la mayoría de los explotados no va a la huelga.

Cuanto más mecanicista y más economicista es la orientación de un sociólogo, más ignora la estructura interna del hombre y más tiende a recurrir a un “psicologismo” superficial en la aplicación de la propaganda de masas. En lugar de ser consciente de la contradicción psíquica del hombre integrado en la masa y de tratar de ponerle remedio, juega con las ilusiones coueístas(*) o explica el movimiento nacionalsocialista por una “psicosis de masas”(**). La psicología de masas ve los problemas precisamente allí donde la explicación socioeconómica directa se revela inoperante. ¿Entonces es que la psicología de masas se opone a la economía social? ¡De ningún modo!, ya que el pensamiento y la acción irracionales de las masas que parecen en desacuerdo con la situación socioeconómica de la época considerada, proceden a su vez de una situación más antigua. Existe la costumbre de explicar las inhibiciones de la conciencia social por lo que se llama la tradición. Pero hasta ahora no se ha preguntado nadie qué es la “tradición”, a nivel de qué fenómenos psicológicos opera. El economicismo ha ignorado hasta ahora el hecho de que, en lo esencial, no se trata de saber si existe la conciencia social en el trabajador (¡ello es evidente!) o de qué modo se manifiesta, sino de ver qué es lo que entorpece el desarrollo de la conciencia de responsabilidad.
(* Coue: Farmacéutico y psicólogo francés (1857–1926). Ideó un método de psicoterapia basado en la autosugestión)
(** Dado que el economista ignora y rechaza los procesos psicológicos, el término “psicosis de masas” no significa para él, como para nosotros, un fenómeno social importante de alcance histórico, sino un accidente sin importancia, socialmente hablando.)

El economicismo ha ignorado hasta ahora el hecho de que, en lo esencial, no se trata de saber si existe la conciencia social en el trabajador (¡ello es evidente!) o de qué modo se manifiesta, sino de ver qué es lo que entorpece el desarrollo de la conciencia de responsabilidad.

La ignorancia de la estructura caracterológica de las masas conduce a menudo a plantear cuestiones estériles. Así, por ejemplo, los comunistas explicaban la instalación del fascismo en el poder por la política desconcertante de la socialdemocracia. Esta explicación carecía de sentido, ya que uno de los rasgos característicos de la socialdemocracia era la
extensión de las ilusiones; no incluía elemento alguno que permitiese una reorientación práctica. Igualmente inútil era la explicación según la cual la reacción política disfrazada de fascismo habría “obnubilado”, “seducido” e “hipnotizado” a las masas. Esto será característico del fascismo mientras exista. Tales explicaciones no son constructivas, ya que no sugieren solución alguna. La experiencia muestra, en efecto, que revelaciones de este tipo, repetidas hasta la saciedad, no convencen a las masas, que no basta con explicar un problema sólo desde la perspectiva socioeconómica. ¿No es hora de preguntarse qué pasa en el seno de las masas para que éstas no reconozcan o no quieran reconocer el papel del fascismo? Resulta prácticamente inútil comprobar que “ha llegado el momento de que los trabajadores abran los ojos” o “que no sería comprendido bien que”… ¿Por qué no han abierto los ojos los trabajadores? ¿Por qué no se ha comprendido? Igualmente estéril resulta la polémica entre el ala derecha y el ala izquierda en el seno del movimiento obrero; el ala derecha pretende que a los trabajadores les falta combatividad, el ala izquierda rechaza esta acusación: los trabajadores son revolucionarios y el que afirme lo contrario traiciona su pensamiento. Ambos planteamientos son demasiado rígidos, demasiado absolutos y mecanicistas. Si se hubiera ido al fondo de las cosas, se habría comprobado que el trabajador medio porta en sí mismo la contradicción, que ni es netamente revolucionario, ni netamente tradicionalista, que se encuentra en una situación de conflicto: su estructura psíquica deriva, por un lado, de su situación social, preludio de actitudes revolucionarias; de otro, de la atmósfera general de la sociedad autoritaria; ambas influencias son antagónicas.

…no basta con explicar un problema sólo desde la perspectiva socioeconómica. (…) el trabajador medio porta en sí mismo la contradicción, que ni es netamente revolucionario, ni netamente tradicionalista, que se encuentra en una situación de conflicto: su estructura psíquica deriva, por un lado, de su situación social, preludio de actitudes revolucionarias; de otro, de la atmósfera general de la sociedad autoritaria; ambas influencias son antagónicas.

Es importante tomar buena nota de este antagonismo y profundizar, cómo se presentan concretamente la tendencia reaccionaria y la progresivorevolucionaria en el trabajador. Ello se aplica también a los pertenecientes a las clases medias. Que, en caso de crisis, estas clases se levanten contra el “sistema” no puede asombrarnos, pero el hecho de que aun estando arruinadas, teman el progreso y se alíen con los extremistas de derecha, no se explica directamente por causas socioeconómicas. De este modo, también los pertenecientes a las clases medias se encuentran en un conflicto entre el sentimiento de rebelión y los objetivos y contenidos reaccionarios.

Que, en caso de crisis, estas clases medias se levanten contra el “sistema” no puede asombrarnos, pero el hecho de que aun estando arruinadas, teman el progreso y se alíen con los extremistas de derecha, no se explica directamente por causas socioeconómicas

La explicación sociológica de una guerra no está completa si nos contentamos con exponer las leyes económicas y políticas particulares que son directamente responsables de su estallido, con invocar, por ejemplo, las ambiciones anexionistas de la Alemania de 1914 sobre las cuencas mineras de Briey y de Longwy, sobre los centros industriales belgas, la intención de los dirigentes alemanes de extender sus posesiones coloniales con el Cercano Oriente, etc., o con denunciar las pretensiones del imperialismo hitleriano sobre los pozos petrolíferos de Bakú, las instalaciones industriales de Checoslovaquia.

Desde luego que los intereses económicos del imperialismo alemán constituían el factor real decisivo, pero también tenemos que preguntarnos por la psicología de masas que ha proporcionado la base para la guerra mundial, por las condiciones psicológicas que han permitido a las masas apoderarse de la ideología imperialista, de traducir en los hechos la ideología imperialista, en flagrante contradicción con la mentalidad pacífica y apolítica de la población alemana. Invocar el “viraje” de los dirigentes de la Internacional no responde a la cuestión. ¿Por qué millones de trabajadores liberales y antiimperialistas han permitido que se les traicionara? El miedo a las consecuencias que pudiera acarrear la negativa a realizar el servicio militar no ha podido actuar más que en una minoría. Quien haya presenciado la movilización de 1914 sabe que encontró una acogida variable entre las masas trabajadoras. Una minoría la desaprobaba categóricamente, capas muy extensas reaccionaban con una extraña resignación ante el destino, con una especie de embrutecimiento y otros, que no pertenecían exclusivamente a las clases medias, sino también a los obreros industriales, mostraron un gran entusiasmo bélico. El embrutecimiento de los unos y el entusiasmo de los otros fueron, sin duda, los fundamentos de la guerra, cuando se estudia el problema bajo el ángulo de la estructura de masas. Tal función psicológica durante la gran guerra(*) no se puede comprender si no es teniendo en cuenta el hecho de que la ideología imperialista había modificado efectivamente e influido en las estructuras de las masas trabajadoras en un sentido imperialista. No pueden explicarse las catástrofes sociales invocando la “psicosis de guerra” o la “ceguera de las masas”. Sería tener una triste opinión de las masas si las creyéramos capaces de dejarse “cegar” simplemente. En realidad todo orden social produce en la masa de sus componentes las estructuras de que tiene necesidad para alcanzar sus fines principales.(**) Sin estas estructuras, que pertenecen al campo de la psicología de masas, la guerra sería imposible. Tiene que haber una correlación importante entre la estructura de la sociedad y la estructura psicológica de sus miembros; esto no significa solamente que las ideologías dominantes sean las ideologías de la clase dominante, sino — lo que es más importante para la solución práctica de los problemas de orden político — que las contradicciones de la estructura económica de una sociedad tienen su raíz en las estructuras de los oprimidos, de las que se ocupa la psicología de masas. De otro modo, sería inconcebible que las leyes económicas de una sociedad no consiguieran llegar a una eficacia concreta más que a través de la acción de las masas sometidas a sus leyes.
(* Primera guerra mundial)
(** “Las ideas de las clases dominantes son también las ideas dominantes en cada época; o, dicho de otro modo, la clase que tiene el poder material dominante en la sociedad tiene también el poder ideológico dominante. La clase que dispone de los medios de producción materiales, dispone al mismo tiempo de los medios de producción ideológicos, de tal modo que las ideas de aquellos que carecen de los medios de producción están sometidas a la clase dominante. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, son esas mismas relaciones materiales bajo la forma de ideas, o sea, la expresión de las relaciones que hacen de una clase la clase dominante; con otras palabras, son las ideas de su dominación” Marx)

Tiene que haber una correlación importante entre la estructura de la sociedad y la estructura psicológica de sus miembros; esto no significa solamente que las ideologías dominantes sean las ideologías de la clase dominante, sino — lo que es más importante para la solución práctica de los problemas de orden político — que las contradicciones de la estructura económica de una sociedad tienen su raíz en las estructuras de los oprimidos, de las que se ocupa la psicología de masas.

En Alemania, los movimientos de liberación no ignoraban la importancia de lo que se llama “el factor subjetivo de la historia” (en contra del materialismo mecanicista, Marx concibe al hombre como “sujeto de la historia”, aspecto del marxismo que Lenin ha desarrollado especialmente); lo que aún faltaba era la comprensión de la acción irracional, inadecuada, dicho de otro modo, de la divergencia entre la economía y la ideología. Es preciso que seamos capaces de explicar cómo le ha sido posible al misticismo arrinconar a la sociología científica. Y nuestro trabajo no será útil más que si planteamos la cuestión de tal modo que la respuesta nos proporcione espontáneamente los medios de una nueva acción práctica. Si el trabajador no es ni francamente reaccionario ni francamente revolucionario, sino que se encuentra atraído por las dos tendencias antagónicas reaccionarias y revolucionarias, el descubrimiento de este antagonismo tendrá que desembocar necesariamente en una práctica que oponga a las fuerzas psíquicas conservadoras las fuerzas revolucionarias. Toda mística es reaccionaria; el hombre reaccionario es místico. No se forjan las armas contra el misticismo burlándose simplemente de él, calificándole de “oscurantismo” o de “psicosis”; solamente su interpretación correcta da la base para elaborar, por la fuerza de las cosas, un antídoto contra el Misticismo. Para hacer frente a esta tarea, es preciso comprender las relaciones entre la situación social y la formación de estructuras y, más particularmente, en el límite de nuestros conocimientos, las ideas irracionales, que no se explican directamente por consideraciones socioeconómicas.

Si el trabajador no es ni francamente reaccionario ni francamente revolucionario, sino que se encuentra atraído por las dos tendencias (…), el descubrimiento de este antagonismo tendrá que desembocar necesariamente en una práctica que oponga a las fuerzas psíquicas conservadoras las fuerzas revolucionarias. (…) Para hacer frente a esta tarea, es preciso comprender las relaciones entre la situación social y la formación de estructuras y, más particularmente, en el límite de nuestros conocimientos, las ideas irracionales, que no se explican directamente por consideraciones socioeconómicas.

--

--