La ideología como poder material

Miguel Ran
Psicología de Masas del Fascismo
14 min readMar 1, 2019

2. Estructura económica e ideológica de la sociedad

Cap.1, parte 2|Psicología de masas del Fascismo — Wilhelm REICH

Revisando un censo de 1930 Reich observa que los obreros, incluso los mejores pagos, votaron a la izquierda en 1932. La clase media, incluída la clase mediabaja, votó a la derecha. Entonces la ideología está relacionada con la estructuración social de los individuos y no con su situación económica.

¿Cómo se produce la mutación entre lo material y la conciencia de la que habla Marx? Para que una ideología pueda actuar sobre el proceso económico, es preciso que antes se haya convertido en un poder material.
La “ideología” se transforma más lentamente que la base económica, las estructuras psíquicas van retrasándose a las condiciones sociales que las engendran, esa es la tradición.

¿Qué impide la armonía entre situación económica e ideología? Debemos descartar los conceptos marxistas vulgares. La psicología debe explicarlo, y no la economía social.

Desde un punto de vista racional podría esperarse que las masas trabajadoras empobrecidas desarrollaran una conciencia aguda de su situación social y trataran de poner fin a su angustia. Por el mismo motivo, un trabajador reducido a la miseria tendría que rebelarse contra los malos tratos y decirse: “Quien cumple una labor social útil soy yo. La suerte de la sociedad depende esencialmente de mí. Asumiré por mí mismo la responsabilidad de las tareas que me incumben”. En este caso, el pensamiento (“conciencia”) del obrero estaría en consonancia con su situación social. El marxista designaba tal actitud “conciencia de clase”. Nosotros diremos de este trabajador que tiene
conciencia de realizar un trabajo especializado, que se halla animado por una “conciencia social”. Sin embargo, la divergencia entre la situación social de las masas trabajadoras y la conciencia que ellas tienen de esta situación conduce, no a un mejoramiento, sino a una deteriorización de su condición social. Fueron precisamente las masas empobrecidas las que ayudaron a la instalación en el poder del fascismo, es decir, de la reacción política más despiadada.

Desde un punto de vista racional podría esperarse que las masas trabajadoras empobrecidas desarrollaran una conciencia aguda de su situación social y trataran de poner fin a su angustia. (…) Sin embargo,(…) Fueron precisamente las masas empobrecidas las que ayudaron a la instalación en el poder del fascismo, es decir, de la reacción política más despiadada.

Así planteado, el problema coincide con el del papel de la ideología y de la
actitud emocional de las masas en tanto que factor histórico: el efecto de reacción de la ideología sobre la base económica. Si el empobrecimiento de las masas no ha conducido a una convulsión en el sentido de la revolución social, si lo que ha surgido de la crisis son, para decirlo objetivamente, ideologías opuestas a la revolución, el desarrollo de la ideología de las masas a lo largo de los años críticos, para emplear la terminología marxista, ha inhibido el “desarrollo de las fuerzas productivas”, así como la “solución revolucionaria de la antinomia entre las fuerzas productivas del capitalismo monopolista y su modo de producción”.

La composición de las clases sociales en Alemania se reparte del modo siguiente:

(según Kunik, Versuch ciner Feststellung der soziaíen Gliederung der deutschen Bevolkerung — “Intento de establecer la división social de la población alemana” — , Die Internationale, 1928, editado por Lenz: Proletarische Politik — “Política proletaria” — , Internationaler Arbeitervelag, 1931):

Estratificación del proletariado

Estratificación de la clase media de las ciudades

Capas medias en el campo

Estas estadísticas corresponden al censo de la población de 1925. No olvidemos que reflejan la adscripción socioeconómica, pero no la ideológica de los censados. En Alemania se contaban en 1925, por categorías socioeconómicas,

Según una estimación grosera, la estructura ideológica tiene el siguiente aspecto:

Cualquiera que sea el número de miembros de las clases medias que hayan votado por los partidos de izquierda, o de obreros que hayan votado por los partidos de derecha, resulta asombroso el hecho de que las estimaciones sobre la estratificación ideológica correspondan poco más o menos a los resultados de las elecciones de 1932; comunistas y socialistas juntos obtuvieron de 12 a 13 millones de votos, el N.S.D.A.P.(*) y los Alemanes Nacionales juntos de 19 a 20 millones. Se deduce que el elemento decisivo no era en el plano práctico, la estratificación económica, sino la estratificación ideológica de la población. Las clases medias de la pequeña burguesía han jugado, por lo tanto, un papel más importante del que se les concede normalmente.
(* N.S.D.A.P.: Partido Nacional Socialista Alemán)

Se deduce que el elemento decisivo no era en el plano práctico, la estratificación económica, sino la estratificación ideológica de la población. (…) Las clases medias de la pequeña burguesía han jugado, por lo tanto, un papel más importante del que se les concede normalmente.

El enorme avance del N.S.D.A.P.(*), que pasó de 800.000 votos en 1928 a 6,4 millones en otoño de 1930, a 13 millones en el verano de 1932, y a 17 millones en enero de 1933, coincidía con la rápida regresión que sufrió la economía alemana entre 1929 y 1932. Según un cálculo de Jager (**), la parte que correspondía a los trabajadores de los 6,4 millones de votantes nacionalsocialistas se elevaba ya a cerca de 3 millones, de los cuales del 60 al 70 por ciento eran empleados y del 30 al 40 por ciento, obreros.
(* N.S.D.A.P.: Partido Nacional Socialista Alemán)
(** “Hitler”, Roter Áufbau, octubre de 1930)

El que ha captado mejor a nuestro juicio el aspecto paradójico de este proceso sociológico es Carlos Radek, quien escribía ya en 1930, después del primer triunfo del N.S.D.A.P.:
"Nada parecido se ha producido jamás en la historia de la lucha política, sobre todo en un país políticamente diversificado desde hace mucho tiempo, en el que todo partido nuevo tiene grandes dificultades para imponer su presencia en medio de los partidos anteriores. Es muy significativo que ni la literatura socialista, ni la burguesa hayan mencionado a este partido que ocupa hoy el segundo lugar en la vida política alemana. Este partido, que carece de historia, ha surgido repentinamente como un islote que emergiera de golpe en plena mar por el efecto de las fuerzas volcánicas.”
(“Deutsche Wahlen”, Roter Aujbau, octubre, 1930)

Nosotros no tenemos duda alguna de que también este islote tiene su historia y que su aparición obedece a una lógica interna.

La alternativa marxista de “naufragio en la barbarie” o “ascensión hacia el socialismo” dependía, a juzgar por la experiencia del pasado, de la estructura ideológica de las clases oprimidas; esta estructura podía responder a la situación económica o divergir de ella. Pudiera ser que se soportara pasivamente la explotación, cual era el caso de las grandes sociedades asiáticas, o bien la ideología de la mayoría oprimida era contraria a la situación económica, como es hoy el caso de Alemania.

El problema fundamental, pues, es saber qué es lo que condiciona la divergencia así descrita o, si se prefiere, lo que impide la armonía entre la situación económica y la ideológica.

… lo que impide la armonía entre la situación económica y la ideológica.

Se trata, pues, de aprehender la esencia de la estructura ideológica y su relación con la base económica de donde ha surgido.

Para comprender, nos resulta forzoso desembarazarnos en primer lugar de los conceptos marxistas vulgares que obstaculizan el camino a una comprensión del fascismo. En lo esencial, estos conceptos son: El marxismo vulgar establece una verdadera cámara aislante entre el ser económico y el ser social, pretendiendo que la “ideología” y la “conciencia” de los hombres están determinadas exclusivamente y directamente por el ser económico. De este modo llega a una oposición mecánica entre economía e ideología, entre “base” y “superestructura”. Deduce la ideología de la economía de un modo esquemático y unilateral, e ignora la dependencia de la evolución económica con respecto a la ideología. Por esta misma razón, no ve el problema suscitado por “el efecto de reacción de la ideología”. Aunque el marxismo dé cuenta también del “retraso del factor subjetivo” tal como lo hacía Lenin, no está en situación de dominar ese “retraso”, porque comenzó por hacerlo derivar exclusivamente de la situación económica, sin buscar en primer lugar las contradicciones económicas existentes en la ideología, sin considerar a ésta como una fuerza histórica.

…desembarazarnos en primer lugar de los conceptos marxistas vulgares (…) Aunque el marxismo dé cuenta también del retraso del factor subjetivo tal como lo hacía Lenin, no está en situación de dominar ese retraso, porque comenzó por hacerlo derivar exclusivamente de la situación económica

El hecho es que el marxismo no quiere reconocer la estructura y el dinamismo de la ideología, por juzgarlo “contrario a la doctrina marxista”: abandona la manipulación de los factores subjetivos, de lo que se llama “la vida del alma” en la historia, al idealismo metafísico de la reacción política, a los Gentile y a los Rosenberg, que ven en el “espíritu” y en el “alma” los únicos motores de la historia, teoría que, por extraño que pueda parecer, suscita el entusiasmo de las masas. Ya en su tiempo Marx había reprochado al materialismo del siglo XVIII que olvidara este aspecto de las ciencias sociológicas. A los ojos del marxista vulgar, la psicología es a priori y en sí un sistema metafísico y se niega a librar al “metaficismo” de la psicología reaccionaria de sus elementos materialistas, que la investigación psicológica revolucionaria pone en claro y a los que es preciso examinar más en detalle.

Al tiempo que renuncia a toda crítica constructiva, el marxismo vulgar se contenta con condenar y llama en su auxilio al “materialismo” cuando se trata de rechazar como impregnados de “idealismo” conceptos tales como “impulso”, “necesidad” o “proceso psicológico”. Al hacer esto, tropieza con dificultades innumerables y no hace más que recoger fracasos, puesto que en sus campañas políticas está obligado a hacer psicología aplicada cuando habla de las “necesidades de las masas”, de la “conciencia revolucionaria”, de la “voluntad” de hacer la huelga, etc. Cuanto más niega la psicología, tanto más se hunde en el psicologismo metafísico o, lo que es peor, en el ilusionismo a lo Coué(*), cuando éste explica una situación histórica por la “psicosis hitleriana” o cuando recomienda a las masas que “tengan confianza”, porque “la revolución avanza en cualquier caso y no se deja vencer”, etc. A fin de cuentas, predica un valor fundado sobre la ilusión, sin explicar nada objetivamente, sin comprender lo que pasa a su alrededor. No comprenderá nunca que la situación jamás es desesperada para la reacción política, que una crisis económica puede conducir tanto a la barbarie como a la libertad. En lugar de deducir su manera de pensar y actuar de la realidad social, transforma la realidad en su imaginación, a fin de hacerla coincidir con sus deseos.
(* Farmacéutico y psicólogo francés (1857–1926). Ideó un método de psicoterapia basado en la autosugestión)

Al tiempo que renuncia a toda crítica constructiva, el marxismo vulgar se contenta con condenar y llama en su auxilio al materialismo cuando se trata de rechazar como impregnados de “idealismo” conceptos tales como “impulso”, “necesidad” o “proceso psicológico”. (…) Cuanto más niega la psicología, tanto más se hunde en el psicologismo metafísico. (…) No comprenderá (…) que una crisis económica puede conducir tanto a la barbarie como a la libertad.

Nuestra psicología no puede ser otra cosa que la búsqueda del “factor subjetivo de la historia”, de la estructura ideológica de la sociedad que ellos constituyen. No se erige nunca, como lo hacen la psicología reaccionaria y la economía psicologista, contra la sociología marxista, oponiéndole una “concepción psicológica de lo social”, sino que se somete y se integra, en un punto muy preciso, a esta teoría que hace derivar la conciencia del ser.

La tesis de Marx según la cual lo “material” (el ser) se transforma en la cabeza del hombre en lo “ideal” (conciencia) y no al contrario, plantea dos preguntas; primero: ¿cómo se opera esta mutación, qué sucede en la cabeza del hombre?; segundo: ¿cómo actúa la conciencia así producida (de ahora en adelante, hablaremos de la estructura psicológica) al reaccionar sobre el proceso económico? Sólo la psicología surgida del análisis del carácter puede cubrir esta laguna, puesto que ella pone al descubierto el procedo psicológico del hombre, proceso que se deriva de los fundamentos mismos del ser. Por esta razón puede esa psicología aprehender el “factor subjetivo”, que escapa al entendimiento del marxista. La psicología política se ocupa, por lo tanto, de un campo claramente delimitado. Es incapaz de explicar la génesis de las clases en la sociedad o el modo de producción capitalista (cuando se aventura en ese terreno sus hallazgos no son otra cosa que estupideces reaccionarias, como cuando explica, por ejemplo, el capitalismo por la codicia de los hombres). Pero es ella, y no la economía social, la que podrá investigar cómo es el hombre de una cierta época, cómo piensa y cómo actúa en función de su estructura carácter o lógica, cómo repercuten en él las contradicciones de su existencia, y cómo intenta dominar su vida.

La tesis de Marx según la cual lo material (el ser) se transforma en la cabeza del hombre en lo ideal (conciencia) y no al contrario, plantea dos preguntas; primero: ¿cómo se opera esta mutación, qué sucede en la cabeza del hombre?; segundo: ¿cómo actúa la conciencia así producida (…) al reaccionar sobre el proceso económico? Sólo la psicología surgida del análisis del carácter puede cubrir esta laguna

Cierto que no examina más que al hombre individual; pero cuando se especializa en la exploración de procesos psicológicos típicos y comunes a toda una capa, clase o categoría profesional, descartando toda diferenciación individual, se transforma en psicología de masas. Al hacer esto, retorna una idea de Marx:
“Las premisas de las que nosotros partimos no son arbitrarias, no son dogmas; son premisas reales de las que no se puede hacer abstracción más que en la imaginación. Son los individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto las ya preexistentes como las que han sido engendradas por la acción.”
(La ideología alemana, I.| subrayado de W. R.)

“El hombre constituye él mismo la base tanto de su producción material como de
cualquier otra producción que él realiza. Todas las circunstancias que afectan al hombre en tanto que sujeto de la producción, modifican más o menos todas sus funciones y actividades en su calidad de creador de la riqueza material, de las mercancías. Desde éste punto de vista puede demostrarse, en efecto, que todas las condiciones y
funciones humanas, de cualquier manera y en cualquier momento en que se presenten, influyen sobre la producción material y que tienen sobre ella repercusiones más o menos determinantes.”
(Teoría de la plusvalía. | subrayado de W. R.)

Nosotros no innovamos ni revisamos a Marx, como se nos ha reprochado
frecuentemente, ya que Marx dice efectivamente: “Todas las circunstancias que afectan al hombre”, lo que implica tanto las condiciones de los procesos de trabajo como los logros más perfectos, los más personales, los más privados de la vida impulsiva y de la vida humana, la vida sexual de las mujeres, de los jóvenes y de los niños, así como el estado de la investigación sociológica en estas materias y su aplicación a nuevos problemas sociales.
Hitler ha sabido hacer historia con ciertas de esas “circunstancias que afectan al hombre” y de nada sirve burlarse de ello. Marx no podía crear la sociología sexual porque en su tiempo no había sexología. Es importante integrar en el edificio de la sociología no sólo los datos económicos, sino también los sexuales, a fin de poner término a la hegemonía de los místicos y los metafísicos en esa disciplina.

Marx no podía crear la sociología sexual porque en su tiempo no había sexología. Es importante integrar en el edificio de la sociología no sólo los datos económicos, sino también los sexuales, a fin de poner término a la hegemonía de los místicos y los metafísicos en esa disciplina.

Para que una “ideología pueda actuar en reacción sobre el proceso económico”, es preciso que antes se haya convertido en un poder material. Si se convierte en poder material desde el momento en que se apodera del hombre, se plantea de inmediato otra cuestión:
¿por qué camino se produce esto? ¿Cómo es posible que un estado de hecho ideológico, por ejemplo, una teoría, pueda originar efectos materiales, conmocionar la historia? La respuesta a esta cuestión ha de resolver también el problema de la psicología reaccionaria de masas y ayudar a abolir el concepto de “psicosis hitleriana”.

Para que una “ideología pueda actuar en reacción sobre el proceso económico”, es preciso que antes se haya convertido en un poder material.

La ideología de cada formación social no solamente tiene como función reflejar el proceso económico, sino también enraizarla en las estructuras psíquicas de los hombres de esa sociedad. Los hombres son tributarios de su condición de existentes a doble título: directamente dependen por sus incidencias económicas y sociales, indirectamente por medio de la estructura ideológica de la sociedad; por lo tanto, en su estructura psíquica han de desarrollar siempre una antinomia que responda a la contradicción entre las repercusiones de su situación material y las de la estructura ideológica de la sociedad. Y como los hombres que forman parte de las diferentes capas no son solamente los objetos de esas influencias, sino que las reproducen también como individuos activos, su pensamiento y su acción deben ser tan contradictorios como la sociedad de la que emanan. Como quiera que una ideología social modifica la estructura psíquica de los hombres, no se reproduce solamente en esos hombres sino que, lo que es más importante, la ideología toma en la forma de ese hombre concretamente modificado, y que actúa de modo modificado y contradictorio, el carácter de una fuerza activa, de un poder material. Así y solamente así se explica el efecto de reacción de la ideología de una sociedad sobre la base social de la que ha surgido. El “efecto de reacción” pierde su carácter aparentemente metafísico o psicologista si se entiende su forma funcional como la estructura caracterológica del hombre que actúa socialmente. Precisamente por este motivo se convierte en objeto de la investigación caracterológica científica. Se ve entonces más claramente por qué la “ideología” se transforma más lentamente que la base económica. Las estructuras caracterológicas que corresponden a una situación histórica dada se constituyen, en lo esencial, en la primera infancia y son mucho más conservadoras que las fuerzas productivas técnicas. Se deduce de ello que las estructuras psíquicas van retrasándose poco a poco con relación a las condiciones sociales que las engendran, las cuales evolucionan muy rápidamente y entran en conflicto con las formas ulteriores de vida. Es la esencia misma de lo que se llama la tradición, es decir, la oposición entre la antigua situación social y la nueva.

Los hombres son tributarios de su condición de existentes a doble título: directamente dependen por sus incidencias económicas y sociales, indirectamente por medio de la estructura ideológica de la sociedad; (…) Y como los hombres que forman parte de las diferentes capas no son solamente los objetos de esas influencias, sino que las reproducen también como individuos activos, su pensamiento y su acción deben ser tan contradictorios como la sociedad de la que emanan. (…) Los hombres son tributarios de su condición de existentes a doble título: directamente dependen por sus incidencias económicas y sociales, indirectamente por medio de la estructura ideológica de la sociedad; (…) Se ve entonces más claramente por qué la ideología se transforma más lentamente que la base económica.

--

--