La ideología de la familia autoritaria
en la psicología de masas del fascismo

Miguel Ran
Psicología de Masas del Fascismo
6 min readMar 1, 2019

1. Führer y estructura de masas

Cap.2, parte 1 | Psicología de masas del Fascismo — Wilhelm REICH

El éxito de Hitler no se debe a su “genio”, sino a que su ideología se encontraba en armonía con la estructura ideológica de una amplia capa de individuos integrados en la masa. El nacionalsocialismo ha dejado al descubierto las contradicciones psicológicas de la masa pequeña burguesa. Investigaremos los problemas relacionados con la ideología sexual.

Si la historia del proceso social dejase tiempo suficiente a los historiadores reaccionarios para entregarse, después de algunos decenios, a consideraciones sobre el pasado de Alemania, no dejarían de entender el éxito de Hitler durante los años de 1923 a 1933 como una prueba de que son los grandes hombres los que hacen la historia, insuflando en las masas “sus ideas”: por supuesto que la propaganda nacionalsocialista se basaba sobre esta “ideología del jefe” (“Führerideologie”). Los nacionalsocialistas no conocían mejor el mecanismo de su éxito que las implicaciones históricas de su movimiento. El autor nacionalsocialista Wilhelm Stapel era, pues, perfectamente consecuente cuando en su obra Christentum und Nationalsozialismus (Cristianismo y nacionalsocialismo) escribía: “Dado el carácter elemental del nacionalsocialismo, resulta imposible atacarlo con «argumentos». Los argumentos sólo tendrían efecto si el movimiento se hubiera impuesto con ayuda de argumentos”.

“Dado el carácter elemental del nacionalsocialismo, resulta imposible atacarlo con «argumentos». Los argumentos sólo tendrían efecto si el movimiento se hubiera impuesto con ayuda de argumentos”

De acuerdo con esta concepción, los discursos nacionalsocialistas de propaganda se caracterizaban por hacer hábiles llamadas a los sentimientos de los individuos integrados en la masa y por la renuncia, en la medida de lo posible, a toda argumentación objetiva. En repetidas ocasiones subraya Hitler en su obra Mein Kampf (*) que la buena táctica en materia de psicología de masas reside en renunciar a toda argumentación y en presentar a las masas solamente “la gran meta final”. Lo que esta “gran meta final” era después de la toma del poder, se mostró muy claramente en el fascismo italiano, así como en los decretos de Göering con respecto a las organizaciones económicas de las clases medias, en la renuncia a la “segunda revolución” que los partidarios esperaban, en la no ejecución de las medidas socialistas prometidas, etc., donde ya se ponía de manifiesto la función reaccionaria del fascismo. El siguiente pasaje nos muestra hasta qué punto ignoraba el mismo Hitler la mecánica de su éxito:
(* Mein Kampf (Mi lucha), Adolf Hitler — 1925)

“Sólo esta gran línea nos asegurará el éxito con una lógica imperturbable, siempre que le demos la importancia necesaria y no nos separemos nunca de ella. Entonces podremos comprobar con asombro a qué inmensos resultados, apenas comprensibles se llega gracias a esta perseverancia”
(Mein Kampf (Mi lucha), Adolf Hitler — 1925 / subrayado por W. R)

El éxito de Hitler no se explica en absoluto por su papel reaccionario en la historia del capitalismo, puesto que si él lo hubiera admitido abiertamente en su propaganda, habría obtenido el resultado opuesto. El estudio de la eficacia psicológica de Hitler sobre las masas debía partir de la idea de que un “führer”, o representante de una idea, no podía tener éxito (no un éxito histórico, sino esencialmente pasajero) más que si sus conceptos personales, su ideología o su programa se encontraban en armonía con la estructura media de una amplia capa de individuos integrados en la masa. Se plantea, además, un segundo problema: ¿En qué situación histórica y social se originan estas estructuras? De este modo, un problema de psicología de masas abandona el terreno metafísico del “concepto del jefe” (Führerridee) y se sitúa en la realidad de la vida social. Un “führer” no puede hacer la historia más que si las estructuras de su personalidad coinciden con las estructuras de amplias capas de la población, vistas desde la perspectiva de la psicología de masas. La cuestión de si la huella que imprime en la historia es definitiva o pasajera depende solamente de su orientación, que bien puede inscribirse en la dirección del progreso social, u oponerse a él.
Por este motivo resulta erróneo atribuir el éxito de Hitler exclusivamente a la demagogia de los nacionalsocialistas, a la “desorientación de las masas”, a la “psicosis nazi”, todo lo cual carece de valor, aunque los políticos comunistas se sirvieran después de estas interpretaciones tan vagas. Precisamente de lo que se trata es de saber cómo fue posible engañar, desorientar y sumir a influencias psicóticas a las masas. Es éste un problema que no se puede resolver si se ignora lo que sucede en el seno de las masas. No basta con señalar el carácter reaccionario del movimiento hitleriano, ya que el éxito del N.S.D.A.P.(*) entre la masas se encontraba en contradicción con su papel reaccionario: que millones de personas se feliciten de su propio esclavizamiento es una contradicción que no puede explicarse con argumentos políticos y económicos, sino solamente por medio de la psicología de masas.
(* N.S.D.A.P.: Partido Nacional Socialista Alemán)

Un “führer” no puede hacer la historia más que si las estructuras de su personalidad coinciden con las estructuras de amplias capas de la población

Según los medios a los que se dirigía, el nacionalsocialismo se servía de métodos diferentes y formulaba las promesas en función de las capas sociales de las que, en un momento dado, tenía necesidad. De este modo, en la primavera de 1933, su propaganda insistía sobre el carácter revolucionario del movimiento nazi, porque trataba de ganar para su causa a los obreros industriales y, en consecuencia, se “festejó” el primero de mayo, tras haber lanzado un hueso a la nobleza en Potsdam. Si de ello se quisiera deducir que Hitler le debía su éxito a una argucia política, entraríamos en contradicción con la idea fundamental de libertad y estaríamos negando, prácticamente, la posibilidad de la revolución social. La cuestión esencial es, pues, la siguiente: ¿Por qué sucumben las masas a la mistificación política? Puesto que les era posible juzgar la propaganda de los diferentes partidos, ¿por qué no se han dado cuenta de que Hitler prometía a los trabajadores la expropiación de los medios de producción y a los capitalistas garantías contra la expropiación?

¿por qué no se han dado cuenta de que Hitler prometía a los trabajadores la expropiación de los medios de producción y a los capitalistas garantías contra la expropiación?

La estructura personal de Hitler y su biografía carecen de todo interés para la comprensión del nacionalsocialismo. No obstante, resulta instructivo comprobar que, en lo esencial, el origen pequeño burgués de sus ideas coincidía con las estructuras de las masas, dispuestas a darles la mejor acogida.

Como todo movimiento reaccionario, el de Hitler se apoyaba en varias capas de la pequeña burguesía. El nacionalsocialismo ha puesto al descubierto el conjunto de contradicciones que caracterizan a la psicología de masas de la pequeña burguesía. Por lo tanto, se tratará en primer lugar de conocer bien estas contradicciones y en segundo de comprobar su común origen, ya que todas surgen de las condiciones imperialistas de producción. Por nuestro lado, nos limitaremos a la investigación de los problemas relacionados con la ideología sexual.

El nacionalsocialismo ha puesto al descubierto el conjunto de contradicciones que caracterizan a la psicología de masas de la pequeña burguesía. (...) Por nuestro lado, nos limitaremos a la investigación de los problemas relacionados con la ideología sexual.

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