La ideología de la familia autoritaria en la psicología de masas del fascismo

Miguel Ran
Psicología de Masas del Fascismo
26 min readMar 1, 2019

4. Los vínculos familiares y el sentimiento nacionalista

Cap.2, parte 4 | Psicología de masas del Fascismo — Wilhelm REICH

La situación familiar de las capas pequeñas burguesas coincide con su situación económica, pues la familia constituye una pequeña empresa económica.

La interdependencia entre familia y economía en el campesino necesita vínculos familiares que se aseguran por la moral sexual patriarcal. Los nazis promulgan el decreto para “la reorganización del estatuto de propiedad rural” (1933), que buscaba restablecer “la alianza indisoluble de la sangre y la tierra”.

La pequeña burguesía no es económicamente más afortunada que los trabajadores, se diferencia de ellos con sus formas familiares y sexuales de vida. La carencia económica la compensa con la moral sexual. Esta moral se apoya en su idea del honor y del deber, pero solo en ideas, no en comportamientos ya que se contradicen con la necesidad de un mínimo de deshonestidad para comerciar. Sea hipocresía o no, el éxtasis por el honor es auténtico.
¿Por qué el trabajador es accesible al internacionalismo mientras que el pequeño burgués se inclina hacia el nacionalismo? debemos observar la relación entre la condición económica y la existencia familiar.

Las inhibiciones y la debilitación de la sexualidad se producen merced a la angustia religiosa, por ello la religión rechaza el placer sexual. El hombre satisfecho genitalmente es honesto, consciente de su deber, valeroso y disciplinado. El hombre sexualmente insatisfecho posee poco sentido del valor de sí mismo y esta sometido a una guardia constante contra su propia sexualidad y sus tentaciones. Esta lucha lo lleva a ideas metafísicas y místicas.

El padre en la familia es el sstado autoritario. La sociedad lucha contra la sexualidad de los niños y de los adolescentes en el marco de la familia autoritaria, la institución más idónea para ello. El sentimiento nacionalista es la prolongación del vínculo familiar y la fijación maternal.

La libertad sexual y económica inspira un miedo mortal a los reaccionarios. En la imaginación reaccionaria es depravación sexual y este miedo es el mayor obstáculo interpuesto en el camino hacia la liberación del yugo de la explotación económica.

La familia autoritaria constituye la fábrica de la ideología y de la estructura reaccionarias, por eso toda política cultural reaccionaria plantea la “protección a la familia”. Debemos analizar la idealización de la maternidad.

En un principio, la situación familiar de las diferentes capas de la pequeña burguesía coincide con su situación económica. La familia constituye — si se hace abstracción de la función pública — al mismo tiempo una empresa económica. Los miembros de la familia trabajan en la empresa del pequeño comerciante, lo que permite ahorrar la mano de obra, extraña y cara. Aún más clara es esta coincidencia entre la familia y el modo de producción en la explotación agrícola pequeña y media. La organización económica del gran patriarcado (por ejemplo, la zadruga) se apoya en lo esencial sobre esta coincidencia. La interdependencia estrecha entre familia y economía es la que explica por qué el campesino está “apegado al suelo”, es “tradicionalista”, por qué se deja tentar fácilmente por la reacción política. Por supuesto, no es que el modo de producción sea el único responsable del apego del campesino a la gleba y a la tradición, sino que ese modo de producción postula un vínculo particularmente estrecho entre los miembros de la familia, vínculo que no se puede asegurar más que por una larga represión e inhibición sexuales. La mentalidad típicamente campesina, en cuyo centro encontramos la moral sexual patriarcal, se edifica, por tanto, sobre esta doble base. En otro lugar hemos descrito las dificultades con las que ha tropezado el gobierno soviético en la colectivización del campo, dificultades que no solamente provienen del “apego del campesino a la gleba” sino también de los vínculos familiares que la gleba había creado.

La familia constituye (…) al mismo tiempo una empresa económica. (…) ese modo de producción postula un vínculo particularmente estrecho entre los miembros de la familia, vínculo que no se puede asegurar más que por una larga represión e inhibición sexuales

La sola posibilidad de conservar una clase campesina sana como fundamento de la nación tiene ya un valor inestimable. Muchos de los males que padecemos no son otra cosa que la consecuencia de relaciones malsanas entre la ciudad y las poblaciones rurales. Una robusta cepa de pequeños y medios campesinos ha sido siempre la mejor protección contra las enfermedades sociales tales como hoy las conocemos, y constituye también la única solución que permite a una nación conseguir su pan cotidiano en el ciclo de su economía. La industria y el comercio pierden su malsana posición dominante y se integran en el marco general de una economía fundada sobre el equilibrio de las necesidades nacionales y de sus productos.”
(Mein Kampf (Mi lucha), Adolf Hitler — 1925)

Este era el obtuso punto de vista de Hitler, cuyo carácter absurdo salta a la vista: la reacción política no conseguirá nunca impedir el desarrollo de las grandes explotaciones mecanizadas y la desaparición de las pequeñas explotaciones rurales. Pero desde la perspectiva de la psicología de masas, esta propaganda no carecía de eficacia, puesto que se dirigía a las estructuras de las capas pequeño burguesas, fijadas en las familias.

Tras la toma del poder por el N.S.D.A.P.(*) se hizo sentir la necesidad de proporcionar una expresión concreta a la estrecha interdependencia entre los lazos familiares y la economía rural. Dado que el movimiento de Hitler, por su base de masas y su estructura ideológica, era un movimiento pequeño burgués, una de las primeras iniciativas para consolidar las capas medias fue el decreto sobre “la reorganización del estatuto de propiedad rural” del 12 de mayo de 1933, que restablecía usos muy antiguos en lo referente a “la alianza indisoluble de la sangre y la tierra”.
(* N.S.D.A.P.: Partido nacional socialista alemán)

Veamos la tónica de algunos pasajes característicos:
“La alianza indisoluble de la sangre y la tierra es la condición indispensable de la salud del pueblo. El régimen rural de los siglos anteriores, establecido en Alemania por una legislación apropiada, garantizaba esta unión, surgida del sentimiento vital natural del pueblo. La granja era la herencia inalienable de la familia campesina. Un derecho extranjero había destruido los fundamentos legales de este régimen campesino. Sin embargo, los campesinos alemanes de numerosos distritos, animados de un sano sentido del fundamento de la vida de su pueblo, conservaban por la costumbre, de generación en generación, su granja sin desmembrar
Es un deber absoluto del gobierno del pueblo, al fin establecido, darle un sólido fundamento a la sublevación nacional por la confirmación legal de la alianza indisoluble de la sangre y la tierra, tal como la ha perpetuado la costumbre, a través de una legislación apropiada de la propiedad rural hereditaria.
La propiedad rural y forestal (la hacienda hereditaria), inscrita en el registro de herederos de bienes de familia del tribunal de instancia competente, se transmite según el derecho relativo a los bienes de familia. El propietario de la hacienda hereditaria se llama campesino. Un campesino no puede ser propietario a la vez de varias haciendas hereditarias. Sólo uno de los hijos del campesino podrá tomar posesión de la hacienda; éste es el heredero principal. La hacienda proveerá a las necesidades de los coherederos, hasta que hayan alcanzado su independencia económica. Si éstos cayeran en la miseria, sin que fueren responsables de ella, podrán buscar asilo en la hacienda hereditaria (“Heimatzuflucht”) incluso en los años posteriores. Si la hacienda no estuviera inscrita en el registro de herederos, como normalmente debiera estarlo, persiste el derecho de herencia en virtud del derecho relativo a los bienes de familia.
Solamente un campesino que sea ciudadano alemán y de sangre alemana, puede ser propietario de una hacienda. No será de sangre alemana quienquiera que tenga una persona judía o de color entre sus ascendientes masculinos o entre sus antepasados hasta la cuarta generación. Todo matrimonio contraído en lo futuro con una persona que no sea de sangre alemana incapacita para siempre a los descendientes para ser herederos de una hacienda hereditaria.”

“El fin de la ley es proteger a las granjas del endeudamiento y de la
desmembración, para conservarlas, como herencia, para las familias de los campesinos libres. Al mismo tiempo se orienta a asegurar un buen reparto de las explotaciones, habida cuenta de sus dimensiones. Un gran número de granjas pequeñas y medias, distribuidas lo más igualmente posible sobre todo el territorio del país, son indispensables para la salud del Estado y del pueblo.”

¿Qué tendencias se reflejan en esta ley? La ley iba en contra de los intereses de los grandes propietarios agrícolas que, a fin de absorber las explotaciones rurales medianas y pequeñas, buscaban dividir la población rural en propietarios de la tierra y proletarios rurales desposeídos. Pero esta tendencia quedaba ampliamente compensada por la salvaguardia de un segundo objetivo de los grandes propietarios agrícolas: estos últimos tenían interés, en efecto, en perpetuar la clase media campesina que constituía la base de masas de su poder. La identidad entre el grande y el pequeño propietario no reside solamente en el hecho de que los dos son propietarios privados; esto sería poco importante si el mantenimiento de la empresa rural pequeña y mediana no contribuyese a la perpetuación de una cierta atmósfera ideológica, la de la familia que trabaja en común como una pequeña empresa, que proporcionaba en general los mejores combatientes nacionalsocialistas y que imprimía en la mujer una modificación estructural en el sentido de la ideología nacionalsocialista. Este es el trasfondo de la famosa “influencia moral conservadora de un sano campesinado”. Y henos aquí enfrentados a un problema relacionado con la economía sexual.

la perpetuación de una cierta atmósfera ideológica, la de la familia que trabaja en común como una pequeña empresa, que proporcionaba en general los mejores combatientes nacionalsocialistas y que imprimía en la mujer una modificación estructural en el sentido de la ideología nacionalsocialista. Este es el trasfondo de la famosa “influencia moral conservadora de un sano campesinado”

La interdependencia del modo de producción individualista y de la familia autoritaria en la pequeña burguesía descrita más arriba es una de las numerosas fuentes de la ideología fascista de la “familia numerosa”. Volveremos sobre este tema en otra ocasión

A la delimitación económica de las pequeñas empresas entre sí corresponde el aislamiento y la concurrencia de las familias que, a despecho de la divisa ideológica “el interés general prima sobre el interés personal” y el “pensamiento corporativo” del fascismo, son típicos de la pequeña burguesía. El elemento central de la ideología fascista sigue siendo individualista, como el “principio del dirigente”, la “política familiar”, etc. El elemento colectivista lo ha tomado prestado el fascismo de las tendencias socialistas de la base de masas, al mismo tiempo que el elemento individualista refleja los intereses del gran capital y de los dirigentes fascistas.

El elemento central de la ideología fascista sigue siendo individualista (…) El elemento colectivista lo ha tomado prestado el fascismo de las tendencias socialistas de la base de masas, al mismo tiempo que el elemento individualista refleja los intereses del gran capital y de los dirigentes fascistas.

Esta situación económica y familiar sería insostenible en la organización natural de los hombres si no estuviera reforzada por otros hechos, entre los cuales se cuenta un cierto tipo de relación entre el hombre y la mujer, tipo que hemos identificado como patriarcal, y una cierta concepción de la vida sexual.

Para realizar su deseo de distanciarse del trabajador manual, la pequeña burguesía ciudadana, que en el aspecto económico no es más afortunada que los trabajadores industriales, no puede contar con otra cosa que con sus formas familiares y sexuales de vida, a las que imprime una cierta dirección. Su carencia en el aspecto económico ha de compensarla en el terreno de la moral sexual. Este móvil es el elemento más eficaz de la identificación del funcionario con el poder del Estado. Como el funcionario público no goza de las ventajas de las que se beneficia la gran burguesía, con la cual él se identifica, la ideología moral-sexual reemplaza a lo que falta en materia económica. Las formas de la vida sexual y sus tributarias, las formas de la vida cultural, funcionan esencialmente para la delimitación hacia abajo.

…la ideología moral-sexual reemplaza a lo que falta en materia económica. Las formas de la vida sexual y sus tributarias, las formas de la vida cultural, funcionan esencialmente para la delimitación hacia abajo.

El resumen de esas actitudes morales que gravitan en torno a lo sexual y que normalmente calificamos de “espíritu filisteo”, se encuentra concentrado en la idea — ¡y hablamos de sus ideas y no de sus comportamientos! — que estas personas se hacen del honor y del deber. Es preciso tener una visión justa del eco de estas dos palabras sobre la pequeña burguesía para juzgarlas dignas de un examen profundo. No es casualidad que aparezcan de continuo en la ideología de la dictadura fascista y la teoría racial. En la práctica, el tipo pequeño burgués de vida y las transacciones comerciales pequeño burguesas imponen a menudo una actitud diametralmente opuesta a la idea del honor y del deber. En lo relativo al comercio privado, es necesario a veces un mínimo de deshonestidad para sobrevivir.

En la práctica, el tipo pequeño burgués de vida y las transacciones comerciales pequeño burguesas imponen a menudo una actitud diametralmente opuesta a la idea del honor y del deber. En lo relativo al comercio privado, es necesario a veces un mínimo de deshonestidad para sobrevivir.

Si el campesino compra un caballo, intentará encontrarle defectos por todos los medios; si revende el mismo caballo un año más tarde, le descubrirá una mayor juventud, mejor cualidad y más robustez. El “deber” descansa sobre los intereses comerciales y no sobre cualidades nacionales de carácter. La mercancía que uno mismo ofrece será siempre la mejor; la de los otros, será la peor. La difamación de la competencia, práctica esencialmente deshonesta, es un auxiliar precioso en los “negocios”. Las maneras y el comportamiento de los pequeños comerciantes, su obsequiosidad y su sumisión al cliente, ponen en evidencia los crueles imperativos de la existencia económica que, a la larga, pervierten el mejor carácter. Ello no impide que las nociones de “honor” y de “deber” ocupen un lugar esencial en la pequeña burguesía, lo cual no se explica solamente por la intención, impuesta por groseros intereses materiales de disimular su verdadera naturaleza. Sea hipocresía o no, el éxtasis de que se acompaña es auténtico. Queda la cuestión de saber cuáles son sus fuentes.

El “deber” descansa sobre los intereses comerciales y no sobre cualidades nacionales de carácter.

Estas fuentes se localizan en la vida afectiva inconsciente; tenemos la tendencia a no verlas, a no discernir su relación con esta ideología: lo típico es olvidarse de ellas voluntariamente. El análisis del pequeño burgués no permite alimentar duda alguna sobre el sentido de su relación entre su vida sexual y su ideología del “deber” y del “honor”.

Digamos en primer lugar que la posición del padre en el Estado y en la economía se refleja en su actitud patriarcal con respecto al resto de la familia. El padre representa en la familia al Estado autoritario, de donde el padre se convierte en el más precioso instrumento del poder estatal.

El padre representa en la familia al Estado autoritario, de donde el padre se convierte en el más precioso instrumento del poder estatal.

La posición autoritaria del padre refleja su papel político y desvela la relación de la familia con el Estado autoritario. En el interior de la familia, en efecto, el padre adopta la misma actitud que su superior jerárquico ostenta frente a él en el proceso de producción. Y se apresura a trasmitir a sus hijos, y especialmente a los varones, su estado de sujeción con respecto a la autoridad establecida. De este conjunto de datos deriva la actitud pasiva, servil, del pequeño burgués con respecto a todas las personas que tengan a apariencia de jefes. Hitler supo explotar, sin sospecharlo en el fondo, este comportamiento de masas pequeño burguesas. En efecto, escribe:
“La aplastante mayoría del pueblo tiene una actitud y una mentalidad tan femeninas que su pensamiento y sus actos están mucho menos determinados por la reflexión objetiva que por el sentimiento afectivo.
Este sentimiento efectivo no es muy complejo, sino simple y sumario; hace poco caso de los matices, pero distingue entre lo positivo y lo negativo, entre el amor y el odio, la justicia o la injusticia, la verdad y la mentira; rechaza las medias tintas y las mezclas, etc.”
(Mein Kampf (Mi lucha), Adolf Hitler — 1925)

el padre adopta la misma actitud que su superior jerárquico ostenta frente a él en el proceso de producción. Y se apresura a trasmitir a sus hijos, y especialmente a los varones, su estado de sujeción con respecto a la autoridad establecida.

No se trata aquí de “disposiciones innatas”, sino de un ejemplo típico de la
reproducción de un sistema social autoritario al nivel de la estructura de sus miembros.

La posición del padre así definida exige una represión sexual severísima de las mujeres y los niños. En efecto, bajo la influencia del ambiente pequeño burgués, las mujeres desarrollan una actitud resignada basada en una rebelión sexual reprimida, mientras que los hijos se caracterizan, además de por una sumisión servil a la autoridad, por una gran identificación con el padre que, más tarde, se transformará en una identificación de gran carga
emocional con toda autoridad, cualquiera que sea. Existe en esto un misterio que no podremos aclarar tan rápidamente: ¿cómo es posible que la formación y la elaboración de las estructuras psíquicas de la capa sobre la que reposa una sociedad correspondan con la precisión de un mecanismo de relojería con la organización económica y las finalidades de la clase dominante? El mecanismo fundamental de esta elaboración es el proceso de reproducción estructural del sistema económico de una sociedad tal y como nosotros la
hemos estudiado a la luz de la psicología de masas.

La posición del padre así definida exige una represión sexual severísima de las mujeres y los niños.

La concurrencia económica y social no influye sino muy tarde en el desarrollo estructural de la pequeña burguesía. Las ideologías reaccionarias son el final de procesos psíquicos secundarios por los que atraviesa el niño que crece en un medio familiar autoritario. Señalemos en primer lugar la competencia entre los niños y los adultos; después, y aún más cargada de consecuencias la competencia entre los niños de una misma familia con respecto a sus padres. Esta competencia que, más tarde, en la edad adulta y en la vida extra familiar, revestirá un carácter esencialmente económico, se manifiesta durante la infancia, sobre todo a través de relaciones de amor y de odio con resonancia auténtica entre los miembros de la familia. No es éste el lugar para profundizar en este aspecto del problema, que será objeto de investigaciones especiales. Constatemos simplemente que las inhibiciones y la debilitación de la sexualidad, sobre las cuales se apoya esencialmente la existencia de la familia autoritaria, y que forman la base misma de la estructura caracterológica del pequeño burgués, se producen merced a la angustia religiosa, la cual se alimenta de un sentimiento de culpabilidad sexual que se hunde profundamente en la vida afectiva. Ahí tiene su nacimiento el problema de las relaciones entre la religión y el rechazo del placer sexual. La debilitación sexual conduce a una debilitación del sentido del valor de sí mismo que, en este caso, se traduce por una actitud de brutalidad con respecto a la sexualidad y en el otro por el envaramiento de la estructura caracterológica. La coacción que el dominio de la sexualidad impone para el mantenimiento de la represión sexual conduce, en el terreno del deber, del valor y del dominio de sí mismo(*) a la formación de representaciones de una rigidez enfermiza, de consecuencias afectivas particularmente visibles. La rigidez y la carga de afectividad de estas actitudes psíquicas son una contradicción extraña con la realidad del comportamiento personal. El hombre que está satisfecho genitalmente es honesto, consciente de su deber, valeroso y disciplinado sin grandes alharacas. Todas estas cualidades están orgánicamente unidas a la personalidad. El individuo que sufre de debilidad genital, y cuya estructura sexual está llena de contradicciones, se halla siempre en guardia para dominar su sexualidad, para salvar su honor sexual, para luchar valerosamente contra las tentaciones, etc. Todo adolescente y todo niño conoce la lucha contra la tentación de la masturbación. En el curso de ese combate se desarrollan todos los elementos estructurales del hombre reaccionario, sin excepción alguna. En la pequeña burguesía esta estructura es la más evidente y la más arraigada. De esta represión impuesta sobre la vida sexual obtienen las distintas místicas sus mayores energías y también sus contenidos; y en la medida que los trabajadores industriales se encuentran sometidos a las mismas influencias sociales, evidencian actitudes análogas y, sin embargo, debido a su forma específica de existencia, diferente de la de la pequeña burguesía, las fuerzas contrarias, favorables a la sexualidad son más acusadas y más claras entre los trabajadores industriales. La fijación afectiva de estas estructuras en una angustia inconsciente, su disfraz bajo rasgos caracterológicos completamente asexuados, son los responsables del hecho de que sea totalmente imposible alcanzarlos en la profundidad de la personalidad con la única ayuda de los argumentos. En el último capítulo examinaremos la significación práctica que esta constatación tiene para la política sexual.
(* A este respecto es muy instructiva la lectura de una obra titulada Die Moral der Kraft (La Moral de la Fuerza) por el autor nacionalsocialista Ernst Mann)

Constatemos simplemente que las inhibiciones y la debilitación de la sexualidad (…) se producen merced a la angustia religiosa, la cual se alimenta de un sentimiento de culpabilidad sexual que se hunde profundamente en la vida afectiva. Ahí tiene su nacimiento el problema de las relaciones entre la religión y el rechazo del placer sexual. La debilitación sexual conduce a una debilitación del sentido del valor de sí mismo que, en este caso, se traduce por una actitud de brutalidad con respecto a la sexualidad y en el otro por el envaramiento de la estructura caracterológica. (…) El hombre que está satisfecho genitalmente es honesto, consciente de su deber, valeroso y disciplinado sin grandes alharacas. Todas estas cualidades están orgánicamente unidas a la personalidad. El individuo que sufre de debilidad genital, y cuya estructura sexual está llena de contradicciones, se halla siempre en guardia para dominar su sexualidad, para salvar su honor sexual, para luchar valerosamente contra las tentaciones, etc.

Las graves consecuencias de la lucha inconsciente contra nuestras propias necesidades sexuales para la producción artificial de las ideas metafísicas y místicas no se pueden examinar aquí en detalle; no mencionaremos más que aquellas que son típicas de la ideología nacionalsocialista. Encontramos de continuo las siguientes: el honor personal, el honor de la familia, el honor de la raza, el honor del pueblo. La enumeración sigue el orden de las etapas de la formación individual de la ideología; solamente deja de lado el substrato socioeconómico: el capitalismo o, en su caso, el patriarcado, la institución del matrimonio obligatorio, la represión sexual, la lucha personal contra la propia sexualidad, el sentimiento del honor compensatorio, etc. Al otro extremo de la serie nos encontramos con el “honor del pueblo”, que se identifica con el núcleo irracional del nacionalismo. Para comprenderlo hay que remontarse más hacia el comienzo.

las ideas metafísicas y místicas (…) típicas de la ideología nacionalsocialista. (…) el honor personal, el honor de la familia, el honor de la raza, el honor del pueblo. La enumeración sigue el orden de las etapas de la formación individual de la ideología; solamente deja de lado el substrato socioeconómico: el capitalismo o, en su caso, el patriarcado, la institución del matrimonio obligatorio, la represión sexual, la lucha personal contra la propia sexualidad, el sentimiento del honor compensatorio, etc.

La lucha de la sociedad autoritaria contra la sexualidad de los niños y de los adolescentes y el conflicto de ella derivado en el interior del Yo, se desarrollan en el marco de la familia autoritaria, que, hasta el momento presente, ha revelado ser la institución más idónea para llevar el combate a buen término. Las necesidades sexuales precisan naturalmente contactos estrechos y multiformes con el mundo. Desde el momento en que se les reprime, no les queda más remedio que manifestarse en el marco angosto de la familia. La inhibición sexual es la razón del aislamiento familiar del individuo, del mismo modo que se halla en la base de la conciencia individualista de la personalidad. No hay que olvidar nunca que el comportamiento metafísico, individualista y el apego sentimental a la familia no son más que aspectos diferentes del mismo proceso fundamental de rechazo de la sexualidad, mientras que una actitud espiritual abierta a la realidad y antimística se acompaña siempre de una situación más independiente con respecto a la familia o, al menos, de una indiferencia acentuada con respecto a la ideología sexual ascética.

Lo que importa es que la inhibición sexual es el medio de ligar al individuo con la familia, que la obstrucción del camino de la realidad sexual transforma el lazo biológico del niño con su madre y el de la madre con los niños en una fijación sexual indisoluble y en una falta de aptitud para contraer otros vínculos.(*) El vínculo del niño con su madre es el núcleo de la unión familiar. Las representaciones de patria y de nación son, en su núcleo subjetivo emocional, representaciones de la madre y de la familia. En la pequeña burguesía, la madre representa la patria del niño y la familia, su “nación en miniatura”. Este hecho explica los motivos que han conducido al nacionalsocialista Goebbels a escoger, sin el menor conocimiento de las profundas implicaciones de su elección, las siguientes palabras, para ponerlas de relieve en sus “Diez Mandamientos” del “Calendario Popular Nacionalsocialista” en 1932: “La patria es la madre de tu vida, ¡no lo olvides nunca!” En la “Fiesta de las Madres”, en 1933, El Angrifí escribía:
“¡Día de las Madres! ¡La revolución ha hecho tabla rasa de todas las mezquindades! Por fin las ideas conducen y aproximan a los hombres!: familia, sociedad, pueblo. La idea del Día de la Madre viene a rendir homenaje a lo que mejor simboliza la idea alemana: ¡la madre alemana! Solamente en la nueva Alemania asume su papel la mujer y la madre.
Ellas son las guardianas de la vida familiar, vivero de fuerzas capaces de conducir a nuestro pueblo hacia las cumbres. Sólo ella, la madre alemana, incorpora la idea de la nación alemana. Ser madre quiere decir más que nunca pertenecer a la nación alemana; ¿hay acaso un pensamiento que nos una más que el homenaje que rendimos todos juntos a las madres?”
(* El “complejo de Edipo”, descubierto por Freud no es tanto la causa como la consecuencia de la represión sexual del niño. Es verdad que los padres perpetúan de modo inconsciente las intenciones de la sociedad autoritaria.)

Lo que importa es que la inhibición sexual es el medio de ligar al individuo con la familia, que la obstrucción del camino de la realidad sexual transforma el lazo biológico del niño con su madre y el de la madre con los niños en una fijación sexual indisoluble y en una falta de aptitud para contraer otros vínculos.

Cuanto más engañosas son estas palabras desde la perspectiva económica y social, tanto más claramente testimonian la existencia de una cierta estructura. El sentimiento nacional es la prolongación directa del vínculo familiar, que hunde sus raíces en la fijación maternal.(*) Guardémonos de interpretar esto en un sentido biológico, ya que el apego a la madre es, a su vez, en la medida en que se perpetua en el apego a la familia y a la nación, un producto de la sociedad. En el momento de la pubertad, cederá el puesto a otros lazos —lazos sexuales naturales — si las coacciones sexuales impuestas a la vida amorosa no durasen. Solamente en esta perpetuación de origen social es donde se convierte en el fundamento del sentido social del adulto y donde se transforma en una fuerza social reaccionaria. El hecho de que el trabajador de la industria desarrolle un sentimiento nacional menos pronunciado que el pequeño burgués se debe a su modo de vida social y a sus lazos familiares, mucho más relajados.
(* Es decir, sin resolver, fijado en el inconsciente.)

El sentimiento nacional es la prolongación directa del vínculo familiar, que hunde sus raíces en la fijación maternal. Guardémonos de interpretar esto en un sentido biológico, ya que el apego a la madre es (…) un producto de la sociedad. En el momento de la pubertad, cederá el puesto a otros lazos — lazos sexuales naturales — si las coacciones sexuales impuestas a la vida amorosa no durasen. Solamente en esta perpetuación de origen social es donde se convierte en el fundamento del sentido social del adulto y donde se transforma en una fuerza social reaccionaria.

Sin embargo, es preciso plantearse el problema de por qué el trabajador industrial es específicamente accesible al internacionalismo mientras que el pequeño burgués se inclina tan claramente hacia el nacionalismo. A nivel de la situación económica objetiva, no podemos hacer visible el factor que les diferencia si no es manejando la relación, antes descrita, entre su condición económica y su existencia familiar. ¡Es la única vía posible! La extraña obstinación con que los teóricos marxistas se niegan a considerar la existencia familiar como un factor equivalente e, incluso decisivo, de la formación de las estructuras cuando se trata de explicar la fijación del sistema social, es una consecuencia de sus propios lazos familiares. Nunca se insistirá bastante en que el lazo familiar es el más intenso y más cargado de efectividad.(*)
(* “El que no haya superado su propia adhesión a su familia y a su madre o que, al menos, no lo separe lúcidamente de todos sus juicios, haría mejor en no explorar el campo de la formación de la ideología. Pretender que se trata de métodos “freudianos” es hacer gala de una carencia completa de espíritu científico. Lo que cuenta son los argumentos y no la fraseología incompetente. Freud ha descubierto el complejo de Edipo. Sin este descubrimiento, toda la política familiar revolucionaria hubiera sido imposible. Pero Freud ha soñado tanto en una utilización de este tipo (una interpretación sociológica del vínculo familiar) como el economista mecanicista en el empleo de la sexualidad como factor social. Que se nos demuestre nuestros errores en la aplicación del materialismo dialéctico, pero que no se nos nieguen hechos que todo trabajador conocía mucho antes del descubrimiento del complejo de Edipo por Freud. Para acabar con el fascismo hay que hacer otra cosa además de palabras, esto es, ¡conocer! Los errores son siempre posible y corregibles, pero la estrechez de espíritu en materia científica caracteriza al reaccionario)

…plantearse el problema de por qué el trabajador industrial es específicamente accesible al internacionalismo mientras que el pequeño burgués se inclina tan claramente hacia el nacionalismo. A nivel de la situación económica objetiva, no podemos hacer visible el factor que les diferencia si no es manejando la relación (…) entre su condición económica y su existencia familiar.

La unidad esencial de la ideología familiar y nacionalista va mucho más lejos: las familias se aíslan las unas de las otras como lo hacen las naciones. En ambos casos encontramos razones económicas en último análisis. La familia del pequeño burgués (funcionario, pequeño empleado) sufre la presión constante de las preocupaciones alimenticias y de otras preocupaciones materiales. El expansionismo económico de la familia numerosa pequeño burguesa reproduce, pues, al mismo tiempo, la ideología imperialista: “La nación tiene necesidad de espacio y alimentos”. Este es el motivo por el cual el pequeño burgués es particularmente vulnerable a la ideología imperialista: es capaz de identificarse totalmente con la nación, personificada en su espíritu. De este modo, el Estado imperialista se reproduce ideológicamente en el imperialismo familiar.

Resulta interesante examinar, a este respecto, la respuesta que Goebbels daba en el folleto Die Ver-fluchten Hackerikreuzler (“Los malditos de la svástica”) a la pregunta de si un judío era un ser humano:
“Si alguien golpea a tu madre en pleno rostro con una fusta, serás capaz de contestar: ¡Muchas gracias!, ¿de decir que el que eso hace es también un ser humano? No es un ser humano, ¡es un monstruo! El Judío ha tratado mucho peor a nuestra madre Alemania y continúa haciéndolo! El Judío ha corrompido nuestra raza, ha minado nuestra fuerza, pervertido nuestras costumbres, roto nuestras energías… El Judío es la encarnación del demonio de la decadencia… ha comenzado a degollar a los pueblos según el criminal rito judío.”

Para juzgar correctamente el efecto que tienen estas frases, redactadas bajo la
influencia del subconsciente, sobre la vida psíquica inconsciente del lector integrado en la masa, es preciso conocer el alcance de la idea de castración, considerada como castigo de los impulsos sexuales, es preciso comprender bien el fondo psicosexual de los fantasmas de los asesinatos rituales y del antisemitismo en general, es necesario hacerse una idea cabal de la angustia sexual del hombre reaccionario. Ahí se encuentra la raíz del antisemitismo nacionalsocialista. ¿Acaso es el resultado de una simple mistificación? Cierto es que la mistificación no se encontraba ausente; pero se olvida demasiado a menudo que el fascismo es el sobresalto ideológico de una sociedad agónica, tanto desde el punto de vista sexual como desde el económico, que se rebela contra las aspiraciones dolorosas, pero irrevocables, que el pensamiento revolucionario plantea a la libertad sexual en tanto que económica, libertad que inspira un miedo mortal a los reaccionarios. Dicho con otras palabras, la instauración de la libertad económica de los trabajadores corre pareja con el hundimiento de las instituciones antiguas, especialmente las de orden sexual, a las que ni el hombre reaccionario ni el trabajador industrial, contaminado por la mentalidad reaccionaria, saben hacer frente. El miedo a la “libertad sexual” — sinónimo en la imaginación reaccionaria de caos y depravación sexual — es el mayor obstáculo interpuesto en el camino hacia la liberación del yugo de la explotación económica, y lo seguirá siendo mientras subsista la idea del caos sexual. Su origen se encuentra en la situación de las masas no esclarecidas en materias tan importantes. Por este motivo hay que colocar a la economía sexual en el mismo centro de toda reforma económica. Cuanto más se haya incrustado en las masas trabajadoras la estructura reaccionaria, tanto más se impone la educación de las masas por los métodos de la economía sexual, a fin de darles el sentido de sus responsabilidades sociales.

El miedo a la “libertad sexual” — sinónimo en la imaginación reaccionaria de caos y depravación sexual — es el mayor obstáculo interpuesto en el camino hacia la liberación del yugo de la explotación económica.

En esta conjunción de hechos económicos y estructurales, la familia autoritaria representa la célula productiva más inmediata y la más importante del pensamiento reaccionario: constituye la fábrica de la ideología y de la estructura reaccionarias. Por este motivo, toda política cultural reaccionaria plantea como primer punto de su programa la “protección a la familia”, es decir, a la familia autoritaria y numerosa. Este es el sentido profundo de la fraseología sobre la “protección del Estado, de la cultura y de la civilización”.

la familia autoritaria representa la célula productiva más inmediata y la más importante del pensamiento reaccionario:(…) Por este motivo, toda política cultural reaccionaria plantea como primer punto de su programa la “protección a la familia”

En un manifiesto electoral del N.S.D.A.P.(*) para la elección presidencial de 1932 leemos:
“La mujer es por naturaleza y destino la compañera del hombre. Ello implica que los dos no son solamente compañeros para toda la vida, sino compañeros de trabajo también. De la misma manera que, en el decurso de los milenios la evolución económica ha transformado el campo de trabajo del hombre, ha transformado también el de la mujer. Y aún más imperioso que el trabajo en común, es el deber del hombre y de la mujer de perpetuar el género humano. La nobleza de esta misión de los sexos explica los dones naturales específicos que la Providencia, en su sabiduría eterna ha dispensado invariablemente al hombre y a la mujer. Nuestra más elevada tarea, por lo tanto, residirá en facilitar a los dos compañeros, unidos para toda la vida, la posibilidad de fundar una familia. Su destrucción definitiva equivaldría a la supresión de toda humanidad superior. Sin dejar de concederle a la mujer un vasto campo de actividad, no se deberá nunca perder de vista que el fin último de una verdadera evolución orgánica y lógica es la formación de la familia. La familia es la unidad más pequeña pero también la más importante de toda la estructura del Estado. El trabajo honra a la mujer tanto como al hombre. Pero el hijo ennoblece a la madre.”
(“Mi programa”, Adolf Hitler)
(* N.S.D.A.P.: Partido Nacional Socialista Alemán)

En el mismo manifiesto, bajo la rúbrica “Salvar al campesinado es salvar a la nación alemana”, se nos anuncia:
“Además, creo que el fomento y la conservación de un sano campesinado es la mejor protección contra las enfermedades sociales y la decadencia racial de nuestro pueblo.”
(“Mi programa”, Adolf Hitler)

Para comprender correctamente este manifiesto es preciso no perder de vista nunca los lazos familiares tradicionales del campesinado. Continuemos:
“Creo que un pueblo que desea reforzar sus resistencias no debe contentarse con vivir según las normas racionales, sino que tiene que buscar también apoyos espirituales y religiosos. La intoxicación y la descomposición del cuerpo del pueblo por la influencia del bolchevismo cultural son casi más devastadores que los efectos del comunismo político y económico.”

El partido nacionalsocialista que, al igual que el fascismo italiano, se apoyaba al principio en los intereses de los grandes propietarios agrícolas, estaba obligado a ganarse para su causa al campesino mediano y pequeño, a fin de asegurarse una base social. No es preciso decir que en su propaganda no podía poner de relieve los intereses de la gran propiedad terrateniente, sino que tenía que invocar las estructuras del pequeño campesinado, tal y como resultaban de la coincidencia de sus condiciones de existencia familiares y económicas. Sólo desde la perspectiva de la pequeña burguesía se puede hablar del hombre y de la mujer como compañeros de trabajo. Entre los obreros industriales no ocurre nada parecido. Notemos que la frase no tiene más que un valor formal, toda vez que la campesina, en realidad, es la criada del campesino. La ideología fascista de la ascensión jerárquica del Estado encuentra su modelo y realización en el modo de vivir de la familia campesina. La familia campesina es una nación en miniatura y cada miembro de esta familia se identifica con esta nación en miniatura.

El partido nacionalsocialista que, al igual que el fascismo italiano, se apoyaba al principio en los intereses de los grandes propietarios agrícolas, estaba obligado a ganarse para su causa al campesino mediano y pequeño, a fin de asegurarse una base social. No es preciso decir que en su propaganda no podía poner de relieve los intereses de la gran propiedad terrateniente, sino que tenía que invocar las estructuras del pequeño campesinado, tal y como resultaban de la coincidencia de sus condiciones de existencia familiares y económicas.

La ideología del gran imperialismo encontrará siempre, por tanto, buena acogida en el campesinado y en la pequeña burguesía, allí donde la pequeña empresa y la familia coinciden sobre el plan económico. Lo que, en este contexto llama la atención es la idealización de la maternidad. ¿Cuál es la relación entre esta idealización y la reacción sexual política?

--

--